Polonia: Rommel en el Cuartel de Campaña del Führer
El día 22 de agosto de 1939 Rommel recibe nuevas instrucciones en las que se le anuncia su ascenso a general de división y se le nombra comandante de los cuarteles de campaña del Führer. El puesto era ciertamente importante pero, en cuanto a lo que se refiere a los hombres a su cargo, y más si los comparamos con los que habitualmente están subordinados a un general de división, eran ciertamente escasos. El total de soldados a las ordenes del general suabo ascendía aproximadamente a un millar.
El cuartel se localizaba en un tren compuesto por una docena de vagones, a los que se sumaban dos antiaéreos a la cabeza y a la cola del convoy. En este tren se celebraron las reuniones diarias que Hitler mantuvo con sus generales a lo largo de la invasión de Polonia, y Rommel habitualmente estaba presente en las mismas. Para él, un soldado que siempre había apostado por la velocidad y la sorpresa en el campo de batalla, poder observar desde tan privilegiada posición la campaña en la que por primera vez se puso en marcha la Blitzkrieg germana debió suponer una intensa satisfacción no exenta de envidia por no encontrarse en ese momento en el frente.
Por lo que respecta a las relaciones de Rommel con Hitler, durante este periodo no hicieron sino mejorar. Entre otras cosas, el suabo valoraba el extraordinario dominio que el austriaco parecía tener de la situación. La mayor parte de la cúpula militar germana temía una ofensiva anglofrancesa en el oeste del Reich en esas semanas en las que la casi totalidad de la Wehrmacht se hallaba ocupada en Polonia; pero dicha intervención, tal y como había asegurado el Führer con anterioridad, no llegó a producirse. Cierto es que los aliados declararon la guerra a Alemania, pero esta declaración no supuso ninguna dificultad adicional a la campaña polaca. En este extraño contexto, el dictador parecía ser el único en tener las cosas claras y los nervios templados y Rommel le admiraba por ello. Además, al contrario de lo que sucedería en los años siguientes, el mandatario germano sí que se aproximó al frente. El convoy del Führer se hallaba con frecuencia considerablemente cerca de la zona de combate. En ocasiones, el propio Hitler abandonaba el tren para acercarse a algún sector en el que se estuviese luchando. Rommel, en definitiva un viejo soldado de primera línea, no podía sino apreciar dicho comportamiento.
Con la campaña polaca prácticamente concluida, el 26 de septiembre Rommel se trasladó a Berlín para organizar en la capital germana los cuarteles generales del Führer en la Cancillería del Reich. Pocos días después, el 5 de octubre, el suabo estuvo de vuelta en Polonia para participar en el desfile de la victoria en Varsovia. Tras este, abandona para siempre el territorio polaco, por lo que parece poco probable que se enterase de la terrible labor de limpieza étnica que las SS comenzaron a desarrollar en esta infortunada nación inmediatamente después de la victoria alemana.
Rommel y la 7ª División Panzer
Tras su labor al frente de los cuarteles del Führer, Rommel solicitó que se le asignase el mando de una división acorazada. Desde su posición de observador privilegiado, había visto desempeñarse a estas nuevas unidades en el campo de batalla, y se quedo maravillado por sus prestaciones. El general suabo parecía tener claro que dichas formaciones iban a marcar un antes y un después en la historia militar, y quería formar parte de ese momento. Existieron algunas trabas para concederle el mando de una división panzer ya que, al fin y al cabo, Rommel había sido toda su vida un soldado de infantería y no tenía experiencia con unidades móviles; pero al final (muy posiblemente gracias a la intervención personal de Hitler) el futuro mariscal consiguió el puesto de comandante de la 7ª División Panzer a principios de 1940. Rommel se despidió del dictador germano y este, a modo de regalo de despedida, le entregó un ejemplar de Mein Kampf dedicado.
La 7ª División Panzer era una unidad notablemente poderosa ya que contaba más de dos centenares de carros de combate. Durante la campaña del oeste se encuadró en el XV Cuerpo de Ejército comandado por Hoth, incluido en el Grupo de Ejércitos A de Rundsted y se localizó en el sector central del frente, justo donde debía producirse la ruptura decisiva.
Desde que asumió el mando el 15 de febrero y hasta que se inició la ofensiva, Rommel dedicó sus esfuerzos a familiarizarse con las particularidades de su nueva unidad, al tiempo que trasladaba a sus hombres las lecciones que había aprendido en sus numerosas experiencias bélicas previas. El general era un decidido partidario de la técnica conocida como “el mando desde el frente”, lo que en la campaña se tradujo en el hecho de que se pasase la mayor parte del tiempo de acá para allá (bien montado en un tanque, bien en su vehículo de mando, bien en cualquier otro medio de transporte que tuviese a mano) dando órdenes a diestro y siniestro e insuflando valor a sus tropas allí donde creía que se hallaba el punto esencial (Schwerpunkt) de los enfrentamientos. No obstante, también era defensor de la vieja tradición del Ejército Alemán consistente en que ningún oficial debía dejar de tomar sus propias decisiones esperando que sus superiores las tomasen por él. Rommel no pretendía que sus soldados se quedasen parados hasta que él apareciese. Por el contrario, deseaba que sus oficiales fuesen capaces de asumir su propias responsabilidades. El suabo, así como gran parte de los grandes generales germanos, comprendía que él no iba a conocer en cada momento los detalles de todos los combates. Por ello, podía darse el caso de que sus subordinados estuviesen en posesión de mejor información que la que tenia el propio general de división. En ese caso, aunque esos hombres hubiesen recibido unas órdenes, se aceptaba que las pudiesen modificar si dicha modificación era necesaria para lograr una más eficaz consecución de los objetivos marcados. Rommel, como muchos camaradas suyos, no hacía hincapié en que se siguiesen las órdenes al pie de la letra. De hecho, solía advertir a sus subalternos que no esperasen instrucciones detalladas en exceso. Si él deseaba intervenir personalmente, lo haría; pero en tanto no lo hiciese, sus oficiales debían ser capaces de actuar por si mismos.
El cruce del Mosa...
La guerra para Rommel comenzó el 10 de Mayo cuando la 7ª Panzer, junto con el grueso del Ejército Alemán, recibe la orden de atravesar la frontera occidental del Reich y atacar a los aliados. Los hombres del suabo avanzaron con notable velocidad, cubriendo en tres días la considerable distancia de 100 kilómetros. Pero cuando llegaron al río Mosa, un obstáculo natural de primer orden, las vanguardias de la 7ª Panzer se encontraron con que todos los puentes habían sido volados por el enemigo. A pesar de ello, Rommel cruzó el rió junto a sus soldados en uno de los primeros botes que se lanzaron, y logró que se estableciese una pequeña cabeza de puente en la orilla occidental. Tras esto, el general ordenó a sus ingenieros que tendiesen un puente con vistas a posibilitar el cruce de los carros. Gracias a este rápido movimiento, el día 14 Rommel tenia ya una treintena de tanques en la otra orilla, conquistando con ellos el pueblo de Onhaye. Al final de la jornada, la totalidad de la división había cruzado el Mosa y se disponía a continuar su avance hacia el oeste.
Durante estas acciones, el suabo siempre se destacó por estar a la cabeza de sus hombres, y su valentía le sirvió para que le concedieran sendos pasadores para las cruces de hierro de primera y de segunda clase. No obstante, su tendencia a estar siempre en vanguardia asumiendo roles de teniente -o incluso de sargento- también le hizo acreedor de numerosas críticas, ya que su estilo de lucha causaba muchas dificultades al alto mando, cuyos miembros en ocasiones se las veían y se las deseaban para encontrar a este inquieto general.
… y de la Línea Maginot
El 15 de mayo, la 7ª División Panzer siguió avanzando a un ritmo inusitado, pasando por encima de las tropas aliadas que estaban empezando a desintegrarse. Gracias a esta rapidez, Rommel, cuyos hombres se hallaban todavía en Bélgica, alcanzó la Línea Maginot el 16. Las fortificaciones en este sector eran considerablemente más débiles que las que se localizaban en la frontera francoalemana, pero aun así el alto mando germano estimaba que supondrían un obstáculo de primera categoría al avance de sus unidades. No fue así. Rommel, a la cabeza del regimiento acorazado de la división, consiguió atravesar las defensas francesas el mismo día 16 en un ataque audaz durante el que no consintió a sus hombres descanso alguno; mas, una vez en el otro lado, se encontró con que sus tropas se hallaban demasiado desperdigadas. El impetuoso asalto había supuesto que el regimiento acorazado se adelantase demasiado, lo que provocó un distanciamiento excesivo con el resto de las unidades de la 7ª Panzer. Con todo, el caos existente en el bando contrario era mucho peor.
Con la intención de restaurar un poco el orden, el día 17 Rommel ordena a sus tropas de vanguardia que se detengan y formen un erizo, al tiempo que retrocede para tratar de reagrupar a las formaciones rezagadas. Al día siguiente, cuando recupera el control de la situación, el futuro mariscal se lanza a por la ciudad de Cambrai, localidad que cae en sus manos esa misma jornada. A estas alturas de la ofensiva, la 7ª Panzer había avanzado 300 km, capturado 10.000 prisioneros y destruido un centenar de carros enemigos más cincuenta vehículos y cañones de todo tipo. El precio que había tenido que pagar por este éxito se elevó a 35 muertos y 59 heridos así como un puñado de tanques perdidos.
El triunfo de la 7ª Panzer fue notable, pero el mando germano se alarmó considerablemente ante la manera que tenía Rommel de conducir las operaciones ya que, en ocasiones, ni el mismo sabía donde se localizaba realmente su división. Es en esos momentos cuando se empieza a conocer a la unidad del suabo con el sobrenombre de “División Fantasma”, ya que nadie parecía saber con exactitud en que parte del mapa situarla, ni siquiera su propio comandante.
Contraataque en Arras
El arrollador avance de Rommel y del resto de las divisiones panzer había provocado que los flancos de estas tropas quedasen peligrosamente expuestos a cualquier contraataque aliado. Dicha eventualidad había estado presente en las discusiones del alto mando alemán desde el inicio de la ofensiva y representaba una de sus mayores preocupaciones pero, dada la ininterrumpida sucesión de éxitos, los miedos de los germanos parecían haber remitido. Sin embargo, el 21 de mayo los temores de estos se iban a convertir en realidad.
Arras era una localidad defendida por los británicos que el mando alemán, con la 5ª División panzer por el norte y la 7ª junto con la Totenkopf por el sur, pretendía rodear. El movimiento se inició bien pero, al caer la tarde, tropas británicas apoyadas por varios carros “Matilda” se lanzaron contra los hombres de Rommel. El alto mando inglés pretendía realizar una ofensiva de gran calado, pero Gort, el comandante de la fuerza expedicionaria británica, era consciente de que, dado el precario estado en que se hallaban sus fuerzas, lo más que podría efectuar era un contraataque de ámbito local. Para este movimiento, Gort dispuso de dos divisiones muy mermadas y de 72 tanques “Matilda”, extraordinariamente bien blindados pero pobremente armados, ya que únicamente 16 portaban un cañón, estando el resto equipados únicamente con ametralladoras. Pero incluso con estas reducidas fuerzas los ingleses consiguieron asestar un golpe a los confiados hombres de Rommel quienes no se esperaban esta audaz maniobra británica.
A pesar de la sorpresa, Rommel reaccionó con rapidez y supervisó personalmente la defensa alemana, protagonizada principalmente por los cañones antitanque y por cañones antiaéreos de 88 mm en función contracarro. La intervención de estos fue de gran importancia ya que el armamento de los carros germanos era demasiado débil para penetrar el grueso blindaje de los tanques británicos. El suabo fue de cañón en cañón dando ordenes y ánimos a voz en grito a sus hombres quienes, al final del día y no sin esfuerzo, habían destruido varios carros enemigos, abortando de este modo la ofensiva inglesa. Las pérdidas alemanas, aún siendo importantes (la 7ª Panzer perdió cuatrocientos hombres y varios blindados), no eran extraordinariamente graves. Pero lo peor fueron lo efectos psicológicos que la audacia inglesa provocó en los germanos.
Nada más iniciarse el ataque, la alarma saltó en el mando alemán. Los informes que se recibían pintaban una situación bastante más complicada de lo que en realidad era, apuntando que los británicos preparaban una ofensiva seria con grandes contingentes de blindados. Todo ello ocasionó una situación de inquietud en el alto mando, inquietud que presumiblemente tuvo influencia en la orden de alto que dio Hitler a sus tropas el día 24, facilitando de este modo el reembarco aliado que tuvo lugar en Dunkerque poco después.
En lo que respecta a Rommel, el suabo recibió la Cruz de los Caballeros el día 26 por su sobresaliente desempeño en la ofensiva. A la 7ª Panzer, unidad que continuaba avanzando y enzarzada en los combates, el día 28 le fueron concedidas seis jornadas de un merecido descanso.
Toma de Cherburgo
El 3 de junio el Führer visitó a las tropas alemanas e invitó a Rommel a pasar el resto del día con él, hecho que volvía a demostrar la estima que sentía el dictador por este militar, quien observó que había sido el único comandante recompensado con este tratamiento. “Todos estábamos preocupados por usted”, fueron las palabras empleadas por el mandatario para dejar clara su predilección por el general. En aquello momentos el suabo todavía era, y seguiría siendo durante mucho meses, uno de los militares favoritos del austriaco.
Pero la guerra continuaba. El 5 de junio la 7ª Panzer inició el cruce del Somme por la zona entre Abbenville y Amiens. Rommel condujo a sus hombres con más cautela de lo que era habitual en él -posiblemente tenía presente la desagradable sorpresa de Arras-, pero el resultado siguió siendo satisfactorio. Su vehículo fue el primero en cruzar y al finalizar la jornada la unidad al completo se hallaba al otro lado del rió. Apenas cinco días después, los alemanes se encontraban en las orillas del Sena.
El día 10, Rommel recibe nuevas órdenes. No debía atravesar el Sena, sino dirigirse inmediatamente al litoral para evitar las evacuaciones que los aliados estaban intentando llevar a cabo en la zona. El suabo, de acuerdo a las nuevas instrucciones, cambia la dirección de su avance y se lanza contra el pueblo de St. Valery en la costa norte francesa, localidad que toma el día 12. Tras esto, la 7ª Panzer recibe nuevamente unos días de descanso.
Finalmente, el día 17 Rommel recibe órdenes de cruzar el Sena y tomar Cherburgo. La jornada siguiente, después de haber recorrido la asombrosa distancia de 250 km, el general tiene a su unidad en posición y lista para lanzarse sobre la localidad. El día 19 comenzó el ataque y, tras unas breves escaramuzas, a mediodía se presentaron dos civiles franceses a negociar. Los alemanes les indican que deben rendirse antes de las 15:15 o, de otro modo, tomarán la ciudad al asalto. Los galos no respondieron a la hora señalada y los germanos reanudaron los combates, si bien estos fueron breves. La resistencia se desvaneció al poco rato y a las 5 de la tarde se firmó la rendición de la plaza, poniéndose de este modo un brillante punto final a la participación de Rommel y la 7ª División Panzer en la campaña occidental de 1940.
A ver que puedo sacar. Lo interesante empieza ahora y, afortunadamente, las fuentes para la época del Afrika Korps y de Normandia son más que para las de el periodo anterior.
ResponderEliminarUn saludo Bragi.
Muy bueno, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias Matias y bienvenido.
ResponderEliminarSaludos
Muy buenos artículos sobre Rommel, enhorabuena. Conozco una anécdota del tiempo en que Rommel estuvo destacado en el Cuartel de Hitler y que según parece hizo que Hitler lo tuviera en alta estima.
ResponderEliminarResulta que en cierta ocasión en que Hitler iba a hacer una de sus apariciones públicas, y debido a la avalancha de personas que solían seguirlo, le encargó a Rommel que no permitiera que lo siguieran más que las personas que formaban parte de su comitiva.
Llegó el día, y una columna de vehículos con Hitler a la cabeza llegó al susodicho lugar. Las masas enfervorizadas lo aclamaban y algunas personas decidieron seguir a Hitler en sus vehículos. Rommel salió al paso de esas personas y les dijo: "¿Ven ustedes ese tanque de allá? Pues bien, le he ordenado que deje pasar dieciseis vehículos y sólo dieciseis, así que ustedes verán lo que hacen..."
Je je, es muy buena.
ResponderEliminarGracias por el aporte. Lo desconocía por completo.
Un saludo Lupulox
pues ami me parese bien por ke aparte ke yo tengo el mismo nombre pues saver todo eso de el pues me hace pensar que tengo el nombre de unapersona importante como lider y como un soldado de verdad esta chido
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