miércoles, 18 de agosto de 2010

El Pacto Molotov-Ribbentrop III


Ya hemos explicado en la entrada anterior como la URSS había llegado a ser el punto esencial del nudo gordiano en que se había convertido la situación política europea a mediados de 1939, así que pasamos ahora a exponer como los implicados en la partida de póquer trataron de cortar dicho nudo para beneficiarse de las circunstancias y alcanzar una posición de fuerza de cara a los complicados tiempos que se avecinaban.

Los occidentales habían garantizado la independencia de Polonia en marzo, pero visto el fracaso de Munich el año anterior, no estaba claro que esta declaración fuese algo más que un brindis al sol. Stalin conocía lo que había pasado con los checos y nadie le aseguraba que las declaraciones aliadas fuesen a evitar que un golpe similar de Hitler contra estado polaco dejase al Führer abiertas las puertas del territorio de este último; en cuyo caso el Vozhd se encontraría con los ejércitos germanos justo ante sus fronteras. Debido a esta preocupación del georgiano, y para evitar dar a las democracias la oportunidad de plegarse nuevamente a un eventual acto de fuerza de Hitler, el dictador soviético exigió de los francobritánicos, en caso de estos que pretendiesen contar con la ayuda del Ejército Rojo para hacer frente a la Wehrmacht, la firma de una alianza militar con la URSS.

Gracias a las dudas del Vozhd, la preferencia por un acuerdo con los germanos en detrimento de los occidentales se fue abriendo paso en las entrañas del Kremlin. El 29 de junio Zhdanoz -jerarca soviético, máximo dirigente de Leningrado, amigo del dictador y presunto sucesor de este- publicó un artículo en Pravda en el que dudaba que los anglofranceses tuviesen verdaderas intenciones de llegar a un “tratado en pie de igualdad con la URSS”. Con este texto, una importante pieza en el tablero del Politburó mostraba publicamente sus preferencias por Alemania. Zhdanoz y Stalin mantuvieron en aquella época constantes discusiones acerca de las ventajas e inconvenientes que conllevaría una alianza con el Reich. Zhdanov, con la mente puesta en el fortalecimiento de la posición de Leningrado, empezó a plantear como necesaria para la seguridad de la URSS no solo la firma de un alianza militar, sino también el hecho de que esta debería incluir el reconocimiento de los intereses soviéticos en los estados bálticos.

Con ambas opciones aún sobre la mesa, a principios de agosto la URSS no parecía tener una preferencia clara definida, por lo que tanto los occidentales como los alemanes se aprestaron a mover sus hilos para tratar de atraer al coloso soviético a su lado.


Lentitud aliada, audacia germana

Gran Bretaña y Francia enviaron a la URSS una delegación de bajo rango encabezada por el almirante Reginald Aylmer Ranfurly Plunkett-Ernle-Erle-Drax por el lado británico y el general Joseph Doumenc por el lado francés, con la misión de proponer una alianza a los soviéticos, pero no de dejar a la URSS el camino despejado para ocupar los países bálticos. Los occidentales llegaron a Leningrado la noche del 9 de agosto y desde esta ciudad salieron en tren para Moscú donde se entrevistaron con Molotov y Voroshilov. La primera impresión fue desastrosa; el representante inglés no portaba las credenciales adecuadas, hecho que provocó las iras de Stalin y acentuó sus sospechas con respecto a la seriedad de las intenciones de las democracias.

A pesar de todo, las reuniones con los francobritánicos comenzaron el 12 de agosto; mas el dictador bolchevique dejo patente en una conversación con Molotov que no se fiaba de ellos:

“No van en serio. Esa gente no puede tener la autoridad debida. Londres y París están jugando otra vez al póquer”

“En cualquier caso, las conversaciones deben seguir adelante” replicó Molotov.

“Bueno, si tienen que seguir, que sigan” aceptó a regañadientes Stalin.

Pero los hechos vinieron a dar la razón al Vozhd, y de estas discusiones no salió nada reseñable, aparte del curioso incidente a que dio lugar la llegada de las credenciales perdidas. Cuando estas arribaron, el almirante inglés leyó en voz alta sus títulos, entre los que se encontraba la “orden del baño”, que el interprete soviético tradujo como “orden de la bañera”.

“¿De la bañera?” inquirió Voroshilov entre extrañado y sorprendido; solo para comprobar como la respuesta que recibía le dejaba aún más descolocado:

“En tiempos de nuestros antiguos reyes” comenzó a explicar el inglés “nuestros caballeros solían viajar por Europa a lomos de sus caballos matando dragones y salvando doncellas desvalidas. Cuando volvían a la patria sucios del viaje y agotados, presentaban sus respetos al rey, que a veces ofrecía al caballero un lujo excepcional: un baño en el cuarto de aseo real”

El mismo día 12, los soviéticos indican a los alemanes que estaban dispuestos a sentarse a negociar en serio, incluso sobre una futura partición de Polonia. El 14, el Führer decide enviar a su ministro de asuntos exteriores (Ribbentrop) a Moscú; y el 15 el embajador del Reich en la URSS (Schulenberg) solicita como paso preliminar una entrevista con Molotov. El ruso, previo consentimiento de Stalin, da su conforme.

En paralelo a las conversaciones con los germanos, la URSS intentó nuevamente de aprovechar la ventaja de jugar con dos barajas, y el 17 Voroshilov propuso a los franco-británicos la firma de un tratado de ayuda militar, pero condicionaba este a que los occidentales convenciesen a polacos y rumanos de que permitiesen el paso de tropas soviéticas en caso de enfrentamiento con Alemania. Drax no pudo acceder, ya que no había recibido instrucciones de su gobierno en ese sentido. Al Reino Unido se le estaban acabando las fichas, y el precio que la URSS pretendía poner a su amistad empezaba a ser superior a lo que los aliados estaban dispuestos a pagar.

El 19 Stalin habló ante el Politburó y pareció decidido a jugarse la carta germana, aunque con precauciones:

“Debemos aceptar la propuesta de Alemania y rechazar diplomáticamente a la delegación anglo-francesa. La destrucción de Polonia y la anexión de la Galitzia ucraniana será nuestra primera ganancia”

“No obstante” continuó “debemos prever las consecuencias tanto de la derrota como de la victoria de Alemania. Si el resultado es la derrota, la formación de un gobierno comunista en Alemania será esencial”

“Por encima de todo, nuestra labor consiste en asegurar que Alemania se comprometa en una guerra lo más larga posible y que el Reino Unido y Francia agoten tantos recursos que no puedan vencer a un gobierno comunista alemán”


El dictador bolchevique, una vez que ha aclarado su posición a sus subalternos, ordena a Molotov que deje de tratar con los occidentales. Siguiendo las instrucciones recibidas, el comisario de asuntos exteriores convocó precipitadamente a Schulenberg esa misma tarde, y acordó con los germanos la firma de un tratado comercial considerado por Stalin como un paso imprescindible para empezar a hablar de asuntos más serios. A lo largo de estas discusiones, salieron a relucir más o menos los concesiones que exigiría Moscú para permitir a Berlín el ataque a Polonia. A grandes rasgos, parecía evidente que los soviéticos solicitarían que tanto el este de esta nación como los estados bálticos quedasen bajo su control.

La apuesta era muy alta, pero a Alemania se le agotaba el tiempo. Si pretendía estar en posición de atacar Polonia, el Reich necesitaba asegurarse la amistad rusa cuanto antes. Ciertamente parecía que en las últimas horas la situación estaba adoptando un cariz favorable a sus intereses, pero Hitler era consciente de que su figura despertaba recelos en su contraparte soviético, recelos que podrían poner en dificultades el deseado acuerdo. La preocupación del Führer no carecía en absoluto de sentido. Stalin era un pragmático, dispuesto a optar por el acuerdo con los germanos porque de este sacaría más beneficios que de un entendimiento con los anglofranceses; mas también era un lector voraz y había estado estudiando cuidadosamente y en profundidad el “Mein Kampf” de Hitler, lo cual no contribuyó precisamente a aclarar sus dudas con respecto a las intenciones del austriaco para con los bolcheviques. Para paliar esta desconfianza, el dictador germano prescinde de intermediarios y, el día 20, envía un telegrama a Moscú dirigiéndose personalmente al “Querido Sr. Stalin”. El Vozhd, ayudado por Molotov y Voroshilov, contestó de la siguiente manera:

“Al canciller de Alemania, A. Hitler:

Gracias por su misiva. Espero que el tratado germano soviético de no agresión suponga un punto de inflexión de cara a una seria mejora de las relaciones políticas entre nuestros países....”

“El gobierno soviético me ha dado instrucciones para que le comunique que está conforme con la visita del Sr Ribbentrop a Moscú el 23 de agosto.

I. Stalin”


A las 8:30 de la tarde del 22 llegó la respuesta al Führer. La reacción de este fue exultante:

“Maravilloso. Tengo el mundo en el bolsillo”

Ese mismo día, Voroshilov despachó a los delegados anglofranceses indicándoles simplemente “esperemos a que todo se haya aclarado”. La opción alemana había triunfado. El Reich había vuelto a ganar por la mano a los occidentales.


La negocación

El 22 de agosto Jruschov, primer secretario del partido en Ucrania, llegó a Moscú para participar en una excursión de caza junto a Voroshilov y Malenkov; pero antes de reunirse con estos estuvo cenando con Stalin, quien sonriendo le comunicó que Ribbentrop estaba a punto de llegar. Jruschov respondió extrañado:

“¿Para que iba a querer venir a vernos Ribbentrop? ¿Ha desertado?”

Al mismo tiempo, el futuro líder soviético informa a Stalin acerca de su planificada excursión junto a otros jerarcas, solicitando saber si debía cancelarla.

“Vete tranquilo” respondió el mandatario “tu no tienes nada que hacer. Molotov y yo nos entrevistaremos con Ribbentrop. Cuando vuelvas, ya te diré lo que piensa Hitler”

El hecho de que Jruschov, quien en aquella época ya era una figura de relevancia en la política soviética, no estuviera al tanto de las conversaciones con los alemanes, nos da una idea del secreto con el que la URSS pretendía llevar las mismas. Tan solo estaban informados de estas los siguientes jerarcas bolcheviques:

-Stalin: secretario general del partido y gobernante absoluto de la URSS.
-Molotov: primer ministro y comisario de asuntos exteriores.
-Voroshilov: comisario de defensa.
-Beria: Jefe del NKVD (Comisariado del interior)
-Zhdanov: máximo dirigente de Leningrado. Principal defensor de la política de acercamiento a Alemania.
-Mikoyan: comisario de comercio.

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Ribbentrop llegó a la capital soviética a la una de la tarde del 23 de agosto, donde fue recibido al son del “Deutschland über Alles” en un aeropuerto engalanado con esvásticas para la ocasión. Después de un breve paso por la embajada germana en Moscú, la delegación alemana llegó al Kremlin a las tres de la tarde, e inmediatamente fue llevada a presencia de Stalin y Molotov. Cuando ambas delegaciones se sentaron, Ribbentrop declaró:

“Alemania no exige nada de Rusia. Solo paz y relaciones comerciales”

Tras esto, por parte de los bolcheviques Stalin quiso ceder la palabra a Molotov, pero este declinó la responsabilidad y sugirió que fuese el propio dictador el que llevase la voz cantante en las negociaciones. Estas comenzaron a avanzar a buen ritmo, y el pacto era un hecho ese mismo 23 de agosto. Tras alcanzar el esperado acuerdo, Ribbentrop pretendió iniciar una loa a la amistad germano-soviética, pero el georgiano le interrumpió con celeridad:

“¿No le parece que deberíamos prestar más atención a la opinión pública de nuestros respectivos países? Durante muchos años nos hemos dedicado a tirarnos cubos de mierda a la cabeza y nuestros responsables de propaganda no se cansaban de inventar cosas en ese sentido. ¿Y ahora de repente vamos a hacer creer a nuestros pueblos que todo esta olvidado y perdonado? Las cosas no funcionan con tanta rapidez.”

Poco después, Ribbentrop volvió a la embajada para telegrafiar al dictador germano los términos del acuerdo y solicitar su conforme. A las diez, tan pronto como llegó la aprobación del Führer, el ministro retornó al Kremlin para comunicar a los soviéticos que el Reich aceptaba del pacto. La reacción de Stalin fue pausada pero jovial. Apretó la mano del enviado alemán, e inmediatamente después pidió vodka (aunque realmente lo que bebía era agua, tal y como comprobaron varios miembros de la delegación germana) y lanzó un brindis por Hitler:

“Se cuanto ama la nación alemana a su Führer. Es un tío genial. Quisiera beber a su salud”

A continuación, Molotov brindó por Ribbentrop, quien a su vez hizo lo propio por el dictador soviético.

Poco después, a las dos de la mañana del 24 de agosto, el tratado estaba listo para su firma, y ambas partes lo rubricaron. A las tres, al tiempo que los intervinientes en las conversaciones se despedían, el Vozhd le dijo a Ribbentrop:

“Puedo darle mi palabra de honor de que la Unión Soviética no traicionará a su socio”


Los protocolos secretos

A pesar de que el pacto que se hizo público era simplemente un compromiso de amistad y cooperación política y comercial, los posteriormente famosos “protocolos secretos” lo transformaban en un acuerdo mucho más amplio que convertía a la URSS y al Tercer Reich, si no en aliados, sí en colaboradores necesarios de la política del otro. Estos protocolos eran los siguientes:

Moscú 23 de agosto de 1939

Con ocasión del Pacto de No agresión entre el Reich alemán y la Unión Soviética, los plenipotenciarios abajo firmantes […] han tratado acerca de […] sus respectivas esferas de influencia en Europa oriental, llegando a las siguientes conclusiones:

1/En el caso de que se produzca una reorganización política y territorial de los estados bálticos (Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania) la frontera septentrional de Lituania constituiría el límite de las esferas de influencia de Alemania y de la Unión Soviética […] ambas partes reconocen los intereses de Lituania en la región de Vilna.

2/En el caso de que se produzca una reorganización política y territorial de las regiones que pertenece al estado polaco, las esferas de influencia de Alemania y la Unión Soviética discurrirán aproximadamente de acuerdo a la línea que forman los ríos Vístula, Narev y San. El asunto de si resulta favorable para los intereses de ambas partes el mantenimiento de un estado polaco independiente […] puede resolverse definitivamente […] por medio de un acuerdo amistoso.

3/Con relación al sureste de Europa, el bando soviético llama la atención sobre sus intereses en Besarabia. El bando alemán declara que carece de intereses en esta zona.


4/Ambas partes trataran este protocolo dentro del más estricto secreto […]

Por el gobierno del Reich alemán: J. Von Ribbentrop // Plenipotenciario por el gobierno de la URSS: V. Molotov



Las primeras reacciones de Stalin y Hitler

Tras llevar a buen puerto el pacto con Ribbentrop, el dictador bolchevique y su comisario de asuntos exteriores se dirigieron Kuntsevo donde les esperaban Vososhilov, Jruschov, Malenkov y Bulganin, quienes habían vuelto recientemente de su excursión de caza. El Vozhd y Molotov se mostraban exultantes con la firma del pacto, y les contaron a sus interlocutores los detalles. Aparte de la narración, durante la cena el georgiano ofreció a sus camaradas más cercanos su punto de vista sobre el recién alcanzado acuerdo:

“Naturalmente el juego consiste en ver quién engaña a quien. Ya se lo que trama Hitler. Cree que es más listo que yo, pero en realidad soy yo quién le ha engañado. La guerra tardará en afectarnos todavía un poco más”

En el otro extremo del tapete verde, miles de kilómetros al oeste, el Führer recibió la noticia del pacto en el Berghof de Berchtesgaden; comunicó la misma a sus invitados, y les condujo al balcón desde donde se podía observar un crepúsculo rojizo en el horizonte montañoso. Con la inminente campaña contra Polonia en mente el dictador comentó:

“Parece un gran charco de sangre. Esta vez no lo conseguiremos sin violencia”
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Fuentes:
La Corte del Zar Rojo
Simon Sebag Montefiore
Ed. Crítica
2004
Europa en Guerra 1939-1945
Norman Davies
Ed. Planeta 2008

6 comentarios:

  1. Se ha hecho esperar pero me ha encantado.

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  2. De que va a tratar el próximo tema? Venga venga, un adelantoooo!!!

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  3. Pues la verdad es que me hubiera gustado seguir contando hasta el desencadenamiento de Barbarroja, pero visto que me lleva un mes sacar tiempo para cada artículo, creo que voy a pasar a escribir algunas entradas menos extensas y dejar la compleja relación entre Stalin y Hitler para más adelante.
    La intención es sacar algo sobre la invasión de Noruega y escribir algo sobre submarinos en los próximos días. Espero que te interese.

    Un saludo

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  4. Buenos días,
    estaba echando un vistazo a los links que propones, y la verdad, veo una lástima que el blog Diario de la Segunda Guerra Mundial del blogger Sila se haya quedado abandonado.

    Comentarte que si no lo conoces, hay otro blog muy similar llamado Diario de Guerra (http://ww2diario.blogspot.com/) del blogger Lupulox, escrito como si fuera desde la perspectiva del bando alemán.

    Por otro lado, sigo pendiente de tus entradas mensuales.

    Un saludo,

    ;)

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  5. Hola Francisco.

    Gracias por el consejo. Hace tiempo miraba más el blog que me dices. El otro -el de Sila- lo descubrí antes de que empezasen las entradas diarias, y es una lastima que no siga, pero entiendo que es difícil mantener ese ritmo.

    En general, últimamente no sigo ninguno (no le dedico tiempo al mio, y desafortunadamente tampoco a los demás) y por eso no añado blogs al listado.

    En fin, a ver si puedo tener lo de Noruega para este fin de semana y luego saco artículos con algún tema más extenso. Voy a intentar empezar a tener algo más que uno al mes.

    Buen fin de semana y saludos

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