domingo, 18 de octubre de 2009

Operación Bagratión I


El 20 de mayo de 1944, Stalin y otros altos cargos de la URSS se reunieron con varios de sus generales para coordinar la que iba a ser la ofensiva de verano rusa: la Operación Bagratión. Entre los militares que allí se encontraban se hallaba Rokossovski, comandante del Primer Frente de Bielorrusia y uno de los mandos soviéticos más competentes, cuyas sobresalientes cualidades habían quedado de manifiesto durante las batallas de Stalingrado y Kursk en los años precedentes. Durante la reunión, el dictador propuso que el frente comandado por Rokossovski realizase una sola ofensiva contra la ciudad de Bobruisk pero este general, conocedor de que una única acometida causaría a sus tropas grandes bajas y daría a los alemanes la oportunidad de defenderse, se enfrentó al Vozhd y solicitó que la campaña se articulase en torno a dos operaciones igualmente prioritarias: un ataque sobre Bobruisk y, en paralelo, otro sobre Slutzk. Ello suponía una dispersión de fuerzas pero, dada la superioridad en medios materiales y humanos que había alcanzado el Ejercito Rojo, dicha dispersión causaría más dificultades a los alemanes a la hora de organizar la defensa que a los rusos en el momento de llevar a cabo el golpe.

-Sal y piensatelo bien- Le dijo Stalin a su general, a quien hizo pasar nuevamente a la estancia al cabo de un rato.

-¿Te lo has pensado mejor, general?- Inquirió el dictador soviético.

-Sí, camarada Stalin-

-¿Entonces qué? ¿una sola ofensiva?-
Insistió el máximo mandatario de la URSS.

Se produjo un tenso silencio hasta que Rokossovski contestó:

-Dos acometidas son más aconsejables, camarada Stalin-

Nuevo silencio y nuevo intento de Stalin:

-Sal y vuelvetelo a pensar. No seas terco, Rokossovski-

El general volvió a abandonar la habitación mas, una vez en la estancia contigua, se dio cuenta de que no estaba solo: Molotov y Malenkov estaban con él y trataron de hacerle comulgar con la idea de Stalin:

-No te olvides de donde estas y con quién estas hablando, general- le dijo Malenkov –es con el camarada Stalin con quien estas en desacuerdo– remachó

-Tienes que estar de acuerdo con él, Rokossovski– añadió Molotov –Estar de acuerdo. ¡Y no hay más que hablar!-

Tras esto, el general fue invitado a volver a la sala donde se encontraba Stalin. Pero Rokossovski, quien había sufrido en sus carnes la brutal represión que el régimen soviético ejercía contra todos aquellos que discrepaban, siquiera ligeramente, con la ortodoxia stalinista, no era un militar que se caracterizase por una servil aceptación de las ordenes de la superioridad e iba a ponerlo una vez más de manifiesto.

-Y bien, ¿qué es mejor?- Preguntó el líder soviético una vez que Rokossovski volvió a estar en su presencia

-Dos acometidas- El general de ascencencia polaca siguió en sus trece

La reunión se volvió a sumir en un silencio sepulcral hasta que el Vozhd se decidió a hablar:

¿puede ser que dos acometidas sean realmente lo mejor?

Soprendentemente, Stalin daba su brazo a torcer. Simon Sebag de Montefiore, el autor al que hemos utilizado como fuente en lo que se refiere a la discusión entre el mandatario y el general no indica la reacción del dictador más allá de la mencionada pregunta. Rokossovski, en sus memorias, afirma que el mandatario soviético comentó:

-La insistencia del jefe del frente demuestra que está minuciosamente pensada la organización de la ofensiva, y esto representa una segura garantía del éxito-

Sin embargo, es posible que, según indica el historiador y periodista alemán Paul Carell, Stalin aceptase la postura de Rokossovski no sin antes advertirle que le hacia plenamente responsable de un eventual fracaso en las operaciones.


La situación global

En sur de Europa, Roma es declarada ciudad abierta y cae sin combatir el 4 de junio. Lo que podía haber resultado un gran triunfo quedó empañado por el hecho de que las tropas germanas -el 10º Ejercito al mando de Vietinghoff- consiguieron escapar hacía el norte. Los alemanes desplegaban en Italia en estas fechas poco más de una veintena de divisiones.

El 6 de junio los aliados lanzaron finalmente la Operación Overlord. La ofensiva, dificultada enormemente por la tenaz resistencia germana, se desarrolló con una lentitud exasperante. A pesar de ello, los angloamericanos establecieron desde el principio una firme cabeza de playa de la que los alemanes no pudieron expulsarlos. En pocos días, a pesar de que el avance aliado no se caracterizase por su rapidez, pareció claro que el segundo frente que los angloamericanos llevaban tiempo prometiendo a los soviéticos quedaba definitivamente establecido. La Wehrmacht desplegaría alrededor de 60 divisiones en el Frente Occidental.

En resumen, estos dos teatros de operaciones, a pesar de tener una importancia relativa mucho menor que el Ostfront en el marco global de la guerra, empeñaban unas fuerzas alemanas considerables en un momento en que hubiesen resultado extremadamente necesarias en el este. Y es que en el verano de 1944 los soviéticos iban a lanzar la mayor ofensiva de la guerra: la Operación Bagratión.


La situación en el Frente del Este

Tras las campañas del invierno de 1943-44, en el frente germano-soviético se presentaba una situación complicada para los alemanes. El Ejército Rojo practicamente había recuperado todo el territorio soviético de preguerra en la zona sur del frente, pero en el norte las tropas germanas seguían conservando gran parte del terreno ganado durante la Operación Barbarroja. A mediados de 1944 todavía se hallaban bajo control de la Wehrmacht las repúblicas bálticas -Estonia, Letonia y Lituania- y el territorio de lo que sería en la posguerra la república soviética de Bielorrusia.

Esta singular situación del frente provocó que Hitler y el alto mando germano cometieran el error de suponer que el ataque ruso se lanzaría desde la región de Galitzia, al oeste de los pantanos del Pripet. El Führer creía que desde allí las tropas soviéticas tratarían de romper en dirección a Königsberg, ciudad situada a apenas 450 km de las líneas rusas en Galitzia, con el objetivo de cercar al grueso de las tropas alemanas de los Grupos de Ejércitos Norte y Centro. Por ello, fue en esa zona donde la Wehrmacht concentró la mayor parte de sus reservas -una fuerza de choque nada despreciable compuesta por ocho divisiones acorazadas y dos de granaderos- con la intención de descabezar el avance del Ejército Rojo en el momento en que este se iniciase. Finalmente, estas tropas se encontrarían a 200 km de donde se iban a desarrollar los principales ataques soviéticos.





Previsiones alemanas para la ofensiva soviética (los mapas muestras las fronteras actuales)


El ataque

Tras la reunión a la que hemos hecho referencia al comienzo de la entrada, Stalin y la Stavka -Cuartel General Supremo de las Fuerzas Soviéticas- se embarcaron en la tarea de concluir los preparativos para la ofensiva que debía terminar de expulsar a los alemanes del territorio de la URSS. Los rusos planean iniciar la campaña que lleve a la Wehrmacht a un punto de no retorno justo el día en que se cumplían tres años desde el inicio de Barbarroja. Para ello, según cifras del historiador alemán Paul Carell, concentran en cuatro Frentes (Grupos de Ejército) la asombrosa cantidad de dos millones y medio de soldados, 6.000 tanques y cañones de asalto, 45.000 piezas de artillería y 7.000 aviones. Otras fuentes reducen las cifras ligeramente: Norman Davies habla de 5200 carros de combate y 5300 aviones, y David Solar reduce el número de piezas de artillería empleadas por los soviéticos a 30.000. En cualquier caso supondrían unas cantidades de material bélico impresionantes. Este último autor estima que las proporciones eran de 3 a 1 en hombres, 7 a 1 en blindados y 50 a 1 en aviones a favor de los soviéticos. Es decir, mientras que a estas alturas de la guerra los alemanes todavía podían situar setecientos u ochocientos mil hombres en el Grupo de Ejércitos Centro, solo pudieron apoyarlos con un millar escaso de tanques y, por asombroso que parezca, apenas pudieron juntar 40 aparatos de caza y un centenar de bombarderos.


La noche del 20 de junio, como antesala de la operación, los partisanos lanzaron una amplia campaña de sabotaje. A lo largo de la misma llevaron a cabo 1000 voladuras en las líneas férreas que atravesaban el teatro de operaciones, complicando enormemente los movimientos de tropas, víveres y municiones. Tras esto, la ofensiva propiamente dicha comenzó el día 22. Coordinados por los mariscales Zhukov y Vasilievski, los cuatro frentes soviéticos se lanzaron, tras un intensisimo bombardeo de artillería, contra el Grupo de Ejércitos Centro comandado por Busch. Rokossovski presionaba con las “dos acometidas” ejecutadas por su Primer Frente Bielorruso en dirección noroeste, al tiempo que el 2º y 3er Frente de Bielorrusia con el 1er Frente del Báltico avanzaban en dirección oeste aplastando a las tropas germanas. El frente queda roto al primer contacto y las líneas alemanas son atravesadas en multitud de puntos ya en la embestida inicial.



1ª Fase de la Ofensiva


En el cuartel del Führer se resisten a creer las noticias que les llegan. De modo similar a lo ocurrido en Normandía hacía escasamente dos semanas, el dictador estaba convencido de que el ataque se llevaría a cabo por un punto distinto -Galitzia- al que se finalmente resulto ser el correcto -Bielorrusia-. Esto impidió a los germanos hacerse una idea adecuada del panorama general en el primer momento, ya que hasta que no transcurrieron 24 horas desde el inicio de la maniobra Hitler y sus colaboradores no se avinieron a considerar que se hallaban ante la verdadera ofensiva soviética y no ante un mero movimiento de distracción destinado a encubrir las operaciones en Ucrania noroccidenal.

Cuando en Alemania finalmente se dan cuenta de la magnitud de la operación a la que se enfrentan, la reacción no pudo ser más desacertada para los intereses de los ejércitos germanos: Hitler se decanta por el establecimiento de “plazas fuertes” a lo largo del frente. Esta doctrina bélica consistía en declarar como tales una serie de ciudades, asignarles una guarnición y ordenarles que resistieran hasta el último hombre.

El establecimiento de “plazas fuertes”, en definitiva una estrategia de posiciones fijas, ya había sido ensayado por la Wehrmacht en el Frente del Este con anterioridad. En el invierno de 1941-42, con el fin de evitar la retirada general se ordenó a las tropas que se agarrasen al terreno mediante las “posiciones erizo”. En aquella ocasión, dado que la capacidad de maniobra del Ejército Rojo era extraordinariamente limitada, las posiciones fijas alemanas consiguieron absorber gran parte de la energía de la contraofensiva general soviética. Durante esa operación, un gran número de unidades rusas se enzarzaron en combates locales contra los “erizos” germanos en lugar de continuar con su marcha hacia el oeste. De este modo, el Ostfront degeneró en una serie de escaramuzas locales en la que los alemanes, dada su superior capacidad táctica, tenían mucho que ganar, incluso contra un enemigo superior en número. La consecuencia fue que la contraofensiva soviética se empantanó al poco de empezar y, a pesar de que consiguió hacer retroceder en algunas zonas a los germanos, no lograría quebrar la espina dorsal de la Wehrmacht.

La situación de 1944 era radicalmente distinta. el Ejército Rojo gozaba en esta fecha de una extraordinaria movilidad y capacidad de combate gracias, por un lado, a los camiones americanos que llegaban en gran número a la Unión Soviética y, por otro, a la asombrosa recuperación de la industria bélica de este país que era capaz de proveer a sus fuerzas armadas con armas modernas de primera clase, mejores en muchos casos a las de los alemanes. Por ello, sucedió lo que debería haber previsto el mando germano: el Ejército Rojo simple y llanamente no se entretuvo en asediar las “plazas fuertes”. Si podían conquistarlas, lo hacían. En caso de que no pudiesen ocuparlas, se limitaban a ponerles cerco con algunas unidades de segunda fila, manteniendo el grueso de sus efectivos en el avance hacía el oeste. Esto no debería haber supuesto una sorpresa para Hitler y su camarilla, ya que las propias tropas alemanas habían probado suficientemente a lo largo de la contienda la inutilidad de las posiciones fijas en una guerra de movimientos bien planeada.

Se establecieron varias plazas fuertes: Slutzk, Bobruisk, Mogilev, Orsha, Polotsk y Vitebsk. Todas tenían asignada una guarnición del tamaño de una división, salvo Vitebsk a la que se destinaron tres divisiones, que al final se aumentaron a cuatro. La inutilidad de las mismas se puede comprender si observamos el avance soviético: Vitebsk y Bobruisk, las piezas clave de la primera parte de la ofensiva, ya habían caído -no solo habían sido rebasadas sino que habían caído- los días 26 y 29 de junio respectivamente. En el caso de Vitebsk, Hitler autorizó a las tropas la tan ansiada libertad de movimientos apenas un día antes de que se completara el cerco. Cuando las tropas germanas se dispusieron a retirarse hacía el oeste, se dieron cuenta de que era demasiado tarde debido a que los rusos ya les habían rebasado. Dependiendo de que historiador citemos los números serán diferentes, pero podemos asumir que alrededor de 50.000 alemanes quedaron engullidos por los ataques soviéticos en Vitebsk y Bobruisk, provocando un boquete enorme en las líneas de la Wehrmacht que el Ejército Rojo se dispuso a aprovechar sin perder ni un minuto para dirigirse a la capital de Bielorrusia: Minsk.

La situación era caótica. Lo que los aliados iban a tardar dos meses en conseguir en el oeste -la ruptura del frente alemán- los soviéticos lo habían logrado en menos de una semana. Toda la estructura defensiva de la Wehrmacht en el este se estaba desmoronando. Hasta entonces, las ofensivas rusas de 1942, 43 y 44, aún coronadas por el éxito, siempre habían conseguido ser detenidas a costa de grandes sacrificios y de pérdidas de territorio por parte de los germanos. No obstante, en Bielorrusia en 1944 la situación era completamente nueva. Era la primera vez que el Ejército Rojo había conseguido hundir completamente el frente alemán. No había excusas. No se trataba de tropas rumanas como en el cerco de Stalingrado, ni de las consecuencias de una ofensiva fracasada como en Kursk. Se trataba de un ataque soviético de proporciones mastodónticas que los germanos no habían sabido parar. Y existía además un problema añadido: al oeste de Stalingrado estaba el Donets, al oeste de Kursk se hallaba Ucrania, pero al oeste de Minsk se encontraba Varsovia y, al oeste de Varsovia, solo quedaba el Reich.

En esta desesperada situación, Hitler recurre a uno de sus generales favoritos. El 28 de Junio, en el mismo momento en que estaba teniendo lugar la catástrofe, el Führer destituye a Busch y nombra a su mayor experto en operaciones defensivas, Walter Model (quien pasará a la posteridad con el sobrenombre de “El León de la Defensa”, o el más prosaico “El Bombero del Führer”), como comandante del Grupo de Ejércitos Centro o, según Guderian, como comandante “de la zona que había quedado vacia”.

4 comentarios:

  1. montefusco/ss-freiwilligen18 de diciembre de 2010, 19:50

    Yo creí q este sitio estaba dedicado solo a las campañas y acciones de la Blitzkrieg, es decir el período triunfal de alemania. Pero no es incorrecto que se trate de Bagration, ya que fue lo más parecido a una Blitzkrieg por parte Soviética.

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  2. Lo cierto es que escribo sobre la campaña que en ese momento me interese, así que realmente el nombre del blog no abarca todo lo que en él se pueda tratar.

    Saludos

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  3. Nazis de mierda Slava CCCP

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  4. impresionante aporte no se como los documentales de hoy en dia siguen diciendo que normandia es e inicio del fin del tercer reich y la verdad es que esta ofensiva sovietica marca realmente el fin del ejercito aleman

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