domingo, 23 de agosto de 2009

Werwolf I


Lo primero, dar la bienvenida a Sila, quien está elaborando un blog sobre la Segunda Guerra Mundial:

muy recomendable.

Además, su nombre nos viene al pelo para dar una introducción adecuada a la siguiente serie de entradas. Sila fue un dictador romano del siglo I a.C perteneciente a lo que hoy llamaríamos el partido conservador. Accedió al gobierno tras una época convulsa caracterizada por revueltas sociales y fue el cabecilla de una “restauración aristocrática”. Llegó a disfrutar de un poder absoluto y, justo en la cima de su popularidad, cuando consideró que su obra estaba concluida, abandonó voluntariamente la política. Se cuenta que el día que anunció su retiro de la vida pública salió del Senado y se fue tranquilamente a su casa acompañado por sus amigos. En el camino, mientras la multitud observaba incrédula y en silencio, un ciudadano comenzó a insultar a voz en grito al ya ex-mandatario. En ese momento, los partidarios de Sila -que eran muchos- se volvieron con la intención de linchar al vocinglero. El increpado, sin prestar atención, indicó a sus amigos que dejaran a aquel en paz, al tiempo que decía:

“ese pobre imbécil no sabe lo que ha hecho. A partir de ahora, ningún dictador abandonará voluntariamente su puesto”

Y de un dictador que deja por su propio pie el sillón, pasamos a una dictadura que se resiste a desaparecer. Empecemos, como siempre, por el principio, que en este caso se sitúa un siglo después de la época de Sila.

El origen de las guerrillas alemanas

En el año 9 d.C, tres legiones romanas comandadas por Varo son derrotadas -en lo que hoy es el noroeste de Alemania- en una emboscada organizada por una coalición de guerreros germánicos dirigida por un líder de la tribu de los Queruscos conocido como Arminio. La batalla no es una de las más importantes de la antigüedad, pero su relevancia -y la de Arminio, rebautizado posteriormente como Hermann- será inflada por los autores alemanes a partir del siglo XVII, en el momento en que los estados germanos comienzan a adquirir importancia en el teatro europeo. La victoria de Arminio pasa a ser considerada como uno de los orígenes de la nación alemana y, entre finales del XVII y la Primera Guerra Mundial, se escribirán 76 operas en honor del caudillo querusco. Cuando en el XIX comienza el proceso de unificación alemana, la figura de Arminio cobra aún más relevancia y en 1841 se inicia la construcción de un monumento en su memoria. Este se situará en una zona conocida como “El Bosque de Teutoburgo”, en la localidad de Detmold, donde supuestamente tuvo lugar la derrota romana. La construcción, una estatua de cobre de 28 metros de altura, será finalizada en 1875, una vez que la unificación del Reich sea ya un hecho. Como dato curioso, hoy día los historiadores suelen afirmar que la batalla no tuvo lugar en la zona en la que se levanta la estatua sino varios kilómetros más al norte, en Osnabrück

La figura de Arminio despertó una gran atracción en numerosos escritores alemanes, quienes utilizaron el personaje para justificar las técnicas de guerra irregular que tuvieron que utilizar sus compatriotas con el fin de enfrentarse a los numerosos ejércitos extranjeros que atravesaban continuamente el mosaico de pequeños estados germánicos en que se dividía Centroeuropa. Estos escritos aparecerían ya en el siglo XVII, pero no alcanzarían relevancia hasta el XVIII y el XIX, cuando autores como Kleist hagan referencia a la victoria de Arminio y la encuadren en el marco más general de la defensa germana contra a la tiranía latina, frente a la que era lícito recurrir a técnicas guerrilleras. Kleist y otros escritores incluían en sus obras otras referencias históricas, por ejemplo mencionando elogiosamente a los Vehme, o tribunales germánicos medievales, que impartían la justicia popular cuando la autoridad de los gobernantes desaparecía en alguno de los frecuentes periodos convulsos que salpicaron la historia de los diferentes estados alemanes. El interés por estos temas aumenta en la época napoleónica, cuando la mayor parte de los territorios germánicos caen bajo el dominio del Gran Corso. En estos momentos, surgirán varios autores que recurrirán nuevamente a la figura de Arminio para sostener que, frente a la invasión francesa, los alemanes deben continuar luchando contra Napoleón incluso cuando las estructuras estatales y los ejércitos convencionales se desvanecen.

Una vez que la amenaza de los ejércitos franceses se desvanece, decrece el interés por este tipo de figuras históricas y, asimismo, desaparecen los grupos de guerrilleros alemanes. De hecho, el proceso de unificación del Reich iniciado con posterioridad a la época napoleónica se basó mucho más en factores prosaicos (una unión aduanera y el poderío del ejército prusiano) que en una lucha guerrillera protagonizada los pueblos germánicos frente a un enemigo exterior.

Los Freikorps

Desde la aparición del moderno estado alemán en 1871 hasta la terminación de la Primera Guerra Mundial en 1918, en la postura oficial de este país no asoma ningún tipo de apoyo a la formación de algo parecido a un movimiento guerrillero. Por el contrario, todo el protagonismo de las operaciones bélicas lo asumirá el poderoso ejército imperial. No será hasta el derrumbamiento del Segundo Reich cuando, tras la derrota germana en la Gran Guerra, comiencen a aparecer los primeros grupos guerrilleros alemanes modernos: los Freikorps.

Una de las imposiciones aliadas a Alemania tras la PGM consistía en que su ejército había de ser reducido en extremo. Debido a esa exigencia, el número de efectivos se limitó a solo 100.000 hombres, a los que se encargaban únicamente tareas defensivas y de mantenimiento del orden en el interior del territorio germano. Esto provocó el desencanto de millares de excombatientes que, forzosamente separados del servicio militar, se agruparon en torno a antiguos oficiales, también veteranos de la Gran Guerra, en grupos de voluntarios que tomaron el nombre de Freikorps. En la convulsa Alemania de posguerra, y ante la limitada capacidad del Reichswehr (las Fuerzas Armadas de la República de Weimar), estos Freikorps fueron utilizados para, en colaboración con el ejército regular, sofocar violentamente las revueltas de trabajadores de inspiración comunista del año 1919 y para acabar con un intento polaco de invasión de Silesia a finales de la decada.

El comportamiento de estas unidades era desmedidamente agresivo pero, debido a la debilidad del ejército regular, el gobierno alemán de la época, de signo socialista, se vio obligado a apoyarse en ellos -como fuerzas militares auxiliares- para hacer frente a los frecuentes levantamientos obreros. Esto fue un arma de doble filo ya que, si bien los Freikorps cumplían las tareas que se les encomendaban con notable efectividad, también es cierto que durante las mismas se excedían constantemente en el uso de la fuerza, acabando con la vida de un gran número de trabajadores. Como consecuencia de estas matanzas, el gobierno socialista no aumentó precisamente su número de adeptos entre el proletariado germano.

Por otra parte, el hecho de que los Freikorps colaboraran con el gobierno no significaba que le fuesen leales. Los Freikorps apoyaban a las tropas gubernamentales en aquellos aspectos que favorecían sus propios intereses, ya fuese la lucha contra los comunistas, ya fuese la defensa de las fronteras alemanas; pero en ningún caso llegaron a ser una organización integrada, ni siquiera ligeramente, en la estructura gubernamental de la República de Weimar.

En cuanto a la organización interna, los Freikorps seguían un esquema simple: los soldados se agrupaban en torno a los oficiales, a los que debían lealtad, pero no eran parte de una estructura superior que agrupase a los diferentes Freikorps, ya que esa estructura simplemente no existía. Los oficiales podían tener contactos con otros mandos, bien por que se conocieran desde la guerra, bien por cualesquiera otras circunstancias, y esos contactos podían fomentar la colaboración entre determinados Freikorps. Pero también era posible que en otros casos la cooperación entre diferentes Freikorps fuese reducida o nula. Se estima que llegó a haber unos doscientos Freikorps, pero la composición de los mismos no era homogénea. Algunos llegaron a alcanzar el tamaño de una brigada y otros apenas pasaron de unos centenares de hombres.

Las SA

En 1922 Hitler es nombrado jefe del NSDAP. En aquella época, las reuniones políticas frecuentemente degeneraban en enfrentamientos armados entre los miembros del partido nazi y miembros de las formaciones opositoras que acudían con la intención de sabotear dichos encuentros. Esto lleva a los mandos nazis a crear las Sturmabteilung (SA) las cuales, al mando de Röhm, nacieron con el objetivo de proteger a los lideres del NSDAP en las reuniones del partido. Las SA atraen a muchos elementos de los Freikorps, los cuales para esa época ya habían comenzado a perder importancia. El hecho de que muchos hombres de las SA procediesen de los Freikorps marcó sobremanera el carácter de esta organización. Los miembros de las diferentes secciones eran leales a su jefe de sección, pero no necesariamente leales a Hitler. De hecho, cuando Ehrhardt -uno de los lideres más conocidos de los Freikorps- rompe políticamente con Hitler dada la negativa de este a apoyar una declaración de guerra a Francia en 1923, varios miembros de las SA abandonarán la organización junto a él.

Los roces entre las SA y la cúpula del partido nazi serán constantes a lo largo de la historia de ambas organizaciones. Göring era el líder de iure de las SA, y su lealtad a Hitler era incuestionable; pero Röhm, el jefe de facto de esta organización, era mucho más critico con el máximo mandatario del NSDAP. Por ello, el político austriaco se decide a crear una guardia personal que le deba fidelidad única y exclusivamente a él, y no al NSDAP, a las SA o a cualquier otra organización o idea. Con este objetivo nacen las SS en 1925. Las SS mantuvieron una constante lucha con las SA a lo largo de una década; lucha que terminó con la derrota de estas últimas tras el asesinato de Röhm en 1934 durante la “noche de los cuchillos largos”. Desaparecía así, en el inicio mismo del Tercer Reich, cualquier rastro de un movimiento asimilable, aunque fuese minimamente, a una guerrilla autónoma con respecto a la estructura del estado y del ejército. La Wehrmacht y las Waffen SS asumirán todo el protagonismo militar a lo largo de la mayor parte de la vida del Tercer Reich. Pero la situación comenzará a cambiar en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial.

El nacimiento del término "Werwolf"

En 1914, el periodista y escritor alemán Hermann Löns publica su libro Wehrwolf en el que, de forma novelada, narra la historia de las guerrillas campesinas que habían defendido el territorio germano durante la guerra de los treinta años. La novela tuvo éxito en el periodo de entreguerras, llegando a alcanzar la cifra de medio millón de ejemplares vendidos en 1940 y convirtiendo la palabra Wehrwolf en un término conocido en la época. La utilidad de dicho término radicaba en el hecho de que evocaba unos sentimientos de resistencia patriótica frente al invasor; sentimientos que, dado el derrumbamiento de los ejércitos germanos en 1944 y la consiguiente aproximación de los aliados y los soviéticos al territorio alemán, los nazis estaban ansiosos por explotar. Es en este contexto cuando el agonizante Tercer Reich lanza una de sus últimas cartas al tablero de juego: la guerrilla Werwolf o, en español, Hombre Lobo.

Para terminar esta entrada, haremos una breve aclaración sobre el término que vamos a utilizar en los siguientes artículos para referirnos a está organización. Los diferentes autores suelen emplear varios, entre los que destacan:

Wehrwolf: es el término clásico utilizado por Löns. Hace hincapié en la defensa (Wehr)
Werewolf: término utilizado en gran parte de la bibliografía. Proviene del inglés y significa licántropo u hombre lobo.
Werwolf: en aleman, hombre lobo. Nombre oficial dado por el Tercer Reich a la organización.

Dado que este último fue el término utilizado por las autoridades nazis para bautizar a esta organización, será el que usemos de aquí en adelante.
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Me temo que, por falta de tiempo, no voy a poder actualizar el blog en las próximas dos o tres semanas. Intentaré sacar alguna entrada breve, pero los artículos largos como los últimos van a tener que esperar hasta septiembre.

Saludos a todos.

Blibiografía


Aquí se incluye el listado de todos los libros de los que se han tomado datos para la elaboración de esta bitácora.

Esta lista se actualizará con las obras que se empleen en los futuros artículos. Asimismo, citaré al final de cada entrada (o serie de entradas) los textos utilizados como fuente principal de la misma.

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Afrika Korps. Paul Carell. Inédita 2007
Atlas de la Segunda Guerra Mundial. David Jordan y Andrew Wiest. Libsa 2005
Berlin. La caida: 1945. Antony Beevor. Crítica 2005
División alemana Panzer 1939-1945. Jorge Rosado y Chris Bishop. Libsa 2008
El deber de un soldado. Konstantin Rokossovski. Inédita 2007
Enigmas y Misterios de la Segunda Guerra Mudial. Jesús Hernández. Nowtilus 2005
Europa bajo los escombros. Fernando Paz. Altera 2008
Europa en guerra 1939-1945. Norman Davies. Planeta 2008
Hitler sus generales. Helmut Heiber. Crítica 2005
I Guerra Mundial día a día. Ian Westwell. Libsa 2006
Infantería alemana en la II Guerra Mundial. Chris Bishop. Libsa 2009
Invasión 1944. Hans Speidel. Inédita 2009
La caida de los dioses. David Solar. La esfera de los libros 2005
La corte del Zar Rojo. Simon Sebag Montefiore. Crítica 2004
La guerra naval en el Atlántico. Luis de la Sierra. Juventud 1974
La guerra naval en el Mediterraneo. Luis de la Sierra. Juventud 1976
La muerte caía del cielo. Rolf-Dieter Müller. Destino 2004
Las SS: Instrumento de terror de Hitler. Gordon Williamson. Libsa 2006
Locos egregios. Juan Antonio Vallejo-Nagéra. Planeta de Agostini 1996
Los mitos del nacionalismo vasco. José Díaz Herrera. Planeta 2005
Los últimos nazis. Perry Bidiscombe. Inédita 2005
Panzer Commander. Hans von Luck. Tempus 2008
Recuerdos de un soldado. Heinz Guderian. Inedita 2007
Rommel. El zorro del desierto. David Fraser. La esfera de los libros 2004
Stalingrado. Antony Beevor. Crítica. 2005
Tierra Calcinada. Paul Carell. Inédita 2007
Victorias frustradas. Erich von Manstein. Inédita 2007

domingo, 16 de agosto de 2009

La División Panzer VIII


Lo primero, dar la bienvenida a ? y a Carlos, los nuevos seguidores de la bitácora, así como las gracias a los que llevan aquí desde el principio. Lo segundo, vamos a terminar hoy con el análisis de las tropas acorazadas germanas antes de pasar en los próximos artículos a terrenos menos trillados de la SGM.

La situación a principios de 1945

La fracasada ofensiva germana en las Ardenas suele ser considerada como el último gran ataque el Tercer Reich en la guerra, lo que dista mucho de ser cierto. Los alemanes nunca volverían a lanzar un ataque de tal magnitud en el oeste, donde los aliados tardaron mes y medio en recuperar el terreno perdido tras al inicio del avance germano en diciembre, pero en el este la situación era harina de otro costal. A mediados de enero de 1945, los soviéticos lanzan su penúltimo gran ataque, dirigido está vez contra el propio territorio alemán. Una gran masa de blindados -algunos historiadores apuntan la cifra de 8000 tanques- acompañados por unos tres millones de hombres, arrollan por completo las líneas de la Wehrmacht en el Vístula. Las vanguardias de Zhukov llegan al Oder el último día de Enero. Es decir, en menos de tres semanas, el Ejército Rojo había avanzado aproximadamente desde un extremo a otro de la actual Polonia. En la zona sur del frente, tras semanas de intensos combates, los rusos concluyen la toma de Budapest el 13 de febrero. Solo en el norte, a lo largo de las costas del Báltico, los alemanes consiguen detener provisionalmente el avance del Ejército Rojo. En el resto del frente, la Wehrmacht literalmente se desmorona. En este contexto, los germanos reúnen sus últimas fuerzas acorazadas y se lanzan nuevamente al ataque contra los rusos, no en una sino en dos ocasiones. Ambas ofensivas son poco conocidas ya que en ningún caso estuvieron cerca de cambiar la situación crítica en la que se encontraban sumidas las tropas del Tercer Reich. A pesar de ello no deben pasarse por alto ya que, en términos numéricos, fueron similares al ataque sobre las Ardenas.

Stargard: “Operación Solsticio”

El primero de los ataques se realizó por indicación de Guderian quién, tras la debacle de 1944, había sido puesto al frente del OKH (Alto Mando del Ejército de Tierra). La ofensiva tiene lugar el 16 de febrero en las cercanías de la localidad de Stargard y se denominó Operación Solsticio. En ella emplearon los alemanes alrededor de 1200 carros de combate. El objetivo de la maniobra era mantener abierto el contacto con las fuerzas germanas que aún resistían a los rusos en Pomerania lo que, al menos durante un tiempo, se consiguió. Los carros de combate alemanes que participaron en la ofensiva se repartían entre las divisiones, o más bien los restos de ellas, acorazadas y de panzergranaderos de la Wehrmacht y de las SS que aún estaban en condiciones de combatir. Entre ellas podemos citar las Divisiones Panzer 4ª y 7ª, la 10 División de las SS “Frundsberg” y las divisiones de panzergranaderos de las SS 4ª “Polizei”, 11ª “Nordland” y 23ª “Nederland”. El caos en el que se encontraban sumidas las formaciones germanas en 1945 hace que la estructura y composición de las unidades que todavía contaban con elementos acorazados en esta época sean difíciles de estudiar. No obstante, la cifra de 1200 blindados es la que da el historiador británico Anthony Beevor, por lo que el prestigio de la fuente me hace considerar dicha cifra como adecuada. Asimismo, citaremos la conclusión a la que este historiador llega:

“Lo único positivo que puede decirse de la ofensiva es que sirvió para ganar tiempo. El Kremlin se convenció de la imposibilidad de llevar a cabo un rápido ataque a Berlín hasta que se asegurase el control del litoral Pomerano”

Hungría: la operación “Renacimiento Primaveral”

Tras la caída de Budapest, el Ejército Alemán pierde los últimos yacimientos petrolíferos que todavía se encontraban bajo su control: los pozos húngaros situados en los alrededores del Lago Balatón. Hitler decide quemar sus últimas naves y lanzar a las mejores tropas de las SS a una ofensiva en Hungría, con el objeto de hacer retroceder a los rusos y recuperar los pozos petrolíferos. El VI Ejército Panzer de las SS, tras su mala actuación en las Ardenas, es trasladado a la zona y posicionado a lo largo de la línea del frente. Ochocientos carros de combate de las divisiones Leibstandarte, Das Reich, Hitlerjugend y Hohenstaufen se lanzan al ataque el día 6 de marzo y logran avanzar en algunas zonas unos 40 km. Otras divisiones de las SS (la Wiking y la Totenkopf) que ya se hallaban en el área participaron también en operaciones auxiliares y de apoyo. No obstante, a pesar de los esfuerzos germanos, los soviéticos se reagrupan con rapidez y, una vez superado el golpe inicial, pasarán nuevamente a la ofensiva tan solo diez días después.

Estos dos ataques señalan el fin de la capacidad ofensiva germana. Desde ese momento, la Wehrmacht no será capaz de montar ningún contragolpe digno de tal nombre. En la última semana de marzo la situación se torna definitivamente insostenible. En el oeste, los aliados inician el cruce del Rin y, una vez superados los primeros obstáculos, avanzan hacia el interior de Alemania sin encontrar oposición ya que las tropas germanas, en su mayor parte, se rinden en masa. En el Ostfront, aún cuando la situación es más desesperada, la Wehrmacht ofrece una resistencia tenaz ante los soviéticos. Los alemanes son conscientes de que las atrocidades cometidas por el régimen nazi en el este son incomparablemente superiores a las que tuvieron lugar en el oeste y que, por ello, las represalias rusas serán mucho más temibles que las de los angloamericanos. En esta situación, las rendiciones son menos frecuentes y, cuando se producen, suelen tener lugar tras cruentos combates. Varios centenares de carros germanos -los últimos restos de la Panzerwaffe- dispersados entre las tropas de diferentes armas, seguirán apoyando la caótica resistencia que los soldados alemanes ofrecieron a a las victoriosas tropas del Ejército Rojo hasta el final. A pesar de ello, Viena, Berlin y Praga caerán entre abril y mayo, marcando así el final del Tercer Reich.

Conclusión

Llegamos aquí al final de esta serie de artículos en los que he expuesto mi visión particular sobre las divisiones acorazadas germanas. Volvamos ahora sobre las preguntas que nos hacíamos al inicio. La referente al número ya ha sido aclarada: fueron apenas una treintena las divisiones de este tipo. Esta cifra se eleva a unas cuarenta si consideramos también a las divisiones panzer de las SS. Sea cual sea el cálculo, llegamos a la conclusión de que nunca representaron más del 20% del total de las divisiones de las fuerzas armadas del Reich. Las otras dos preguntas que formulábamos al principio son algo más complicadas y, a pesar de que confió en haber esbozado una contestación a lo largo de estas páginas, sus respuestas quedan a juicio de cada uno. ¿Qué eran las divisiones Panzer? Podemos concluir que fueron una de las herramientas bélicas mejor concebidas de su tiempo. La raíz del éxito de las mismas esta precisamente en su concepción, no en los panzer en sí. Los alemanes, partiendo de los estudios de Guderian, desarrollaron una teoría del empleo del arma acorazada, caracterizada por la concentración y el empleo en masa de los carros, que estaba muy por delante de la de sus enemigos. Utilizaban las divisiones acorazadas como puntas de lanza, como núcleo esencial de su Blitzkrieg, y subordinaban el resto de unidades a las mismas. ¿Eran realmente tan superiores? La concepción de las divisiones panzer como núcleo esencial de una doctrina bélica exitosa, la guerra relámpago, era lo que las hacia superiores a las unidades acorazadas de sus enemigos, y no el hecho de que sus carros fueran mejores que los tanques británicos, franceses, americanos o soviéticos.

Los polacos no tenían una arma acorazada verdaderamente desarrollada como tal en 1939, pero los aliados occidentales sí que disponían de la misma en 1940. De hecho, cuando los alemanes lanzaron su ofensiva general en ese año, los francobritánicos disponían de más soldados y más carros de combate -e incluso de mejor calidad en algunos casos- que los germanos, pero no les sirvieron de nada. Dispersaron su fuerza acorazada entre sus divisiones de infantería, impidiendo de este modo que sus tanques operasen con efectividad. De igual modo, los soviéticos dispersaron sus miles de carros a lo largo de todo el frente en 1941, lo que facilitó la profunda penetración alemana que llegó a los arrabales de Moscú. En África, Rommel, mediante el empleo audaz de un puñado de fuerzas blindadas cronicamente mal abastecidas, tuvo en jaque a fuerzas británicas numéricamente superiores durante más de un año. En definitiva, la Panzerwaffe estuvo, con algunas excepciones como la conquista de Noruega, a la cabeza todas las extraordinarias victorias del Reich durante el periodo 1939-41. No obstante, tras estrellarse ante Moscú, su suerte empieza a caer en picado. ¿Por qué?

La Blitzkrieg era una manera de hacer la guerra que estaba condicionada en gran medida por la situación geográfica y económica de Alemania. Este país, a diferencia de Gran Bretaña o Francia, quienes tenían a su disposición el respaldo de sus grandes imperios coloniales, o de la URSS, la cual disponía en sus extensos territorios de unas materias primas casi infinitas, no poseía más recursos que los que existían en su relativamente poco extenso suelo patrio. Su industria era poderosa, pero dependía de los suministros de materiales que llegaban del exterior. Los estrategas germanos conocían que ese suministro llegaría a su fin una vez que estallase la guerra debido a que su país se encontraría prácticamente rodeado por potenciales enemigos – Francia, Checoslovaquia y Polonia - y a que el Reino Unido, gracias a su dominio del mar, impondría un estricto bloqueo naval al Reich. Por ello, cualquier campaña bélica iniciada por los alemanes habría de ser concluida con rapidez. Se debía impedir que el conflicto se perpetuase provocando que, una vez que los aliados hiciesen uso de todos sus recursos, Alemania cayese victima del agotamiento por falta precisamente de los mismos.

Una vez que los germanos no tumbaron a los soviéticos ni en 1941 ni en 1942, se vio que la Alemania nazi no podía poner fin al conflicto con una rápida victoria. Se atribuye a Napoleón el dicho “no se debe pelear muy a menudo con un mismo enemigo o, de lo contrario, le acabaras enseñando todo lo que sabes del arte de la guerra”. Algo parecido fue lo que sucedió a la Wehrmacht, en general, y a la Panzerwaffe, en particular. Los rusos sufrieron amargas derrotas a manos de los germanos en los primeros meses del conflicto pero, a partir de finales de 1942, una vez que le tomaron la medida a la maquinaria de guerra nazi, se dispusieron a darle la vuelta a la tortilla. Sus superiores reservas humanas y materiales son puestas a disposición del esfuerzo de guerra, lo que se traduce en un incremento extraordinario de su producción bélica. Al mismo tiempo que el Reich comenzaba a tener dificultades para reponer los blindados destruidos en el campo de batalla, la industria soviética empieza a entregar a su ejército más tanques de los que pierde en combate. Estos carros salen continuamente de las fábricas de la URSS para ser encuadrados en grandes formaciones de tanques que, al modo alemán, se empiezan a utilizar en magnas batallas buscando el derrumbamiento del frente enemigo. Kursk en 1943, Bielorrusia en 1944 o Polonia en 1945 serán el escenario de las grandes ofensivas soviéticas en las que el Ejército Rojo hará gala de la pericia adquirida en el manejo de estas formaciones.

En el otro extremo del globo, los aliados no desarrollaron una teoría propia del empleo a gran escala de las fuerzas acorazadas, y tampoco aprendieron el arte del oficio de sus enemigos germanos tal y como hicieron los soviéticos. Por contra, desde finales de 1942 utilizaron su extraordinaria potencia aérea para desarbolar las formaciones de carros que los alemanes empleaban, evitando en lo posible el choque directo entre sus unidades acorazadas y las del enemigo. Dado que la Luftwaffe fue paulatinamente barrida de los cielos por la RAF y la USAAF, no hubo necesidad de modificar este planteamiento en las operaciones que los angloamericanos emprendieron contra el Tercer Reich hasta el final de la guerra.

En definitiva, las divisiones acorazadas fueron una herramienta esencial de la Blitzkrieg en el periodo que va desde 1939 hasta 1941. Esto no se debió a que sus carros fueran mejores ni a que fueran muchos, sino a que eran utilizados de la manera adecuada en un contexto adecuado. Por contra, una vez que los ejércitos alemanes son detenidos en 1942, la Blitkrieg toca a su fin y, con con el fin de la guerra relámpago, desapareció el escenario adecuado para el empleo de las divisiones panzer. Si a la desaparición de la situación propicia para el empleo de estas formaciones unimos el hecho antes mencionado de que los soviéticos y los aliados desarrollaron paulatinamente técnicas para enfrentarse a las tropas acorazadas, tendremos las dos causas esenciales de la merma en la efectividad de las mismas a partir de 1943.

Y, aparte de reiterar mi agradecimiento a todos los que han aguantado pacientemente hasta aquí, nada más por ahora. En los próximos días publicaré la bibliografía utilizada para la elaboración de esta serie de artículos y de todo el blog. Con ella salvaguardaremos los derechos de autor, y servirá como guía para quien desee acceder a más información.

domingo, 9 de agosto de 2009

La División Panzer VII


El Frente del Este en el verano de 1944

En el mismo momento en que la Wehrmacht se batía el cobre con los aliados en los campos de batalla de Normandía, el destino de la Alemania nazi iba a quedar sellado miles de kilómetros más al este, en las llanuras bielorrusas. Allí, el Ejército Rojo se disponía a lanzar la ofensiva más importante de la guerra: la Operación Bagratión, haciéndola coincidir con el tercer aniversario de Barbarroja. En ella, los soviéticos iban a aniquilar al Grupo de Ejércitos Centro alemán, desmontando por completo el sistema defensivo germano en el Este. Los enfrentamientos que tuvieron lugar a consecuencia de esta ofensiva fueron mucho más violentos que los que acontecieron en Normandía, pero suelen ser menos conocidos. Los alemanes desplegaban en el Este muchos más efectivos -como mínimo, el doble- que los que desplegaban en Normandía. A pesar de ello, mientras que en Normandía las tropas germanas consiguieron contener durante dos meses a los aliados, en la Operación Bagratión los rusos arrollaron desde el primer momento a las fuerzas del Tercer Reich, llevando a la máquina de guerra de Hitler a lo que parecía ser un punto de no retorno.

Entre las fuerzas panzer de la Wehrmacht que intentaban reducir el alcance del desastre en el Este se encontraban la 1ªDivision Acorazada, la 3ª, la 4ª, la 5ª, la 6ª, la 7ª, la 8ª, la 12ª, la 13ª, la 14ª, la 16ª, la 17ª, la 19ª, la 20ª, la 23ª, la 24ª, la 25ª.

Además, se encontraban en el Este varias unidades acorazadas de las SS entre las que se destacaban la 3ª División SS “Totenkopf” y 5ª División SS “Wiking”.

A primera vista se observa que, si bien es cierto que el porcentaje de fuerzas alemanas en el Oeste era reducido en comparación con las que había en el Este, en el caso particular de las fuerzas acorazadas los porcentajes se aproximaban.

En cuanto al panorama general, a finales de verano la situación era extraordinariamente buena para los aliados y los soviéticos, al tiempo que aparentaba ser desoladora para los germanos. En los campos de batalla del oeste la Wehrmacht perdió en el verano de 1944 alrededor de 400.000 hombres. En el Este perdió el doble. En cuanto a los carros de combate, ya hemos visto en la entrada anterior cual era el estado de las divisiones acorazadas germanas al concluir la campaña de Normandía. En el Este resulta más difícil calcular las perdidas, pero es factible que no fueran menos de 3.000 los tanques germanos destruidos por los el Ejército Rojo en su avance. Tanto los soviéticos como los aliados asumían que los alemanes habían llegado al colapso. Las bajas sufridas en el verano de 1944 venían a sumarse a los millones de alemanes caídos desde el inicio de la guerra, en su inmensa mayoría en el este. Las fuerzas blindadas habían sufrido un castigo inmisericorde a manos de los carros rusos y de la aviación angloamericana. La población civil germana se hallaba sometida a constantes bombardeos aliados en los que las victimas se contaban por millares. En definitiva, parecía evidente que la resistencia del Reich no podía prolongarse mucho. Citemos el análisis que el historiador Norman Davies hace de la situación existente en agosto de 1944:

“Desde febrero de 1943 en Stalingrado, el frente central había ido avanzando a saltos. El ritmo medio del avance era de 5,3 kilómetros al día. A ese ritmo, con 592 kilómetros por delante y contando con que el frente alemán no sufriera ningún hundimiento, Rokossovski llegaría a Berlín el 11 de diciembre”.

La situación general en el otoño de 1944

A pesar de las apariencias, la maquinaria germana todavía no había dicho su última palabra. Las cifras de producción seguían incrementándose gracias a los programas de Speer y las últimas levas consiguieron reclutar varios centenares de miles de nuevos soldados que, si bien carecían de la experiencia de los veteranos de la Wehrmacht, en ocasiones consiguieron tapar los huecos existentes en el frente alemán. Del lado contrario, los grandes avances soviéticos y aliados habían alargado demasiado las lineas de suministro de sus ejércitos, lo que los dejaba expuestos a posibles contraataques.

Como consecuencia de los factores mencionados, finalmente en agosto los germanos -apoyados por fuertes formaciones blindadas entre las que se encontraban la división Hermann Göring, las divisiones de las SS Totenkopf y Wiking y la división de panzergranaderos Grossdeutschland- consiguen detener a los soviéticos en el Vístula. En septiembre, las fuerzas alemanas consiguen asimismo estabilizar el frente occidental. La Wehrmacht logra frenar a los aliados aproximadamente en la frontera franco-alemana y, a pesar de perder Bélgica, consigue mantener en su poder la mayor parte de los Países Bajos. Los angloamericanos lanzaran una operación aerotransportada en septiembre para intentar tomar por sorpresa a los alemanes en Arnhem, en la zona norte del frente, pero los germanos pararan en seco este intento por reanudar la ofensiva.

A consecuencia de estos éxitos germanos, los frentes van a atravesar una relativa estabilidad en el otoño de 1944, y la Wehrmacht conseguirá mantener a sus enemigos fuera del territorio del Reich. Los soviéticos modificaran su línea de avance y, en lugar de lanzarse hacia Prusia Oriental, dirigen sus tropas contra los aliados de los alemanes en el sureste europeo, tomando Rumanía y Bulgaria. Por su parte, los angloamericanos efectuaron un alto en sus actividades para darse la oportunidad de reorganizar sus tropas. Este periodo será aprovechado por los germanos para reunir lo que aún les quedaba de capacidad ofensiva y lanzarse nuevamente al ataque.

Volvamos momentáneamente a 1943. En aquel momento Guderian había indicado que era preferible reservar y reforzar las formaciones blindadas en ese año con vistas a poder realizar operaciones de gran estilo en 1944. A pesar de esta recomendación, el Führer se lanzó a la ofensiva en Kursk, imposibilitando de este modo una reorganización efectiva de las fuerzas panzer en 1943. A esto hay que añadir el hecho de que, a diferencia de lo aconsejado por Guderian, las unidades acorazadas siguieron empleándose constantemente en el frente, por lo que nunca se pudieron formar grandes reservas de estas tropas. En descargo de Hitler y del estado mayor germano hay que decir que, ya en 1943, la situación era tan crítica que hubiese sido difícil retirar las tropas acorazadas del frente para formar reservas operativas en la retaguardia sin provocar automáticamente crisis en los sectores de los que se retiraran estas formaciones.

Con todo, se intentó nuevamente llevar a cabo una reorganización de las tropas panzer tras las derrotas del verano de 1944 con el fin de dotar a estas nuevamente de capacidad de ataque. Las divisiones acorazadas pasaron a estar compuestas por 4 regimientos: un regimiento acorazado, dos regimientos de panzergranaderos y un regimiento de artillería. La modificación sustancial radicaba en el hecho de que el regimiento acorazado estaba compuesto por dos batallones, uno de los cuales pasaba a estar íntegramente formado por carros Panther, mientras que el otro estaba equipado con las últimas versiones del Panzer IV. Es necesario mencionar que los Panther, a estas alturas de la contienda, habían pulido los fallos que padecíeron durante los primeros compases de su vida y se habían transformado en uno de los mejores carros de combate de la guerra, superiores tanto a los T-34 soviéticos como a cualquier blindado que los aliados pudiesen poner en el campo de batalla en ese momento. Cada batallon tenía nominalmente entre 76 y 94 tanques, si bien esa cifra no se solía alcanzar en la realidad. Se reforzaba asimismo la defensa antiaérea de las divisiones panzer, dotándolas de piezas blindadas armadas con cañones antiaéreos montados sobre chasis de carros de combate. Por último, se mejoraban las posibilidades de defensa antitanque de las divisiones acorazadas, ya que se dotaba a los panzergranaderos de las mismas de dos compañías de cazacarros (Panzerjäger) formadas por 14 vehículos de este tipo montados sobre chasis de Panzer IV.

Esta reorganización no alcanzó por igual a todas las divisiones acorazadas pero, junto al hecho de que seguían saliendo de las cadenas de montaje de Speer miles de carros de combate para reponer, en la medida de lo posible, las dramáticas pérdidas experimentadas por los ejércitos alemanes, proporcionó a la tambaleante Wehrmacht la oportunidad de lanzarse nuevamente a la ofensiva.

La Contraofensiva de las Ardenas

Se ha dado en criticar mucho este movimiento estratégico de Hitler. En ocasiones leemos que no debería haber pasado a la ofensiva teniendo en cuenta el precario estado de sus fuerzas armadas, y generalmente también se afirma que debería haber prestado más atención al Ostfront, en lugar de lanzarse a una aventura occidente. Ambas afirmaciones son ciertas, pero asimismo matizables y, en la actualidad, muchos historiadores también destacan los puntos fuertes de esta decisión:

-Tras las derrotas del verano de 1944, era necesario dar un golpe sobre la mesa y demostrar que Alemania no había perdido la guerra, insuflando de este modo algo de moral a sus alicaídas tropas.
-Las tropas aliadas, dispersas a lo largo del frente situado en la frontera francoalemana, se encontraban mal abastecidas debido los grandes avances que habían efectuado por todo el territorio francés.
-El Ejército Rojo gozaba de una superioridad tal que las tropas acumuladas para la Ofensiva de las Ardenas apenas se hubiesen hecho notar en el frente del Este, ya que no hubiesen alterado el equilibrio -más bien desequilibrio- de fuerzas, que en aquellos momentos ya estaba drástica e irremisiblemente inclinado a favor de los soviéticos.
-Las tropas concentradas para la Ofensiva de las Ardenas, en caso de haberse dispersado a lo largo del frente occidental, hubiesen sido previsiblemente arrolladas en cuanto los aliados hubiesen estado en disposición de lanzarse ellos mismos a la ofensiva.
-El mal tiempo previsto para la segunda mitad de diciembre de 1944 impediría que los angloamericanos utilizasen su extraordinaria potencia aérea para dificultar las operaciones germanas.
-Finalmente, el que fue considerado objetivo principal de la Contraofensiva de las Ardenas, la ciudad de Amberes, se hallaba a unos 200 km de las líneas alemanas. Alcanzar esta localidad hubiese supuesto un éxito estratégico de extraordinaria importancia dado que los germanos habrían conseguido privar a los aliados de un puerto vital y habrían copado un gran número de divisiones aliadas. En el este, un avance de 200 km apenas hubiese bastado para conquistar alguna ciudad soviética de mediana importancia, ciudad que hubiese podido ser reconquistada por el Ejército Rojo en pocas semanas.

Los factores indicados fueron los que impulsaron a los alemanes a lanzarse a la ofensiva en el frente occidental, para la que se emplearon las siguientes fuerzas acorazadas:

-la 2ª División Acorazada, la 9ª, la 116ª y la Lehr, agrupadas en el V Ejército Panzer al mando de von Manteuffel
-la 1ª División Acorazada de las SS “Leibstandarte”, la 2ª “Das Reich”, la 9ª “Frundsberg”, la 10ª “Hohenstaufen” y la 12ª “Hitlerjugend”, englobadas en el VI Ejército Panzer de las SS al mando de Josef Dietrich.

En estos ejércitos acorazados se incluían varias divisiones de infantería, y a las tropas destinadas a la ofensiva se les unió el VII Ejército comandado por Brandenberger, formado únicamente por divisiones de este arma.
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Ya hemos indicado con anterioridad como las fuerzas de tierra alemanas eran (y en el periodo final de la guerra seguían siendo) un ejército principalmente de infantería. En el invierno de 1944-45, de los aproximadamente tres centenares de divisiones que los alemanes desplegaban en Europa, dos centenares eran de infantería y solo 35 eran acorazadas. A estas habría que añadir 18 divisiones de panzergranaderos. El resto eran formaciones de diferentes tipos: montaña, caballería, etc. En cuanto al reparto de divisiones por cada frente, unas 150 se encontraban en el este, unas 80 se localizaban en el oeste, una treintena en Italia, y el resto se hallaban en los distintos teatros de operaciones en los que aún combatían los ejércitos germanos: Noruega, el norte de los Balcanes...

En definitiva, el reparto de fuerzas global era similar al existente en los años anteriores. Sin embargo, a pesar de ser cierto que las variaciones cuantitativas no eran excesivas, también hay que tener en cuenta que las variaciones cualitativas no pueden menospreciarse. Ya hemos visto como las tropas acorazadas pasaron por una reorganización tras el verano de 1944. Lo que no hemos mencionado todavía es la reestructuración que atravesó asimismo la infantería. Este arma, debido a las grandes pérdidas sufridas en las derrotas del verano de 1944, las cuales conllevaron una acuciante escasez de efectivos, tuvo que adoptar una estructura que le permitiese ahorrar hombres. La reorganización tuvo como consecuencia la creación de las divisiones de Volksgrenadier (que no han de confundirse con la milicia Volkssturm) cuyas características principales eran las siguientes:

-Estaban formadas por 6 batallones de infantería en lugar de 9, con la consiguiente disminución de sus efectivos.
-Se sustituía en gran parte el fuego de fusil por el de subfusil, en un intento por dotar a la infantería de mayor capacidad defensiva.

Parte de las divisiones de infantería fue transformada en divisiones de Volksgrenadiers. Estas cumplieron con su papel de manera bastante adecuada en las batallas defensivas a las que tuvo que hacer frente Alemania en los últimos meses de la guerra, pero no estaban preparadas para llevar a cabo operaciones ofensivas de gran calado y, por ello, sufrieron fuertes bajas en las operaciones de este tipo -como la llevada a cabo en las Ardenas- en las que tuvieron que participar.

Y ya tratando específicamente de las divisiones panzer empleadas en las Ardenas, hemos de decir que eran formaciones considerablemente potentes, pero que no solían alcanzar los 150 o 200 blindados que sobre el papel deberían haber tenido de acuerdo a la última reorganización. Lo que sí se logró fue que el Panther pasase a ser la columna vertebral de estas unidades, compensando de este modo la falta de carros de combate en cada división con una mejor calidad de los mismos. Por lo general las divisiones acorazadas constaban de un centenar de blindados, de los que la mitad eran del tipo Panther y el resto eran Panzer IV y cañones de asalto StuG III. También solían tener en sus filas una puñado de cazacarros Jagdpanzer IV.

Por último, en lo que respecta al desarrollo de la batalla, los tres ejércitos alemanes se distribuyeron a lo largo de la frontera germano-belga y germano-luxemburguesa. El VI Ejército Panzer de las SS en el norte, el V Ejército Panzer en el centro, y el VII Ejército en el Sur. Entre los dos primeros sumaban aproximadamente un millar de blindados. El último no tenía fuerzas acorazadas. El ataque comenzó el 16 de diciembre y pilló por sorpresa a los americanos, quienes no consideraban posible que los vapuleados alemanes se lanzasen a la ofensiva. Durante los primeros días los avances se desarrollaron con éxito, pero con demasiada lentitud. El clima era malo, lo que impidió que las fuerzas aéreas aliadas apoyasen adecuadamente a sus tropas de tierra, pero el tiempo corría en contra de los germanos, ya que las malas condiciones climatológicas no iban durar siempre. Por otro lado, las formaciones acorazadas germanas tenían que hacer frente a otra dificultad: su critica falta de combustible; que les obligaba, cual ejército medieval, a alimentarse sobre el terreno capturando las reservas de gasolina que dejaban atrás los estadounidenses en su huida. A estas dificultades hay que añadir el hecho de que la calidad de las divisiones germanas era considerablemente inferior a la que tenían en los primeros años de la guerra. La capacidad bélica del soldado medio alemán seguía siendo por lo general superior a la de cualquiera de sus enemigos, pero esa superioridad ya no era tan apabullante como la que existía en los primeros años del conflicto. La sangría que la guerra estaba suponiendo para el Reich hacía tiempo que estaba pasando factura a sus unidades en forma de una merma en su calidad. Por contra, los americanos habían mejorado mucho desde la desastrosa experiencia de Kasserine, siendo capaces de presentar resistencia a las divisiones acorazadas alemanas en circunstancias que, menos de un par de años antes, la habrían hecho imposible.

Como consecuencia de lo anterior, la ofensiva alemana se paralizó en una semana, en cuanto el tiempo mejoró y los aliados se sobrepusieron de la sorpresa y trasladaron fuerzas de otros frentes que anularon la superioridad local que había logrado la Wehrmacht. En ese momento, la batalla degeneró en un enfrentamiento de desgaste en el que los germanos no tenían nada que ganar, pero en el que siguieron empeñados de acuerdo a las ordenes de Hitler y del OKW. Las pérdidas germanas se estiman en torno a los 800 blindados, aunque también hay investigadores que reducen esta cifra. La perspectiva anglocentrica predominante en los historiadores suele presentar la operación como la última gran maniobra alemana de envergadura y la derrota posterior como un golpe decisivo. Ambas conclusiones hay que estudiarlas cuidadosamente antes de aceptarlas sin más ya que, si bien la derrota fue un duro golpe para los germanos, no es cierto que la Ofensiva de las Ardenas fuese la última operación de importancia de la Wehrmacht. Por el contrario, la agonizante Alemania nazi todavía tendría tiempo para volverse contra la marea soviética que, en pocas semanas, se iba a tragar la totalidad de las provincias orientales del Tercer Reich.

domingo, 2 de agosto de 2009

La División Panzer VI


Panorama general tras la Batalla de Kursk.

Durante el verano de 1943, las fuerzas armadas alemanas pasan a la defensiva en todos los frentes. Sus ejércitos se tambalean tanto en el este, donde la Unión Soviética consigue hacer retroceder a toda el ala sur germana y tomar Kiev en noviembre de 1943; como en el mediterráneo, donde las tropas angloamericanas toman Sicilia en agosto y desembarcan en la península italiana en septiembre. El papel de las fuerzas acorazadas en estos hechos fue reducido. Mermadas tras la batalla de Kursk, las divisiones panzer alemanas fueron dispersadas por los diferentes teatros de operaciones con el objeto de reforzar las debilitadas defensas de la Wehrmacht.

Divisiones Panzer en Italia.

Italia vino a ocupar el lugar del teatro norteafricano en las prioridades del Reich. No fue el centro de su atención, pero desvió a la zona considerables fuerzas que contuvieron a los angloamericanos en una serie de combates defensivos a lo largo de todo el país transalpino. Varias unidades acorazadas fueron desplegadas en aquella área. Destacan las siguientes:

-La 16ª, destruida en Stalingrado y reconstituida en 1943. Contaba con 92 Panzer IV y 40 cañones de asalto, además de con varios carros de mando y 7 tanques lanzallamas
-La 24ª, destruida en Stalingrado y reconstituida en 1943, contaba con 49 Panzer IV, 42 cañones de asalto, varios carros de mando y 14 tanques lanzallamas
-La 26ª, considerablemente más débil que las anteriores, ya que gran parte de sus carros fueron trasladados al frente del Este. Estaba formada por 16 Panzer III, 53 Panzer IV, varios carros de mando y 14 tanques lanzallamas

Vemos como, a finales de 1943, el Panzer III prácticamente había desaparecido de las divisiones acorazadas germanas y el Panzer IV pasaba a ocupar el papel de espina dorsal de estas unidades. Podemos comprobar también como las formaciones acorazadas seguían teniendo de media poco más de un centenar de blindados. Además, se observa como los cañones de asalto aparecen en gran número y comienzan a ocupar un lugar antes reservado a los tanques. Estos cañones eran piezas de asalto montadas sobre los chasis de los diferentes modelos de Panzer utilizados por la Wehrmacht. El más conocido de todos, el StuG III, estaba montado sobre el chasis de un Panzer III. Estos vehículos estaban dotados de cañones de gran calibre (por lo general 75 mm o superior) y ofrecían a las divisiones panzer una potencia de fuego que ya no podían proporcionar los modelos de carros de combate anteriores al Panzer IV. Los StuG fueron ampliamente utilizados por los alemanes, sobre todo en la segunda mitad del conflicto. Eran menos versátiles que los carros de combate, ya que no estaban dotados de torreta giratoria; pero su producción era más rápida y barata que la de los tanques, dado que hacían gala de una menor complejidad mecánica. En general, eran ingenios mejor preparado para labores defensivas que para operaciones ofensivas.

Además de las divisiones panzer de la Wehrmacht antes indicadas, se desplegaron en el frente transalpino las divisiones de panzergranaderos de las SS Leibstandarte Adolf Hitler (1ª) y Reichsführer. (16ª). No estaban bien equipadas, ya que la Reichsführer todavía atravesaba su periodo de formación y la Leibstandarte había dejado la mayor parte de sus blindados en el Frente del Este. Por ello, no jugaron un papel destacado en la campaña italiana, pero si se ganaron -o, mejor dicho, consolidaron- una lamentable reputación por su crueldad en la lucha antipartisana y por las atrocidades cometidas contra la población civil.

Las divisiones panzer de la Wehrmacht colaboraron con el resto de unidades del ejército, frenando el avance aliado por la península italiana hasta extremos desesperanzadores. Como resultado de la tenaz defensa germana, cuando los rusos entraron en Berlín, los angloamericanos no habían podido todavía romper las ultimas posiciones germanas en el norte de Italia.

La segunda mitad de 1943 en la URSS.

Tras el fracaso de Kursk, las unidades blindadas alemanas -en su mayor parte- permanecieron en el este, repartidas entre el resto de las divisiones del Heer e intentando infructuosamente frenar el arrollador avance soviético. En ocasiones las formaciones de carros obtuvieron éxitos puntuales, pero no fueron más que pequeños oasis en la abrumadora marea roja que no había hecho más que comenzar.

El Frente Ruso continuó siendo la principal preocupación de la Wehrmacht y el campo de batalla donde esta concentró la mayor parte de sus esfuerzos. En la segunda mitad de 1943, estaban desplegadas en la zona las siguientes divisiones acorazadas.

-la 2ª,la 3ª,la 4ª,la 5ª,la 6ª, la 7ª, la 8ª, la 9ª, la 11ª, la 12ª, la 13ª, la 14ª -destruida en Stalingrado, reconstituida y enviada al Este en noviembre de 1943-, la 16ª -enviada desde Italia a Rusia en diciembre de 1943-, la 17ª, la 19ª,la 20ª,la 23ª,la 24ª -enviada desde Italia a la URSS en noviembre de 1943- y la 25ª -enviada desde Noruega y Francia a la URSS en noviembre de 1943-.

Además, las SS también tenían desplegadas en la zona, salvo a la Leibstandarte, a sus mejores divisiones. Así, en el Frente del Este también se encontraban las divisiones de las SS Das Reich, Totenkopf y Wiking, entre otras.
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El problema aparece a la hora de traducir las unidades a cifras de carros de combate efectivos, ya que las cantidades de tanques de cada división son muy difíciles de calcular. Las divisiones permanecían en combate durante periodos muy prolongados, donde sus blindados eran constantemente diezmados por las continuadas ofensivas soviéticas. A modo de ejemplo, la 14ª, que se tuvo que reconstituir tras ser aniquilada en Stalingrado, contaba con 49 Panzer IV, 44 StuG, una decena de carros de mando y 7 carros lanzallamas. Pero es necesario decir que las cantidades de carros entre las diferentes divisiones variaban considerablemente de una a otra.

A pesar de los esfuerzos de la Wehrmacht, la serie de ofensivas iniciadas por los soviéticos en el verano de 1943 iba a dar sus frutos casi inmediatamente. El centro de gravedad en 1943 estaba localizado en la zona central y sur del frente germano-soviético, y contra este sector dirigió el Ejército Rojo sus esfuerzos con el objetivo de desalojar a las fuerzas alemanas del territorio ucraniano. El ataque soviético comenzó inmediatamente tras frenar a los germano en Kursk, y se desarrolló sin pausas hasta el final de año. Orel, Briansk, Smolensk, Gomel, Jarkov, Melitopol, Dnepropetrovsk y, finalmente, Kiev, caerían en manos del Ejército Rojo en la segunda mitad de 1943. El OKH se mostró incapaz de formar una línea de frente efectiva que frenase los avances rusos que, además, no tenían visos de disminuir. Los soviéticos estaban llevando a los alemanes al colapso, entre otras cosas gracias al buen uso que habían comenzado a hacer de sus poderosas fuerzas acorazadas.

1944

El año comenzó mal para los alemanes en el Frente del Este. En el sur, el Ejército Rojo continuó con la liberación de Ucrania y, en mayo de 1944, había expulsado a los alemanes del territorio soviético en esta república, lanzándolos a tierras rumanas. En el norte, las tropas soviéticas lanzaron una ofensiva que, si bien no consiguió los extraordinarios avances de centenares de kilómetros que estaban protagonizando sus camaradas en el sur, si logró levantar definitivamente el asedio de Leningrado a primeros de año, dejando el frente preparado para lo que iba a ser la batalla más decisiva de la Segunda Guerra Mundial: la Operación Bagratión.

En el teatro de operaciones italiano, las cosas habían variado poco. Los angloamericanos continuaban tenazmente su avance hacia el norte y los alemanes persistían en su no menos tenaz defensa. Esto provocó que la campaña se desarrollase con extrema lentitud. No obstante, a pesar de los esfuerzos germanos por detener a los aliados, Roma cayó en poder de estos en junio de 1944.

En 1944 iba a aparecer otro factor de peso en la contienda: el esperado segundo frente. Los aliados tenían previsto desembarcar a lo largo del año en territorio galo, y los alemanes -a grandes rasgos- conocían estas intenciones. Para ello, comenzaron a situar en Francia un número considerable de tropas (aunque reducido si lo comparamos con el número de formaciones que los germanos movilizaban en el frente oriental) entre las que se encontraban varias divisiones panzer, algunas de nueva creación. No obstante, es preciso señalar que el Frente Ruso seguía siendo el teatro de operaciones al que la Wehrmacht destinaba la mayor parte de sus recursos: en números redondos, 60 divisiones en el oeste frente a 165 en el este. Entre las divisiones acorazadas destinadas en el oeste se hallaban las ultimas divisiones panzer creadas por la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial: la División Panzer 116ª y la División Panzer Lehr (130ª). Estas formaciones eran realmente poderosas:

-La 116ª tenia alrededor de 160 tanques, la mitad Panzer IV y la otra mitad Panther. Tenía además 6 Panzer III y 8 carros antiaéreos.
-La Lehr contaba con más de doscientos tanques, de los cuales un centenar eran Panzer IV, 90 eran Panther, y el resto -una treintena de blindados- eran Stug, Tiger y carros antiaéreos.

Se puede observar como los Panther, una vez solucionados los problemas iniciales, empezaban a jugar un papel destacado en las divisiones acorazadas germanas. Hacía el final de la guerra se habían producido más de 5.000 carros de este tipo. De este modo se intentó, y se logró en ocasiones, que el 50% de los carros de cada división acorazada en el último año de la contienda fueran del tipo Panther. Los Tiger, de los que se produjo un numero considerablemente inferior (alrededor de 1800 entre los modelos I y II), por lo general se destinaron a los batallones de carros pesados que operaban independientemente de las divisiones y se enviaban a los teatros de operaciones en función de las necesidades del momento.

Echemos un vistazo general a las divisiones acorazadas que tenían los alemanes en el oeste:

-La 2ª, la 9ª, la 11ª, la 21ª, la 116ª y la Lehr, por parte de la Wehrmacht
-La 1ª “Leibstandarte Adolf Hitler”, La 2ª “Das Reich”, la 12ª “Hitlerjugend” por parte de las SS

En el plano táctico-operativo, las tropas acorazadas combatieron bien contra los aliados a los que obligaron a avanzar con extraordinaria lentitud. En el plano organizativo, las tropas acorazadas padecieron una serie de taras que añadieron muchas complicaciones a su ya dificil misión:

-El mando de las unidades acorazadas estaba demasiado dividido, dando lugar a un despliegue no adecuado para hacer frente a la embestida angloamericana.
-Von Rundstedt era el comandante general para la zona oeste y, en teoría, tenía el mando de todas las tropas en ese teatro de operaciones.
-Rommel, comandante del Grupo de Ejércitos B, estaba bajo las ordenes de Rundstedt y solo tenía autoridad sobre las divisiones acorazadas 2ª, 21ª y 116ª.
-Las divisiones 1ª y 12ª de las SS junto con la Lehr estaban al mando de Geyr von Schweppenburg, y formaban la reserva móvil del OKW, sobre la que ni Rundstedt Rommel tenían capacidad de decisión.
-El despliegue de las tropas acorazadas fue el resultado de un compromiso entre las ideas de Rommel, que defendía que los tanques debían desplegarse lo más cerca posible de las playas para estar dispuestos, aunque fuera en pequeño número, a hacer frente al desembarco desde el primer minuto; y las de Guderian, que sostenía que el empleo exitoso de las divisiones panzer exigía que se agrupasen todos los carros en formaciones potentes para lanzarlas contra los aliados en el momento en que se conociese el punto crucial del desembarco. El alto mando germano, llegó a una solución que no suponía la aceptación completa de ninguna de las dos posturas. Otorgó a Rommel el mando sobre las divisiones antes mencionadas, pero dejó completamente fuera de su control las formaciones blinadas de Schweppenburg, quien tuvo que organizar una reserva acorazada con mucha menos fuerza de la que, de acuerdo con las ideas de Guderian -y las del propio Schweppenburg-, se exigía para lograr el éxito.

Llegados a este punto, hemos de detenernos un momento. El despliegue de las fuerzas acorazadas en Normandía ha sido y es objeto de un acalorado debate entre los interesados en la Segunda Guerra Mundial. Hoy es fácil dar la razón a Rommel, quien pensaba que las fuerzas acorazadas debían desplegarse cerca de las playas para hacer luchar contra los aliados en cuanto estos pusiesen en pie en tierra. Con todo, hay que puntualizar que cualquier opción tenía sus ventajas y sus inconvenientes. Las divisiones dispersadas y localizadas cerca de las costas hubiesen permitido hacer frente a los angloamericanos nada más que estos desembarcasen, cierto; pero también es cierto que los blindados hubiesen estado sometidos al fuego de los buques de la flota de desembarco, fuego que hubiese podido causarles graves bajas. Además, es necesario hacer referencia a que los alemanes no sabían donde se iba a producir el asalto anfibio angloamericano. Es decir, las fuerzas panzer se hubiesen tenido que repartir en pequeños grupos y diseminar a los largo de los posibles lugares de desembarco, limitando de este modo su efectividad. Todo pertenece al terreno de la especulación y, del mismo modo que es posible que las fuerzas acorazadas desplegadas de esta forma en la costa hubiesen podido empujar a los aliados al mar inmediatamente después de que llegasen al continente; también es posible que hubiesen sufrido fuertes bajas en los primeros días debido a la artillería de los buques aliados consiguiendo simplemente victorias locales que no alterasen el panorama en su conjunto.

Si se hubiesen agrupado todas las fuerzas panzer en reservas operativas móviles a retaguardia de la línea costera, se habría dado a los aliados mucha facilidad para efectuar el desembarco, ya que estos no habrían tenido que enfrentarse a tropas blindadas. A pesar de ello, los defensores de esta teoría sostienen que una vez que los angloamericanos hubiesen desembarcado a sus tropas dejando claro cual era el punto principal de la invasión, los alemanes podrían haberse lanzado sobre ellos con sus grandes reservas acorazadas, causándoles una derrota decisiva. Desde el punto de vista teórico, es aceptable esta suposición. No obstante, desde el punto de vista practico, es necesario hacer referencia a la extraordinaria potencia aérea aliada que, unida a la ausencia casi total de la Luftwaffe, dificultaba sobremanera las maniobras de grandes grupos de blindados. Es presumible que este factor habría privado a las eventuales reservas panzer germanas de su principal función: la consecución de una victoria decisiva.

Tanto las ideas de Rommel como las de Guderian eran consecuencia de sus respectiva carreras. Rommel había estado combatiendo a los británicos en el norte de África hasta el año 1943 y era plenamente consciente de lo que la potencia aérea aliada podía causar a las fuerzas de tierra alemanas cada vez más carentes de cobertura aérea. Por ello veía el fraccionamiento y la aproximación a las playas como un modo de desplegar alguna fuerza acorazada, por pequeña que fuese, en un lugar próximo a la invasión, cualquiera que este fuese. Guderian, el padre de las tropas panzer, seguía fiel a sus ideas de concentración ("Haces daño con tu puño, no con tus dedos") y golpes decisivos ("¡Troncos, no astillas!") que le habían guiado desde el principio. No concebía el uso de las fuerzas blindadas de forma fraccionada, ya que así se reducía su fuerza y se limitaba su capacidad para obtener resultados definitivos en una batalla. Estas ideas, impecables desde el punto de vista teórico, eran difícilmente adaptables al campo de batalla de Francia en el año 1944, donde la Luftwaffe brillaba por su ausencia y la RAF y la USAAF campaban por sus fueros sin oposición, con lo que indudablemente habrían dificultado sobremanera cualquier operación que implicase una gran concentración de carros de combate.

El despliegue de las fuerzas blindadas en el oeste en 1944 fue, como ya hemos señalado, el resultado de un compromiso que no dejo satisfecho a nadie. No dejó satisfecho a Rommel, ya que solo tenía tres divisiones acorazadas donde él quería, y no dejó satisfechos a Guderian y a von Schweppenburg, quienes no pudieron organizar una reserva panzer del tamaño que ellos consideraban suficiente. El resultado es el que todos conocemos. No hubo fuerzas suficientes para echar a los angloamericanos al mar en los primeras momentos ni tampoco se dispuso de formaciones móviles en grandes cantidades para derrotar a los aliados en batallas decisivas durante las jornadas posteriores. Las fuerzas acorazadas se quemaron en dos meses de lucha contra un enemigo muy superior, quedando completamente destruidas al final de las batallas de Normandía. A modo de ejemplo, a la Das Reich le quedaban 15 carros en agosto, a la 21ª División Panzer 10 carros, a la 116ª doce, a la Liebstandarte y a la 2ª División Panzer no les quedaba ninguno, etc.

Breve conclusión sobre el papel de los Panzer en Normandía

¿Dificultó el “extraño” despliegue de las fuerzas acorazadas su efectividad? Podemos afirmar que sí. ¿Impidió la victoria germana? Esto ya sería mucho afirmar. En aquellos momentos, la superioridad aliada era tan aplastante que es muy posible que los resultados del asalto angloamericano hubieran sido los mismos sin importar el despliegue alemán. Las tropas aliadas estaban bien equipadas, gozaban de una cobertura aérea nunca vista y se enfrentaban a una serie de divisiones que, salvando las divisiones panzer y algunas de panzergranaderos, no eran ciertamente las mejores que tenia el Ejército Alemán. Por ello, una vez que consolidaron las cabezas de playa, el resultado final -la victoria angloamericana- era meramente una cuestión de tiempo. Otra cuestión es: ¿el despliegue sugerido por Rommel hubiese impedido la consolidación de esas cabezas de playa? Podemos afirmar, sin ninguna duda, que... es una buena pregunta.