domingo, 29 de noviembre de 2009

El hundimiento del Bismarck II

A las 7 de la mañana comenzó a sonar insistentemente el teléfono de Churchill. Tras descolgarlo, el rostro del premier británico se ensombreció en el mismo instante en que le transmitieron la noticia del hundimiento del Hood. Al terminar de recibir el informe, ordenó simplemente:

“Hundid el Bismarck, cueste lo que cueste. ¡Hundid el Bismarck!”

No era necesario más. Los ingleses iban a poner en juego todo lo que tenían a mano para tratar de devolver a la Kriegsmarine el tremendo puñetazo que esta les había propinado.

En el océano, los acontecimientos no se hicieron esperar. El Prince of Wales, tan pronto como observó que el Bismarck y el Prinz Eugen no insistían en su persecución, se unió a los cruceros de Wake-Walker y se dispuso a marcar de cerca a los navíos germanos para evitar que desaparecieran en la inmensidad de Atlántico.

Entretanto, la Royal Navy envió al teatro de operaciones a todos los buques de guerra que pudo encontrar. Aparte de la Home Fleet de Tovey, se hicieron a la mar desde diversos puntos los acorazados Rodney, Ramilles y Revenge, además de otras unidades menores. En total, una poderosa flota compuesta por siete acorazados y cruceros de batalla, dos portaaviones, once cruceros pesados y ligeros y varios destructores, se dirigía al encuentro de la agrupación germana.

Del lado alemán, Lütjens moderó la velocidad a 25 nudos y ordenó que se revisaran los desperfectos sufridos por el Bismarck en el enfrenamiento anterior, observando entonces que varios tanques de combustible habían resultado dañados. El almirante alemán comprende que el Bismarck, con su velocidad forzosamente reducida y con su capacidad de almacenamiento de combustible mermada, no se encuentra en disposición de lanzarse a una larga travesía por el Atlántico. Decide entonces entrar en el puerto francés de Saint Nazaire con la intención de someter al acorazado a una completa revisión.

Al mismo tiempo, Lütjens pretende que el Prinz Eugen, el cual no ha sufrido daños en el combate con el Hood y el Prince of Wales, continúe con la misión original y se aventure en el Atlántico para acechar a los convoyes británicos. No obstante, para tener posibilidad de llevar a cabo este plan, era necesario zafarse anteriormente de la vigilancia a la que le tenían sometido los buques de Wake-Walker. Con ese fin, a las seis de la tarde del día 24, el coloso germano invierte repentinamente el rumbo y abre fuego contra el Prince of Wales, el Norfolk y el Suffolk. Ninguno de los navíos resultó alcanzado, pero los anglosajones en la confusión del combate pierden el contacto con el Prinz Eugen, el cual aprovechó la escaramuza para escapar sigilosamente en dirección sur. Los ingleses no volverían a conocer el paradero de este buque hasta que diez días después entre en Brest.

Una vez que el Prinz Eugen desaparece de escena, el Bismarck vuelve a poner proa al sur. Los buques británicos continúan la persecución del gigante alemán pero, prudentemente, deciden aumentar la distancia que les separa del navío germano. En esos momentos, Lütjens envía un mensaje a la Kriegsmarine señalandole su intención de entrar en Saint-Nazaire para petrolear, al tiempo que informa de la imposibilidad de romper contacto con el enemigo.


Primer intento

Por su parte, el comandante de la escuadra británica tenía también sus propias preocupaciones. Vista la suerte corrida por el Hood, nada le aseguraba que, en caso de que tuviese lugar otro enfrentamiento con el acorazado alemán, alguno de su buques no fuese a sufrir el mismo destino que el malhadado navío de Holland. Por ello, llega a la conclusión de que hay que tratar de limitar la capacidad de lucha del Bismarck antes de entablar un combate naval directo con él. Con este objetivo en mente, destaca al portaaviones Victorious y a varios cruceros al mando del contraalmirante Curteis, ordenandoles que se aproximen a 100 millas del gigante germano y que lancen un ataque con aviones torpederos.

A las 10 de la noche, la agrupación británica de Curteis se encuentra a una 120 millas de los navíos alemanes. En ese instante, el riesgo de que los buques de Wake-Walker pierdan el contacto con el Bismarck (como ya ha sucedido con el Prinz Eugen) es elevado. Por ello, el contraalmirante decide no perder más tiempo y hace despegar a 9 Swordfish torpederos y a seis Fulmar. La misión de los primeros será lisiar al acorazado enemigo, mientras que los Fulmar deberán distraer el fuego antiaéreo germano y comprobar el daño que causen los Swordfish.

Poco después de las once y media, los aparatos ingleses localizan al Bismarck e inician el ataque. Al precio de perder dos Fulmar víctimas del fuego antiaéreo alemán, los aviones británicos consiguen encajar un torpedo en el costado del navío germano. Sim embargo, la inicial alegría de los anglosajones se desvanece tan pronto como observan que el escualo de acero no ha causado daños en el buque enemigo, cuyo blindaje resiste sin problemas el impacto. A los aeroplanos británicos no les queda otro remedio que volver al Victorious con las manos vacías.

A la una de la madrugada del día 25, el Bismarck invierte nuevamente el rumbo para disparar a sus tenaces perseguidores. En el instante en que observan la maniobra alemana, la agrupación de Wake-Walker trata de alejarse a toda máquina. El acorazado no insiste en el ataque y rápidamente vuelve a poner la proa hacia el sur, pero esta ultima escaramuza provocá que los británicos se vuelvan cautelosos en extremo. Tan pronto como cesa el cañoneo del gigante alemán, los navíos ingleses reinician la persecución moviéndose en el límite del alcance de sus radares hasta que, a las 03:06, el coloso germano desaparece de sus pantallas.

En ese momento, las antenas radiotelegráficas de la Kriegsmarine, las cuales venían captando los mensajes transmitidos por los buques de Wake-Walker a la Home Fleet, descubren que dichos mensajes cesan repentinamente. La armada del Reich deduce que los perseguidores han perdido el contacto con el Bismarck y así se lo comunica a Lütjens. El almirante alemán recibe la información, pero no se la cree. ¿La razón? El detector Fumb que porta el acorazado sigue captando los impulsos de los radares ingleses; luego el silencio radiotelegráfico solo puede ser una añagaza británica. Razonamiento lógico, pero erróneo. Los navíos de la Royal Navy ciertamente habían perdido el contacto con el alemán y sus radares exploraban el océano a ciegas. Las ondas llegaban hasta el Bismarck (y de ahí que el detector Fumb las recibiese), pero sin fuerza suficiente para rebotar y ser captadas por los buques emisores de las mismas.

A pesar de ello, los británicos no desisten. La agrupación de Wake-Walker, la Home Fleet y los aviones del Victorious continúan incansablemente la búsqueda del escurridizo navío alemán a lo largo del día 25, pero sin éxito. En ese momento, el Bismarck podía haber estado salvado, pero Lütjens iba a cometer un error fatal...


Segundo intento

A las 07:00 del día 26, el acorazado alemán radia un mensaje a Berlín indicando que “dos acorazados y un crucero todavía mantienen el contacto”, al tiempo que informa del estado general del buque y de su necesidad de entrar en dique para una revisión. El comandante del “Grupo Oeste” responde mediante un mensaje urgente desde París confirmando a Lütjens que los británicos han perdido realmente su rastro y solicitándole que guarde absoluto silencio radiotelegráfico, pero el daño ya estaba hecho.

Tan pronto como el Bismarck radia su mensaje, los radiogoniómetros del Reino Unido localizan el lugar de origen de la transmisión y deducen acertadamente que solo puede proceder del acorazado alemán. Una vez localizada la posición de este, la información se le pasa a Tovey, quien ordena a todos sus buques que pongan rumbo inmediatamente al lugar señalado por los radiogoniómetros para, una vez allí, darse cuenta de que el navío germano no aparece por ninguna parte.

¿Qué había sucedido? Debido a un error de cálculo, los equipos ingleses se habían equivocado al señalar la posición del buque enemigo, con la desastrosa consecuencia de que el grueso de la flota británica fue enviada a interceptar al Bismarck a un punto situado 75 millas al norte de donde en realidad se encontraba.

El Almirantazgo Británico esta desconcertado. El buque alemán parece haberse desvanecido y los ingleses no tienen ni la más remota idea de donde puede hallarse en ese momento. En esta situación, la Royal Navy decide tratar de cubrir los dos itinerarios más probables del acorazado. Por un lado se ordena a la Home Fleet que ponga proa al norte para dirigirse a la zona entre las Islas Feroe e Islandia. Por otro, se ordena a la Fuerza H comandada por Sommerville que se sitúe en la ruta que habría de seguir el navío germano en caso de que decida refugiarse en los puertos franceses. Al mismo tiempo, todos los aviones de exploración de la RAF patrullaban incesantemente el Atlántico en busca del coloso de la Kriegsmarine. La tenacidad británica se iba a ver pronto recompensada.

A las 10:30 un hidroavión Catalina localizó finalmente al Bismarck a algo menos de 700 millas al oeste de Brest. En ese momento, la Fuerza H se hallaba a unas 110 millas a proa del navío germano. Pero esa agrupación solo disponía de una gran unidad: el crucero de batalla Renown que, en caso de ser empleado contra el Bismarck, podía terminar en el fondo del océano igual que el Hood. Por ello, se le ordenó a Sommerville que no tratase de interceptar al buque alemán hasta que llegasen los navios de la Home Fleet, quienes habían vuelto a invertir el rumbo y se dirigían a la zona. Pero la formación de Tovey se encontraban a unas 130 millas a popa del Bismarck, por lo que si el navío germano mantenía su velocidad sería imposible que la Home Fleet le diese caza antes de que llegase a Francia. En esta difícil situación los británicos deciden jugar su última carta.

La Fuerza H, si bien solo contaba con con el Renown como gran unidad, también disponía del buque que iba a resultar decisivo en aquella jornada: el portaaviones Ark Royal. Pero, antes de hacer entrar en juego a los aparatos de este, Sommerville decide destacar al crucero Sheffield para que marque de cerca al Bismarck y no pierda el contacto radar con él. Finalmente, a las 3 de la tarde despegan 14 swordfish desde el portaaviones inglés. Tras una hora de vuelo, los aparatos británicos localizan su objetivo y dejan caer sus torpedos al mar... ¡para inmediatamente después darse cuenta de el navío que han tomado por el blanco no es otro que el Sheffield! Afortunadamente para los ingleses, ningún torpedo “amigo” hizo blanco. No sería la primera vez que la suerte sonriese a los anglosajones en aquella jornada.

Los aeroplanos regresan al portaaviones para rearmarse y volver a intentar la maniobra de ataque. En esta ocasión, 15 Swordfish despegaran del Ark Royal a las ocho de la tarde. Es su última oportunidad. Quedan escasas horas de luz y, en caso de que no consigan disminuir la velocidad del Bismarck, el navío germano entrará en el radio de acción de los aviones alemanes basados en Francia a la mañana siguiente.


A la tercera va la vencida

El ataque se inicia a las 20:47. La escasa luz provoca que los antiaéreos alemanes tengan mucha dificultad en localizar a los aparatos británicos. Pese a ello, logran dañar a cinco aviones y derribar a otro. Pero no fue suficiente. Tras cuarenta minutos de combate los ingleses solo habían logrado acertar con un torpedo en el Bismarck pero, al igual que en el ataque realizado por el Victorious, este no produjo graves daños en el acorazado. Por fin, cuando parecía que los anglosajones no iban a sacar nada en limpio, el coloso germano mete toda la caña a estribor y, de repente, se estremece. Una tremenda sacudida recorre la mole de acero justo cuando se encontraba en medio de la maniobra de giro. ¿Que ha pasado? un afortunado torpedo británico ha acertado justo donde el Bismarck no esta protegido por su formidable blindaje: en los timones. Para más infortunio, el torpedo ha dado en el blanco justo en el momento en que el buque se hallaba girado, bloqueando de este modo los timones en una posición que imposibilitaba que el navío pudiese recuperar una trayectoria recta y gobernarse mediante las hélices.

Fin de la historia. Si el torpedo británico hubiese acertado en cualquier otro sitio, el cinturón blindado del Bismarck hubiese protegido al buque, y el proyectil inglés presumiblemente no hubiese causado graves daños. Pero con ese impacto de tremenda suerte, los swordfish acaban de sellar el destino del gigante alemán. Antes de desaparecer, los pilotos anglosajones observan asombrados como el noqueado navío germano da dos vueltas sobre si mismo y queda a la deriva.

Una vez que se retiran los aviones británicos, los marinos germanos pasan la noche intentando desbloquear el timón. Será en vano. No hay solución posible y los alemanes comprenden que han llegado al final del camino. La Kriegsmarine recibirá en Berlín el siguiente mensaje:

“El buque ha quedado ingobernable. Lucharemos hasta la última granada. Viva Alemania”

2 comentarios:

  1. Heroico aunque triste el sacrificio del Bismarck. La Kriegsmarine iba a a perder su mejor buque y los ingleses conseguir un soplo de moral en esos complicados momentos.

    Un saludo

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  2. Cierto, Sila. Un gran soplo de moral y practicamente iban a terminar con la Batalla del Atlántico en lo que a buques de superficie se refiere.

    Saludos

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