domingo, 29 de noviembre de 2009

El hundimiento del Bismarck II

A las 7 de la mañana comenzó a sonar insistentemente el teléfono de Churchill. Tras descolgarlo, el rostro del premier británico se ensombreció en el mismo instante en que le transmitieron la noticia del hundimiento del Hood. Al terminar de recibir el informe, ordenó simplemente:

“Hundid el Bismarck, cueste lo que cueste. ¡Hundid el Bismarck!”

No era necesario más. Los ingleses iban a poner en juego todo lo que tenían a mano para tratar de devolver a la Kriegsmarine el tremendo puñetazo que esta les había propinado.

En el océano, los acontecimientos no se hicieron esperar. El Prince of Wales, tan pronto como observó que el Bismarck y el Prinz Eugen no insistían en su persecución, se unió a los cruceros de Wake-Walker y se dispuso a marcar de cerca a los navíos germanos para evitar que desaparecieran en la inmensidad de Atlántico.

Entretanto, la Royal Navy envió al teatro de operaciones a todos los buques de guerra que pudo encontrar. Aparte de la Home Fleet de Tovey, se hicieron a la mar desde diversos puntos los acorazados Rodney, Ramilles y Revenge, además de otras unidades menores. En total, una poderosa flota compuesta por siete acorazados y cruceros de batalla, dos portaaviones, once cruceros pesados y ligeros y varios destructores, se dirigía al encuentro de la agrupación germana.

Del lado alemán, Lütjens moderó la velocidad a 25 nudos y ordenó que se revisaran los desperfectos sufridos por el Bismarck en el enfrenamiento anterior, observando entonces que varios tanques de combustible habían resultado dañados. El almirante alemán comprende que el Bismarck, con su velocidad forzosamente reducida y con su capacidad de almacenamiento de combustible mermada, no se encuentra en disposición de lanzarse a una larga travesía por el Atlántico. Decide entonces entrar en el puerto francés de Saint Nazaire con la intención de someter al acorazado a una completa revisión.

Al mismo tiempo, Lütjens pretende que el Prinz Eugen, el cual no ha sufrido daños en el combate con el Hood y el Prince of Wales, continúe con la misión original y se aventure en el Atlántico para acechar a los convoyes británicos. No obstante, para tener posibilidad de llevar a cabo este plan, era necesario zafarse anteriormente de la vigilancia a la que le tenían sometido los buques de Wake-Walker. Con ese fin, a las seis de la tarde del día 24, el coloso germano invierte repentinamente el rumbo y abre fuego contra el Prince of Wales, el Norfolk y el Suffolk. Ninguno de los navíos resultó alcanzado, pero los anglosajones en la confusión del combate pierden el contacto con el Prinz Eugen, el cual aprovechó la escaramuza para escapar sigilosamente en dirección sur. Los ingleses no volverían a conocer el paradero de este buque hasta que diez días después entre en Brest.

Una vez que el Prinz Eugen desaparece de escena, el Bismarck vuelve a poner proa al sur. Los buques británicos continúan la persecución del gigante alemán pero, prudentemente, deciden aumentar la distancia que les separa del navío germano. En esos momentos, Lütjens envía un mensaje a la Kriegsmarine señalandole su intención de entrar en Saint-Nazaire para petrolear, al tiempo que informa de la imposibilidad de romper contacto con el enemigo.


Primer intento

Por su parte, el comandante de la escuadra británica tenía también sus propias preocupaciones. Vista la suerte corrida por el Hood, nada le aseguraba que, en caso de que tuviese lugar otro enfrentamiento con el acorazado alemán, alguno de su buques no fuese a sufrir el mismo destino que el malhadado navío de Holland. Por ello, llega a la conclusión de que hay que tratar de limitar la capacidad de lucha del Bismarck antes de entablar un combate naval directo con él. Con este objetivo en mente, destaca al portaaviones Victorious y a varios cruceros al mando del contraalmirante Curteis, ordenandoles que se aproximen a 100 millas del gigante germano y que lancen un ataque con aviones torpederos.

A las 10 de la noche, la agrupación británica de Curteis se encuentra a una 120 millas de los navíos alemanes. En ese instante, el riesgo de que los buques de Wake-Walker pierdan el contacto con el Bismarck (como ya ha sucedido con el Prinz Eugen) es elevado. Por ello, el contraalmirante decide no perder más tiempo y hace despegar a 9 Swordfish torpederos y a seis Fulmar. La misión de los primeros será lisiar al acorazado enemigo, mientras que los Fulmar deberán distraer el fuego antiaéreo germano y comprobar el daño que causen los Swordfish.

Poco después de las once y media, los aparatos ingleses localizan al Bismarck e inician el ataque. Al precio de perder dos Fulmar víctimas del fuego antiaéreo alemán, los aviones británicos consiguen encajar un torpedo en el costado del navío germano. Sim embargo, la inicial alegría de los anglosajones se desvanece tan pronto como observan que el escualo de acero no ha causado daños en el buque enemigo, cuyo blindaje resiste sin problemas el impacto. A los aeroplanos británicos no les queda otro remedio que volver al Victorious con las manos vacías.

A la una de la madrugada del día 25, el Bismarck invierte nuevamente el rumbo para disparar a sus tenaces perseguidores. En el instante en que observan la maniobra alemana, la agrupación de Wake-Walker trata de alejarse a toda máquina. El acorazado no insiste en el ataque y rápidamente vuelve a poner la proa hacia el sur, pero esta ultima escaramuza provocá que los británicos se vuelvan cautelosos en extremo. Tan pronto como cesa el cañoneo del gigante alemán, los navíos ingleses reinician la persecución moviéndose en el límite del alcance de sus radares hasta que, a las 03:06, el coloso germano desaparece de sus pantallas.

En ese momento, las antenas radiotelegráficas de la Kriegsmarine, las cuales venían captando los mensajes transmitidos por los buques de Wake-Walker a la Home Fleet, descubren que dichos mensajes cesan repentinamente. La armada del Reich deduce que los perseguidores han perdido el contacto con el Bismarck y así se lo comunica a Lütjens. El almirante alemán recibe la información, pero no se la cree. ¿La razón? El detector Fumb que porta el acorazado sigue captando los impulsos de los radares ingleses; luego el silencio radiotelegráfico solo puede ser una añagaza británica. Razonamiento lógico, pero erróneo. Los navíos de la Royal Navy ciertamente habían perdido el contacto con el alemán y sus radares exploraban el océano a ciegas. Las ondas llegaban hasta el Bismarck (y de ahí que el detector Fumb las recibiese), pero sin fuerza suficiente para rebotar y ser captadas por los buques emisores de las mismas.

A pesar de ello, los británicos no desisten. La agrupación de Wake-Walker, la Home Fleet y los aviones del Victorious continúan incansablemente la búsqueda del escurridizo navío alemán a lo largo del día 25, pero sin éxito. En ese momento, el Bismarck podía haber estado salvado, pero Lütjens iba a cometer un error fatal...


Segundo intento

A las 07:00 del día 26, el acorazado alemán radia un mensaje a Berlín indicando que “dos acorazados y un crucero todavía mantienen el contacto”, al tiempo que informa del estado general del buque y de su necesidad de entrar en dique para una revisión. El comandante del “Grupo Oeste” responde mediante un mensaje urgente desde París confirmando a Lütjens que los británicos han perdido realmente su rastro y solicitándole que guarde absoluto silencio radiotelegráfico, pero el daño ya estaba hecho.

Tan pronto como el Bismarck radia su mensaje, los radiogoniómetros del Reino Unido localizan el lugar de origen de la transmisión y deducen acertadamente que solo puede proceder del acorazado alemán. Una vez localizada la posición de este, la información se le pasa a Tovey, quien ordena a todos sus buques que pongan rumbo inmediatamente al lugar señalado por los radiogoniómetros para, una vez allí, darse cuenta de que el navío germano no aparece por ninguna parte.

¿Qué había sucedido? Debido a un error de cálculo, los equipos ingleses se habían equivocado al señalar la posición del buque enemigo, con la desastrosa consecuencia de que el grueso de la flota británica fue enviada a interceptar al Bismarck a un punto situado 75 millas al norte de donde en realidad se encontraba.

El Almirantazgo Británico esta desconcertado. El buque alemán parece haberse desvanecido y los ingleses no tienen ni la más remota idea de donde puede hallarse en ese momento. En esta situación, la Royal Navy decide tratar de cubrir los dos itinerarios más probables del acorazado. Por un lado se ordena a la Home Fleet que ponga proa al norte para dirigirse a la zona entre las Islas Feroe e Islandia. Por otro, se ordena a la Fuerza H comandada por Sommerville que se sitúe en la ruta que habría de seguir el navío germano en caso de que decida refugiarse en los puertos franceses. Al mismo tiempo, todos los aviones de exploración de la RAF patrullaban incesantemente el Atlántico en busca del coloso de la Kriegsmarine. La tenacidad británica se iba a ver pronto recompensada.

A las 10:30 un hidroavión Catalina localizó finalmente al Bismarck a algo menos de 700 millas al oeste de Brest. En ese momento, la Fuerza H se hallaba a unas 110 millas a proa del navío germano. Pero esa agrupación solo disponía de una gran unidad: el crucero de batalla Renown que, en caso de ser empleado contra el Bismarck, podía terminar en el fondo del océano igual que el Hood. Por ello, se le ordenó a Sommerville que no tratase de interceptar al buque alemán hasta que llegasen los navios de la Home Fleet, quienes habían vuelto a invertir el rumbo y se dirigían a la zona. Pero la formación de Tovey se encontraban a unas 130 millas a popa del Bismarck, por lo que si el navío germano mantenía su velocidad sería imposible que la Home Fleet le diese caza antes de que llegase a Francia. En esta difícil situación los británicos deciden jugar su última carta.

La Fuerza H, si bien solo contaba con con el Renown como gran unidad, también disponía del buque que iba a resultar decisivo en aquella jornada: el portaaviones Ark Royal. Pero, antes de hacer entrar en juego a los aparatos de este, Sommerville decide destacar al crucero Sheffield para que marque de cerca al Bismarck y no pierda el contacto radar con él. Finalmente, a las 3 de la tarde despegan 14 swordfish desde el portaaviones inglés. Tras una hora de vuelo, los aparatos británicos localizan su objetivo y dejan caer sus torpedos al mar... ¡para inmediatamente después darse cuenta de el navío que han tomado por el blanco no es otro que el Sheffield! Afortunadamente para los ingleses, ningún torpedo “amigo” hizo blanco. No sería la primera vez que la suerte sonriese a los anglosajones en aquella jornada.

Los aeroplanos regresan al portaaviones para rearmarse y volver a intentar la maniobra de ataque. En esta ocasión, 15 Swordfish despegaran del Ark Royal a las ocho de la tarde. Es su última oportunidad. Quedan escasas horas de luz y, en caso de que no consigan disminuir la velocidad del Bismarck, el navío germano entrará en el radio de acción de los aviones alemanes basados en Francia a la mañana siguiente.


A la tercera va la vencida

El ataque se inicia a las 20:47. La escasa luz provoca que los antiaéreos alemanes tengan mucha dificultad en localizar a los aparatos británicos. Pese a ello, logran dañar a cinco aviones y derribar a otro. Pero no fue suficiente. Tras cuarenta minutos de combate los ingleses solo habían logrado acertar con un torpedo en el Bismarck pero, al igual que en el ataque realizado por el Victorious, este no produjo graves daños en el acorazado. Por fin, cuando parecía que los anglosajones no iban a sacar nada en limpio, el coloso germano mete toda la caña a estribor y, de repente, se estremece. Una tremenda sacudida recorre la mole de acero justo cuando se encontraba en medio de la maniobra de giro. ¿Que ha pasado? un afortunado torpedo británico ha acertado justo donde el Bismarck no esta protegido por su formidable blindaje: en los timones. Para más infortunio, el torpedo ha dado en el blanco justo en el momento en que el buque se hallaba girado, bloqueando de este modo los timones en una posición que imposibilitaba que el navío pudiese recuperar una trayectoria recta y gobernarse mediante las hélices.

Fin de la historia. Si el torpedo británico hubiese acertado en cualquier otro sitio, el cinturón blindado del Bismarck hubiese protegido al buque, y el proyectil inglés presumiblemente no hubiese causado graves daños. Pero con ese impacto de tremenda suerte, los swordfish acaban de sellar el destino del gigante alemán. Antes de desaparecer, los pilotos anglosajones observan asombrados como el noqueado navío germano da dos vueltas sobre si mismo y queda a la deriva.

Una vez que se retiran los aviones británicos, los marinos germanos pasan la noche intentando desbloquear el timón. Será en vano. No hay solución posible y los alemanes comprenden que han llegado al final del camino. La Kriegsmarine recibirá en Berlín el siguiente mensaje:

“El buque ha quedado ingobernable. Lucharemos hasta la última granada. Viva Alemania”

jueves, 19 de noviembre de 2009

El hundimiento del Bismarck I

Los dos buques mas poderosos de los que dispuso la Kriegsmarine en la Segunda Guerra Mundial, los acorazados Bismarck y Tirpitz, comenzaron a construirse en 1936. Eran de propulsión a vapor, por lo que su autonomía no rebasaba las 8000 millas, iban armados con ocho cañones de 380 mm además de otras piezas menores y desplazaban 35000 toneladas. No montaban radar, ya que los alemanes desconocían este ingenio, sino radiotelémetro, aparato con el que se les equipó al poco tiempo de comenzar la contienda. El radiotelémetro era un instrumento con varias limitaciones con respecto al radar, siendo la más importante el hecho de que, aún señalando el lugar en el que se encontraba el buque enemigo, no mostraba donde estaban cayendo los proyectiles propios, lo que obligaba a que la corrección de los disparos realizados durante un combate tuviese que efectuarse de manera óptica. Es decir, había que mirar donde estaba el barco objetivo y donde estaban cayendo las bombas propias para, a continuación, modificar el tiro adecuadamente. Lógicamente, este tipo de maniobra “a ojo” no podía realizarse satisfactoriamente cuando el enfrentamiento se realizaba a grandes distancias, o cuando las condiciones climatológicas limitaban la visibilidad.

Ambos acorazados iban a tener una vida bélica extraordinariamente corta. De hecho, el Bismarck solo efectuó una salida y el Tirpitz ni siquiera iba a llegar a entrar en combate. A pesar de ello, ninguno de los dos iba a sobrevivir a la contienda.


La situación previa a la salida del Bismarck

En los primeros meses de 1941 la Kriegsmarine logra uno de sus mayores éxitos al sacar al Atlántico a los cruceros de batalla Scharnhorst y Gneisenau. Ambos buques consiguieron romper el bloqueo impuesto por la Royal Navy a la armada alemana y, durante dos meses de misión por el océano, logran hundir 116.000 toneladas de mercantes británicos, desarticulando de este modo las líneas de aprovisionamiento del Reino Unido. La agrupación germana, comandada por el almirante Günther Lütjens, regresará a Brest sin sufrir daños el día 22 de marzo.

Visto el resultado de la operación anterior, el líder de la Kriegsmarine -el gran almirante Raeder- planea efectuar a continuación un golpe todavía más ambicioso: sacar al mar el navío más poderoso de la escuadra germana, el acorazado Bismarck, que acababa de entrar en servicio.

La intención original de la Kriegsmarine era desplazar al Atlántico al Bismarck acompañado del crucero Prinz Eugen para que, una vez burlado el bloqueo británico se les unan desde Brest los cruceros de batalla Scharnhorst y Gneisenau. Con ello se lograría juntar una poderosa flota para hacer la guerra de corso al tráfico mercante del Reino Unido. Este plan no se pudo llevar a efecto debido a que la RAF sometió a constantes bombardeos a los buques germanos surtos en Brest, causandoles serías averías que les impedirían hacerse a la mar durante varios meses.

A pesar de esto, Raeder no desiste y en una reunión mantenida con Lütjens el día 25 de abril le manifiesta las razones que existen para sacar al coloso germano al Atlántico. En esencia, estas eran las siguientes:

-Raeder había vivido los insultos sufridos por la Marina de Guerra Alemana -una de las armadas más potentes de la época- tras la Primera Guerra Mundial, por no haber desempeñado una responsabilidad acorde con el potencial que, al menos sobre el papel, tenía.

-La Kriegsmarine en la Segunda Guerra Mundial era mucho menos poderosa que su antecesora y se encontraba posiblemente ante su última oportunidad de desempeñar un papel relevante en el conflicto, al menos en lo que a sus grandes buques de superficie se refiere. Era previsible que los EEUU, tarde o temprano, se embarcarían en la contienda del lado británico. La flota estadounidense se uniría entonces a la Royal Navy, eliminando las ya escasas posibilidades que tenían los alemanes de llevar a cabo acciones de envergadura con el puñado de navíos de guerra de los que disponían.

Efectivamente, el panorama para la armada alemana, aunque en aquellos momentos el Tercer Reich se encontrase en el apogeo de su poder, comenzaba a mostrarse sombrío. Esto se debía principalmente a que las relaciones entre EEUU y el Reino Unido empezaban a fortalecerse:

-El 2 de Septiembre de 1940 los Estados Unidos habían entregado 50 destructores a la flota inglesa a cambio de la cesión de diversas bases navales.

-El 11 de marzo de 1941 el “Acta de Préstamo y Arriendo” se convirtió en ley, con lo que se permitía a la Gran Bretaña comprar a crédito todo tipo de material bélico del arsenal norteamericano.

-Ese mismo mes se firma en Washington un acuerdo entre los estados mayores del Reino Unido y de los EEUU, en el cual ya se podía comenzar a entrever la futura entrada de los norteamericanos en el conflicto.

Estos hechos no hacían inevitable la intervención del gigante americano en la guerra (de hecho, la desconcertante actitud del presidente Roosevelt hacia los británicos en esta época sigue siendo uno de los puntos en los que los historiadores distan de ponerse de acuerdo) pero sin duda forzaron a los alemanes a pensar que la aparición de los estadounidenses en el conflicto se hallaba más próxima de lo que en realidad estaba.

En estas circunstancias, Raeder considera que el tiempo apremia y que hay que sacar el Bismarck al Atlántico antes de que sea demasiado tarde. Sin embargo, Lütjens no tiene la misma opinión. En la reunión del 25 de abril, este manifiesta a Raeder sus dudas acerca de la salida al mar del coloso germano. Lütjens cree más conveniente esperar a que los buques amarrados en Brest sean reparados, e incluso a que el Tirpitz este listo para entrar en servicio. De este modo, los alemanes serían capaces de formar una poderosa agrupación de ataque capaz de asestar un golpe mucho más demoledor al tráfico mercante británico.

A pesar de las objeciones de Lütjens, será la opinión de Raeder la que prevalezca: el Bismarck se hará a la mar junto al Prinz Eugen y aquel almirante será precisamente el encargado de comandar la agrupación germana. La misión era la misma que la asignada a todos los buques alemanes que se habían aventurado en el Atlántico con anterioridad: atacar los convoyes británicos y evitar el combate contra formaciones navales enemigas a no ser que fuese absolutamente necesario.


La salida al Atlántico

El 18 de mayo parten del puerto de Gotenhafen el Bismarck y el Prinz Eugen escoltados por tres destructores. El 20 los navíos germanos ya se hallan en el Skagerrak a la altura de Kristiansund y el 21 llegan al fiordo noruego de Kors, cercano a Bergen. Al anochecer de ese mismo día, los buques abandonan el fiordo y se lanzan a intentar burlar el bloqueo naval británico.

Pese a que los alemanes han tomado todas las medidas de seguridad pertinentes y a que los primeros compases de la operación se han desarrollado en el más absoluto secreto, los espías ingleses basados en Suecia logran descubrir los movimientos de los buques germanos y hacen llegar la información puntualmente al Almirantazgo Británico, el cual destaca varios aviones de reconocimiento para vigilar la zona. Estos aparatos lograron localizar a la fuerza naval enemiga confirmando la información que han proporcionado los espías. Los británicos empiezan a barruntar que la presencia de los navíos alemanes en esa zona no puede ser presagio nada bueno. El Almirantazgo supone con acierto que las intenciones germanas pasan por repetir los destrozos que el Scharnhorst y el Gneisenau habían causado escasos meses antes a sus líneas marítimas de aprovisionamiento. En ese momento saltan las alarmas en la Royal Navy. Los anglosajones están en una situación muy grave, perdiendo mucho más tonelaje mercante del que son capaces de construir. Una nueva incursión de la Kriegsmarine en el Atlántico puede provocar que la situación empeore todavía más. Por ello, Gran Bretaña apresta a la Home Fleet con la intención de dar caza a los alemanes antes de que estos puedan iniciar su misión. Dicha flota estaba compuesta por los acorazados King George V y Rodney, el portaaviones Victorious y el crucero Repulse, basados, junto con otras unidades menores, en Scapa Flow. A estos buques se unían los cruceros Birmingham y Manchester, quienes ya se hallaban de patrulla entre Islandia y las Islas Feroe; y los cruceros gemelos Norfolk y Suffolk, los cuales se encontraban en el estrecho de Dinamarca, entre Groenlandia e Islandia. También formaban parte del dispositivo el acorazado Prince of Wales, al cual se le ordena el día 21 desplazarse junto con seis destructores al sudoeste de Irlanda, lugar donde ya se encontraba el crucero de batalla Hood. La Home Fleet estaba comandada por el Almirante Tovey, y la agrupación Hood-Prince of Wales, aún subordinada a la flota de Tovey, queda a las ordenes del almirante Holland. Esta flota era por si sola impresionante y muy superior a la agrupación enemiga, pero todavía se ordenaría a la fuerza H basada en Gibraltar (compuesta por el portaaviones Ark Royal, el crucero de batalla Renown y el crucero Sheffield) dirigirse al teatro de operaciones para apoyar a la Home Fleet.

El día 22 los alemanes interceptan un mensaje británico gracias al cual averiguan que sus movimientos han sido descubiertos. A pesar de ello, dado que las condiciones meteorológicas aquel día eran muy adversas, con intensa lluvia y nubes bajas, Lütjens decide aprovechar el momento confiando en que el clima dificulte la vigilancia inglesa. Por ello, cuando sus buques se hallan a la altura de Trondheim, el almirante germano ordena a sus destructores que den media vuelta y se lanza con sus grandes unidades al estrecho de Dinamarca, lugar por donde pretende romper el bloqueo británico. Poco después, la Home Fleet abandona Scapa Flow y se dirige al encuentro del Bismarck y del Prinz Eugen.

El día 23 el clima no mejoró, pero a pesar de ello un serviola del Suffolk logra distinguir entre la niebla las siluetas de los navíos alemanes. Los germanos también descubren al crucero inglés pero, dado que este desaparece inmediatamente entre la bruma, suponen erróneamente que ellos no han sido localizados. El Suffolk se aleja prudentemente, pero mantendrá el contacto radar. Poco después surge entre las olas el Norfolk a escasas seis millas de la formación alemana, avistando también a los buques enemigos. Dada la proximidad del barco inglés, a los germanos no les queda ninguna duda de que han sido vistos, por lo que el Bismarck abre fuego inmediatamente con la intención de ahuyentar cuanto antes al crucero británico. Este desaparecerá del alcance visual del Bismarck y del Prinz Eugen pero, de igual modo que su gemelo, no romperá el contacto radar con ellos. De este modo, los navíos británicos podían mantener puntualmente informada a su flota acerca de los movimientos de los buques de Lütjens.

El almirante germano es consciente de que su agrupación ha sido completamente localizada por los ingleses, pero a pesar de ello supone que los buques salidos de Scapa Flow no podrán alcanzarle a tiempo y, por este motivo, decide seguir adelante con la operación. El razonamiento era plenamente lógico en lo que se refiere a los navíos de la Home Fleet, pero no tenía en cuenta un dato que Lütjens era incapaz de conocer: que el día 21 ya se habían movilizado el Hood y el Prince of Wales, los cuales se hallaban 480 millas más cerca de los alemanes que el grueso de la flota de Tovey. Por lo tanto, los buques de Holland sí que se encontraban en posición de interceptar a los germanos y, de hecho, el almirante británico se disponía a iniciar la caza sin demora.

En esos momentos, Lütjens adopta una medida preventiva aparentemente simple pero muy efectiva a la postre: ordena invertir el orden de marcha que venía empleando, colocando al Prinz Eugen en cabeza y al Bismarck cerrando la formación. Dado que los buques británicos que habían avistado a la agrupación alemana informaron también de la posición que ocupaban los navíos germanos, el cambio de la formación podía otorgarle cierta ventaja a los navíos de Lütjens en caso de enfrentamiento directo con un enemigo que supusiese que su orden de marcha era el contrario del que realmente era. La medida iba a surtir efecto muy pronto.

Holland consideraba que el Hood (42.000 toneladas y buque insignia de la Royal Navy) y el Prince of Wales (38.000 toneladas), que en conjunto montaban 18 piezas de 381 y de 356 mm, podrían dar buena cuenta del Bismarck, el cual solo tenía 8 piezas de calibre similar. Además, los cruceros Norfolk y Suffolk con sus dieciséis cañones de 203 mm podrían hacer lo propio con el Prinz Eugen, pues este solo disponía de ocho piezas de ese tamaño. Por si fuera poco, Holland contaba con media docena de destructores que le podrían echar una mano en el combate que se avecinaba.

En aquellos momentos, la situación tenía muy mala pinta para los alemanes. Dos agrupaciones británicas convergían hacia los buques germanos con lo que se encontrarían en un punto al oeste de Islandia. Sin embargo, las circunstancias pronto iban a dar un vuelco a favor de los navíos de Lütjens.

En las primeras horas de la madrugada del día 24, Holland destaca a sus destructores ligeramente al norte de sus dos grandes unidades. Esta orden aleja demasiado a los pequeños navíos, y acarreará como consecuencia el que estos no se encuentren junto al Hood y el Prince of Wales a la hora del combate. Además, la agrupación de Holland tampoco se coordinará adecuadamente con el Norfolk y el Suffolk, comandados por Wake-Walker, lo que imposibilitará que estos aparezcan en el lugar del enfrentamiento en el momento crítico.


El primer combate

A las 03:40, con el Hood en cabeza de la formación, el almirante Holland ordena a sus unidades caer al oeste aumentando la velocidad y cerrar sobre los navíos alemanes. Dos horas después, los contendientes finalmente se avistan. Lütjens reconoce inmediatamente la silueta del Hood y comprende acertadamente que el buque que le acompaña es un acorazado del tipo King George V, modelo al que efectivamente pertenece el Prince of Wales. Holland ordena a sus navíos que centren sus disparos sobre el Bismarck, pero asume erróneamente que dicho barco es el que va en cabeza. El Prince of Wales se da cuenta de la artimaña de los germanos y disparará sobre el Bismarck desde el primer momento, pero el Hood dirigirá sus proyectiles contra el Prinz Eugen hasta el final.

Lütjens comprende que el combate es inevitable y ordena a sus buques que concentren sus disparos en el Hood. El almirante alemán no cree conveniente dar la vuelta ya que sabe que los cruceros de Wake-Walker le siguen de cerca, por lo que volverse por donde habían venido no podía sino empeorar su situación. Además, dado que los navíos de Holland han puesto la proa hacia ellos, la situación táctica es favorable a los germanos. Los ingleses se aproximan “de frente” a sus enemigos, lo que provoca que no puedan disparar con todas sus torres. Por contra, los alemanes muestran la eslora a los británicos (esto es, están “de perfil”), lo que les permite utilizar todos sus cañones. En esta situación, la inicial superioridad anglosajona en potencia de fuego se troca en manifiesta inferioridad

Llegados a este punto hay que preguntarse porque Holland colocó a sus navíos en esa desventajosa posición. La razón hay que buscarla en el blindaje del Hood. Dicho buque tenia una coraza protectora vertical de 30,5 cm (e incluso más en las torres de los cañones), pero su blindaje horizontal solo alcanzaba los 11 cm. Esto provocaba que el barco británico estuviese extraordinariamente bien protegido en combates a corta distancia, en los que los proyectiles viajan en paralelo a la superficie del mar; pero no podía afrontar con las mismas garantías un enfrentamiento a grandes distancias donde las bombas describen una trayectoria parabólica y alcanzan al objetivo “desde arriba”. Es decir, a los británicos les interesaba acortar las distancias cuanto antes.

Lütjens, tras comunicar al alto mando de la Kriegsmarine que el combate era inevitable, apremia a sus buques para que se preparen para el enfrentamiento. Los británicos por su parte rompen el fuego a las 05:53. Tras el primer disparo Holland observa asombrado como las unidades alemanas, en lugar de rehusar el choque como hacían habitualmente, aceptan la pelea y devuelven la andanada. En ese momento, por los factores ya mencionados, la situación es claramente desventajosa para los navíos ingleses:

-La distancia entre ambos contendientes era de 25.000 metros. Esto conllevaba que los impactos que fuese a encajar el Hood iban a producirse en la zona en que su blindaje era más débil.

-El hecho de aproximarse de frente a los germanos provoca que los barcos británicos no puedan utilizar todos sus cañones. Los navíos de Holland solo podrán emplear 10 piezas de grueso calibre frente a las 16 alemanas.

-Ni los cruceros Suffolk y Norfolk ni la media docena de destructores señalados con anterioridad se hallaban a una distancia que les permitiese intervenir en el combate.

Al poco tiempo de iniciarse el intercambio de disparos, la tercera salva del Bismarck alcanzaba al Hood de lleno. Desde ese momento, los proyectiles germanos llueven con extraordinaria precisión sobre el desafortunado navío inglés, el cual continuará tratando de acercarse a los buques alemanes para mejorar su posición táctica. Será inútil. En pocos minutos, una serie de certeros impactos provoca que el orgullo de la armada británica se parta literalmente por la mitad para, inmediatamente después, hundirse llevándose consigo a toda su tripulación salvo a tres supervivientes.

Lütjens no se duerme en los laureles. Inmediatamente después de que el Hood haya desaparecido de escena, el almirante alemán ordena a sus buques que dirijan sus disparos hacia el Prince of Wales. Como consecuencia de esto, el barco inglés encaja sin tiempo para reaccionar siete impactos directos. El navío británico asume que ha perdido el combate y se apresura a abandonar el campo de batalla poniendo la popa a sus enemigos. Los germanos, en una de las acciones más controvertidas de la Segunda Guerra Mundial, no insisten en la persecución y a las 06:09 dejan de disparar. Si los alemanes hubiesen perseguido al dañado Prince of Wales, es casi seguro que podrían haberlo enviando al fondo del mar junto con el Hood, privando de este modo a la Royal Navy de un magnifico buque de guerra. Entonces, ¿por qué no lo hicieron?. Se suelen dar las siguientes explicaciones:

-Los germanos temían que en caso de perseguir al Prince of Wales se estuviesen aproximando peligrosamente al grueso de la Home Fleet. Lütjens no podía conocer la posición exacta de los navíos británicos, pero asumía que no podían hallarse muy lejos. La realidad es que los buques de Tovey no se encontraban excesivamente próximos, pero el almirante alemán no tenía posibilidad de saber esto, por lo que prefirió no tentar a la suerte.

-El Bismarck había sufrido daños los cuales, si bien no eran muy graves, sí que habían provocado una ligera disminución en la velocidad punta del acorazado. Por tanto, en esa situación no convenía iniciar una persecución.

-Por último, la explicación más verosímil: Lütjens tenía la misión de hacer la guerra al tráfico mercante británico. Esto es, hundir un barco más habría supuesto un éxito puntual, pero no habría favorecido el cumplimiento de esta misión, y además no habría tenido apenas repercusión en el devenir del conflicto. Por contra, burlar el bloqueo de la Royal Navy habría permitido a los buques germanos lanzarse a la guerra de corso en el Atlántico, causando estragos en las líneas marítimas de aprovisionamiento de la Gran Bretaña y privando a este país de los suministros que tanto necesitaba para mantenerse en vivo en la contienda. Ese era el objetivo esencial de los navíos alemanes.

Sean cuales sean los factores que pesaron en la decisión del almirante alemán, lo cierto es que este optó por no perseguir al Prince of Wales y dirigirse hacia el sur. Con ello, el Lütjens ponía fin a la primera y última jornada gloriosa del Bismarck. En los siguientes días, las tornas iban a cambiar por completo; la fortuna no solo no le iba a sonreír al malhadado buque germano, sino que además le iba a dar completamente la espalda.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Operación Bagratión II


2ª Fase de la Ofensiva: Minsk

Model ya había demostrado su valía en los combates defensivos que la Wehrmacht venía librando en el Frente del Este desde 1942. En el momento de ser llamado a comandar el Grupo de Ejércitos Centro estaba dirigiendo el Grupo de Ejércitos Norte de Ucrania, y durante un tiempo tuvo que compaginar ambas responsabilidades. Su particular táctica, a veces denominada “Schild un Schwert” (escudo y espada), consistente en ejecutar una breve contraofensiva antes de llevar a cabo una maniobra de repliegue, le permitía disfrazar el retroceso de sus tropas como el resultado de un ataque fallido. De este modo, solía conseguir con más facilidad que otros generales que el Führer aceptase la retirada de sus soldados.

Model era plenamente consciente de la crítica situación en la que se encontraban los ejércitos cuyo mando se le acababa de otorgar. Conocía asimismo, dada su amplia experiencia en el Ostfront, la renovada capacidad bélica del Ejército Rojo. Sabía que la ofensiva soviética era algo serio y preveía que no se iba a poder detener con lo que los alemanes eran capaces de poner en juego en aquel momento. Por ello, el objetivo de Model consistió en lograr establecer una línea defensiva basada en el Vístula, más de 500 km al este del punto de partida del ataque ruso. El militar germano solicitó la correspondiente retirada, con vistas a acortar el frente y poder replegarse hacía este rio con facilidad una vez que se iniciase el avance soviético, pero Hitler se negó.

Tras esta negativa, y dados los pobres resultados de la estrategia de plazas fuertes, el nuevo comandante del Grupo de Ejércitos Centro, esquivando pero no contraviniendo las ordenes del Führer, trató de permitir una mayor movilidad a sus tropas para evitar un desastre aún mayor, pero se encontró con que las soluciones parciales ya no surtían ningún efecto. Minsk, la capital de Bielorrusia, cayó el 3 de julio sin que Model pudiese hacer nada para evitarlo. En dicha ciudad, que llevaba tres años en manos alemanas, se hallaba el cuartel general del Grupo de Ejércitos Centro, por lo que su perdida era mucho más importante que la mera caída de una capital soviética. Minsk era el principal nudo de comunicaciones de la zona y uno de los puntos de apoyo de toda la estructura defensiva germana en el este, por lo que su conquista por el Ejército Rojo privó a los alemanes de uno de sus bastiones más preciados. A las dificultades germanas se vino a añadir el hecho de que varios miles de soldados alemanes -el 4º Ejército y varias unidades del 9º- quedaron cercados al sur de la ciudad.


La toma de Baranovitshi

En ese momento, los alemanes consiguieron reunir una importante formación acorazada compuesta por las divisiones panzer 4ª, 5ª y 12ª. Model lanzó a estas al combate junto a otras formaciones de infantería traídas apresuradamente de las zonas norte y sur del frente para tratar de salvar lo que se pudiese de los Ejércitos 4º y 9º. El objetivo de este ataque de Model era intentar ayudar a que el mayor número posible de soldados escapasen de ser engullidos por el avance soviético, permitiendo que se retirasen hasta posiciones más defendibles. Model tenia intención de formar con las tropas que se pudiesen rescatar una línea defensiva basada en la localidad de Baranovitshi.

Del lado soviético, el mariscal Zhukov se dio cuenta de que el mando alemán había cambiado su manera de proceder. Durante los primeros compases de la ofensiva, las tropas germanas se dejaban cercar con relativa facilidad, pero en aquel momento las unidades de la Wehrmacht habían empezado a desarrollar una defensa más elástica. Pese a ello, el militar ruso no estaba dispuesto a aflojar la presión sobre los alemanes. Zhukov, previendo las intenciones de Model, ordenó al 65º Ejército del general Batov que tomase Baranovitshi sin demora, objetivo que esta formación cumpliría el día 8, arruinando así los planes germanos de formar una línea de defensa coherente. Desde ese momento, los movimientos alemanes se convirtieron en una desbandada general. Las unidades trataron de escapar hacía el oeste por sus propios medios, sin que existiese una estrategia de conjunto concertada.

El caos reinante en el bando alemán contrastaba con la abrumadora capacidad operativa de los soviéticos, quienes a mediados de 1944 habían alcanzado una superioridad tal que podían permitirse el lujo de ejecutar varias ofensivas en paralelo. Prueba de ello es el ataque lanzado el 13 de julio por el Primer Frente Ucraniano de Koniev contra el Grupo de Ejércitos Sur de Ucrania, también comandado por Model. Dicho movimiento “secundario” causó a los germanos 50.000 bajas entre muertos heridos y prisioneros.


3ª Fase de la Batalla: ¿Objetivo Varsovia?

En aquellos momentos el mundo entero estaba al tanto del desembarco de Normandía hasta el punto de que el resultado de la guerra parecía girar en torno a él. La contribución soviética al esfuerzo de guerra parecía devaluarse al tiempo que el esfuerzo angloamericano se magnificaba. Para combatir esta visión y dar una idea clara de la magnitud de la derrota que la URSS estaba infligiendo a la Wehrmacht, Stalin ofreció a los moscovitas un desfile en el que los protagonistas fueron 57.000 alemanes capturados por el Ejército Rojo durante la operación Bagratión. Con este movimiento dejaba a las claras a los occidentales que, por mucho que hubiesen abierto el tan esperado segundo frente, la lucha en el Frente del Este seguía en primer plano de la contienda.

De hecho, la ofensiva soviética distaba de estar concluida, y durante las dos semanas siguientes el Ejército Rojo continuó arrollando todo lo que se le puso por delante. Finalmente, el primero de agosto las tropas de Rokossovski llegaban a los arrabales de Varsovia logrando establecer varias cabezas de puente al otro lado del Vístula, al mismo tiempo que los hombres de Bagramian conseguían abrirse pasó hasta el Báltico tomando la localidad de Tukum y separando de este modo al Grupo de Ejércitos Norte del resto de las formaciones germanas en el Ostfront. La velocidad de las tropas rusas había sido similar a la de la Wehrmacht en 1941.

Dada la proximidad del Ejército Rojo y asumiendo que la resistencia alemana en la zona se está derrumbando, el Armija Krajowa -el Ejército del Interior Polaco- da inicio al levantamiento de Varsovia el mismo día uno de agosto. Con todo, la capacidad de combate de los germanos no había sucumbido totalmente ante el arrollador avance ruso. De manera completamente inesperada, Model lanzo un contraataque el día dos de agosto, empleando en el mismo a las poderosas divisiones Totenkopf, Wiking, Grossdeutschland y Hermann Göring. La operación de Model no fue muy ambiciosa -los medios alemanes no eran suficientes para una ofensiva de gran envergadura- pero logró un notable éxito al eliminar parcialmente las cabezas de puente soviéticas en el Vístula, frenando de este modo la ofensiva rusa. El propio Rokossovski se vio obligado a admitir al corresponsal del Sunday Times en Moscú que los alemanes habían hecho retroceder a sus tropas hasta 100 km en diversos puntos. Los germanos consiguen también retomar temporalmente Tukum, restableciendo -de manera muy precaria- el contacto con sus tropas en el norte y permitiendo que miles de civiles escapen hacia el oeste.

El análisis del Levantamiento de Varsovia merecería un capítulo aparte, pero aquí solo haremos unos breves apuntes sobre el mismo. En términos generales, el Armija Krajova era leal al gobierno polaco en el exilio en Londres, y tenía poca simpatía hacía la URSS. Los aliados occidentales prestaron apoyo -eso sí, bastante escaso- al AK, pero Stalin no procedió de igual modo ya que no tenía ningún interés en favorecer el triunfo de un alzamiento potencialmente hostil a los intereses soviéticos en la zona. Además, el Ejército Rojo acababa de ser sorprendido por la contraofensiva de Model que, si bien es posible que fuese considerada desde el principio por Zhukov y Rokossovski como un revés pasajero, puso fin, al menos de manera temporal, al avance ruso iniciado hacía más de un mes.

Parece que ambos generales elaboraron un plan que presentaron a Stalin y que hacía referencia al reinicio de la ofensiva el día 8 de agosto. Este proyecto preveía el reagrupamiento de las fuerzas soviéticas con vistas a la toma de Varsovia en un gran movimiento de tenazas para posteriormente lanzarse contra el Reich a través de las llanuras polacas. Los alemanes no disponían en la zona de fuerzas de consideración con las que oponerse a una segunda ofensiva rusa y, debido a esto, parece ser que los militares soviéticos consideraban factible tomar Berlín antes de finales de año.


La actitud de Stalin

Sin embargo, la mente de Stalin estaba ya pensando más en la posguerra que en la derrota de Alemania. Liberar Varsovia hubiese dado a Polonia, país que la URSS había contribuido a invadir en 1939, una victoria que al mandatario soviético no le hubiese reportado ningún beneficio. Por ello, el dictador georgiano tomó una decisión que, si bien ha sido ampliamente criticada en la posteridad por motivos éticos, no puede ser tratada del mismo modo si atendemos a criterios estratégicos y geopolíticos: abandonar la capital polaca a su suerte y dirigir sus tropas contra los los aliados que todavía le quedaban al Tercer Reich en Europa Oriental.

El líder bolchevique calculó acertadamente que a los ejércitos angloamericanos, todavía entrampados en los campos de batalla de Francia, les quedaban varios meses antes de llegar a amenazar el territorio del Reich. Por ello, concentró sus esfuerzos no en luchar contra los alemanes a quienes ya consideraba practicamente derrotados, sino en reforzar la posición de la URSS en todo el este de Europa con vistas a alcanzar una posición de preeminencia en el mundo de posguerra. El Ejército Rojo se desvió del eje de su avance y se lanzó en los meses siguientes contra Rumanía, Bulgaria y Hungría. Stalin buscaba tanto privar a los germanos de los recursos que todavía obtenían de estos países como asegurarse la lealtad de estas naciones tras la contienda, cosa que consiguió.

Por ello, cuando se analiza la actitud de la URSS ante el Levantamiento de Varsovia han de tenerse en cuenta los puntos mencionados: primero, en aquel momento el Ejército Rojo había sido rechazado por el audaz contraataque de Model; y segundo, Stalin consideró con acierto que en aquellas circunstancias le salia más rentable dejar que los alemanes acabasen con la insurrección polaca y emplear sus tropas en otros teatros de guerra. La medida, que implicaba dejar a las tropas de un país aliado privadas de ayuda en un momento crítico, puede ser censurada desde un punto de vista ético y moral, pero estrategicamente supuso un éxito absoluto.


Resultados de la Operación Bagratión

Independientemente de los acontecimientos de Varsovia, la Operación Bagratión, a pesar del moderado éxito de la contraofensiva de Model, supuso una derrota total y absoluta para el Tercer Reich. En algunos puntos el Ejército Rojo avanzó hasta 700 Km, logrando que Bielorrusia quedase nuevamente bajo control de la URSS y recuperando de este modo la mayor parte de lo que había sido el territorio soviético de preguerra. Sin embargo, las ganancias de terreno no representaban el mayor éxito ruso ni el mayor problema para los alemanes. El gran triunfo soviético consistió en las espectaculares bajas causadas a sus enemigos. La ofensiva rusa desmanteló por completo el sistema defensivo del Reich en el Este, aniquilando al Grupo de Ejércitos Centro y aislando al Grupo de Ejércitos Norte del resto de las tropas alemanas en el Ostfront. Las cifras son difícilmente calculables, pero podemos estimarlas en torno a los 300.000 muertos, 200.000 heridos y 100.000 prisioneros. En definitiva, el Grupo de Ejércitos Centro había dejado de existir. Las pérdidas materiales también fueron muy elevadas, pero los números exactos cambian mucho de un historiador a otro. Para orientarnos, podemos dar la cifra de unos dos o tres mil carros carros de combate destruidos. Del lado soviético, las pérdidas materiales fueron todavía mayores, pero las humanas se suelen estimar en torno al 50% de las germanas.

Y ahora la pregunta: ¿cual fue la razón de que los soviéticos fueran capaces de asestarle un golpe tan atronador a los alemanes? El hundimiento del frente germano no puede achacarse solo a la superioridad rusa. La Werhmacht llevaba años enfrentándose en inferioridad numérica, tanto en términos humanos como materiales, a los ejércitos de Stalin, sin por ello llegar a venirse abajo tan estrepitosamente como lo hizo en 1944. Pero en ese año existía un factor que estaba ausente en los años anteriores: la superioridad aérea soviética. Ya hemos indicado el escaso número de aparatos con los que contaban los germanos en la zona. Esto era debido a que tras el desembarco de Normandía, gran parte de las ya mermadas fuerzas aéreas alemanas fueron trasladadas al oeste con el objetivo de tratar de ofrecer cierta cobertura a las unidades que se encontraban combatiendo a las tropas aliadas. La medida no supuso ninguna ventaja apreciable en el frente occidental, y a cambio privó a los germanos de aviación en el este, justo en el momento en que se iba a desencadenar la mayor ofensiva rusa de la guerra. Esta carencia provocó que los alemanes no pudiesen efectuar vuelos de reconocimiento suficientes antes de la embestida, y que durante la misma no dispusieran de medios para defenderse de los miles de aparatos soviéticos que les hostigaban. Este factor, unido a la mejora constante en la calidad del Ejército Rojo y a la cada vez mayor maestría mostrada por los rusos en el desarrollo de las operaciones bélicas, provocó un derrumbe en las líneas germanas como nunca se había visto en la contienda.

Fuente principal:
Tierra calcinada. La guerra en el Frente Ruso 1943-1944
Autor: Paul Carell
Inédita editores