sábado, 30 de mayo de 2009

El Graf Spee


Pocos temas despiertan tanto interés entre los aficionados a la Segunda Guerra Mundial como el hundimiento del Graf Spee en el estuario del Río de la Plata. En pocas ocasiones una victoria tan al alcance de la mano se ha convertido en una derrota tan escandalosa. ¿Qué llevó a Hans Langsdorff, capitán del Graf Spee, a regalar a los ingleses una victoria que no habían conseguido? Desafortunadamente esa es una pregunta que va a quedar sin resolver aquí. No obstante, intentaremos poner los hechos en orden para que cada uno saque sus propias conclusiones. Comencemos.

Los acorazados de Bolsillo.

En 1929 dos viejos acorazados germanos cumplirían 20 años. De acuerdo a las estipulaciones del Tratado de Versalles podían ser entonces sustituidos por dos buques modernos que no superasen las 10.000 toneladas. En aquellos momentos se encontraba al frente de la armada alemana el almirante Hans Zenker, quién concibió un nuevo tipo de buque, pensado para hacer la guerra a la armada francesa. El navío sería un crucero acorazado movido por motores diésel más rápido -27 nudos- que los acorazados franceses que por aquel entonces tenían su límite en 21 nudos. Además, estaría mejor artillado que los cruceros galos que pudiesen darle caza, ya que montaría seis piezas de 280 mm con un alcance de 40 km, y ninguno de los veloces cruceros enemigos montaba una artillería similar. El gobierno francés reaccionó construyendo los geniales Dunkerque y Strasbourg, buques mas pesados, mejor artillados y más veloces que los pequeños acorazados germanos, pero finalmente la historia depararía que los buques alemanes no tuviesen que medirse a los galos sino a la todopoderosa Royal Navy británica.

Finalmente se construirían tres buques con estas características: el Deutschland (rebautizado Lützow), el Admiral Scheer y el último de la serie: el Graf Spee, que fue botado el 4 de junio de 1934. Cuando la idea de Zenker paso del papel a los astilleros sufrió algunas modificaciones, la más importante de las cuales fue el aumento del peso de los barcos. Los "Panzerschiffe" (buques acorazados) o "acorazados de bolsillo" (nombre derivado del término inglés "pocket battleship") desplazaron 12.000 toneladas, pero los alemanes se cuidaron de que ese dato no se hiciese público, ya que contravenía el Tratado de Versalles y los hubiese colocado en una difícil posición frente a los ingleses, con quienes en breve firmarían un tratado naval. La velocidad punta llegó a los 28,5 nudos. La autonomía oscilaba aproximadamente entre las 10 y las 20.000 millas marinas, dependiendo de la velocidad. Esto, unido al gran reprís de que hacían gala estos navíos, los convertía en máquinas perfectamente adaptadas para la guerra de corso, es decir, la guerra al tráfico mercante aliado, que iba a empezar para estos buques escasamente un mes después de iniciada la contienda.

El historial del Graf Spee

El 26 de septiembre de 1939 se recibe un radio del alto mando naval en el buque germano: “comenzar activamente la guerra al tráfico”. El capitán del navío, Hans Langsdorff, se despide un día después de su buque aprovisionador, el Altmark, y le cita para el día 14 de octubre. En esos días, el alemán pretende sembrar el desorden en el tráfico marítimo enemigo. Con la vista puesta en ese objetivo, la primera decisión que toma es cambiar el nombre al barco, repintando el casco, los botes -e incluso los gorros de la tripulación- con la denominación de su gemelo: el Admiral Scheer. De este modo pretende hacer creer a los británicos que hay más buques germanos acechando a los mercantes aliados de los que realmente hay. Los éxitos no tardan en llegar y el 30 de septiembre hunde al carguero inglés Clement (5.050 toneladas) cerca de Pernambuco. Este, antes de irse a pique, es capaz de lanzar por radio la señal de alarma indicando su posición. El Clement es la primera victima de un corsario alemán en el Atlántico en la guerra, lo que hace que el almirantazgo británico se preocupe por el destino de sus mercantes y empiece a tomar las medidas de seguridad necesarias. Por ello, cuando los aliados se aseguran de que están enfrentándose a un poderoso buque de la Kriegsmarine y no a un pequeño mercante armado, organizan y reparten por el atlántico a principios de octubre siete agrupaciones de caza que englobaban una veintena de grandes buques británicos y franceses. Asimismo, también desplazan poderosas agrupaciones al Océano Indico. Los grupos fueron organizados con la idea de que, en caso de tener lugar un enfrentamiento directo con un acorazado de bolsillo germano, el buque alemán no fuese rival para los navíos aliados. El almirantazgo británico sobreestimaba las capacidades de sus barcos y minusvaloraba las del alemán, error que estuvo a punto de ser fatal.

El Graf Spee, una vez que hubo enviado un mensaje -utilizando el indicativo internacional del Admiral Scheer- solicitando auxilio para los náufragos del Clement, se dispuso a cambiar rápidamente de escenario. El 5 de octubre, cerca de la Isla de Santa Elena, recurriendo al poco ético ardid de camuflarse bajo pabellón francés, captura al carguero Newton Beach (4.650 toneladas). Langsdorff quería conservarlo como barco prisionero, pero debido a la escasa velocidad del carguero, el capitán alemán decidirá echarlo a pique pocos días más tarde. El día 7 intercepta al vapor Ashea (7200) toneladas, toma prisionera a su tripulación y vuela el buque utilizando explosivos. El día 10 hunde al Hunstmann (8.200) toneladas. Dado que éste último buque había podido lanzar al éter le señal de alarma, el Graf Spee se apresura a abandonar al lugar. No obstante, antes de hacerlo y con el objeto de sembrar la confusión entre sus perseguidores, lanza un mensaje con el indicativo del Newton Beach, indicando falsamente que este ha sufrido un ataque con torpedos en una posición ficticia. Pocas jornadas después se reúne con el Altmark para aprovisionarse y poder reiniciar sus operaciones. El 23 hunde el carguero inglés Trevanion (5.300 toneladas). El 28 se cita nuevamente con el Altmark, le entrega los prisioneros británicos -la tripulación del Trevanion- y decide cambiar de zona de caza, ya que permanecer en el área donde ya ha hundido 4 barcos no puede ser seguro. Langsdorff acepta una sugerencia que había recibido hacía escasas jornadas del Jefe de la Kriegsmarine, el Gran Almirante Raeder, y decide pasar al Océano Indico con el objeto de atraer allí a los buques de guerra aliados que le siguen la pista. En esas aguas consigue hundir el día 14 de noviembre al petrolero inglés Africa Shell (706 toneladas). Es un botín pequeño, pero logra el objetivo de hacer creer al Almirantazgo Británico que la zona de operaciones del corsario alemán es ahora el índico. Los anglosajones resituaran a sus unidades de acuerdo a esta impresión, y el 27 de noviembre tienen a varios buques vigilando el Cabo de Buena Esperanza con la misión de interceptar al alemán una vez que este vuelva a salir al Atlántico. Desafortunadamente para los ingleses, el alemán hace ya varios días que ha abandonado indico y se ha internado nuevamente en las aguas del Atlántico sur. Ya en este mar, se cita con el Altmark para reaprovisionarse el día 26. Dado que Langsdorff ha sido informado de que los británicos han hundido varios mercantes alemanes en la zona, y en previsión de que el Altmark pueda correr la misma suerte, toma suministros suficientes para aguantar hasta febrero del año próximo si fuese necesario. Es en este momento cuando el capitán germano hace una anotación que nos muestra cuales eran sus pensamientos en aquellos instantes:

“Los motores del Spee precisan de un recorrido general, en dique, en un futuro próximo. El periodo de guerra al tráfico se acerca, por tanto, a su fin, y, en consecuencia, la necesidad de evitar daños en un combate ya no es tan acuciante. Si el Spee se encontrara dentro del alcance artillero de un buque de guerra enemigo, puede anticiparse que su poderoso armamento, por lo menos, dañaría tanto a su oponente, con excepción del Repulse (un crucero británico de 31.000 toneladas), que le impediría poder perseguirlo. Por otra parte, durante las brillantes noches de luna del Atlántico Sur resultaría difícil librarse de cualquier seguidor veloz”

De estas observaciones, se desprenden dos ideas:

-Langsdorff entendía que los daños que pudiese recibir un su buque en una batalla naval no supondrían demasiados inconvenientes, ya que al navío le quedaba poco tiempo de operaciones y necesitaba, bien por eventuales daños en combate, bien por el desgaste real que habían sufrido las maquinas, un periodo prolongado en dique.

-El capitán alemán asumía que, dado que no podría librarse de la persecución de un oponente más veloz, lo mejor era hundir a sus posibles perseguidores antes de que estos pudiesen transmitir su posición y atraer a la zona a más fuerzas enemigas.

Langsdorff no tenía posibilidad de saberlo pero -a pesar de que sus ideas estaban bien fundamentadas teniendo en cuenta las circunstancias del momento- con la ventaja que nos da el hecho de juzgar los acontecimientos a posteriori podemos decir que en ese instante acababa de comenzar la cuenta atrás para la destrucción del buque germano. No obstante, antes de despedirse para siempre, Langsdorff va a sembrar la confusión entre sus adversarios con otra de su genialidades. El día 26 de noviembre manda instalar una chimenea y una torre de artillería postizas en el Graf Spee. Para apreciar el efecto de las mismas, se aleja en un bote varias millas y comprueba que, efectivamente, la silueta del acorazado alemán puede ser tomada a cierta distancia por la del crucero de batalla inglés Repulse. La intención del germano es conseguir que sus presas no se alarmen hasta que sea demasiado tarde para ellas, Además, para seguir confundiendo al Almirantazgo Británico vuelve a cambiar el nombre del navío. El casco del Graf Spee mostrará a partir de entonces el nombre del Deutschland.

En los días siguientes da comienzo de nuevo a sus actividades de corsario. El día 2 hunde al vapor inglés Doris Star (10.086 toneladas). El día 3 hará lo propio con el Tairoa (7.983 toneladas). Ambos serán capaces de radiar al éter su posición antes de irse al abismo, lo que ayudaría a los británicos a localizar definitivamente al escurridizo navío alemán. Tras estas acciones, Langsdorff decide abandonar la zona y dirigirse hacía las aguas comprendidas entre Río de Janeiro y el estuario del Plata. El día 6 todavía se reunirá una vez más con el Altmark para entregarle los nuevos prisioneros y recibir algunos suministros. El día 7 intercepta y hunde al Streonshalh (3.900 toneladas). El germano modifica ligeramente su rumbo, no dirigiéndose al espacio entre Río de Janeiro y el Río de la Plata, sino poniendo proa directamente al estuario de este ultimo con la intención de localizar a más presas a las que hundir.

El combate del Río de la Plata.

El Comodoro Harwood, comandante de la División Sudamericana de la Royal Navy compuesta por los cruceros pesados Cumberland (10.000 toneladas) y Exeter (8.400 toneladas) y los ligeros Ajax y Achilles (gemelos de 7.000 toneladas), había deducido, teniendo en cuenta los últimos hundimientos llevados a cabo por el Graf Spee, que el barco alemán se dirigía al Río de la Plata en busca de los numerosos mercantes que navegaban por esas aguas. Desafortuadamente -no sabemos si por falta de fe en sus propias deducciones- al tiempo que agrupa al Exeter, al Ajax y al Achilles cerca de dicha posición, decide enviar a su navío más poderoso, el Cumberland, a efectuar un reconocimiento general de máquinas en la base de puerto Stanley, en las Malvinas. El día 12, Harwood explica a sus oficiales sus planes:

-Dividirian los buques en dos secciones: una compuesta por el Achilles y el Ajax (donde estaba embarcado Harwood) y otra por el Exeter.

-Ambas secciones formarían un angulo de 90º y en el vértice del mismo situarían al buque alemán.

Posiblemente Harwood supusiese que, al dividir sus fuerzas, obligaba al alemán a concentrar su artillería sobre su rival más poderoso, el Exeter, y, mientras tanto, los otros dos buques británicos podían acercarse al navío de la Kriegsmarine para dispararle -e incluso torpedearle- a corta distancia. Dado que los ingleses desconocían las capacidades de los acorazados de bolsillo germanos, no era en absoluto extraño que Harwood pensase que tres cruceros británicos serían suficientes para dar buena cuenta del solitario navío enemigo. Sin embargo, no todo iba a ser tan fácil...

La madrugada del día 13 el Graf Spee se aproxima al estuario del Plata. De repente, los serviolas comienzan a ver varios mástiles. El radiotelemetro que montaba el barco germano había localizado también los buques ingleses a una distancia de 17 millas. ¿Un convoy británico? Así lo creen los alemanes. En consecuencia, Langsdorff ordena zafarrancho de combate. En los preparativos para el combate, los germanos identifican -erróneamente- a los buques anglosajones como un crucero y dos destructores. La supuesta presencia de los destructores les ratifica en su creencia de que se encuentran ante la escolta de un convoy. Las intenciones del comandante del Graf Spee son liquidar esta escolta y lanzarse seguidamente sobre los mercantes.

A medida que se aproximaban a los británicos, los alemanes caen en la cuenta de su equivocación. Los buques tomados erróneamente por destructores no son sino cruceros ligeros. Esto hace un total de tres cruceros que, si bien individualmente son inferiores al barco germano, son más veloces que éste. Langsdorff entonces comete un error. Asume que los ingleses ya le han localizado -lo que no es cierto- y se dispone a entablar combate con los navíos de guerra enemigos. Esto entraba en contradicción con las ordenes generales de la Kriegsmarine, la cual obligaba a sus buques a rehusar el combate, aún con fuerzas inferiores, salvo que resultase inevitable. Pero esa manera de actuar era consecuente con las ideas expuestas por el capitán alemán anteriormente. Langsdorff se dispone a atacar para hundir a los anglosajones, impidiendo de este modo que le sigan y señalen su presencia a más fuerzas de la Royal Navy.

Pocos minutos después, los británicos descubren una columna de humo en el horizonte -la producida por el Graf Spee- y destacan al Exeter para comprobarlo. A las 6:16 de la mañana, el Exeter envía a Harwood la confirmación que espera:

-Creo que es un acorazado de bolsillo

Harwood ordena inmediatamente zafarrancho de combate, avisa por radio al Cumberland y a los comandantes de otras fuerzas británicas destacadas en la zona. A las 6:17 abre fuego el Graf Spee contra el Exeter, el cual se hallaba a 19.700 metros, centrándolo en su primera salva. El británico comienza a responder a las 6:20, pero no logra centrar al buque alemán. Los germanos comienzan ademas a dividir su fuego (la torre de proa al Ajax y al Achilles y la de popa al Exeter). A lo que responden los británicos aproximando los cruceros ligeros y abriendo fuego a las 6:22 (el Ajax) y a las 6:23 (el Achilles). En ese momentos, el Graf Spee logra su primer impacto en el Exeter. Poco después, otro proyectil del alemán destroza una torre de artillería del británico e inutiliza sus aparatos de gobierno. Un tercer impacto destroza la camareta de suboficiales. El Exeter intenta replegarse al tiempo que sigue haciendo fuego valerosamente contra su oponente, logrando dos impactos directos que consiguieron causar al germano algunos daños. El Exeter pelea valientemente ya que trata de evitar que el Graf Spee dirija su artillería principal totalmente contra los cruceros ligeros. Gracias a su sacrificio, que le cuesta encajar otros tantos impactos directos que le provocan graves daños y una gran cantidad de bajas, consigue que el alemán centre su atención en él y se olvide del Ajax y el Achilles. Langsdorff cae en la trampa y sigue disparando contra el casi destrozado Exeter mientras los dos cruceros ligeros británicos se acercan cautelosamente al Graf Spee. A las 6:56 Una vez cerca de este, abren fuego con todas sus piezas provocando una autentica lluvia de proyectiles sobre el buque de la Kriegsmarine. Las granadas de los cruceros ligeros son de pequeño calibre en comparación con las del acorazado germano, lo que provoca que reboten en su mayoría contra el blindaje del Graf Spee. No obstante, varias consiguen causar a los alemanes una serie de destrozos cuando alcanzaban sus partes peor blindadas. Además, los proyectiles ingleses consiguen herir a Langsdorff. El Graf Spee, ante la agresividad mostrada por el Ajax y el Achilles, se olvida del Exeter y se lanza contra los dos cruceros ligeros ingleses. En poco tiempo destroza la mayor parte de la artillería del Ajax y a las 7:38 consigue un impacto directo que parte por la mitad su mástil de popa. Por si fuera poco, el Exeter hacía varios minutos que había dejado de disparar, ya que los daños provocados por los proyectiles del Graf Spee le habían dejado sin un solo cañón utilizable. Esto es demasiado para Harwood quien, ante la inutilidad del riesgo que parecen estar corriendo sus barcos y no apreciando que sus disparos causen daños reales al alemán, ordena a sus buques que se retiren.

El Hundimiento del Graf Spee

El combate del Río de la Plata había terminado con una victoria germana total. El buque alemán tenía daños menores y, a cambio, había desarbolado completamente dos barcos británicos. ¿cual hubiera sido la opción correcta a seguir entonces? Según el historiador y militar español Luis de la Sierra, “cualquier otro oficial alemán” se hubiese puesto inmediatamente en persecución de los británicos. Teniendo en cuenta que los cruceros ligeros ingleses desarrollaban 32 nudos, hubiesen necesitado más de una hora antes de poder salir del alcance de la artillería del Graf Spee (41.000 metros). Es demasiado suponer que en ese periodo de tiempo no hubiesen recibido algún impacto fatal que los enviase al fondo del océano. Además, el Exeter estaba completamente indefenso. Una andanada bien dirigida o un torpedo hubiesen bastado para hundirlo. Sin embargo, a pesar de tener una inmensa victoria al alcance de la mano, Hans Langsdorff no solo no renuncio a la misma, sino que además, por extraño que parezca, renunció de facto a su navío.

El capitán alemán, una vez finalizado el combate, opta por no perseguir a los ingleses. Revisa su buque y concluye que hay que llevarlo a puerto a reparar. El Reich no dispone de ningún tipo de colonia, y por lo tanto de ningún puerto propio en el que hacer atracar el navío. Así pues, Langsdorff opta por poner rumbo al oeste, con la intención de reparar el buque en Montevideo amparándose en el periodo de 72 horas que le concedía el derecho internacional para permanecer en puerto. ¿Fue una decisión acertada? Posiblemente no. La mayor parte de los historiadores coincide en que las averías eran menores, y que podían haberse solucionado satisfactoriamente -al menos hasta llegar a Alemania- con el equipo que hubiese en el Altmark. Incluso, en caso de que no hubiese otra posibilidad, podría haber intentado reparar el buque con las herramientas de las que se dispusiese a bordo y dirigirse directamente al Reich confiando que la inmensidad del atlántico le ayudase a pasar inadvertido. No obstante, ambas opciones habrían requerido que no hubiese buques británicos cerca, y Harwood, al contrario que Langsdorff, no tenia intención de ponérselo fácil a sus enemigos. Por ello, ordena a sus cruceros que signa al acorazado a un distancia segura. El Graf Spee, ante este seguimiento, dispara ocasionalmente salvas contra los anglosajones, pero estas no logran que los ingleses desistan de la persecución. Un carguero británico, el Shakespeare, se cruza casualmente en el camino del acorazado alemán, pero este incomprensiblemente no lo hunde.

El Graf Spee llega a puerto la noche del 13 de diciembre, y allí comprueba que las reparaciones de su buque, a pesar de la relativa levedad de sus averías, pueden tardar más de 72 horas. Concretamente se estima que pueden llevar un par de semanas. ¿que puede hacer entonces el alemán? La opción básica era, a pesar de haber cometido los errores ya mencionados, desembarcar los muertos, heridos y prisioneros, aprovisionarse en lo posible y abandonar Montevideo esa misma noche confiando en poder dar esquinazo a los cruceros británicos que permanecían a la espera fuera del estuario del Plata. Los destrozados buques ingleses no se lo habrían podido impedir fácilmente. Demostrada la superioridad del germano, los anglosajones no hubiesen aceptado bajo ningún concepto el entablar combate y se habrían limitado a seguirle. Dado que sus turbinas eran de vapor, consumían más combustible que los motores diésel del aleman, y por lo tanto su autonomía era menor. Por ello, las posibilidades germanas de salir con bien de aquel embrollo eran elevadas. ¿Qué ocurrió? Justo lo contrario. Langsdorff consideró que habrían de permanecer en puerto esas dos semanas hasta que el buque estuviese plenamente reparado. Para ello, solicitó al embajador alemán en Uruguay que hiciese lo posible por que el gobierno de ésta nación aceptase prolongar el permiso de estancia al navío del Reich. El embajador no lo consiguió pero, analizado fríamente, incluso el hecho de permanecer en puerto 14 días no habría servido de nada, ya que hubiese dado tiempo a los ingleses a reunir en torno al estuario una fuerza naval muy superior en potencia de fuego al buque aleman.

Es entonces cuando acudimos a una jugada maestra de los anglosajones. Hacen creer que el Renown, el portaaviones Ark Royal y varios buques de guerra más están esperando ya al Graf Spee en las afueras del estuario. Para hacer más verosímil su versión, presionan diplomaticamente al gobierno uruguayo para evitar que conceda el permiso de estancia de dos semanas que el embajador alemán ha solicitado para el Graf Spee. Los británicos insisten en que, de acuerdo al derecho internacional, los germanos deben abandonar el puerto antes de 72 horas. Los alemanes se tragan el anzuelo. Las prisas inglesas, suponen, solo pueden ser debidas a que ya hay una fuerza capaz de poner fuera de combate al acorazado de la Kriegsmarine nada mas que este abandone aguas uruguayas. Lo cierto es que, en esos momentos, solo el Cumberland se había unido a las menguadas fuerzas de Harwood el día 14, e incluso a este rival es aceptable pensar que el Graf Spee, aun con averías, hubiese podido dejarle fuera de combate.

En Berlín se viven horas tensas. Según el Servicio de Información del almirante Cannaris, ni el Renown ni el Ark Royal se pueden encontrar en esa zona. Pero, el día 16, el Alto Mando de la Armada recibe un radio de Langsdorff confirmando que una potente agrupación británica, incluyendo los dos mencionados buques, le ha puesto cerco y que no existen posibilidades de escapar. Según Luis de la Sierra, el capitán germano planteo tres opciones:

-Tratar de alcanzar Buenos Aires Combatiendo
-Hundir su buque en el estuario
-Internarlo en Uruguay

Dado que el capitán Langsdorff gozaba de un gran prestigio en la armada, Raeder -según este historiador-, aceptando la versión del comandante del Graf Spee, optó por rechazar la opción del internamiento (el rechazo de esta alternativa también había sido recomendado por el embajador alemán dada el carácter poco amistoso del gobierno uruguayo) pero, aparte de esta prohibición, dio libertad de acción al acorazado para proceder como considerase conveniente

Según otro historiador compatriota nuestro, David Solar, Hitler ordenó a Raeder que el Graf Spee debía abrirse paso a cañonazos y que, asumiendo que el buque iba a ser hundido, debía llevarse a algún navío enemigo con él. Si este fue el caso, la orden de Hitler, incluso suponiendo que la Royal Navy en pleno hubiese estado esperando a la salida del puerto, no era en absoluto descabellada. Puestos a perder el barco, lo mínimo que se podía intentar es que los británicos también sufriesen alguna baja de consideración. Y lo cierto es que el Graf Spee había demostrado ser capaz de causar grandes destrozos a los cruceros británicos, así que no era estúpido pensar que pudiese “convencer” a algún buque anglosajón para que le acompañase en su último viaje. No obstante, este historiador duda de que la orden llegase a Langsdorff.

Sea como fuere, lo cierto es que Langsdorff optó por barrenar el buque. El día 17 a las cinco de la tarde abandona el puerto de Montevideo y, a unas nueve millas de distancia, la tripulación inicia los trabajos de demolición y coloca cargas explosivas por todo el navío antes de abandonarlo para siempre. Poco después, justo antes del anochecer, el acorazado alemán es hecho saltar por los aires por sus propios hombres.

Como muestra de la confusión que sigue generando este episodio, dejemos nuevamente a los dos historiadores que sirven de base a este artículo que den sus opiniones. Al parecer, el Gran Almirante Raeder había indicado a Langsdorff que, en caso de que optase por barrenar el Graf Spee, debía hacerlo de modo que se evitase que sus secretos técnicos cayeran en manos de los ingleses. De la Sierra indica a propósito de este aspecto que, en los trabajos de barrenamiento, “el equipo electrónico había sido machacado hasta resultar irreconocible”. Solar, por contra, indica que “el trabajo estuvo tan mal hecho que, meses después, los aparatos de dirección de tiro, comunicaciones y radar estaban en poder de los ingleses”. Existe un punto en contra de la versión de este historiador: los alemanes no tenían equipos de radar sino de radiotelémetro. Si bien, de esta pequeña equivocación no puede inferirse que toda su interpretación sea errónea.

Para concluir, comparemos los destinos de los dos principales protagonistas de esta historia. El comodoro Harwood fue condecorado y ascendido a contraalmirante. Dichos premios se deben tanto a su astucia y valentía como a los fallos cometidos por el otro actor principal: el malhadado Hans Langsdorff, quien se pegó un tiro en la cabeza tres días después de los hechos. Dejo una carta al embajador alemán en la que se leía “a mí solo corresponde la responsabilidad por el hundimiento del Graf Spee. Soy feliz al pagar con mi vida cualquier reproche que pudiera formularse contra el honor de nuestra armada. Solo con mí muerte puedo probar que los marinos del Tercer Reich están dispuestos a sacrificar sus vidas por el honor de la bandera”
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Fuentes principales:
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La Guerra Naval en el Atlantico
Luis de la Sierra
Editorial Juventud 1974
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La Caída de los Dioses. Los Errores Estratégicos de Hitler
David Solar
La Esfera de los Libros 2005

martes, 26 de mayo de 2009

El viaje de Hess


"Pese al lugar tan destacado que ocupó Rudolf Hess en la jerarquía nazi, como lugarteniente y segundo sucesor del Führer, hubiera quedado como figura secundaria del Tercer Reich , debido a su sencillez, falta de ambición personal y colorido neutro entre tanto figurón llamativo, si no fuese por su intento, entre heroico y demencial, de conseguir con su intervención personal la paz con Inglaterra, para lo cual emprendió su famoso vuelo a Escocia en 1941”

Así empieza el doctor Vallejo-Nágera el análisis que en su libro “Locos egregios” hace de la figura de Rudolf Hess. En los últimos años han aparecido varias obras que develan nuevos datos sobre este jerarca de la Alemania nazi, pero en este artículo voy a basarme casi exclusivamente en el libro del doctor español.

Hitler y Hess

Según Ilse, la esposa de Rudolf Hess, recuerda acerca de éste, “la primera vez que le vi entusiasmado fue en un discurso en que habló Hitler”. Hess plasmaría dicho entusiasmo en un libro titulado “La naturaleza del hombre que puede devolver a Alemania a su antigua gloria”, versado sobre la figura de Hitler, con el que consiguió un premio en la Universidad de Munich a principios de los años 20. A partir de ahí, Hess se volcará sin reparos en la causa hitleriana, llegando a entregarse voluntariamente a la policía después del Putsch de 1924 para compartir cautiverio con el futuro dictador. Durante la estancia en prisión colaborará con Hitler en la redacción de Mein Kampf y aumentará, aun más si cabe, su lealtad al austriaco.

En 1940, ya con la guerra mundial empezada, Hess visita la Francia recién derrotada y en varias conversaciones y escritos deja ver su desagrado por las consecuencias del conflicto: “hay que terminar con esto e impedir que ocurra con Inglaterra”, “veo con la imaginación interminables filas de madres que siguen lo ataúdes de sus hijos y de niños ingleses y alemanes tras los féretros de sus madres”. En aquel periodo, el Führer realiza varias declaraciones en favor de la paz con los británicos. La sinceridad de las mismas puede ser discutible, pero el hecho es que Hess creía en la franqueza del Hitler.

En los meses posteriores a la Batalla de Inglaterra, Hess va madurando su idea. Está convencido de que la continuación de la guerra se debe únicamente a la obstinación de Churchill. Por ello piensa que “si un ministro del Reich que habla correctamente inglés va ahí, y a través de un enlace adecuado consigue entrevistarse con los demás ministros y políticos ingleses y con el propio Rey...” se podrá poner fin a un conflicto sin sentido.

El viaje de Hess

Hitler, al principio de la guerra, había prohibido volar a Hess. Este prometió aceptar la prohibición del Führer “por un año”. Nadie hizo caso a este matiz pero Hess, transcurrido ese periodo, se sintió autorizado a volar otra vez. Pasados esos doce meses, Hess empieza a prepararse en secreto. Realiza una veintena de vuelos en un ME 110 y, a lo largo de los entrenamientos, ordena que se efectúen una serie de modificaciones el el aparato que incluyen depósitos de combustible adicionales, una cabina preparada para un solo hombre y un equipo de radio especial

El sábado 10 de mayo de 1941, vestido con uniforme de capitán de la Luftwaffe -para no ser tratado como espía por los ingleses-, llega al aeródromo de la fabrica de Messerschmitt en Augsburg. Instantes antes del despegue le entrega a su ayudante, Karlheiz Pintsch, un sobre lacrado con instrucciones de hacerlo llegar a Hitler transcurrido un determinado número de horas. Finamente despega a las 5:45. Dado que no puede pedir orientación por radio ya que su propia fuerza aérea le descubriría, se ayuda mediante una emisora meteorológica noruega que capta gracias al equipo de radio instalado en el avión por instrucción suya. Cinco horas después se encuentra sobre Dungavel, la mansión del duque de Hamilton en Escocia y el destino de su viaje.

El avión alemán es detectado por el cuerpo de observación británico, el cual envía varios cazas a interceptarlo y le comunica a Hamilton -quien precisamente es el comandante de ese sector aéreo- que un “ME vuela en solitario sobre un terreno del que no podrá regresar por falta de autonomía de vuelo”. Los aparatos británicos enviados en persecución del alemán solamente llegan a tiempo de verificar que este se ha estrellado. Lo que no sabían es que el piloto ya no estaba en el avión. Hess había saltado en paracaídas instantes antes del siniestro. Su plan consistía en dejarse caer justo sobre Dungavel, pero en el último momento tiene problemas para controlar la trayectoria del aeroplano y tarda más de lo esperado en abandonarlo. A consecuencia de ello, se alejará 30 km de su objetivo. Además, durante el salto, se lesionará el tobillo izquierdo.

La reacción británica.

A las 10:45 David McLean, un campesino local, siente un temblor desde su casa y se asoma a la ventana justo a tiempo para llegar a ver descender un piloto en paracaídas. Sale apresuradamente de su vivienda y se acerca al aviador.

“¿es usted alemán?”

“Si, soy el capitán Alfred Horn. Quiero ir a Dungavel. Tengo un mensaje para Lord Hamilton”

“¿está usted armado?”

“No, solo y sin armas; ayúdeme a doblar el paracaídas”

Entretanto ha llegado al lugar otro campesino a quién Mclean envía a una estación de radar próxima en busca de ayuda. En espera de la misma, conduce al piloto germano hacía su casa, donde poco después llegaran dos técnicos de radar acompañados por dos policías rurales.

“Arriba las manos”

La orden es obedecida por todos menos por el destinatario de la misma.

“Soy el capitán Horn y quiero ver al duque de Hamilton” Reitera tranquilamente el alemán.

Los policías trasladan al piloto a un cuartel cercano, donde toma el mando del grupo un oficial quien, presumiblemente con un par de copas de más, apoya su revolver en la espalda del aviador. Hess escribiría posteriormente a su esposa “al oír sus constantes eructos y tropezones comprendí que solo el dedo de Dios se interponía entre el suyo, temblón, apoyado en el gatillo y el disparo”. En ese momento, el oficial se enzarza en una discusión con un compañero suyo acerca del prisionero quien, a la vez que se abstiene de involucrarse en la misma, les ruega que la terminen con prontitud. La razón es que el dolor de su pierna comienza a ser difícil de soportar.

Al poco rato llegan unos oficiales de la RAF, quienes finalmente trasladan al piloto alemán a la enfermería de otro cuartel en Maryhill. Allí será donde se le indique que está bajo arresto. “No sabía entonces por cuanto tiempo” escribirá Hess después. En esos momentos uno de los británicos sorprende al prisionero:

“¡Cómo se parece usted a Rudolf Hess!”

“Ya lo sé, me han confundido varias veces y no tiene ninguna gracia”

Sera el día 11 cuando Hamilton, quién ha sido informado de la insistencia del prisionero en verle, se acerque picado por la curiosidad al cuartel de Maryhill. Una vez allí, el prisionero solicita que les dejen a solas. Hamilton accede y el alemán desvela finalmente su identidad.

“Probablemente me me vio usted en los Juegos Olímpicos de Berlin de 1936; no se si me reconoce, pero soy Rudolf Hess.”

A continuación el mandatario germano pasa a exponer las razones de su vuelo a Escocia. En esencia, Hess quiere convencer al gobierno británico del sinsentido que supone continuar la contienda. Por ello, y para conseguir el fin del conflicto, el alemán solicita a Hamilton que le prepare entrevistas con el gabinete inglés y que le comunique al rey su mensaje. Asimismo, le pide al duque que, dado que ha venido voluntariamente y en misión de paz, le sea concedida inmunidad.

Hamilton, quien está convencido de que el piloto alemán no miente sobre su identidad, concluida la entrevista consigue telefonear al secretario del primer ministro. Durante la conversación recibe la orden de volar a Oxford, a la mansión de Ditchley Park. Una vez allí se entera de que ese es el lugar donde pasa los fines de semana Winston Churchill, quién le recibe tras la cena. El mandatario británico se muestra incrédulo. No se fiá de que el piloto accidentado sea Hess. Por ello, para disgusto de Hamilton, el Premier interrumpe la conversación para ver la película que se había programado para aquella noche: “Los hermanos Marx en el Oeste”. Hamilton no se da por vencido en insiste en que a él si le ha parecido que el aviador es efectivamente Rudolf Hess. Ante la obstinación de Hamilton, Churchill decide asegurarse. El día 12 envía a Sir Ivone Kirpatrick, quién había sido primer secretario de la embajada inglesa en el Reich y conocía a Hess personalmente, a verificar que el piloto apresado es realmente quien dice ser.

Kirpatrick volará rápidamente a Escocia y, junto con Hamilton, se entrevista con el alemán capturado pasada la medianoche. Durante la conversación les interrumpe le llamada de Anthony Eden solicitando la verificación de la identidad del piloto, ya que la radio del Reich acababa de dar la noticia de la desaparición de Hess. Kirpatrick confirma a Eden la identidad del aviador: sin duda se hallan ante Rudolf Hess. El germano y los dos británicos prolongaran su charla hasta las 4 de la madrugada del martes 13.

Unas horas antes, a las 10 de la noche, la radio alemana daba la noticia que acabamos de mencionar admitiendo que se desconoce el paradero de Hess. Poco después, a eso de las 11:30, los británicos comunican que se halla en su territorio un piloto germano que afirma ser el propio Rudolf Hess. A consecuencia de este anuncio, la prensa británica comienza a solicitar información acerca de la presencia del mandatario enemigo en territorio escoces.

La presión de los medios llegará hasta Kirpatrick, quién no quiere hablar con ellos hasta comunicar con el gobierno. Conseguirá volver a hablar con este a las 8 de la madrugada del día 13. Solicita entonces instrucciones acerca de los pasos a seguir. La respuesta que recibe es una muestra de la sorpresa inglesa ante la acción de Hess: los mandatarios británicos informan a Kirpatrick de que, literalmente, no saben que hacer.

La reacción alemana

El domingo 11 a las 7 de la mañana Pintsch llega a Berchtesgaden con la intención de entregarle a Hitler el sobre que previamente le había dado Hess. Pintsch se las arregla para que Bormann le haga un hueco entre la agenda del Führer y a las 11 se reúne con el dictador alemán. Hitler abre el sobre y lee la carta. Su rostro comienza a mostrar preocupación.

“¿dónde esta Hess?”

“Ayer tarde, mein Führer, salió de Augsburg hacia Escocia para entrevistarse con el duque de Hamilton”

Hitler efectuá algunos comentarios que muestran su desagrado por la decisión de su lugarteniente. En esta fase de la guerra, indica, la acción de Hess es especialmente desafortunada. Solicita a un ayudante que localice a Ribbentrop y a Göring, y relee la carta en la que su subordinado expone las razones de su aparente traición. En resumen, la misiva indica que Hess, quién conoce los deseos de paz de Hitler hacía Inglaterra, no duda en sacrificarse personalmente para conseguir dicha paz. No obstante, es consciente de las pocas expectativas de llevar su aventura a buen fin: “... si este proyecto, que reconozco solo tiene una remota posibilidad de éxito, termina en fracaso, este no tiene porque alcanzar a Alemania ni a su Führer: siempre os será posible eludir toda responsabilidad; decid simplemente que me he vuelto loco...”

En esos momentos, llega Eva Braun y anuncia que la comida está en la mesa. El Führer acude al salón donde esperan Bormann, Todt y otras altas personalidades a quienes se les une también Pintsch. Este no puede probar bocado ya que comprende demasiado tarde que ha desvelado su conocimiento del destino de Hess y por ello su deslealtad a Hitler. El dictador, demostrando que la tradición de matar al mensajero nunca pasa de moda, al terminar la comida, efectua una señal a Bormann quién hace que entren dos oficiales y se lleven al ayudante de Hess detenido. Estará así por tres años hasta que lo suelten sólo para enviarlo inmediatamente al frente ruso. Allí será capturado al poco tiempo por los soviéticos, dando comienzo a otro largo cautiverio.

Por la tarde llegan Ribbentrop y Göring además de Keitel y Jodl, quienes se unen a los jerarcas del Tercer Reich que ya se encontraban allí. Ante todos ellos, Hitler muestra su pesadumbre:
“No puede ser, tiene que haberse vuelto loco”, “Pensar que mando comunicármelo cuando ya estaba en Inglaterra”, “...por cierto ¿habrá llegado?” “Göring, ¿es posible el viaje con ese tipo de avión?”
“Muy poco probable, mein Führer”

En aquel momento dado que los ingleses no han dicho nada, la duda acerca de si Hess ha llegado a su destino es la primera que hay que resolver. Por ello, se inicia una investigación para averiguar su paradero. Como parte de las pesquisas, Göring llama a Messerschmitt y acuerda una entrevista con el para el día 12. Durante la misma, el mariscal del aire trata de hacer caer las culpas en el ingeniero:

“Por lo visto, cualquiera puede llegar y marcharse con una de sus máquinas”

“Hess”- replica Messerschmitt - “no es cualquiera”

“Tenía que haberse dado cuenta de que ese hombre está loco”

“¿cómo puede usted suponer que voy a tomar por loco a alguien tan alto en la jerarquía de nuestro Estado? Si ese es el caso, usted, señor Reichmarschall, tenía que haber logrado su dimisión”

Göering, al tiempo que suelta una carcajada, responde “Messerschmitt, es usted imposible. Bueno, ya me las arreglaré para sacarle de este lío”

Al final, la radio alemana emitirá a las 10 de la noche del lunes el siguiente mensaje, al que ya nos hemos referido antes: “Se anuncia oficialmente por el Partido Nacional Socialista que el miembro Rudolf Hess, enfermo desde hace años, y a quién por ello se le prohibió volar..., ha emprendido un vuelo desde Augsburg, del que no ha regresado. Dejó una carta que, por su anormalidad, da muestras desgraciadamente de trastorno mental, temiéndose que sea victima de alucinaciones... Es posible que el miembro del Partido Hess haya saltado del avión, o sufrido un accidente.” Hora y media después, los ingleses afirman que un piloto que afirma ser Rudolf Hess está en territorio británico.

La reacción italiana

Ciano anota en su diario el 12 de mayo “un extraño comunicado alemán anuncia la muerte de Hess en un accidente aéreo. Dudo mucho que sea cierto. Incluso que esté muerto. Todo huele a misterioso”

Ribbentrop acude el día 13 a entrevistarse con Mussolini para ofrecerle la versión oficial alemana “Hess, enfermo somática y mentalmente, y victima de alucinaciones e ideas delirantes, pacifistas, marchó a Inglaterra a intentar una solución negociada. No es un traidor, por lo que no hay que temer que haga declaraciones o confidencias que nos perjudiquen”

El dictador italiano no cree al enviado alemán. A sus allegados les dará el siguiente punto de vista “...creo que Hess iba camino de Irlanda, para dirigir desde allí un levantamiento contra Inglaterra”

Al margen de consideraciones estratégicas, tanto Ciano (“la primera victoria importante inglesa”) como Mussolini (“un gran golpe contra Alemania”) coincidiran en sus valoraciones internas con la visión no oficial alemana expuesta por Göbbels que vió el episodio como “peor que la pérdida de una división”

Las consecuencias para Hess.

Hess, el único jerarca nazi que hizo un intento serio de poner fin a la guerra cuando todavía la suerte de las armas sonreía a los alemanes, no recibió ningún tipo de trato preferencial por parte de los aliados. Churchill desde el principio dará las correspondientes instrucciones para evitar que la prensa y el pueblo británico valoren el carácter aventurero y heroico del viaje de Hess, y el martes 13 ordena que sea puesto bajo la jurisdicción del Ministerio de la Guerra. Manda asimismo que se le trate como prisionero de guerra, potencialmente criminal de guerra susceptible de ser condenado al terminar la contienda.

Durante los meses y años posteriores, Hess dará muestras de un evidente trastorno mental. Pese a ello, los facultativos enviados para analizar su estado psíquico son coaccionados por las autoridades inglesas para que en las conclusiones de sus estudios afirmen la cordura del alemán. A pesar de ello, los informes no siempre ocultan los síntomas esquizoides del prisionero germano. Esto no es del agrado del gobierno británico, ya que dificultaría la eventual condena de Hess.

Al llegar el juicio de Nuremberg, los síntomas esquizofrenicos son demasiado evidentes para pasarlos por alto y juzgarle como a una persona cuerda, pero el tribunal se va a encontrar con una inesperada ayuda: la del propio Hess. Este, en una declaración solemne, se responsabiliza de todos sus actos y rechaza que se le trate como enfermo. Los jueces atienden gustosamente la petición de acusado. Durante el proceso, el alemán actuá como si no fuese con él; lee novelas, sestea...
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Hess será condenado en Nuremberg a cadena perpetua. Durante su estancia en prisión, los síntomas de desvarió mental del antiguo mandatario nazi se agudizan. En los primeros años en el penal de Spandau compartirá cautiverio entre otros con Speer quién, cuando abandona la carcel en 1966 dejando a Hess como único prisionero, les pide a los directores del presidio que “procuren no hacer demasiado difícil la vida a Hess”. En aquella época empiezan a surgir las primeras voces que piden la liberación del alemán. Entre ellas, destacó la del fiscal inglés en Nuremberg, Sir Hartley Shawcross, quién declaró que “cuando se le impuso la cadena perpetua fue para dar un escarmiento, pero suponiendo que luego se aminoraría”. A pesar de estas opiniones, los rusos siempre mostraron su intransigencia con respecto a una eventual liberación de Hess, y los británicos nunca insistieron demasiado.

Hess fallece en prision en 1987, parece que por autoestrangulamiento. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que fue uno de los jerarcas nazi que más caro pago por sus actos, siendo el único que tenia en su haber un intento real, y sumamente arriesgado para su persona, de poner fin a la guerra. ¿Hess tenía algún tipo de responsabilidad criminal? Sin ninguna duda. ¿Tanta como para pasar media vida en prisión? Aquí la respuesta no puede ser tan tajante.

Fuente Principal:
Titulo “Locos Egregios”
Autor: Juan Antonio Vallejo-Nágera
Editorial Planeta de Agostini 1996

domingo, 3 de mayo de 2009

La 3ª División de las SS "Totenkopf"


De la división Totenkopf merecen destacarse dos aspectos. El Primero, su gran valor militar. El segundo, su tenebrosa reputación. Ambos están plenamente justificados. Comencemos por el principio.

Orígenes

El 1 de Julio de 1934, la jornada posterior a “la noche de los cuchillos largos”, Theodor Eicke, jefe de la SS Totenkopfverbände -los guardianes del recientemente creado campo de concentración de Dachau- recibe la orden de ejecutar a Röhm. Tras una discusión con el alcaide de la prisión de Stadelheim, lugar al que el líder de las SA había sido llevado tras su arresto del día anterior, Eicke consigue que le dejen llegar a la celda de Röhm. Una vez allí, a indicación de Hitler, quién deseaba que se le ofreciese a Röhm una salida honrosa, deja una pistola encima de la mesa de la celda y abandona la estancia. Al no oír ninguna detonación, diez minutos después vuelve a entrar y le descerraja un tiro en la cabeza al prisionero. Comenzaba el fin de las SA y el imparable avance de las SS dentro de la estructura del Tercer Reich. No será hasta el 16 de Marzo de 1936 cuando Hitler anuncie la creación de las SS-Verfügungstruppe, origen de las Waffen SS; pero el nacimiento de lo que sería la 3ª División de las SS “Totenkopf” se había comenzado a gestar en aquelloas jornadas de 1934 cuando, tras el asesinato de Röhm, Eicke comienza a reorganizar la Totenkopfverbände para convertirla en una autentica fuerza militar de élite.

Durante la campaña polaca, las primeras tropas de las SS-Verfügunstruppe -la Leibstandarte y los regimientos Deutschland, Germania, y der Führer, junto con otras unidades menores- entraron en acción dispersadas entre las formaciones del ejército y, en general, mostraron unas buenas aptitudes de combate. El comportamiento en el campo de batalla, sin ser extraordinario, fue lo suficientemente bueno como para impresionar a Hitler, quién autorizó a Himmler la formación de tres nuevas divisiones además de la Leibstandarte. A consecuencia de esto, tras la campaña de Polonia aparecen las siguientes divisiones: la 2ª División SS Verfüngungsdivision (formada por la unión de los regimientos antes mencionados); la 3ª División de las SS Totenkopf, formada por miembros de la Totenkopfverbände reclutados entre los campos de concentración; y la 4ª División de las SS Polizei, formada por miembros de la policía y que, a diferencia de las otras dos, nunca llegaría a ser una unidad de primera clase. En marzo de 1940 nacen oficialmente las denominadas Waffen SS

El nacimiento de la Totenkopf estaba viciado desde sus inicios, no solo por el origen de sus reclutas, sino también por el carácter de su comandante, el ya mencionado Theodor Eicke. Este era un nazi brutal que moldeó a la división hasta convertirla en una perfecta maquina de guerra capaz de afrontar las más duras situaciones en el frente y, al mismo tiempo, capaz de cometer las peores atrocidades contra los considerados “enemigos del Reich”. Uno de los lemas más habituales en el ejercito alemán, “el sudor ahorra sangre”, era corregido y aumentado por Eicke del siguiente modo: “la dureza ahorra mucha sangre. De hecho, la dureza ahorra mucho más. Ahorra la amargura, la vergüenza, la preocupación y la pena”. Eicke formó su división con los miembros de la Totenkopfverbände más aptos por su edad para el servicio en el frente, dejando el cuidado de los campos de concentración a los demasiado jóvenes o demasiado viejos para entrar en combate. Los refuerzos de la Totenkopf seguían el mismo esquema. Los guardias más jóvenes de los campos de concentración, una vez alcanzada la edad de reclutamiento tenían dos opciones: servir en la Wehrmacht o entrar en las Waffen SS. Muchos optaban por esta segunda posibilidad y eran reemplazados en los campos por soldados incapacitados para el servicio en el frente.

La Totenkopf en Francia

Para la ofensiva del este en 1940, las nuevas divisiones de las SS iban a actuar unidas, pero continuarían bajo control del Ejército. La Leibstandarte y la SS Verfüngungdivision toman parte activa en la campaña desde el inicio de la misma como parte del grupo B, mientras que la Totenkopf es asignada a la reserva del grupo A. Su oportunidad le llega pocos días después, cuando es unida al XV cuerpo de Hoth. En los primeros momentos entra en acción contra tropas coloniales -marroquíes y argelinos- del Ejército Francés, surgiendo los primeros informes que afirmaban que varias unidades de la división se negaban a hacer prisioneros entre estas “razas inferiores”. El 21 de mayo sufre, junto con la 7ª división Panzer de Rommel, el contraataque aliado en Cambrai. La Totenkopf en general resiste bien, pero algunos hombres protagonizan una retirada presas del pánico al ver que sus cañones antitanque de 37 mm son de escasa utilidad frente a los blindados británicos. En los siguientes días, la división de Eicke colaborará en las operaciones en torno a Dunquerke y, el día 27 de Mayo, protagonizará uno más de los hechos execrables que van a salpicar toda su historia. En Le Paradis, 100 soldados británicos del regimiento Royal Norfolk consiguen detener durante varios días el ataque lanzado por los hombres de la Totenkopf. Cuando finalmente se rinden, y una vez que los han desarmado, los alemanes los ametrallan alevosamente. Esta atrocidad, fuera de cualquier ley de la guerra, fue ordenada por el SS Oberstumführer Fritz Knochlein, quien sobrevivió a la contienda y fue juzgado y condenado a muerte por los británicos. Parece que algunos miembros de la división protestaron, sin mucho éxito, por esta acción. En cualquier caso la Totenkopf, cuyo comportamiento en combate no había sido en absoluto malo pero tampoco extraordinariamente destacable, comenzaba a mostrar su tendencia a manchar su historial con acciones sin justificación posible. No obstante, tanto en lo referente a su valía militar como en lo referente a sus atrocidades, la unidad de Eicke demostró que estaba todavía lejos de alcanzar sus límites.

La segunda parte de la campaña de Francia se inicia nuevamente con la Totenkopf en la reserva, hasta que el 12 de junio entra nuevamente en combate en dirección a Dijon, con el objetivo de cercar a a las fuerzas francesas cortándoles las vías de retirada hacía el sur. El movimiento se culmina con éxito y los hombres de Eicke continúan su camino a través de Francia. El 22 de Junio, día de la rendición francesa, la división se encuentra ya en Burdeos. Las jornadas posteriores son los días de vino y rosas del Tercer Reich. Hitler, dueño de Europa Occidental tras una campaña cuyo éxito atronador ni siquiera era esperado por la mayor parte de los militares alemanes y cuyo coste en perdidas humanas había sido extraordinariamente leve, se muestra encantado con el papel desempeñado por sus Waffen SS y prepara su ulterior expansión. Tras unos meses en los que las unidades SS son mantenidas en territorio galo a la espera de participar en la supuestamente proyectada invasión de las Islas Británicas, el Führer despliega la Leibstandarte y la SS Verfüngungdivision -a partir de entonces denominada Das Reich- en la campaña de los Balcanes y, terminada la misma, vuelve sus ojos hacía la Unión Soviética.

Barbarroja

La Totenkopf quedó encuadrada en el Grupo Norte del Ejército, manteniendola el mando alemán nuevamente en la reserva durante los primeros compases con la intención de unirla a la agrupación que obtuviese más progresos. El LVI cuerpo de ejército de Von Manstein logró avanzar 160 km en solo dos días, y gracias a ello se vio reforzado por los hombres de Eicke. Manstein mencionará varias veces esta unidad en sus memorias, generalmente en términos elogiosos. La Totenkopf llegará a Letonia a principios de julio y a Rusia pocas jornadas después. Será ya en territorio ruso cuando la unidad, tras una serie de combates duros y encarnizados en los que empieza a sufrir pérdidas de consideración, tome el día 11 la ciudad de Opochka. En estos momentos el total de bajas rondaba ya el 10%. Desde mediados de julio en adelante, la división se vio envuelta en una serie de violentos choques contra los soviéticos en torno a Leningrado. La capacidad de resistencia del Ejército Rojo parecía no tener fin y, a pesar de los espectaculares avances logrados por los alemanes, todavía estaba en condiciones de luchar. La Totenkopf pelea con tesón pero hacía finales de septiembre sus bajas alcanzan ya los 6500 hombres. Su progresión se ve paulatinamente frenada debido a la encarnizada defensa de los soviéticos y, a finales de año, en línea con el resto del Ejército Alemán, la formación se encuentra detenida en espera de la previsible contraofensiva rusa.

El cerco de Demyansk

El 7 de enero de 1942, la URSS lanza 3 ejércitos de choque contra las desgastadas unidades alemanas del LVI cuerpo, consiguiendo éxitos locales desde el primer momento y obligando a los germanos a una defensa desesperada. La Totenkopf es enviada el 9 de enero a Staraya Russa y a Demyansk con ordenes de defender el terreno a toda costa pero, a pesar de las maniobras de la Wehrmacht, la situación se deteriora con rapidez. Von Leeb, al mando del Grupo Norte del Ejército, solicita a Hitler una retirada táctica de sus tropas, pero este se niega. Leeb presenta su dimisión y es sustituido por von Küchler, a quién se le encomienda el mantenimiento de las posiciones alemanas. Los germanos redoblan sus esfuerzos pero no consiguen frenar los avances soviéticos, que el día 8 de febrero culminan con el cerco de seis divisiones, incluida la Totenkopf, junto con elementos de otras unidades de apoyo. El total de efectivos cercados se ha estimado tradicionalmente en torno a 90 o 100.000, pero posiblemente fueran menos, ya que en aquel momento las divisiones alemanas estaban muy mermadas debido a siete meses de combates continuados. En el cerco de Demyansk, a diferencia del que tendría lugar en Stalingrado varios meses después, la Luftwaffe consigue mantener relativamente bien equipadas a las tropas de tierra proporcionando diariamente 270 toneladas de suministros. Gracias a ello, los alemanes resisten el empuje de dieciocho divisiones soviéticas hasta que a finales de abril, gracias a los esfuerzos del resto del Grupo Norte del Ejército, consiguen levantar el cerco. Durante el asedio, la Totenkopf se mostró extraordinariamente tenaz en la defensa, consiguiendo rechazar varios ataques rusos. Su desempeño en estos meses críticos de 1942 no paso desapercibido al mando alemán, quien recompensó a 11 hombres de la división con la Cruz de los Caballeros. Según el historiador Gordon Williamson, ninguna otra unidad de las Waffen SS recibió tantas condecoraciones en tan breve lapso de tiempo. Dicho reconocimiento no fue en absoluto gratuito. Cuando la Totenkopf fue enviada en octubre de 1942 a Francia para reequiparse había perdido 12.600 hombres de los 17.000 que tenía al inicio de la Operación Barbarroja.

La vuelta al Este

En enero de 1943, cuando los restos del 6º Ejército Alemán se desvanecían en Stalingrado, la Leibstandarte, la Das Reich y la Totenkopf son trasladadas de nuevo al este con el objeto de reforzar el tambaleante frente sur alemán. Las primeras en ser lanzadas al combate serían la Leibstandarte y la Das Reich, englobadas en el Primer Cuerpo Panzer de las SS al mando del General Hausser, las cuales entran en acción en los alrededores de Jarkov, pero no consiguen evitar la pérdida de la ciudad a manos soviéticas que tuvo lugar el 16 de febrero. Hausser también había recibido las instrucciones habituales de no retroceder, pero no estaba dispuesto a sacrificar estas magnificas unidades en una guerra de posiciones provocando que quedaran cercadas por el Ejército Rojo. Debido a ello, el general alemán ordenó a sus tropas que abandonasen Jarkov, reservando así sus fuerzas para mejor ocasión. La retirada enfureció a Hitler, pero dio a Manstein -a quién se había enviado al sur con el propósito de atenuar las consecuencias de Stalingrado- la oportunidad de reorganizar las maltrechas líneas de la Wehrmacht. El mariscal germano comprobó que los soviéticos habían alargado demasiado sus rutas de suministro y que las unidades del Ejército Rojo estaban al límite de sus fuerzas. Se presentaba así una nueva oportunidad para la guerra de movimientos en la que los comandantes alemanes habían demostrado sobresalir. Un contraataque en ese momento podía ser decisivo.

El Primer Cuerpo Panzer de las SS recibe entonces el refuerzo de la Totenkopf, convirtiéndose de este modo en una de las formaciones más poderosas de todo el Ejército Alemán. Manstein lo utiliza con gran maestría en la ofensiva que el Grupo de Ejércitos inicia el 20 de febrero, todavía sin la totalidad de la Totenkopf sobre el terreno, y que coge a los rusos por sorpresa. El ataque germano consigue reconquistar Jarkov el 14 de Marzo, enclave que cae precisamente en manos del I Cuerpo Panzer de las SS. Los soviéticos sufren pérdidas considerables y los alemanes consiguen salvar una situación extremadamente crítica o, en palabras del propio Manstein, “torcerle el cuello a la derrota”.

La Totenkopf sufrió un golpe en su moral el 24 de febrero cuando Eicke fallece al ser derribado durante un reconocimiento aéreo; pero a pesar de ello se batió con extraordinaria valentía y habilidad, siendo su contribución esencial para el triunfo alemán. Manstein menciona en sus memorias el 7 de marzo como fecha de inicio del ataque de las tropas de las SS sobre Jarkov, haciendo específica referencia a la incorporación plena de esta unidad al cuerpo panzer de Hausser.

El cuerpo sin vida de Eicke sería recuperado tras las líneas enemigas por un grupo de voluntarios de la división. Hermann Priess sucedería en el mando a Eicke quién, salvo un breve periodo en 1941, había comandado la Totenkopf desde la creación de la unidad hasta su muerte. Además de por Priess, la formación sería liderada por otros generales hasta el final de la guerra.

Kursk

Para esta batalla, la Das Reich, la Leibstandarte y la Totenkpof volverán a operar unidas bajo el mando de Hausser en el rebautizado II Cuerpo Panzer de las SS. Estas tropas estaban encuadradas en el 4º Ejercito Blindado de Hoth, que formaba parte del Grupo Sur del Ejército comandado por von Manstein. Cada una de estas divisiones de las SS iba a contar con una compañía pesada formada por 15 carros Tigre. El día 5 de julio lanzan su ataque los alemanes, consiguiendo las tropas de las SS superar la primera línea de defensa soviética con relativa facilidad. La velocidad de avance de las SS es superior a la de las unidades de la Wehrmacht, lo que obliga a Hausser a utilizar la Totenkopf para proteger los flancos de su avance de los contraataques del 6º Ejército de Guardias, labor que la división desempeña con notable eficacia. Una vez que el peligro en sus flancos disminuye, la formación vuelve a ser situada junto con la Das Reich y la Leibstandarte a la cabeza del avance alemán. El 10 de julio las unidades de las SS están reagrupadas y dispuestas para continuar la ofensiva y el día 11 los 600 tanques con los que todavía contaba el II Cuerpo Panzer se enzarzan en un combate brutal con los 850 tanques del 5º Ejército Blindado de Guardias en las afueras de Projorovka. El choque, la mayor batalla de carros de combate de todos los tiempos, se prolongó durante todo el día. Ingentes cantidades de blindados rusos y alemanes se encontraron a distancia de tiro y se machacaron mutuamente. Las pérdidas de ambos bandos en el combate de Projorovka oscilan dependiendo de la fuente. Gordon Williamson da por buenas las cifras totales de 700 tanques (soviéticos y alemanes) destruidos en aquella jornada. Por su parte, el historiados español David Solar indica que los germanos destruyeron 400 carros rusos. Sea cual sea la cifra exacta, lo cierto es los alemanes quemaron sus fuerzas en apenas una semana. La descomunal potencia de fuego de las divisiones de las SS se desperdició sin obtener a cambio ninguna ganancia apreciable y el día 12 la Totenkopf, que había perdido la mitad de sus hombres, se vio obligada a pasar a la defensiva. La Leibstandarte sería retirada poco después para ser enviada a Italia donde acababan de desembarcar los angloamericanos, aunque sus blindados se quedaron en la zona y fueron traspasados a la debilitada Das Reich.

Segunda mitad de 1943

A mediados de agosto los soviéticos comenzaron a explotar masivamente el éxito obtenido en Kursk. Dos ejércitos y un ejército blindado de guardias comenzaron su ofensiva en la zona sur del frente alemán con un objetivo claro: la reconquista definitiva de Jarkov. Las divisiones de las SS -la das Reich y la Totenkopf a las que se unió la Wiking- consiguen ralentizar el avance ruso, pero son incapaces de detenerlo por completo. Ante la abrumadora superioridad del Ejército Rojo, Manstein ordena abandonar la ciudad ucraniana el 22 de agosto.

En los días siguientes Hitler autoriza a Manstein a retirarse tras el Dnieper. La Totenkopf combate con fiereza ante unas fuerzas enemigas muy superiores en número, pero el panorama para los alemanes no dejaba de empeorar por momentos. Kiev es reconquistado por los soviéticos el 7 de noviembre. Para entonces, la Totenkopf es utilizada a modo de cuerpo de bomberos por el mando alemán, quien la envía de un sector a otro constantemende, trasladándola allí donde la situación sea más crítica.

1944

El año no comenzó bien para los alemanes. La presión rusa no cesa en el sector sur del frente, obligando a todas las unidades germanas a retirarse, primero detrás del Dniester y después a los Montes Cárpatos, ya dentro de territorio rumano. Durante los primeros meses del año, la Totenkopf se ve inmersa en una serie de combates incesantes contra diversas unidades soviéticas, hasta que en mayo los rusos conceden un pequeño respiro a los alemanes al trasladar el centro de gravedad de su ofensiva desde el sur del frente (Ucrania) al centro (Bielorrusia). Los germanos aprovechan esta pausa y en junio retiran del frente a la Totenkopf, la cual es reforzada con 6000 nuevos soldados y reequipada con nuevo material. Sin embargo, la tranquilidad no dura demasiado. La Unión Soviética lanza su ofensiva, la Operación Bagratión, contra el Grupo de Ejércitos Centro el día 22 de junio. El día 25 la Totenkopf es trasladada al norte de Rumanía para ayudar a contener el avance ruso. Desde allí intenta tenazmente llegar al teatro principal de operaciones, pero las condiciones de las carreteras son tan lamentables que no llega a su destino hasta el día 7 de julio. A partir de ese momento, la Totenkopf consigue mantener la ciudad de Grodno durante once días, haciendo frente a los continuos ataques rusos y concediendo de este modo un respiro impagable a Model, a quien Hitler acababa de poner al mando del Grupo de Ejércitos Centro con el fin de que consiguiese frenar el arrollador avance soviético. Una vez que la Totenkopf ha cumplido su misión, se le ordena el repliegue hacia Varsovia, localidad donde estaban concentrándose las unidades alemanas que no habían sido pulverizadas por la marea rusa.

En agosto, la Totenkopf vuelve a ser puesta en combate, agrupada junto con la Wiking en el 4º Cuerpo Panzer de las SS, con el fin de defender Varsovia de los ataques rusos. La siguiente ofensiva del Ejército Rojo comienza el día 14, pero es interrumpida a la semana siguiente debido a la obstinada defensa germana. El día 25 los soviéticos reanudan su ofensiva y, esta vez sí, consiguen hacer retroceder paulatinamente a los alemanes. A pesar de esto, a la Totenkopf todavía le quedaban ganas de combatir. El día 11 de Septiembre inicia un contraataque contra las fuerzas rusas, obligándoles a retroceder temporalmente. Los rusos volverán a la carga el 10 de octubre forzando a las SS a ceder terreno, pero los hombres de la Totenkopf serán capaces de detener a los rusos nuevamente antes de llegar a la capital polaca.

A estas alturas de la guerra, los soviéticos habían perdido innumerables cantidades de soldados, pero seguían disponiendo de reemplazos a buen ritmo. Los alemanes, por el contrario, cada vez tenían más dificultades para reponer sus pérdidas. Las divisiones clásicas de las SS -la Leibstandarte, la Das reich, y la Totenkopf,- no escapaban a este problema, con lo que su fuerza combativa se iba diluyendo paulatinamente, pero todavía seguían siendo un oponente a tomar en consideración. El mando alemán continuaba enviando estas unidades a los puntos donde la posición de sus ejércitos era más desesperada, y los hombres de estás divisiones generalmente conseguían equilibrar, al menos de manera temporal, la situación.
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El fin

El 26 de diciembre el 4º Cuerpo Panzer de las SS, formado por la Totekopf y la Wiking, fue trasladado a Hungría, donde participó en los intentos alemanes de liberar Budapest, ciudad que había sido cercada por el Ejército Rojo. Los germanos se lanzaron al ataque, pero los soviéticos resistieron bravamente, lo que provocó que los esfuerzos de la Wiking y de la Totenkopf no se vieran coronados por el éxito. Budapest se rendiría finalmente el 12 de febrero. Tras esto, el 4º Cuerpo Panzer de las SS se ve envuelto en una serie de combates defensivos en la zona. En marzo, tras el fracaso de la Operación “Renacimiento Primaveral” en la que el Tercer Reich había lanzado al combate a otras cuatro divisiones de las SS (la Leibstandarte, la Das Reich, la Hohenstafen y la Hitlerjugend, agrupadas en el 6º Ejército Panzer de las SS) con la esperanza de reconquistar los campos petrolíferos húngaros; la Totenkopf y la Wiking -englobadas en el 4º Cuerpo Panzer de las SS- acuden a ayudar a sus compañeras a protegerse de la contraofensiva rusa, iniciada el día 16. La defensa de las SS, si bien no consigue detener el avance soviético, sí logra evitar que el Ejército Rojo cerque las mejores tropas que aún le quedan al Reich. A pesar de ello, Hitler se enfurece sobremanera, ordenando a los jefes y oficiales del 6º Ejército Panzer de las SS que como castigo se quiten los brazaletes que llevaban -con el nombre de sus unidades- en la bocamanga de sus uniformes. Dietrich, comandante del 6º Ejército Panzer de las SS, se niega y, en una reunión con los jefes de las divisiones les dice “este es el agradecimiento por cuanto hemos hecho en estos años”. El divorcio entre el Führer y sus antaño preciadas Waffen SS es total.

Después de esto, tanto el 6º Ejército Panzer como el 4º Cuerpo Panzer de las SS desaparecen como formaciones de combate con capacidad operativa real. A pesar de ello, las unidades que los formaban siguen tratando inútilmente de ofrecer alguna resistencia a los soviéticos. La Totenkop, por su parte, se verá en vuelta en las batallas alrededor de Viena, intentando defender a esta ciudad del Ejército Rojo.

La historia de la Totenkopf termina el 9 de mayo, día en que se rinde a los americanos en Austria. La idea de los hombres de esta división era la misma que la de muchos alemanes: evitar caer en manos de los rusos. No obstante, los Estados Unidos acabarían entregando a los supervivientes de la unidad a los soviéticos, comenzando para aquellos un cautiverio del que pocos escaparían con vida.

Las atrocidades de la Totenkopf

Hemos tratado hasta aquí el historial de combate, como tal sobresaliente, de la Totenkopf. No obstante, ningún análisis de esta unidad militar estaría completo sin una breve referencia, al menos, a los crímenes competidos por la misma durante su existencia. Dejando de lado los asesinatos cometidos en los campos de exterminio nazis -llevados a cabo por miembros de la Totenkopfverbände, que en muchos casos también servirían en la Totenkopf, pero que no pueden achacarse como tal a la división- y centrándonos en los crímenes ejecutados por la Tercera División de las SS como tal, es necesario hacer mención especial a las atrocidades perpetradas por esta unidad durante su estancia en la URSS. En las campañas occidentales, si bien su actuación en ningún caso pueda considerarse ejemplar desde el punto de vista ético (citemos los ejemplos de Le Paradis o el asesinato de los soldados coloniales franceses), podemos afirmar que fueron comportamientos, sino aislados, por lo menos no generalizados. Sin embargo, esta “moderación” desaparece por completo una vez que la división entra en acción en Rusia. Será en su combate contra la Unión Soviética cuando los hombres de Eicke den rienda suelta a todo el odio que atesoraban contra la, en palabras del propio Eicke, “masa infrahumana de judeobolcheviques”. Los partisanos, los soldados enemigos capturados, así como la población judía de las zonas ocupadas fueron las victimas de los asesinatos llevados a cabo por la división. Dado que en un pequeño artículo no es posible realizar una enumeración exhaustiva de los crímenes de la Totenkopf, en lugar de enumerar cifras -que posiblemente se quedarían cortas- citaremos un hecho que deja a las claras la funesta reputación que atesora esta unidad: de acuerdo al historiador Gordon Williamson, gran parte de las atrocidades cometidas por las Waffen SS en la Segunda Guerra Mundial fueron protagonizadas por unidades comandadas por hombres que en algún momento de la contienda sirvieron en la Totenkopf.
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A la nefasta reputación de la división de Eicke ayudó también la permeabilidad que existía entre la formación y otras secciones de infausta memoria como los Einsatzgruppen, encargados de la lucha antipartisana y de limpiar de “elementos indeseables” las zonas de retaguardia. En una ocasión, un batallón al completo de hombres de los Einsatzgruppen fue transferido a la Totenkopf para cubrir las bajas de la misma.

A modo de conclusión, teniendo en cuenta los orígenes de la Totenkopf, podemos decir que "de aquellos polvos vienen estos lodos". De una unidad que se alimentaba de asesinos procedentes de los campos de exterminio nazis lo extraño hubiese sido que su comportamiento fuese otro distinto. No obstante, eso no justifica en absoluto los crímenes de esta división. Además, la responsabilidad no puede limitarse a los autores materiales de las atrocidades. Los jerarcas nazis sabían la bestia que estaban criando y, no solo no le pusieron freno, sino que la alimentaron con dedicación digna de mejor causa, convirtiéndola en una unidad que destacó -como pocas- en el campo militar y que sobresalió -como ninguna- en el campo criminal. Al contrario que gran parte de las divisiones de la Wehrmacht, e incluso algunas de las Waffen SS, las cuales no pueden ser responsabilizadas en bloque (aunque sí algunos de sus miembros) de los crímenes del régimen al que servían; la Totenkopf no tiene disculpa posible y sus crímenes mancharan por siempre el historial del Ejército Alemán.
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Fuente principal: Las SS Instrumento de Terror de Hitler
Autor: Gordon Williamson
Editorial Libsa
Año 2006