domingo, 9 de agosto de 2009

La División Panzer VII


El Frente del Este en el verano de 1944

En el mismo momento en que la Wehrmacht se batía el cobre con los aliados en los campos de batalla de Normandía, el destino de la Alemania nazi iba a quedar sellado miles de kilómetros más al este, en las llanuras bielorrusas. Allí, el Ejército Rojo se disponía a lanzar la ofensiva más importante de la guerra: la Operación Bagratión, haciéndola coincidir con el tercer aniversario de Barbarroja. En ella, los soviéticos iban a aniquilar al Grupo de Ejércitos Centro alemán, desmontando por completo el sistema defensivo germano en el Este. Los enfrentamientos que tuvieron lugar a consecuencia de esta ofensiva fueron mucho más violentos que los que acontecieron en Normandía, pero suelen ser menos conocidos. Los alemanes desplegaban en el Este muchos más efectivos -como mínimo, el doble- que los que desplegaban en Normandía. A pesar de ello, mientras que en Normandía las tropas germanas consiguieron contener durante dos meses a los aliados, en la Operación Bagratión los rusos arrollaron desde el primer momento a las fuerzas del Tercer Reich, llevando a la máquina de guerra de Hitler a lo que parecía ser un punto de no retorno.

Entre las fuerzas panzer de la Wehrmacht que intentaban reducir el alcance del desastre en el Este se encontraban la 1ªDivision Acorazada, la 3ª, la 4ª, la 5ª, la 6ª, la 7ª, la 8ª, la 12ª, la 13ª, la 14ª, la 16ª, la 17ª, la 19ª, la 20ª, la 23ª, la 24ª, la 25ª.

Además, se encontraban en el Este varias unidades acorazadas de las SS entre las que se destacaban la 3ª División SS “Totenkopf” y 5ª División SS “Wiking”.

A primera vista se observa que, si bien es cierto que el porcentaje de fuerzas alemanas en el Oeste era reducido en comparación con las que había en el Este, en el caso particular de las fuerzas acorazadas los porcentajes se aproximaban.

En cuanto al panorama general, a finales de verano la situación era extraordinariamente buena para los aliados y los soviéticos, al tiempo que aparentaba ser desoladora para los germanos. En los campos de batalla del oeste la Wehrmacht perdió en el verano de 1944 alrededor de 400.000 hombres. En el Este perdió el doble. En cuanto a los carros de combate, ya hemos visto en la entrada anterior cual era el estado de las divisiones acorazadas germanas al concluir la campaña de Normandía. En el Este resulta más difícil calcular las perdidas, pero es factible que no fueran menos de 3.000 los tanques germanos destruidos por los el Ejército Rojo en su avance. Tanto los soviéticos como los aliados asumían que los alemanes habían llegado al colapso. Las bajas sufridas en el verano de 1944 venían a sumarse a los millones de alemanes caídos desde el inicio de la guerra, en su inmensa mayoría en el este. Las fuerzas blindadas habían sufrido un castigo inmisericorde a manos de los carros rusos y de la aviación angloamericana. La población civil germana se hallaba sometida a constantes bombardeos aliados en los que las victimas se contaban por millares. En definitiva, parecía evidente que la resistencia del Reich no podía prolongarse mucho. Citemos el análisis que el historiador Norman Davies hace de la situación existente en agosto de 1944:

“Desde febrero de 1943 en Stalingrado, el frente central había ido avanzando a saltos. El ritmo medio del avance era de 5,3 kilómetros al día. A ese ritmo, con 592 kilómetros por delante y contando con que el frente alemán no sufriera ningún hundimiento, Rokossovski llegaría a Berlín el 11 de diciembre”.

La situación general en el otoño de 1944

A pesar de las apariencias, la maquinaria germana todavía no había dicho su última palabra. Las cifras de producción seguían incrementándose gracias a los programas de Speer y las últimas levas consiguieron reclutar varios centenares de miles de nuevos soldados que, si bien carecían de la experiencia de los veteranos de la Wehrmacht, en ocasiones consiguieron tapar los huecos existentes en el frente alemán. Del lado contrario, los grandes avances soviéticos y aliados habían alargado demasiado las lineas de suministro de sus ejércitos, lo que los dejaba expuestos a posibles contraataques.

Como consecuencia de los factores mencionados, finalmente en agosto los germanos -apoyados por fuertes formaciones blindadas entre las que se encontraban la división Hermann Göring, las divisiones de las SS Totenkopf y Wiking y la división de panzergranaderos Grossdeutschland- consiguen detener a los soviéticos en el Vístula. En septiembre, las fuerzas alemanas consiguen asimismo estabilizar el frente occidental. La Wehrmacht logra frenar a los aliados aproximadamente en la frontera franco-alemana y, a pesar de perder Bélgica, consigue mantener en su poder la mayor parte de los Países Bajos. Los angloamericanos lanzaran una operación aerotransportada en septiembre para intentar tomar por sorpresa a los alemanes en Arnhem, en la zona norte del frente, pero los germanos pararan en seco este intento por reanudar la ofensiva.

A consecuencia de estos éxitos germanos, los frentes van a atravesar una relativa estabilidad en el otoño de 1944, y la Wehrmacht conseguirá mantener a sus enemigos fuera del territorio del Reich. Los soviéticos modificaran su línea de avance y, en lugar de lanzarse hacia Prusia Oriental, dirigen sus tropas contra los aliados de los alemanes en el sureste europeo, tomando Rumanía y Bulgaria. Por su parte, los angloamericanos efectuaron un alto en sus actividades para darse la oportunidad de reorganizar sus tropas. Este periodo será aprovechado por los germanos para reunir lo que aún les quedaba de capacidad ofensiva y lanzarse nuevamente al ataque.

Volvamos momentáneamente a 1943. En aquel momento Guderian había indicado que era preferible reservar y reforzar las formaciones blindadas en ese año con vistas a poder realizar operaciones de gran estilo en 1944. A pesar de esta recomendación, el Führer se lanzó a la ofensiva en Kursk, imposibilitando de este modo una reorganización efectiva de las fuerzas panzer en 1943. A esto hay que añadir el hecho de que, a diferencia de lo aconsejado por Guderian, las unidades acorazadas siguieron empleándose constantemente en el frente, por lo que nunca se pudieron formar grandes reservas de estas tropas. En descargo de Hitler y del estado mayor germano hay que decir que, ya en 1943, la situación era tan crítica que hubiese sido difícil retirar las tropas acorazadas del frente para formar reservas operativas en la retaguardia sin provocar automáticamente crisis en los sectores de los que se retiraran estas formaciones.

Con todo, se intentó nuevamente llevar a cabo una reorganización de las tropas panzer tras las derrotas del verano de 1944 con el fin de dotar a estas nuevamente de capacidad de ataque. Las divisiones acorazadas pasaron a estar compuestas por 4 regimientos: un regimiento acorazado, dos regimientos de panzergranaderos y un regimiento de artillería. La modificación sustancial radicaba en el hecho de que el regimiento acorazado estaba compuesto por dos batallones, uno de los cuales pasaba a estar íntegramente formado por carros Panther, mientras que el otro estaba equipado con las últimas versiones del Panzer IV. Es necesario mencionar que los Panther, a estas alturas de la contienda, habían pulido los fallos que padecíeron durante los primeros compases de su vida y se habían transformado en uno de los mejores carros de combate de la guerra, superiores tanto a los T-34 soviéticos como a cualquier blindado que los aliados pudiesen poner en el campo de batalla en ese momento. Cada batallon tenía nominalmente entre 76 y 94 tanques, si bien esa cifra no se solía alcanzar en la realidad. Se reforzaba asimismo la defensa antiaérea de las divisiones panzer, dotándolas de piezas blindadas armadas con cañones antiaéreos montados sobre chasis de carros de combate. Por último, se mejoraban las posibilidades de defensa antitanque de las divisiones acorazadas, ya que se dotaba a los panzergranaderos de las mismas de dos compañías de cazacarros (Panzerjäger) formadas por 14 vehículos de este tipo montados sobre chasis de Panzer IV.

Esta reorganización no alcanzó por igual a todas las divisiones acorazadas pero, junto al hecho de que seguían saliendo de las cadenas de montaje de Speer miles de carros de combate para reponer, en la medida de lo posible, las dramáticas pérdidas experimentadas por los ejércitos alemanes, proporcionó a la tambaleante Wehrmacht la oportunidad de lanzarse nuevamente a la ofensiva.

La Contraofensiva de las Ardenas

Se ha dado en criticar mucho este movimiento estratégico de Hitler. En ocasiones leemos que no debería haber pasado a la ofensiva teniendo en cuenta el precario estado de sus fuerzas armadas, y generalmente también se afirma que debería haber prestado más atención al Ostfront, en lugar de lanzarse a una aventura occidente. Ambas afirmaciones son ciertas, pero asimismo matizables y, en la actualidad, muchos historiadores también destacan los puntos fuertes de esta decisión:

-Tras las derrotas del verano de 1944, era necesario dar un golpe sobre la mesa y demostrar que Alemania no había perdido la guerra, insuflando de este modo algo de moral a sus alicaídas tropas.
-Las tropas aliadas, dispersas a lo largo del frente situado en la frontera francoalemana, se encontraban mal abastecidas debido los grandes avances que habían efectuado por todo el territorio francés.
-El Ejército Rojo gozaba de una superioridad tal que las tropas acumuladas para la Ofensiva de las Ardenas apenas se hubiesen hecho notar en el frente del Este, ya que no hubiesen alterado el equilibrio -más bien desequilibrio- de fuerzas, que en aquellos momentos ya estaba drástica e irremisiblemente inclinado a favor de los soviéticos.
-Las tropas concentradas para la Ofensiva de las Ardenas, en caso de haberse dispersado a lo largo del frente occidental, hubiesen sido previsiblemente arrolladas en cuanto los aliados hubiesen estado en disposición de lanzarse ellos mismos a la ofensiva.
-El mal tiempo previsto para la segunda mitad de diciembre de 1944 impediría que los angloamericanos utilizasen su extraordinaria potencia aérea para dificultar las operaciones germanas.
-Finalmente, el que fue considerado objetivo principal de la Contraofensiva de las Ardenas, la ciudad de Amberes, se hallaba a unos 200 km de las líneas alemanas. Alcanzar esta localidad hubiese supuesto un éxito estratégico de extraordinaria importancia dado que los germanos habrían conseguido privar a los aliados de un puerto vital y habrían copado un gran número de divisiones aliadas. En el este, un avance de 200 km apenas hubiese bastado para conquistar alguna ciudad soviética de mediana importancia, ciudad que hubiese podido ser reconquistada por el Ejército Rojo en pocas semanas.

Los factores indicados fueron los que impulsaron a los alemanes a lanzarse a la ofensiva en el frente occidental, para la que se emplearon las siguientes fuerzas acorazadas:

-la 2ª División Acorazada, la 9ª, la 116ª y la Lehr, agrupadas en el V Ejército Panzer al mando de von Manteuffel
-la 1ª División Acorazada de las SS “Leibstandarte”, la 2ª “Das Reich”, la 9ª “Frundsberg”, la 10ª “Hohenstaufen” y la 12ª “Hitlerjugend”, englobadas en el VI Ejército Panzer de las SS al mando de Josef Dietrich.

En estos ejércitos acorazados se incluían varias divisiones de infantería, y a las tropas destinadas a la ofensiva se les unió el VII Ejército comandado por Brandenberger, formado únicamente por divisiones de este arma.
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Ya hemos indicado con anterioridad como las fuerzas de tierra alemanas eran (y en el periodo final de la guerra seguían siendo) un ejército principalmente de infantería. En el invierno de 1944-45, de los aproximadamente tres centenares de divisiones que los alemanes desplegaban en Europa, dos centenares eran de infantería y solo 35 eran acorazadas. A estas habría que añadir 18 divisiones de panzergranaderos. El resto eran formaciones de diferentes tipos: montaña, caballería, etc. En cuanto al reparto de divisiones por cada frente, unas 150 se encontraban en el este, unas 80 se localizaban en el oeste, una treintena en Italia, y el resto se hallaban en los distintos teatros de operaciones en los que aún combatían los ejércitos germanos: Noruega, el norte de los Balcanes...

En definitiva, el reparto de fuerzas global era similar al existente en los años anteriores. Sin embargo, a pesar de ser cierto que las variaciones cuantitativas no eran excesivas, también hay que tener en cuenta que las variaciones cualitativas no pueden menospreciarse. Ya hemos visto como las tropas acorazadas pasaron por una reorganización tras el verano de 1944. Lo que no hemos mencionado todavía es la reestructuración que atravesó asimismo la infantería. Este arma, debido a las grandes pérdidas sufridas en las derrotas del verano de 1944, las cuales conllevaron una acuciante escasez de efectivos, tuvo que adoptar una estructura que le permitiese ahorrar hombres. La reorganización tuvo como consecuencia la creación de las divisiones de Volksgrenadier (que no han de confundirse con la milicia Volkssturm) cuyas características principales eran las siguientes:

-Estaban formadas por 6 batallones de infantería en lugar de 9, con la consiguiente disminución de sus efectivos.
-Se sustituía en gran parte el fuego de fusil por el de subfusil, en un intento por dotar a la infantería de mayor capacidad defensiva.

Parte de las divisiones de infantería fue transformada en divisiones de Volksgrenadiers. Estas cumplieron con su papel de manera bastante adecuada en las batallas defensivas a las que tuvo que hacer frente Alemania en los últimos meses de la guerra, pero no estaban preparadas para llevar a cabo operaciones ofensivas de gran calado y, por ello, sufrieron fuertes bajas en las operaciones de este tipo -como la llevada a cabo en las Ardenas- en las que tuvieron que participar.

Y ya tratando específicamente de las divisiones panzer empleadas en las Ardenas, hemos de decir que eran formaciones considerablemente potentes, pero que no solían alcanzar los 150 o 200 blindados que sobre el papel deberían haber tenido de acuerdo a la última reorganización. Lo que sí se logró fue que el Panther pasase a ser la columna vertebral de estas unidades, compensando de este modo la falta de carros de combate en cada división con una mejor calidad de los mismos. Por lo general las divisiones acorazadas constaban de un centenar de blindados, de los que la mitad eran del tipo Panther y el resto eran Panzer IV y cañones de asalto StuG III. También solían tener en sus filas una puñado de cazacarros Jagdpanzer IV.

Por último, en lo que respecta al desarrollo de la batalla, los tres ejércitos alemanes se distribuyeron a lo largo de la frontera germano-belga y germano-luxemburguesa. El VI Ejército Panzer de las SS en el norte, el V Ejército Panzer en el centro, y el VII Ejército en el Sur. Entre los dos primeros sumaban aproximadamente un millar de blindados. El último no tenía fuerzas acorazadas. El ataque comenzó el 16 de diciembre y pilló por sorpresa a los americanos, quienes no consideraban posible que los vapuleados alemanes se lanzasen a la ofensiva. Durante los primeros días los avances se desarrollaron con éxito, pero con demasiada lentitud. El clima era malo, lo que impidió que las fuerzas aéreas aliadas apoyasen adecuadamente a sus tropas de tierra, pero el tiempo corría en contra de los germanos, ya que las malas condiciones climatológicas no iban durar siempre. Por otro lado, las formaciones acorazadas germanas tenían que hacer frente a otra dificultad: su critica falta de combustible; que les obligaba, cual ejército medieval, a alimentarse sobre el terreno capturando las reservas de gasolina que dejaban atrás los estadounidenses en su huida. A estas dificultades hay que añadir el hecho de que la calidad de las divisiones germanas era considerablemente inferior a la que tenían en los primeros años de la guerra. La capacidad bélica del soldado medio alemán seguía siendo por lo general superior a la de cualquiera de sus enemigos, pero esa superioridad ya no era tan apabullante como la que existía en los primeros años del conflicto. La sangría que la guerra estaba suponiendo para el Reich hacía tiempo que estaba pasando factura a sus unidades en forma de una merma en su calidad. Por contra, los americanos habían mejorado mucho desde la desastrosa experiencia de Kasserine, siendo capaces de presentar resistencia a las divisiones acorazadas alemanas en circunstancias que, menos de un par de años antes, la habrían hecho imposible.

Como consecuencia de lo anterior, la ofensiva alemana se paralizó en una semana, en cuanto el tiempo mejoró y los aliados se sobrepusieron de la sorpresa y trasladaron fuerzas de otros frentes que anularon la superioridad local que había logrado la Wehrmacht. En ese momento, la batalla degeneró en un enfrentamiento de desgaste en el que los germanos no tenían nada que ganar, pero en el que siguieron empeñados de acuerdo a las ordenes de Hitler y del OKW. Las pérdidas germanas se estiman en torno a los 800 blindados, aunque también hay investigadores que reducen esta cifra. La perspectiva anglocentrica predominante en los historiadores suele presentar la operación como la última gran maniobra alemana de envergadura y la derrota posterior como un golpe decisivo. Ambas conclusiones hay que estudiarlas cuidadosamente antes de aceptarlas sin más ya que, si bien la derrota fue un duro golpe para los germanos, no es cierto que la Ofensiva de las Ardenas fuese la última operación de importancia de la Wehrmacht. Por el contrario, la agonizante Alemania nazi todavía tendría tiempo para volverse contra la marea soviética que, en pocas semanas, se iba a tragar la totalidad de las provincias orientales del Tercer Reich.

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