domingo, 11 de abril de 2010

Rommel X


A comienzos de 1943, la estrella de Rommel parecía haber dejado de brillar. En el aspecto puramente militar, los angloamericanos estaban poco a poco apretando el cerco a los ejércitos italogermanos en Túnez, y el mariscal no pensaba que se pudiese defender la posición durante mucho tiempo. En lo referente a su persona, su salud continuaba deteriorándose y, además, tras los últimos acontecimientos bélicos, el otrora optimista general parecía haber perdido definitivamente la fe en la causa del Eje.


La Batalla de Kasserine

Los efectivos germanos y lo transalpinos en África sufrieron una reorganización y quedaron divididos en dos grupos. Al sur del frente, el Panzerarmee se renombró como I Ejército Italiano y cedió la 21ª División Acorazada a la otra agrupación: el V Ejército Panzer, comandado por von Arnim, quien se situaba en el norte del teatro de operaciones. Este fue el que recibió la mayor parte de los refuerzos que el Eje desplazó a Túnez en 1943. Ambas formaciones iban a quedar englobadas en el Grupo de Ejércitos Afrika, al mando temporalmente de Kesselring, pero esta decisión no se llevó a efecto hasta el 23 de febrero. Y antes de esta fecha iba a tener lugar la última victoria del Zorro del Desierto, la Batalla del Paso de Kasserine.

El día 14 comenzaron dos ofensivas paralelas de los germanoitalianos: en el norte, Arnim inició la operación Frühlingswind y en el sur Rommel empleó a sus tropas en la maniobra conocida como Morgenlust. Ambas comenzaron bien, pero pronto comenzaron a fallar por problemas de coordinación. Von Arnim quería realizar un ataque limitado, con el fin de alejar el frente de la zona de Túnez. Rommel, por el contrario, y en línea con su proceder habitual, pretendía ejecutar un movimiento de más calado para así lograr un resultado decisivo. Su intención era asestar un hachazo en profundidad desde el sur hacía el noroeste, envolviendo de este modo a las bisoñas tropas americanas. Con este proceder, se lograría desarticular, al menos por un tiempo, el despliegue estadounidense en África, eliminando así la posibilidad de que estos pasasen a la ofensiva en el corto plazo.

El 15 de febrero, aprovechando el ímpetu inicial de las ofensivas, el Afrika Korps (compuesto ahora por la 15ª Panzer y la división blindada italiana Centauro) toma Gafsa. Tras esto, las tropas de Rommel continuaron su avance y el 17 se apoderan de Feriana. El mismo día cae en sus manos el aeródromo de Thelepte, donde los soldados del Eje se adueñan de varios aviones estadounidenses. Esa misma jornada, visto que el ataque estaba funcionando correctamente, el suabo solicita a Kesselring que le concedieran el mando de dos divisiones acorazadas: la 10ª y la 21ª. Con ellas pretendía realizar una penetración en profundidad y llegar hasta Tebessa, desarbolando las líneas enemigas y causando el caos en las mismas. Es decir, un avance de gran calado basado en la rapidez y la sorpresa como los de Cirenaica en 1941 y 1942. Hasta aquí, todo parecía apuntar a una victoria de los italoalemanes, pero ellos mismos se iban a poner la zancadilla.

El 18 llegan malas noticias al cuartel general del I Ejército Italiano: Arnim se oponía a los planes de Rommel. El comandante del V Ejército Panzer no quería asumir los riesgos que la operación del suabo implicaba. Aquel pretendía un movimiento mucho más limitado en el que, aunque no se pudiese lograr un resultado decisivo, no se corriese el peligro de fracasar. En las discusiones se perdieron 24 horas valiosísimas y, finalmente, se adoptó una solución de compromiso. A Rommel se le asignarían las unidades que había solicitado, pero al mismo tiempo se le forzaba a seguir un plan de ataque más cauteloso similar al propugnado por Arnim. En definitiva, se apostaba por la seguridad en detrimento de la posibilidad de un éxito estratégico. El mariscal, aunque resignadamente, aceptó el arreglo.

Esta extraña situación desembocó en la última victoria de Rommel, victoria que el propio Rommel aceptó no tener posibilidad de explotar. El 20, las unidades del suabo consiguen tomar el Paso de Kasserine, defendido por fuerzas americanas, británicas y francesas. Esa misma tarde, sus tropas de vanguardia entran en Thala, 40 kilómetros al norte de Kasserine. En aquel momento, el mariscal posiblemente podía haber desviado a sus soldados para tratar de alcanzar el que iba a haber sido su ambicioso objetivo inicial: Tebessa. De hecho, Kesselring visitó a Rommel esa misma jornada y se mostró entusiasmado por el altamente favorable desarrollo de los acontecimientos. Sin embargo, y en lo que parecía una decisión sin sentido, el militar germano ordenó detener la ofensiva. ¿Por qué? Precisamente porque la posibilidad de obtener un éxito estratégico, al menos tal y como lo concebía el Zorro del Desierto, se había esfumado. La explicación se podría esbozar del siguiente modo:

-A diferencia de los británicos, cuyos sistemas defensivos se vinieron abajo en varias campañas de Rommel en 1941 y 42, los americanos no se derrumbaron en Kasserine en 1943. Debido a su bisoñez, pagaron la novatada y no supieron encajar bien el gancho de izquierda italoalemán, cierto. Pero se repusieron de manera acelerada (entre otras cosas gracias a las dudas alemanas del día 19) y, aún en retirada, continuaron dificultando el avance del Eje.

-A la tenaz resistencia americana se unía el hecho de que los estadounidenses dispusieran de un material bélico excepcionalmente bueno, que además eran capaces de reponer sobre el terreno con gran rapidez. A Rommel esto no le sorprendió demasiado, pues era algo que ya se temía, pero le desilusionó al compararlo con el estado de sus propias tropas.

-Lo anterior provocaba que los italogermanos fuesen a tener que emplear en la empresa más tiempo y fuerzas que las inicialmente destinadas a la misma. Pero Rommel no andaba sobrado de ninguno de estos dos factores. Cebarse demasiado contra los americanos hubiese supuesto desproteger el frente sur, la línea Mareth, y darle a Montgomery la posibilidad de cazarlos por la espalda.

De haberse perseguido desde el principio el objetivo de lograr un golpe ambicioso y un éxito amplio, posiblemente hubiese sido posible alcanzar una victoria estratégica sobre los americanos antes de que estos hubiesen podido reaccionar. Pero, dadas las circunstancias, ese objetivo no se podía cumplir con las fuerzas y el tiempo de que se disponía. Por estas razones, Rommel decide detener las operaciones y dirige a sus soldados nuevamente a Mareth.


Operación Capri

Tras el canto del cisne de Kasserine, asistimos a los últimos días de Rommel en el continente que vio nacer su leyenda. El día 23, el suabo es nombrado comandante del Grupo de Ejércitos Afrika, puesto que en principio parecía destinado a von Arnim. Al día siguiente, el mariscal germano es informado de que este general pretende lanzar un ataque desde el norte, ataque que efectivamente inició el 26. Esto puso furioso a Rommel, quien entendía que esta maniobra debería haberse ejecutado en conjunción con el ataque sobre Kasserine. El suabo se encontró siendo el comandante supremo de un Ejército que realizaba un movimiento no planeado por él. Dicho movimiento no logró ningún éxito reseñable, y además supuso una merma considerable de las fuerzas disponibles.

Después de la maniobra de Arnim, Rommel iba a cometer un error muy similar. El suabo finalmente ejecutó un ataque concebido por él contra Montomery en la localidad de Medenine: la operación Capri, la cual concluyó en un desastre absoluto. El germano pretendía avanzar preventivamente sobre los británicos antes de que estos pudiesen comenzar una ofensiva potente sobre Túnez, pero lo que tuvo lugar fue un Alamein a pequeña escala. Las unidades de Rommel apenas contaban con 150 carros mientras que los ingleses disponían de 400 tanques y 500 cañones antitanque. Además, Montomery, quien gracias al efectivo espionaje británico conocía las intenciones de su enemigo, le estaba esperando bien preparado sobre posiciones defensivas fuertes. El resultado fue el previsible: las tropas del Eje perdieron la tercera parte de sus blindados sin lograr nada a cambio. Rommel no esperó a continuar entrampado en una maniobra inútil, y dio por terminado el ataque en la misma jornada del inicio. Era el fin. El día 7 recibió la respuesta de Hitler a un plan de repliegue que el suabo había presentado poco antes. Rommel pretendía retroceder hasta Enfidaville, acortando las líneas del frente y, consecuentemente, reforzando el mismo. En esta posición el germano entendía que se podría contener durante algún tiempo más a los angloamericanos, pero el Führer, como era habitual, se negó a autorizar cualquier retirada.
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El día 9 el mariscal abandonó el continente, en teoría solo hasta que su estado de salud, que en los meses anteriores no había hecho sino empeorar, mostrase mejoría. Pero el Zorro del Desierto ya nunca regresó a África.

Rommel voló hacía Roma y se encontró con Mussolini, con quien mantuvo una entrevista cordial pero fría, y después, el 10 de marzo, se dirigió a Ucrania para entrevistarse con Hitler. El día 11 recibió los diamantes para la Cruz de Caballero.

La agonía de las tropas del Eje en África llegó a su fin, ya sin Rommel sobre el terreno, el 12 de mayo. La crónica escasez de suministros atenazó a los italogermanos hasta el final. La efectividad angloamericana en sus ataques contra el tráfico marítimo del Eje fue brutal. En enero y febrero, se perdieron el 22% de los envíos de pertrechos bélicos despachados hacía Túnez. En marzo y abril, la cifra alcanzó el 41%; y en la primera semana de mayo se disparó hasta el 77%.


Hitler y Rommel en 1943

Tras abandonar África, Rommel pasó varias semanas tratando de recobrar su salud. Tras estas, Hitler y Göbbels intentaron evitar la mancha de la derrota para este general por quién ambos, incluso tras las desavenencias sufridas, continuaban sintiendo un respeto especial. En un comunicado redactado por el propio Führer, se hizo saber el 10 de mayo que el mariscal había abandonado el continente Africano dos meses antes, dejando claro que él no estaba al mando de las tropas que estaban siendo vencidas por los angloamericanos.

El dictador germano quiso volver a recuperar la confianza de quien antaño había sido su general favorito. Volvió a contar con Rommel en las reuniones y las conferencias que se mantenían a diario y que versaban sobre la marcha de la guerra, volvió a aceptar su consejo y volvió a interesarse por su opinión. En definitiva, volvió lograr que Rommel confiase nuevamente en su líder. Posiblemente no con una fe tan absoluta como la que sí profesaba apenas un año antes, pero lo cierto es que el suabo volvió a caer bajo el embrujo del Führer.

El historiador David Fraser nos narra un hecho que muestra cual era la opinión de Rommel sobre esta nueva y singular situación. Estando en Rastenburg, tuvo lugar un encuentro fortuito e informal con Manstein. Este se encontraba bañándose en un lago y, al ver al suabo en las proximidades, salió del agua y, sorprendido pero cordial, preguntó a aquel -a quién identificó a pesar de no conocer con anterioridad- que hacía en allí.

“Estoy aquí para hacer una cura de rayos ultravioleta. Me estoy embebiendo de sol y de fe”.

Manstein, entendiendo la ironía, preguntó si volverían a verse, a lo que Rommel respondió:

“Sí, bajo la lampara de rayos ultravioleta”

Ese era el extraño efecto que Hitler tenía en Rommel.

No obstante, a pesar de que la relación entre ambos personajes ciertamente mejoró, no volvió a ser lo que en su día fue. Es más, el militar empezó a entrever detalles del mandatario que le inquietaron. Aquel comentó en varias ocasiones con Hitler que la situación alemana era desesperada pero asimismo le oyó decir “nadie querrá firmar la paz conmigo”. También escuchó al Führer afirmar que si la guerra se perdía, los supervivientes podían pudrirse. Todo esto provocó que subsistiese la semilla de la duda. Rommel incluso rechazó el regalo (una finca) que le indicaron que el dictador pretendía hacerle. El mariscal no quería sentirse como deudor de estos favores.


Operaciones Alarico y Eje

Ya en mayo, a Rommel le asignaron un papel principal en dos operaciones, Alarico y Eje, que en esencia eran dos partes de un mismo plan.

Alarico:
Consistía en realizar un despliegue de fuerzas germanas en territorio italiano en previsión de la más que probable invasión aliada. Alemania desplegaría en el país transalpino una veintena de divisiones, que con anterioridad se habrían concentrado en Austria y en Baviera.

Eje:
Suponía que, en caso de que Italia terminase por pasarse al enemigo, los alemanes tendrían que desarmar a los soldados transalpinos y, al mismo tiempo, mantener el terreno limpio para realizar operaciones bélicas contra las tropas angloamericanas desde la península itálica.

Los acontecimientos iban a dar la oportunidad a los alemanes de lanzar ambas operaciones en breve. El 10 de julio, en plena ofensiva de Kursk, los aliados desembarcaron en Sicilia y pronto fue evidente que no iban a tardar demasiado en poner un pie en la Italia continental. El día 13, después de que Hitler convocase a Manstein y a Kluge (principales comandantes de la Wehrmacht en la operación Zitadelle) y les indicase la necesidad de detener el ataque en el Frente del Este, ambos mantuvieron una reunión con Rommel en la que los tres hablaron con franqueza. Al finalizar la conversación, Kluge le indicó a Manstein:

“Esto va a terminar mal, estoy dispuesto a ponerme a sus ordenes”

Y abandonó la sala dejando a este solo con Rommel. El suabo comunicó asimismo a Manstein su percepción de que todo aquello iba a concluir en un desastre para Alemania y le señaló su disposición a ponerse también bajo sus órdenes. Pero el héroe de Sebastopol, aún contando con el respaldo de estos dos generales, no se decidió a actuar.

El día 15 de julio, Rommel es nombrado comandante del Grupo de Ejércitos B, agrupación que se estaba formando en Baviera y que estaba concebida para intervenir en la península itálica en el momento en que el devenir de los acontecimientos lo hiciese necesario. Sin embargo, de manera un tanto sorprendente, el 23 de abril se le asigna a estas tropas la misión de defender Grecia. Pero poco después, el 26, llega a Berlín la noticia de la detención de Mussolini. Italia se tambaleaba. Inteligencia informaba de los contactos que se estaban llevando a cabo entre el nuevo gobierno transalpino y los aliados. Era el momento de poner en marcha Alarico. La península helénica pasaba a un segundo plano.

A mediados de agosto se inicia la entrada de las tropas germanas en el norte del territorio italiano. Oficialmente no era una invasión, sino una maniobra de colaboración con un estado aliado. Italia seguía en guerra y los alemanes fueron recibidos con regocijo en varias localidades.

El 15 de agosto Rommel se traslada a Bolonia para asumir el mando del Grupo de Ejércitos B en Italia. Nada más llegar, celebra una reunión con los transalpinos para tratar de organizar la defensa frente a los aliados. Roatta, el jefe del estado mayor del Ejército Italiano negó cualquier acusación de traición, pero ese mismo día su gobierno lanzó la primera propuesta formal a Eisenhower. El clima de desconfianza era patente.

El día 3 de septiembre, los angloamericanos desembarcan en Reggio, al sur de Italia. El 9 lo hacen también en Salerno. Veinticuatro horas antes, Roma había anunciado la firma del armisticio. En ese momento se inicia la operación Eje, la cual se llevo a cabo con gran éxito. El 19 las tropas de Rommel anuncian la captura de 82 generales italianos, 13.000 oficiales y 400.000 soldados, de los cuales 183.000 ya se habían enviado al Reich.

Los alemanes no consiguieron expulsar a los angloamericanos de la península itálica pero, gracias a las operaciones Alarico y Eje, lograron asentarse firmemente sobre el terreno a pesar de la defección de su principal aliado. Por lo que se refiere al papel de Rommel, este no ejerció mando de primera línea. Se mantuvo en el norte del país, pero defendió constantemente que se crease un mando unificado para todas las tropas de la zona (el mariscal solo comandaba el grupo de Ejércitos B, que no englobaba a todas las divisiones germanas en aquel teatro de operaciones). Las reclamaciones del suabo surtieron efecto, pero este no se benefició de este triunfo; cuando se unifico el mando, el militar encargado de asumirlo no fue Rommel sino Kesselring.

Los días de Rommel en Italia no fueron felices. Entre otras cosas, El militar descubrió de primera mano los métodos de las tropas de las SS, las cuales asesinaron a varios judíos en las proximidades de su cuartel general, radicado cerca del Lago de Garda. Fue en aquella zona donde se alojó Mussolini tras ser rescatado por comandos alemanes de su cautiverio. El mariscal aprovechó la situación para llamar al dictador y, en una agría conversación telefónica, le reprochó la falta de cooperación italiana en las campañas de África. La crítica no era gratuita. A consecuencia de la operación Eje los soldados de Rommel habían descubierto varios depósitos con pertrechos militares italianos que databan de 1941-42, cuando los transalpinos habían reiterado en numerosas ocasiones a los germanos que no enviaban más suministros al Panzer Gruppe simple y llanamente porque no los tenían.

Finalmente, a Rommel le encomendaron la que iba a ser su última gran tarea. Él, junto con el estado mayor del Grupo de Ejércitos B, debía dirigirse a Francia, donde se preveía un desembarco anfibio angloamericano para la primavera próxima. El 21 de noviembre, posiblemente con alivio, abandonó Italia para no volver jamás.

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