domingo, 23 de agosto de 2009

Werwolf I


Lo primero, dar la bienvenida a Sila, quien está elaborando un blog sobre la Segunda Guerra Mundial:

muy recomendable.

Además, su nombre nos viene al pelo para dar una introducción adecuada a la siguiente serie de entradas. Sila fue un dictador romano del siglo I a.C perteneciente a lo que hoy llamaríamos el partido conservador. Accedió al gobierno tras una época convulsa caracterizada por revueltas sociales y fue el cabecilla de una “restauración aristocrática”. Llegó a disfrutar de un poder absoluto y, justo en la cima de su popularidad, cuando consideró que su obra estaba concluida, abandonó voluntariamente la política. Se cuenta que el día que anunció su retiro de la vida pública salió del Senado y se fue tranquilamente a su casa acompañado por sus amigos. En el camino, mientras la multitud observaba incrédula y en silencio, un ciudadano comenzó a insultar a voz en grito al ya ex-mandatario. En ese momento, los partidarios de Sila -que eran muchos- se volvieron con la intención de linchar al vocinglero. El increpado, sin prestar atención, indicó a sus amigos que dejaran a aquel en paz, al tiempo que decía:

“ese pobre imbécil no sabe lo que ha hecho. A partir de ahora, ningún dictador abandonará voluntariamente su puesto”

Y de un dictador que deja por su propio pie el sillón, pasamos a una dictadura que se resiste a desaparecer. Empecemos, como siempre, por el principio, que en este caso se sitúa un siglo después de la época de Sila.

El origen de las guerrillas alemanas

En el año 9 d.C, tres legiones romanas comandadas por Varo son derrotadas -en lo que hoy es el noroeste de Alemania- en una emboscada organizada por una coalición de guerreros germánicos dirigida por un líder de la tribu de los Queruscos conocido como Arminio. La batalla no es una de las más importantes de la antigüedad, pero su relevancia -y la de Arminio, rebautizado posteriormente como Hermann- será inflada por los autores alemanes a partir del siglo XVII, en el momento en que los estados germanos comienzan a adquirir importancia en el teatro europeo. La victoria de Arminio pasa a ser considerada como uno de los orígenes de la nación alemana y, entre finales del XVII y la Primera Guerra Mundial, se escribirán 76 operas en honor del caudillo querusco. Cuando en el XIX comienza el proceso de unificación alemana, la figura de Arminio cobra aún más relevancia y en 1841 se inicia la construcción de un monumento en su memoria. Este se situará en una zona conocida como “El Bosque de Teutoburgo”, en la localidad de Detmold, donde supuestamente tuvo lugar la derrota romana. La construcción, una estatua de cobre de 28 metros de altura, será finalizada en 1875, una vez que la unificación del Reich sea ya un hecho. Como dato curioso, hoy día los historiadores suelen afirmar que la batalla no tuvo lugar en la zona en la que se levanta la estatua sino varios kilómetros más al norte, en Osnabrück

La figura de Arminio despertó una gran atracción en numerosos escritores alemanes, quienes utilizaron el personaje para justificar las técnicas de guerra irregular que tuvieron que utilizar sus compatriotas con el fin de enfrentarse a los numerosos ejércitos extranjeros que atravesaban continuamente el mosaico de pequeños estados germánicos en que se dividía Centroeuropa. Estos escritos aparecerían ya en el siglo XVII, pero no alcanzarían relevancia hasta el XVIII y el XIX, cuando autores como Kleist hagan referencia a la victoria de Arminio y la encuadren en el marco más general de la defensa germana contra a la tiranía latina, frente a la que era lícito recurrir a técnicas guerrilleras. Kleist y otros escritores incluían en sus obras otras referencias históricas, por ejemplo mencionando elogiosamente a los Vehme, o tribunales germánicos medievales, que impartían la justicia popular cuando la autoridad de los gobernantes desaparecía en alguno de los frecuentes periodos convulsos que salpicaron la historia de los diferentes estados alemanes. El interés por estos temas aumenta en la época napoleónica, cuando la mayor parte de los territorios germánicos caen bajo el dominio del Gran Corso. En estos momentos, surgirán varios autores que recurrirán nuevamente a la figura de Arminio para sostener que, frente a la invasión francesa, los alemanes deben continuar luchando contra Napoleón incluso cuando las estructuras estatales y los ejércitos convencionales se desvanecen.

Una vez que la amenaza de los ejércitos franceses se desvanece, decrece el interés por este tipo de figuras históricas y, asimismo, desaparecen los grupos de guerrilleros alemanes. De hecho, el proceso de unificación del Reich iniciado con posterioridad a la época napoleónica se basó mucho más en factores prosaicos (una unión aduanera y el poderío del ejército prusiano) que en una lucha guerrillera protagonizada los pueblos germánicos frente a un enemigo exterior.

Los Freikorps

Desde la aparición del moderno estado alemán en 1871 hasta la terminación de la Primera Guerra Mundial en 1918, en la postura oficial de este país no asoma ningún tipo de apoyo a la formación de algo parecido a un movimiento guerrillero. Por el contrario, todo el protagonismo de las operaciones bélicas lo asumirá el poderoso ejército imperial. No será hasta el derrumbamiento del Segundo Reich cuando, tras la derrota germana en la Gran Guerra, comiencen a aparecer los primeros grupos guerrilleros alemanes modernos: los Freikorps.

Una de las imposiciones aliadas a Alemania tras la PGM consistía en que su ejército había de ser reducido en extremo. Debido a esa exigencia, el número de efectivos se limitó a solo 100.000 hombres, a los que se encargaban únicamente tareas defensivas y de mantenimiento del orden en el interior del territorio germano. Esto provocó el desencanto de millares de excombatientes que, forzosamente separados del servicio militar, se agruparon en torno a antiguos oficiales, también veteranos de la Gran Guerra, en grupos de voluntarios que tomaron el nombre de Freikorps. En la convulsa Alemania de posguerra, y ante la limitada capacidad del Reichswehr (las Fuerzas Armadas de la República de Weimar), estos Freikorps fueron utilizados para, en colaboración con el ejército regular, sofocar violentamente las revueltas de trabajadores de inspiración comunista del año 1919 y para acabar con un intento polaco de invasión de Silesia a finales de la decada.

El comportamiento de estas unidades era desmedidamente agresivo pero, debido a la debilidad del ejército regular, el gobierno alemán de la época, de signo socialista, se vio obligado a apoyarse en ellos -como fuerzas militares auxiliares- para hacer frente a los frecuentes levantamientos obreros. Esto fue un arma de doble filo ya que, si bien los Freikorps cumplían las tareas que se les encomendaban con notable efectividad, también es cierto que durante las mismas se excedían constantemente en el uso de la fuerza, acabando con la vida de un gran número de trabajadores. Como consecuencia de estas matanzas, el gobierno socialista no aumentó precisamente su número de adeptos entre el proletariado germano.

Por otra parte, el hecho de que los Freikorps colaboraran con el gobierno no significaba que le fuesen leales. Los Freikorps apoyaban a las tropas gubernamentales en aquellos aspectos que favorecían sus propios intereses, ya fuese la lucha contra los comunistas, ya fuese la defensa de las fronteras alemanas; pero en ningún caso llegaron a ser una organización integrada, ni siquiera ligeramente, en la estructura gubernamental de la República de Weimar.

En cuanto a la organización interna, los Freikorps seguían un esquema simple: los soldados se agrupaban en torno a los oficiales, a los que debían lealtad, pero no eran parte de una estructura superior que agrupase a los diferentes Freikorps, ya que esa estructura simplemente no existía. Los oficiales podían tener contactos con otros mandos, bien por que se conocieran desde la guerra, bien por cualesquiera otras circunstancias, y esos contactos podían fomentar la colaboración entre determinados Freikorps. Pero también era posible que en otros casos la cooperación entre diferentes Freikorps fuese reducida o nula. Se estima que llegó a haber unos doscientos Freikorps, pero la composición de los mismos no era homogénea. Algunos llegaron a alcanzar el tamaño de una brigada y otros apenas pasaron de unos centenares de hombres.

Las SA

En 1922 Hitler es nombrado jefe del NSDAP. En aquella época, las reuniones políticas frecuentemente degeneraban en enfrentamientos armados entre los miembros del partido nazi y miembros de las formaciones opositoras que acudían con la intención de sabotear dichos encuentros. Esto lleva a los mandos nazis a crear las Sturmabteilung (SA) las cuales, al mando de Röhm, nacieron con el objetivo de proteger a los lideres del NSDAP en las reuniones del partido. Las SA atraen a muchos elementos de los Freikorps, los cuales para esa época ya habían comenzado a perder importancia. El hecho de que muchos hombres de las SA procediesen de los Freikorps marcó sobremanera el carácter de esta organización. Los miembros de las diferentes secciones eran leales a su jefe de sección, pero no necesariamente leales a Hitler. De hecho, cuando Ehrhardt -uno de los lideres más conocidos de los Freikorps- rompe políticamente con Hitler dada la negativa de este a apoyar una declaración de guerra a Francia en 1923, varios miembros de las SA abandonarán la organización junto a él.

Los roces entre las SA y la cúpula del partido nazi serán constantes a lo largo de la historia de ambas organizaciones. Göring era el líder de iure de las SA, y su lealtad a Hitler era incuestionable; pero Röhm, el jefe de facto de esta organización, era mucho más critico con el máximo mandatario del NSDAP. Por ello, el político austriaco se decide a crear una guardia personal que le deba fidelidad única y exclusivamente a él, y no al NSDAP, a las SA o a cualquier otra organización o idea. Con este objetivo nacen las SS en 1925. Las SS mantuvieron una constante lucha con las SA a lo largo de una década; lucha que terminó con la derrota de estas últimas tras el asesinato de Röhm en 1934 durante la “noche de los cuchillos largos”. Desaparecía así, en el inicio mismo del Tercer Reich, cualquier rastro de un movimiento asimilable, aunque fuese minimamente, a una guerrilla autónoma con respecto a la estructura del estado y del ejército. La Wehrmacht y las Waffen SS asumirán todo el protagonismo militar a lo largo de la mayor parte de la vida del Tercer Reich. Pero la situación comenzará a cambiar en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial.

El nacimiento del término "Werwolf"

En 1914, el periodista y escritor alemán Hermann Löns publica su libro Wehrwolf en el que, de forma novelada, narra la historia de las guerrillas campesinas que habían defendido el territorio germano durante la guerra de los treinta años. La novela tuvo éxito en el periodo de entreguerras, llegando a alcanzar la cifra de medio millón de ejemplares vendidos en 1940 y convirtiendo la palabra Wehrwolf en un término conocido en la época. La utilidad de dicho término radicaba en el hecho de que evocaba unos sentimientos de resistencia patriótica frente al invasor; sentimientos que, dado el derrumbamiento de los ejércitos germanos en 1944 y la consiguiente aproximación de los aliados y los soviéticos al territorio alemán, los nazis estaban ansiosos por explotar. Es en este contexto cuando el agonizante Tercer Reich lanza una de sus últimas cartas al tablero de juego: la guerrilla Werwolf o, en español, Hombre Lobo.

Para terminar esta entrada, haremos una breve aclaración sobre el término que vamos a utilizar en los siguientes artículos para referirnos a está organización. Los diferentes autores suelen emplear varios, entre los que destacan:

Wehrwolf: es el término clásico utilizado por Löns. Hace hincapié en la defensa (Wehr)
Werewolf: término utilizado en gran parte de la bibliografía. Proviene del inglés y significa licántropo u hombre lobo.
Werwolf: en aleman, hombre lobo. Nombre oficial dado por el Tercer Reich a la organización.

Dado que este último fue el término utilizado por las autoridades nazis para bautizar a esta organización, será el que usemos de aquí en adelante.
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Me temo que, por falta de tiempo, no voy a poder actualizar el blog en las próximas dos o tres semanas. Intentaré sacar alguna entrada breve, pero los artículos largos como los últimos van a tener que esperar hasta septiembre.

Saludos a todos.

1 comentario:

  1. No puedo menos que agradecerte el post.

    Un saludo, y espero la continuación

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