jueves, 19 de noviembre de 2009

El hundimiento del Bismarck I

Los dos buques mas poderosos de los que dispuso la Kriegsmarine en la Segunda Guerra Mundial, los acorazados Bismarck y Tirpitz, comenzaron a construirse en 1936. Eran de propulsión a vapor, por lo que su autonomía no rebasaba las 8000 millas, iban armados con ocho cañones de 380 mm además de otras piezas menores y desplazaban 35000 toneladas. No montaban radar, ya que los alemanes desconocían este ingenio, sino radiotelémetro, aparato con el que se les equipó al poco tiempo de comenzar la contienda. El radiotelémetro era un instrumento con varias limitaciones con respecto al radar, siendo la más importante el hecho de que, aún señalando el lugar en el que se encontraba el buque enemigo, no mostraba donde estaban cayendo los proyectiles propios, lo que obligaba a que la corrección de los disparos realizados durante un combate tuviese que efectuarse de manera óptica. Es decir, había que mirar donde estaba el barco objetivo y donde estaban cayendo las bombas propias para, a continuación, modificar el tiro adecuadamente. Lógicamente, este tipo de maniobra “a ojo” no podía realizarse satisfactoriamente cuando el enfrentamiento se realizaba a grandes distancias, o cuando las condiciones climatológicas limitaban la visibilidad.

Ambos acorazados iban a tener una vida bélica extraordinariamente corta. De hecho, el Bismarck solo efectuó una salida y el Tirpitz ni siquiera iba a llegar a entrar en combate. A pesar de ello, ninguno de los dos iba a sobrevivir a la contienda.


La situación previa a la salida del Bismarck

En los primeros meses de 1941 la Kriegsmarine logra uno de sus mayores éxitos al sacar al Atlántico a los cruceros de batalla Scharnhorst y Gneisenau. Ambos buques consiguieron romper el bloqueo impuesto por la Royal Navy a la armada alemana y, durante dos meses de misión por el océano, logran hundir 116.000 toneladas de mercantes británicos, desarticulando de este modo las líneas de aprovisionamiento del Reino Unido. La agrupación germana, comandada por el almirante Günther Lütjens, regresará a Brest sin sufrir daños el día 22 de marzo.

Visto el resultado de la operación anterior, el líder de la Kriegsmarine -el gran almirante Raeder- planea efectuar a continuación un golpe todavía más ambicioso: sacar al mar el navío más poderoso de la escuadra germana, el acorazado Bismarck, que acababa de entrar en servicio.

La intención original de la Kriegsmarine era desplazar al Atlántico al Bismarck acompañado del crucero Prinz Eugen para que, una vez burlado el bloqueo británico se les unan desde Brest los cruceros de batalla Scharnhorst y Gneisenau. Con ello se lograría juntar una poderosa flota para hacer la guerra de corso al tráfico mercante del Reino Unido. Este plan no se pudo llevar a efecto debido a que la RAF sometió a constantes bombardeos a los buques germanos surtos en Brest, causandoles serías averías que les impedirían hacerse a la mar durante varios meses.

A pesar de esto, Raeder no desiste y en una reunión mantenida con Lütjens el día 25 de abril le manifiesta las razones que existen para sacar al coloso germano al Atlántico. En esencia, estas eran las siguientes:

-Raeder había vivido los insultos sufridos por la Marina de Guerra Alemana -una de las armadas más potentes de la época- tras la Primera Guerra Mundial, por no haber desempeñado una responsabilidad acorde con el potencial que, al menos sobre el papel, tenía.

-La Kriegsmarine en la Segunda Guerra Mundial era mucho menos poderosa que su antecesora y se encontraba posiblemente ante su última oportunidad de desempeñar un papel relevante en el conflicto, al menos en lo que a sus grandes buques de superficie se refiere. Era previsible que los EEUU, tarde o temprano, se embarcarían en la contienda del lado británico. La flota estadounidense se uniría entonces a la Royal Navy, eliminando las ya escasas posibilidades que tenían los alemanes de llevar a cabo acciones de envergadura con el puñado de navíos de guerra de los que disponían.

Efectivamente, el panorama para la armada alemana, aunque en aquellos momentos el Tercer Reich se encontrase en el apogeo de su poder, comenzaba a mostrarse sombrío. Esto se debía principalmente a que las relaciones entre EEUU y el Reino Unido empezaban a fortalecerse:

-El 2 de Septiembre de 1940 los Estados Unidos habían entregado 50 destructores a la flota inglesa a cambio de la cesión de diversas bases navales.

-El 11 de marzo de 1941 el “Acta de Préstamo y Arriendo” se convirtió en ley, con lo que se permitía a la Gran Bretaña comprar a crédito todo tipo de material bélico del arsenal norteamericano.

-Ese mismo mes se firma en Washington un acuerdo entre los estados mayores del Reino Unido y de los EEUU, en el cual ya se podía comenzar a entrever la futura entrada de los norteamericanos en el conflicto.

Estos hechos no hacían inevitable la intervención del gigante americano en la guerra (de hecho, la desconcertante actitud del presidente Roosevelt hacia los británicos en esta época sigue siendo uno de los puntos en los que los historiadores distan de ponerse de acuerdo) pero sin duda forzaron a los alemanes a pensar que la aparición de los estadounidenses en el conflicto se hallaba más próxima de lo que en realidad estaba.

En estas circunstancias, Raeder considera que el tiempo apremia y que hay que sacar el Bismarck al Atlántico antes de que sea demasiado tarde. Sin embargo, Lütjens no tiene la misma opinión. En la reunión del 25 de abril, este manifiesta a Raeder sus dudas acerca de la salida al mar del coloso germano. Lütjens cree más conveniente esperar a que los buques amarrados en Brest sean reparados, e incluso a que el Tirpitz este listo para entrar en servicio. De este modo, los alemanes serían capaces de formar una poderosa agrupación de ataque capaz de asestar un golpe mucho más demoledor al tráfico mercante británico.

A pesar de las objeciones de Lütjens, será la opinión de Raeder la que prevalezca: el Bismarck se hará a la mar junto al Prinz Eugen y aquel almirante será precisamente el encargado de comandar la agrupación germana. La misión era la misma que la asignada a todos los buques alemanes que se habían aventurado en el Atlántico con anterioridad: atacar los convoyes británicos y evitar el combate contra formaciones navales enemigas a no ser que fuese absolutamente necesario.


La salida al Atlántico

El 18 de mayo parten del puerto de Gotenhafen el Bismarck y el Prinz Eugen escoltados por tres destructores. El 20 los navíos germanos ya se hallan en el Skagerrak a la altura de Kristiansund y el 21 llegan al fiordo noruego de Kors, cercano a Bergen. Al anochecer de ese mismo día, los buques abandonan el fiordo y se lanzan a intentar burlar el bloqueo naval británico.

Pese a que los alemanes han tomado todas las medidas de seguridad pertinentes y a que los primeros compases de la operación se han desarrollado en el más absoluto secreto, los espías ingleses basados en Suecia logran descubrir los movimientos de los buques germanos y hacen llegar la información puntualmente al Almirantazgo Británico, el cual destaca varios aviones de reconocimiento para vigilar la zona. Estos aparatos lograron localizar a la fuerza naval enemiga confirmando la información que han proporcionado los espías. Los británicos empiezan a barruntar que la presencia de los navíos alemanes en esa zona no puede ser presagio nada bueno. El Almirantazgo supone con acierto que las intenciones germanas pasan por repetir los destrozos que el Scharnhorst y el Gneisenau habían causado escasos meses antes a sus líneas marítimas de aprovisionamiento. En ese momento saltan las alarmas en la Royal Navy. Los anglosajones están en una situación muy grave, perdiendo mucho más tonelaje mercante del que son capaces de construir. Una nueva incursión de la Kriegsmarine en el Atlántico puede provocar que la situación empeore todavía más. Por ello, Gran Bretaña apresta a la Home Fleet con la intención de dar caza a los alemanes antes de que estos puedan iniciar su misión. Dicha flota estaba compuesta por los acorazados King George V y Rodney, el portaaviones Victorious y el crucero Repulse, basados, junto con otras unidades menores, en Scapa Flow. A estos buques se unían los cruceros Birmingham y Manchester, quienes ya se hallaban de patrulla entre Islandia y las Islas Feroe; y los cruceros gemelos Norfolk y Suffolk, los cuales se encontraban en el estrecho de Dinamarca, entre Groenlandia e Islandia. También formaban parte del dispositivo el acorazado Prince of Wales, al cual se le ordena el día 21 desplazarse junto con seis destructores al sudoeste de Irlanda, lugar donde ya se encontraba el crucero de batalla Hood. La Home Fleet estaba comandada por el Almirante Tovey, y la agrupación Hood-Prince of Wales, aún subordinada a la flota de Tovey, queda a las ordenes del almirante Holland. Esta flota era por si sola impresionante y muy superior a la agrupación enemiga, pero todavía se ordenaría a la fuerza H basada en Gibraltar (compuesta por el portaaviones Ark Royal, el crucero de batalla Renown y el crucero Sheffield) dirigirse al teatro de operaciones para apoyar a la Home Fleet.

El día 22 los alemanes interceptan un mensaje británico gracias al cual averiguan que sus movimientos han sido descubiertos. A pesar de ello, dado que las condiciones meteorológicas aquel día eran muy adversas, con intensa lluvia y nubes bajas, Lütjens decide aprovechar el momento confiando en que el clima dificulte la vigilancia inglesa. Por ello, cuando sus buques se hallan a la altura de Trondheim, el almirante germano ordena a sus destructores que den media vuelta y se lanza con sus grandes unidades al estrecho de Dinamarca, lugar por donde pretende romper el bloqueo británico. Poco después, la Home Fleet abandona Scapa Flow y se dirige al encuentro del Bismarck y del Prinz Eugen.

El día 23 el clima no mejoró, pero a pesar de ello un serviola del Suffolk logra distinguir entre la niebla las siluetas de los navíos alemanes. Los germanos también descubren al crucero inglés pero, dado que este desaparece inmediatamente entre la bruma, suponen erróneamente que ellos no han sido localizados. El Suffolk se aleja prudentemente, pero mantendrá el contacto radar. Poco después surge entre las olas el Norfolk a escasas seis millas de la formación alemana, avistando también a los buques enemigos. Dada la proximidad del barco inglés, a los germanos no les queda ninguna duda de que han sido vistos, por lo que el Bismarck abre fuego inmediatamente con la intención de ahuyentar cuanto antes al crucero británico. Este desaparecerá del alcance visual del Bismarck y del Prinz Eugen pero, de igual modo que su gemelo, no romperá el contacto radar con ellos. De este modo, los navíos británicos podían mantener puntualmente informada a su flota acerca de los movimientos de los buques de Lütjens.

El almirante germano es consciente de que su agrupación ha sido completamente localizada por los ingleses, pero a pesar de ello supone que los buques salidos de Scapa Flow no podrán alcanzarle a tiempo y, por este motivo, decide seguir adelante con la operación. El razonamiento era plenamente lógico en lo que se refiere a los navíos de la Home Fleet, pero no tenía en cuenta un dato que Lütjens era incapaz de conocer: que el día 21 ya se habían movilizado el Hood y el Prince of Wales, los cuales se hallaban 480 millas más cerca de los alemanes que el grueso de la flota de Tovey. Por lo tanto, los buques de Holland sí que se encontraban en posición de interceptar a los germanos y, de hecho, el almirante británico se disponía a iniciar la caza sin demora.

En esos momentos, Lütjens adopta una medida preventiva aparentemente simple pero muy efectiva a la postre: ordena invertir el orden de marcha que venía empleando, colocando al Prinz Eugen en cabeza y al Bismarck cerrando la formación. Dado que los buques británicos que habían avistado a la agrupación alemana informaron también de la posición que ocupaban los navíos germanos, el cambio de la formación podía otorgarle cierta ventaja a los navíos de Lütjens en caso de enfrentamiento directo con un enemigo que supusiese que su orden de marcha era el contrario del que realmente era. La medida iba a surtir efecto muy pronto.

Holland consideraba que el Hood (42.000 toneladas y buque insignia de la Royal Navy) y el Prince of Wales (38.000 toneladas), que en conjunto montaban 18 piezas de 381 y de 356 mm, podrían dar buena cuenta del Bismarck, el cual solo tenía 8 piezas de calibre similar. Además, los cruceros Norfolk y Suffolk con sus dieciséis cañones de 203 mm podrían hacer lo propio con el Prinz Eugen, pues este solo disponía de ocho piezas de ese tamaño. Por si fuera poco, Holland contaba con media docena de destructores que le podrían echar una mano en el combate que se avecinaba.

En aquellos momentos, la situación tenía muy mala pinta para los alemanes. Dos agrupaciones británicas convergían hacia los buques germanos con lo que se encontrarían en un punto al oeste de Islandia. Sin embargo, las circunstancias pronto iban a dar un vuelco a favor de los navíos de Lütjens.

En las primeras horas de la madrugada del día 24, Holland destaca a sus destructores ligeramente al norte de sus dos grandes unidades. Esta orden aleja demasiado a los pequeños navíos, y acarreará como consecuencia el que estos no se encuentren junto al Hood y el Prince of Wales a la hora del combate. Además, la agrupación de Holland tampoco se coordinará adecuadamente con el Norfolk y el Suffolk, comandados por Wake-Walker, lo que imposibilitará que estos aparezcan en el lugar del enfrentamiento en el momento crítico.


El primer combate

A las 03:40, con el Hood en cabeza de la formación, el almirante Holland ordena a sus unidades caer al oeste aumentando la velocidad y cerrar sobre los navíos alemanes. Dos horas después, los contendientes finalmente se avistan. Lütjens reconoce inmediatamente la silueta del Hood y comprende acertadamente que el buque que le acompaña es un acorazado del tipo King George V, modelo al que efectivamente pertenece el Prince of Wales. Holland ordena a sus navíos que centren sus disparos sobre el Bismarck, pero asume erróneamente que dicho barco es el que va en cabeza. El Prince of Wales se da cuenta de la artimaña de los germanos y disparará sobre el Bismarck desde el primer momento, pero el Hood dirigirá sus proyectiles contra el Prinz Eugen hasta el final.

Lütjens comprende que el combate es inevitable y ordena a sus buques que concentren sus disparos en el Hood. El almirante alemán no cree conveniente dar la vuelta ya que sabe que los cruceros de Wake-Walker le siguen de cerca, por lo que volverse por donde habían venido no podía sino empeorar su situación. Además, dado que los navíos de Holland han puesto la proa hacia ellos, la situación táctica es favorable a los germanos. Los ingleses se aproximan “de frente” a sus enemigos, lo que provoca que no puedan disparar con todas sus torres. Por contra, los alemanes muestran la eslora a los británicos (esto es, están “de perfil”), lo que les permite utilizar todos sus cañones. En esta situación, la inicial superioridad anglosajona en potencia de fuego se troca en manifiesta inferioridad

Llegados a este punto hay que preguntarse porque Holland colocó a sus navíos en esa desventajosa posición. La razón hay que buscarla en el blindaje del Hood. Dicho buque tenia una coraza protectora vertical de 30,5 cm (e incluso más en las torres de los cañones), pero su blindaje horizontal solo alcanzaba los 11 cm. Esto provocaba que el barco británico estuviese extraordinariamente bien protegido en combates a corta distancia, en los que los proyectiles viajan en paralelo a la superficie del mar; pero no podía afrontar con las mismas garantías un enfrentamiento a grandes distancias donde las bombas describen una trayectoria parabólica y alcanzan al objetivo “desde arriba”. Es decir, a los británicos les interesaba acortar las distancias cuanto antes.

Lütjens, tras comunicar al alto mando de la Kriegsmarine que el combate era inevitable, apremia a sus buques para que se preparen para el enfrentamiento. Los británicos por su parte rompen el fuego a las 05:53. Tras el primer disparo Holland observa asombrado como las unidades alemanas, en lugar de rehusar el choque como hacían habitualmente, aceptan la pelea y devuelven la andanada. En ese momento, por los factores ya mencionados, la situación es claramente desventajosa para los navíos ingleses:

-La distancia entre ambos contendientes era de 25.000 metros. Esto conllevaba que los impactos que fuese a encajar el Hood iban a producirse en la zona en que su blindaje era más débil.

-El hecho de aproximarse de frente a los germanos provoca que los barcos británicos no puedan utilizar todos sus cañones. Los navíos de Holland solo podrán emplear 10 piezas de grueso calibre frente a las 16 alemanas.

-Ni los cruceros Suffolk y Norfolk ni la media docena de destructores señalados con anterioridad se hallaban a una distancia que les permitiese intervenir en el combate.

Al poco tiempo de iniciarse el intercambio de disparos, la tercera salva del Bismarck alcanzaba al Hood de lleno. Desde ese momento, los proyectiles germanos llueven con extraordinaria precisión sobre el desafortunado navío inglés, el cual continuará tratando de acercarse a los buques alemanes para mejorar su posición táctica. Será inútil. En pocos minutos, una serie de certeros impactos provoca que el orgullo de la armada británica se parta literalmente por la mitad para, inmediatamente después, hundirse llevándose consigo a toda su tripulación salvo a tres supervivientes.

Lütjens no se duerme en los laureles. Inmediatamente después de que el Hood haya desaparecido de escena, el almirante alemán ordena a sus buques que dirijan sus disparos hacia el Prince of Wales. Como consecuencia de esto, el barco inglés encaja sin tiempo para reaccionar siete impactos directos. El navío británico asume que ha perdido el combate y se apresura a abandonar el campo de batalla poniendo la popa a sus enemigos. Los germanos, en una de las acciones más controvertidas de la Segunda Guerra Mundial, no insisten en la persecución y a las 06:09 dejan de disparar. Si los alemanes hubiesen perseguido al dañado Prince of Wales, es casi seguro que podrían haberlo enviando al fondo del mar junto con el Hood, privando de este modo a la Royal Navy de un magnifico buque de guerra. Entonces, ¿por qué no lo hicieron?. Se suelen dar las siguientes explicaciones:

-Los germanos temían que en caso de perseguir al Prince of Wales se estuviesen aproximando peligrosamente al grueso de la Home Fleet. Lütjens no podía conocer la posición exacta de los navíos británicos, pero asumía que no podían hallarse muy lejos. La realidad es que los buques de Tovey no se encontraban excesivamente próximos, pero el almirante alemán no tenía posibilidad de saber esto, por lo que prefirió no tentar a la suerte.

-El Bismarck había sufrido daños los cuales, si bien no eran muy graves, sí que habían provocado una ligera disminución en la velocidad punta del acorazado. Por tanto, en esa situación no convenía iniciar una persecución.

-Por último, la explicación más verosímil: Lütjens tenía la misión de hacer la guerra al tráfico mercante británico. Esto es, hundir un barco más habría supuesto un éxito puntual, pero no habría favorecido el cumplimiento de esta misión, y además no habría tenido apenas repercusión en el devenir del conflicto. Por contra, burlar el bloqueo de la Royal Navy habría permitido a los buques germanos lanzarse a la guerra de corso en el Atlántico, causando estragos en las líneas marítimas de aprovisionamiento de la Gran Bretaña y privando a este país de los suministros que tanto necesitaba para mantenerse en vivo en la contienda. Ese era el objetivo esencial de los navíos alemanes.

Sean cuales sean los factores que pesaron en la decisión del almirante alemán, lo cierto es que este optó por no perseguir al Prince of Wales y dirigirse hacia el sur. Con ello, el Lütjens ponía fin a la primera y última jornada gloriosa del Bismarck. En los siguientes días, las tornas iban a cambiar por completo; la fortuna no solo no le iba a sonreír al malhadado buque germano, sino que además le iba a dar completamente la espalda.

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