domingo, 28 de junio de 2009

La División Panzer III


El crecimiento de la Panzerwaffe

Después de la caída de Francia, y tras verificarse que el Reino Unido no se avenía a aceptar la paz con el Tercer Reich, el dictador nazi iba a poner su atención donde había estado desde el principio: en la Unión Soviética. Aún subestimando el potencial de los rusos, era palpable para los estrategas germanos que la Wehrmacht necesitaba más efectivos para afrontar con perspectivas de éxito la ofensiva en el Este. Diez divisiones panzer habían demostrado ser suficientes para las campañas contra los polacos y contra los aliados occidentales, pero era evidente que los amplios horizontes del oriente europeo precisaban para su conquista de una fuerza acorazada superior. Por ello, a partir del verano de 1940 comenzaron a constituirse nuevas formaciones blindadas. Como consecuencia de esto Alemania, qué había terminado la campaña del Oeste con diez divisiones acorazadas, iba a tener a su disposición 23 unidades de este tipo al terminar 1941.

Las divisiones acorazadas de la 11ª a la 23ª se constituyeron generalmente basándose en cuadros escindidos de las primeras diez formaciones. Es decir, se extraía un núcleo de veteranos en torno al cuál se “ensamblaban” el resto de los efectivos, que habitualmente procedían del arma de infantería. En lo que respecta al armamento, todas las divisiones acorazadas empezaron a ser equipadas con los Panzer III y IV que tanto habían escaseado en las ofensivas anteriores de la Wehrmacht. El pequeño Panzer I prácticamente desapareció. El Panzer II vio reducido su número y, a medida que se hizo más evidente su debilidad frente a los carros rusos, fue relegado paulatinamente a funciones de reconocimiento. El Panzer III pasó a ocupar el papel preponderante en las divisiones acorazadas y el Panzer IV apareció, por fin, en cantidades considerables. Todas las divisiones se crearon, siguiendo la pauta establecida tras la victoria sobre Polonia, sobre la base de un único regimiento panzer.

Todo lo anterior no debe darnos la impresión engañosa de que la fuerza acorazada alemana creció exponencialmente. ¿Se crearon nuevas formaciones? Sí. ¿Se incrementó el número de carros modernos en esas formaciones? Sí. Sin embargo, el aumento nominal del número de divisiones no debe confundirnos acerca de la fuerza real del arma acorazada germana. ¿Por qué? Porque más formaciones no siempre se traducían en más carros. Por poner un ejemplo, la 14ª División Acorazada estaba compuesta al comenzar la campaña de los Balcanes por los siguientes efectivos: 45 Panzer II, 50 Panzer III y 20 Panzer IV, además de otros vehículos de mando y transmisiones. Es decir, poco más de un centenar de tanques. Al iniciarse la ofensiva sobre la URSS, él número había elevado hasta aproximadamente 150 carros, aumento que se logró incrementando las unidades de Panzer III en la división.

Las cifras de la 14ª Panzer nos pueden servir a modo de orientación para hacernos una idea de lo que realmente erá una división acorazada en el año 1941. Las cifras -como siempre- varían dependiendo de la fuente y, además, las divisiones acorazadas podían tener sus propias particularidades. Por ejemplo, la 12ª Panzer todavía desplegaba en sus filas más de un centenar de carros checos 38t al comienzo de Barbarroja, lo que le convertía en el tanque más numeroso, con mucha diferencia, de la división. No era la única formación que se encontraba en esta situación. El problema radicaba en que los carros checos no eran peores que los modelos I y II germanos, pero sus prestaciones sí estaban considerablemente por debajo de las de los modelos III y IV. Así pues, los números no siempre pueden transmitirnos una idea precisa de la fuerza real de las unidades acorazadas.

Los Panzer en los Balcanes

La Wehrmacht contaba en abril de 1941 con dos centenares de divisiones. De estas, aproximadamente 150 eran de infantería y solo 21 eran acorazadas. El resto eran divisiones motorizadas, de montaña, etc. En la campaña de los Balcanes participarían menos de la mitad de las divisiones panzer disponibles junto con una veintena de divisiones de infantería. Los combates se iniciaron el 6 de abril, cuando el Eje lanzó un ataque sobre Yugoslavia y Grecia. El día 13 el capitán de las la división de las SS Das Reich junto con un grupo de diez voluntarios toma Belgrado en un golpe de mano, y el día 27 los alemanes conquistan Atenas. Una nueva lección de guerra moderna a cargo de los germanos, quienes pondrán el broche final a la campaña con un asalto aerotransportado a la Isla de Creta.

Teniendo en cuenta que estaba vigente el pacto Germano-Soviético de 1939 y que los Británicos no disponían de fuerzas con las que efectuar un asalto a Europa, cualquier enemigo que pudiese tener la Wehrmacht en el continente había desaparecido. El Tercer Reich estaba en la cima de su poder y podía elegir donde descargar su siguiente golpe. Había llegado el momento crucial. Hitler ambicionaba el Lebensraum germánico y, desde sus inicios, no había ocultado que este solo se podía obtener en el Este. Alemania se dispuso a un asalto a cara de perro contra la única potencia europea que todavía podía hacerle sombra. En este iban a jugar un papel esencial sus, hasta el momento todopoderosas, fuerzas blindadas.

La situación de las fuerzas acorazadas antes de Barbarroja

Sobre las cifras del despliegue de fuerzas alemán durante el ataque a la URSS existe un consenso bastante general. La mayor parte de las fuentes coinciden en que en Junio de 1941 Alemania había concentrado tres millones de hombres a lo largo de su frontera con la Unión Soviética. A estos hay que añadir aproximadamente un millón de soldados más del resto de los ejércitos del Eje. En lo referente a los carros de combate, el Tercer Reich ponía en acción 3300 tanques, repartidos en 21 divisiones acorazadas. Por el contrario, sobre las cifras del despliegue soviético no existe un consenso similar. Por citar dos extremos, Chris Bishop (“Orden de Batalla de la Infantería Alemana”) eleva él numero de soldados soviéticos hasta los doce millones, mientras que Norman Davies (“Europa en Guerra 1939-1945”) reduce esta cifra hasta los tres millones. Con los tanques ocurre algo similar. Existen obras que elevan las cifras hasta los 20.000 carros y autores que reducen ese número a menos de la mitad.

Dado que estamos tratando sobre las fuerzas acorazadas, llegados a este punto conviene hacer un pequeño comentario: la cifra total de tanques no refleja la fuerza, ni real ni potencial, del Ejército Rojo. Los militares soviéticos habían desarrollado en la década de los treinta una teoría del empleo de las fuerzas acorazadas que tenía en cuenta su potencia de fuego y su movilidad, defendiendo la concentración de los carros en grandes formaciones, de modo similar a lo que hacían los alemanes con sus divisiones panzer. El desarrollo de esas teorías se atribuye principalmente al mariscal Mijail Tujachevski. Pero los soviéticos no se pararon ahí. Pusieron en práctica esas teorías, a pequeña escala, en diversas ocasiones durante la Guerra Civil Española. Ejemplos de dicha puesta en práctica los encontramos en los ataques de carros soviéticos en el sudoeste de Madrid durante los primeros compases de la batalla por la capital de España. En mayor medida se observa la influencia de dichas doctrinas militares en la Batalla de Guadalajara en 1937, que fue la única ocasión en la que el Ejército Republicano consiguió derrotar, y no solo detener, al Ejército Nacional. El general Dimitri Pavlov, uno de los colaboradores soviéticos más destacados en el Ejercito de la República, tuvo a su mando unidades de tanques durante la Guerra de España y se familiarizó con las modernas doctrinas del empleo de las fuerzas acorazadas. En 1941, Pavlov se encontraba al mando de las tropas del Ejército Rojo que hacían frente al Grupo de Ejércitos Centro, donde se encontraban las poderosas agrupaciones acorazadas alemanas de Guderian. A primera vista podría parecer que era el hombre idóneo para el puesto, pero no era así en absoluto. A su vuelta a la URSS, Pavlov se encontró con que Tujachevski había sido devorado por las purgas stalinianas y que las modernas teorías atribuidas a él se habían tachado de “desviaciones burguesas”. Es decir, en el clima de terror que imperaba en la URSS, nadie podía defender el moderno empleo de fuerzas acorazadas sin arriesgarse a ser capturado por el NKVD y enviado al Gulag. Pavlov, y el resto de los militares soviéticos en general, se resignaron a operar de acuerdo a doctrinas militares radicalmente contrarias a las de Tujachevski, consideradas por el régimen como “proletarias” y, por ello, aceptables. El resultado fue que los tanques rusos, ya fueran diez o veinte mil, resultaron dispersados entre la infantería, limitando así enormemente sus capacidades de hacer frente a las bien entrenadas fuerzas acorazadas germanas. Pavlov escapó a las purgas de los años treinta pero, al no poder frenar el arrollador avance alemán del inicio del verano de 1941, fue fusilado junto con su Estado Mayor el 30 de junio de ese año.

En definitiva, el número exacto de tanques soviéticos en esa fecha no es de una importancia crítica. Lo realmente relevante es que, llegado el momento de enfrentarse a los alemanes, los rusos tampoco desplegaban sus unidades acorazadas de manera independiente, al modo de las divisiones panzer germanas, sino que los separaban entre la infantería, de modo similar a como lo habían hecho los aliados en 1940. Esto contribuyó enormemente al desastre que sufrió el Ejército Rojo durante los primeros meses de Barbarroja.

Operación Barbarroja: el ataque alemán sobre la URSS

Hemos visto como en 1941, y en realidad durante toda la guerra, las divisiones acorazadas suponían un porcentaje pequeño sobre el total del Heer alemán. Esto determinó que el ejército que invadió la URSS el 22 de junio fuese un ejército de infantería, donde las fuerzas motorizadas, incluso contando con las tropas móviles de las Waffen SS que ya empezaban a adquirir una importancia considerable, eran una minoría. Beevor, en su obra "Stalingrado", lo expresa del siguiente modo: “Con la gran mayoría de las divisiones marchando a pie, era improbable que la velocidad total de avance fuera mucho más rápida que la de la Grande Armée en 1812”.

A pesar de ello, a la ruptura de las hostilidades siguió un periodo ininterrumpido de victorias germanas. Las divisiones panzer utilizadas como puntas de lanza del ataque alemán cercaron en numerosas ocasiones grandes cantidades de tropas soviéticas. La infantería tenía que forzar enormemente el paso para seguir, en lo posible, a las tropas acorazadas y terminar con las agrupaciones de soldados rusos que quedaban rodeadas por los avances germanos. Las Batallas de copo de Smolensko y Kiev en agosto y septiembre de 1941 son buenos ejemplos de este proceder. Las fulminantes victorias del verano de 1941 confirmaron la opinión que tenía el alto mando del Reich, y también los servicios de inteligencia aliados, de que el Ejército Rojo se derrumbaría. No obstante, varios comandantes alemanes se empezaron a dar cuenta de que el avance, aunque espectacular, no era todo lo rápido que se había planeado. Además, aunque la Blitzkrieg germana había funcionado, la resistencia soviética, en lugar de derrumbarse a las pocas semanas como lo hizo la polaca en 1939 o la de los aliados occidentales en 1940, se endurecía por momentos.

Tras la victoria de Kiev, Hitler dio finalmente el visto bueno al inicio del avance sobre Moscú: la Operación Tifón. Para ello, se volvió a acudir a las fuerzas acorazadas. Alrededor de una decena de divisiones panzer, considerablemente mermadas debido a los largos meses de combates ininterrumpidos, comandadas por Hoth y por Guderian se prepararon para el asalto a la capital rusa, que debía iniciarse en octubre. Hoth, desde el norte, y Guderian, desde el sur, trataron de tomar la principal ciudad de la URSS en los meses siguientes sin éxito. El invierno ruso, la asombrosa capacidad de la URSS para recuperarse de las perdidas de hombres y material sufridas y la voluntad de resistencia del soldado soviético común obraron el milagro. Los alemanes, que habían perdido aproximadamente una cuarta parte de sus fuerzas desde el inicio de Barbarroja, flaqueaban por primera vez en más de dos años. Los soviéticos comprendieron que estaban jugandose su supervivencia y en noviembre lanzaron a la batalla todo lo que tenían. Numerosas unidades traídas desde Siberia y otras partes de Rusia fueron desplegadas en torno a la capital y, en diciembre, consiguieron lo que ningún ejército había conseguido en los dos años anteriores: detener a los panzer germanos y, a renglón seguido, obligar a retroceder a todo el Ejército Alemán.

Las consecuencias del fracaso de 1941 fueron desastrosas para Alemania. La URSS no había sido derrotada y su capacidad bélica no había sido destruida. La Wehrmacht había sido detenida y se encontraban a la defensiva en todo el frente del Este. Todo ello, unido a la entrada de japoneses y americanos en el conflicto tras el ataque nipón a Pearl Harbor y la declaración de guerra de Hitler a los EEUU, alteró definitivamente el equilibrio global de fuerzas.

En lo que se refiere a las tropas acorazadas, a finales de 1941 se crearon las divisiones 22ª y 23ª, que serían enviadas al año siguiente al frente ruso. Nominalmente, la Panzerwaffe nunca había sido tan fuerte. En realidad, las formaciones ocupadas en el teatro del este habían perdido gran parte de su capacidad de combate, y algunas nunca se recuperarían del todo. Para empeorar más la situación, el Führer hizo responsable a Guderian del fracaso en la toma de Moscú y forzó su destitución. En el que -hasta entonces- era el momento más crítico para el Tercer Reich, las fueras acorazadas se quedaban sin su principal valedor.

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