sábado, 11 de agosto de 2012

La Contraofensiva de las Ardenas I

“No ha existido nunca una coalición que, como la de nuestros oponentes, haya congregado elementos tan heterogéneos con objetivos tan extremadamente distintos y contrarios entre si. Los que tenemos por enemigos son los mayores extremos que imaginarse puedan en este mundo: por un lado, estados ultracapitalistas; y por el otro lado, estados ultramarxistas; por un lado, un imperio mundial que está dando las últimas boqueadas, Gran Bretaña, y por el otro lado una colonia que busca quedarse con la herencia, Estados Unidos. Son estados cuyos propósitos difieren cada día más. Y el que -como una araña sentada sobre su tela, por decirlo así– observa esta evolución, puede ver como de hora en hora se va acrecentando la distancia entre los extremos. Si logramos asestarles varios golpes realmente fuertes, es posible que, de un momento a otro, este frente que se mantiene unido de forma artificial se desmorone con un enorme estallido.”

“En otras palabras: vendrá el día -y esto puede ocurrir ahora en cualquier momento, entre otras cosas porque la historia la forman personas mortales- en que esta coalición se disolverá...”

“... he decidido aceptar sacrificios en otros frentes para establecer aquí las condiciones necesarias para que podamos pasar de nuevo a la ofensiva.”

Con estas palabras expuestas el 12 de diciembre en una conferencia ante varios altos oficiales, Hitler trató de justificar la ofensiva que él y el OKW habían planeado como su golpe definitivo en el Oeste. Un ataque en toda regla con el que la Wehrmacht iba a hacer ver a los aliados occidentales que Alemania no se pensaba rendir: la operación Wacht am Rhein, que pasaría a la Historia como la Contraofensiva de las Ardenas.

Durante su exposición, el dictador germano fundamentó sus intenciones ofensivas alegando que la moral del ejército y el pueblo germano no se podía sostener únicamente con una estrategia defensiva y una resistencia a ultranza. Ambas, según el Führer debían venir acompañadas de triunfos en el campo de batalla; triunfos que cumplirían un doble propósito: por un lado, mantendrían la fe de las tropas y de la población del Reich en la victoria final, y por otro, harían desaparecer la confianza del contrario en ganar la contienda.


Ofensiva en el Oeste: ¿acierto o error?

Tradicionalmente se ha criticado a Hitler por el hecho de lanzarse al ataque cuando sus ejércitos se estaban derrumbando en todos los frentes, y tras unos meses en los que la Wehrmacht había sufrido sus mas terribles derrotas y pérdidas humanas y materiales desde el inicio de la guerra. No obstante, en los últimos tiempos estas críticas se han reducido y, al menos, se reconocen algunos aspectos positivos en la, a simple vista, irreflexiva decisión del dictador germano. Entre estos, merece la pena destacar el acierto en la elección del lugar en el cual lanzar la ofensiva, dado que en cualquier otro teatro de operaciones un logro parecido a un triunfo estratégico sí que hubiese resultado impensable. Veámoslo más en detalle:

-Italia se había convertido en un frente secundario, donde no se lograría ningún progreso reseñable por ninguno de los bandos hasta los últimos momentos de la guerra.

-El Este se había derrumbado. En su parte norte, el Ejército Rojo había alcanzado las fronteras orientales de Prusia, y en la parte sur había desbordado por completo las defensas alemanas ocupando Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia y parte de los Balcanes. Solo Hungría continuaba combatiendo al lado del Reich. Cualquier progreso que se lograse hacer contra los soviéticos, daría como resultado una simple modificación en una línea de frente inmensa, sin prácticamente ningún significado estratégico a nivel global.

-Una ofensiva aérea a gran escala era ya impensable. La Luftwaffe había perdido toda capacidad -si es  que alguna vez la tuvo- de desarrollar una campaña de bombardeo estratégico, y su arma de caza cada día se volvía más incapaz de detener las incursiones de bombardeo aliadas.

-En el mar la situación no era mejor. La Batalla del Atlántico hacía tiempo que había concluido como una derrota sin paliativos para los U-Booten. Además, la ya de por si pequeña flota de superficie de la Kriegsmarine estaba prácticamente reducida a la nada. El puñado de buques que quedaban operativos habían visto limitado su campo de acción al mar Báltico.

Teniendo todo lo anterior en cuenta, el Oeste parecía el único lugar en el que, con las fuerzas que la tambaleante Alemania todavía era capaz de reunir, se pudiese lograr una victoria estratégica que crease fricciones -y quizás la ansiada ruptura- entre los aliados occidentales:

-Los angloamericanos habían obtenido un triunfo absoluto en el desembarco de Normandía y las operaciones subsiguientes, gracias al cual consiguieron liberar Francia y Bélgica. La situación empezó a cambiar en los últimos meses de 1944, momento en que la resistencia germana comenzó a fortalecerse. Con grandes esfuerzos, la Wermacht logró detener a los occidentales en una línea de frente que mantenía bajo control alemán la casi totalidad de su suelo patrio, así como una parte de los Países Bajos.

-Además de por la resistencia germana, el avance de los ejércitos aliados también se vio ralentizado por la dificultad en el traslado de los suministros desde las costas francesas. Las líneas de aprovisionamiento americanas y británicas se habían extendido demasiado, y el abastecimiento de las tropas en el frente se hacía más difícil con cada kilómetro que avanzaban. La red ferroviaria franco-belga había sido duramente castigada durante los bombardeos de la RAF y la USAAF a lo largo de 1944, y asimismo continuó siendo destruida por los zapadores alemanes durante la retirada de la Wehrmacht. La toma de Amberes en septiembre mejoraría esta situación, al ofrecer a los occidentales un puerto más cercano a las líneas de frente.

-El terreno salpicado de ríos barrera y bosques espesos suponía grandes trabas a los avances aliados y favorecía la defensa germana.

-El mal tiempo dificultaba el apoyo aéreo cercano al que tan acostumbradas estaban las tropas de tierra angloamericanas.

Todos estos elementos limitaban al menos en parte las tradicionales ventajas aliadas en hombres y material, aunque no obstante hay que señalar que muchos de los problemas citados también afectaban -más si cabe- a sus oponentes:

-La falta de apoyo aéreo era ya proverbial entre los soldados alemanes.

-La escasez suministros, y en particular de combustible, había alcanzado niveles críticos:
  • Por la deserción de Rumania y su paso al bando soviético.
  • Por la campaña de bombardeo que los occidentales habían iniciado meses antes contra la industria petrolífera del Reich.


Las fuerzas implicadas

Alemanes

Hitler estaba decidido a jugarse el todo por el todo. Juntó varias divisiones panzer que todavía disponían de una considerable capacidad de asalto y las mezcló con una amalgama de divisiones de Volksgrenadier -de calidad irregular- para lanzarlas a su deseada ofensiva en el Oeste. El objetivo: Amberes. En caso de alcanzarlo, se lograría romper la conexión entre el 3er y 1er Ejércitos americanos, y copar a este último y a las tropas británicas comandadas por Montgomery.


www .history.army.mil/books/wwii/7-8/notes/Map1.jpg/ Centre of Military History - United States Army



Las tropas germanas en el Oeste estaban comandadas por el mariscal Gerd von Rundstedt y, de estas, las involucradas en la ofensiva se encuadrarían en el Grupo B del Ejército, a las órdenes del mariscal Walter Model. En esta agrupación se incluían, de norte a sur:

-El 15º Ejército (von Zangen) localizado muy al norte de la zona de operaciones. No tuvo participación de importancia.

-El 6º Ejército Panzer de las SS (Josef Dietrich). La formación más poderosa de las Ardenas. Incluía las Divisiones Panzer de las SS 1ª, 2ª, 9ª, 10ª y 12ª; seis divisiones de Volksgrenadier y una de paracaidistas.

-El 5º Ejército Panzer (Von Manteuffel) Más débil que el anterior, pero aún así dotado de una considerable potencia de fuego. Lo componían las Divisiones Panzer 2ª, 9ª, 116ª y 130ª Lehr; cinco divisiones de Volksgrenadier y una de Panzergrenadier. Fue el que mayores progresos logró durante la ofensiva.

-El 7º Ejército. (Brandenberg). Estaba formado únicamente por tres divisiones de Volksgrenadier y una de paracaidistas. Carecía de tropas acorazadas, y su misión consistiría en proteger el flanco sur, impidiendo la previsible ayuda que el 3er Ejército de EEUU intentase prestar a sus compatriotas del 1º.


En total, de acuerdo al historiador Chris Bishop, se lanzaron al ataque unos 200.000 hombres. En lo que respecta a la fuerza blindada, los alemanes contaban con unos 1000 carros de combate escasos de combustible (tanto, que hubo que incluir la toma de los depósitos aliados como un objetivo de la ofensiva).

Ni Rundstedt ni Model (el primero, un militar de la vieja escuela, y el segundo un maestro de las operaciones defensivas) estaban a favor del plan de Hitler y el alto mando germano. Ambos mariscales consideraban que las tropas desplegadas no eran suficientes para alcanzar los ambiciosos fines que sus superiores perseguían. En su lugar, ofrecieron al OKW una solución más limitada. Un ataque sobre Aquisgrán con el que se lograría destruir parte de las fuerzas aliadas y, de tener éxito, eventualmente facilitaría el inicio de una maniobra de mayor calado sobre Amberes. Por su parte, Dietrich y Manteuffel, comandantes -estos sí- de marcado carácter ofensivo y sobre los que recaía el mando de las mejores tropas desplegadas en las Ardenas, tampoco se mostraron entusiasmados ante la idea de iniciar un avance a gran escala, y se decantaban por el plan más modesto de sus superiores directos.

Pero no hubo discusión. Ni Hitler (“la intención, la organización y el objetivo son irrevocables”) ni el OKW con Jodl a la cabeza (“El Führer ya ha decidido que la operación está planificada en sus más mínimos detalles, de modo que deben limitarse a cumplir con las instrucciones”) dieron su brazo a torcer.

Por lo que respecta a la calidad de las fuerzas germanas, destacaremos los siguientes aspectos:

-Las divisiones acorazadas no eran ciertamente lo que habían sido hacía apenas unos meses, y su fuerza variaba bastante de unas unidades a otras. En todo caso, representaban lo mejor que podía poner en juego Alemania a estas alturas de la contienda. A modo de ejemplo, la 2ª Panzer contaba con unos 120 blindados, la 116ª Panzer contaba con unos 80 y la 130ª Panzer Lehr disponía de apenas 60. Como aspecto positivo, la mitad de los carros eran del tipo Panther. La composición de las  divisiones panzer de las SS era similar. De acuerdo al historiador James R. Arnold, cada una contaba con entre 90 y 100 carros de media.

-Las divisiones de Volksgrenadier fueron un tipo de organización impuesta a la infantería por los reveses de la guerra. Los sonadas derrotas de 1944 provocaron una acuciante escasez de hombres, y la respuesta germana consistió en la creación de estas formaciones de “Granaderos del Pueblo”, en las que se redujo el número de efectivos con respecto a las divisiones de infantería tradicional (6 batallones en lugar de 9). Al mismo tiempo se aumentó la potencia del fuego automático de corto alcance, frente al de fusil de largo alcance, con la finalidad de dotar a estas unidades de mayor fortaleza defensiva. La capacidad de las divisiones no era en absoluto homogénea. La 26ª podía considerarse una formación de gran calidad, pero otras no eran más que retales de tropas cosidos apresuradamente.


Aliados

Los americanos fueron quienes soportaron el peso principal del embate germano. Las formaciones que intervinieron en la primera fase de la batalla fueron las siguientes:

-12 Grupo de Ejércitos (Bradley)

     -1er Ejercito (Hodges)
  • VII Cuerpo de Ejército (Middleton). Compuesto por 3 divisiones de infantería y una acorazada.
  • V Cuerpo de Ejército (Gerow). Formado por dos divisiones de infantería.
Los americanos consideraban a las Ardenas como un frente tranquilo, donde un ataque enemigo se veía como algo improbable. En el peor de los casos, dado el desastroso estado en el que se asumía que estaban los alemanes, una ofensiva de estos necesariamente habría de ser débil y podría contenerse a tiempo. Era, entendían, un pequeño riesgo que se podía aceptar.

La infravaloración de sus enemigos provocó que los estadounidenses enviaran a las Ardenas a unidades de veteranos para que descansaran de combates previos; así como a tropas recién llegadas para que comenzaran a adquirir rodaje en un emplazamiento donde se suponía que no se verían envueltas en combates de envergadura. Esta mezcla provoco que al lugar se le conociese como “la guardería y el asilo”.

Además de la limitada capacidad de sus unidades, los estadounidenses sufrirían además otras dificultades. El total de tropas en la zona (unos 85.000 hombres) era reducido para los estándares americanos. Suponía poca infantería para un frente considerablemente alargado. Asimismo, el armamento antitanque era deficiente. El cañón estándar de 57 mm carecía de efectividad ante los modelos de carros germanos más pesados. En cuanto a los blindados, los Sherman se podían equiparar a los Panzer IV, pero eran indudablemente inferiores a los Panther. Por contra, la artillería estadounidense sí era sobresaliente y considerablemente mejor que la de sus oponentes.

En definitiva, los alemanes gozarían en un primer momento de una superioridad local tanto cualitativa como cuantitativa. Dicha superioridad se vería además reforzada por el hecho de que iban a tener a su favor el factor sorpresa. Este se logró gracias tanto a la pasividad aliada, como al buen hacer germano:

-Se minimizaron las comunicaciones por radio, utilizándose mensajeros en moto siempre que fue posible.

-Cuando se hacía necesario utilizar la radio, los mensajes se transmitían de tal modo que incluyesen frases del tipo “en respuesta a la previsible ofensiva aliada...”, lo que dio a los americanos la falsa seguridad de que lo único que estaban preparando los alemanes era un mero despliegue defensivo.

-La castigada red ferroviaria del Reich funcionó considerablemente bien, a pesar de poder operar solo de noche para evitar a los bombarderos aliados, y fue capaz de aprovisionar a sus tropas de una manera aceptable (sobre todo, teniendo en consideración el mal estado de los abastecimientos en el resto de teatros de operaciones)

-Las unidades se desplazaron al frente pocos días antes del combate y se mantuvieron lejos de primera línea hasta prácticamente el inicio de la ofensiva. A las tropas solo se les informó del ataque cuando este era ya inminente.

-La propia reputación de Rundstedt y Model como comandantes anticuado el primero y defensivo el segundo, ayudó a los aliados a reforzar su propia convicción de que todo el despliegue no era sino una simple maniobra defensiva.

En esta situación, con los americanos completamente desprevenidos, a las 5:30 horas del 16 de diciembre de 1944 comenzaría la última gran apuesta de Hitler en Europa occidental.

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