martes, 8 de diciembre de 2009

El hundimiento del Bismarck III


¡Que el diablo se lleve al Grupo Oeste!

Una vez que se ha comprobado que los daños del buque son irreparables, Lindemann (el capitán del Bismarck) ordena que el personal no esencial abandone el acorazado, tratando así de salvar a estos hombres del destino fatal que aguardaba al navío. Será inútil. Nadie volvería a ver a estos hombres. Pero los que se quedaron a bordo no iban a correr mejor suerte.

El Bismarck estaba herido de muerte, pero su agonía no había hecho más que empezar. A las 01:20 del día 27, cuatro destructores británicos y uno polaco inician un ataque con torpedos contra el gigante alemán, ataque que durará toda la noche. Pero, incluso en esas adversas circunstancias, el buque germano se defenderá extraordinariamente bien y conseguirá rechazar el ataque de los navíos aliados.

A las 8:15 aparecerán en el horizonte las siluetas de los buques de la Home Fleet. El Rodney rompe el fuego a las 8:47 y el King George V le emulará justo un minuto después. Para sorpresa de los británicos, el acorazado alemán devolverá el fuego con notable precisión, logrando encajar varios proyectiles en el Rodney. Pero en ningún momento fue un combate de igual a igual. El Bismarck apenas alcanzaba los ocho nudos y prácticamente no podía cambiar de rumbo para descentrarse de las salvas inglesas que llovían sobre él. Era un ejercicio de tiro al blanco. Al poco de iniciarse el intercambio de disparos, un impacto destroza el puente del Bismarck y otro la torre principal -justo el punto desde donde se dirige el tiro- causando la muerte del almirante Lütjens y de Lindemann. Aunque también hay versiones que sostienen que Lindemann sobrevivió hasta el mismo final, hundiéndose con el acorazado al tiempo que saludaba a la bandera.

Algunos relatos de los supervivientes señalan que Lütjens, poco antes de morir, gritó con rabia “¡que el diablo se lleve al Grupo Oeste!”. No hay manera de verificar si esto es cierto pero, en caso de serlo, hay que admitir que el almirante alemán tenía motivos de queja. Ni un solo sumergible germano apareció para ayudar al malhadado buque. El único submarino que se hallaba en la zona y que pudo haberle echado una mano fue el U556, el cual llegó a tener a distancia de tiro al Ark Royal el día 26. Desgraciadamente para el Bismarck, a este U-Boot no le quedaba un solo torpedo. De haberlo tenido, posiblemente habría logrado poner fuera de combate al portaaviones británico, y toda la historia podía haber sido distinta.


Los últimos momentos del Bismarck

A las 08:54 y a las 09:04 se unieron al cañoneo el Norfolk y el Dorsetshire respectivamente. En total, medio centenar de cañones de diversos calibres sometían a un bombardeo inmisericorde al desarbolado navío alemán, mientras que el fuego de este se espaciaba cada vez más, haciéndose menos eficaz cada minuto que pasaba. Finalmente, a las 10:15, tras hora y media de martilleo ininterrumpido, los británicos cesan el fuego. Apenas veinte minutos antes se había silenciado el último cañón del Bismarck, dejando definitivamente inerme al acorazado. Pero la impresionante mole de acero seguía sorprendentemente a flote.

Los británicos, como justificación a este bombardeo sin pausa sobre un buque que no podía devolver el fuego, expondrán el hecho de que el navío germano no había arriado su bandera. Sobre este punto existe controversia entre los historiadores. Hay quien sostiene que no se podía arriar la enseña ya que los cables habían sido completamente sesgados por la metralla y hay quien niega incluso que, a esas alturas del combate, a aquel amasijo de metal en el que se había convertido el acorazado alemán le quedase pabellón alguno en sus mástiles.

En cualquier caso, una vez concluido el cañoneo, el Rodney y el Norfolk se aproximan al Bismarck y le lanzan varios torpedos a muy corta distancia. Sin embargo, el otrora poderoso buque seguía remiso a irse definitivamente al fondo del abismo. En esos momentos, Tovey decide retirar de la zona a sus grandes unidades. El inglés sabe que sus barcos se hallan muy escasos de combustible tras la persecución y además teme que en cualquier momento pueda producirse la intervención de los submarinos alemanes. Al tiempo que los demás navíos se alejan, ordena al Dorsetshire que se aproxime al Bismarck y le de el golpe de gracia.

El Dorsetshire lanza tres torpedos contra el acorazado alemán (o, mejor dicho, lo que quedaba de él). Con ello, el total de torpedos disparados contra el infortunado navío se eleva a la asombrosa cifra de 71, de los cuales al menos ocho llegaron a impactarle. Pero, con todo, el buque seguía resistiéndose a bajar al fondo del océano. La situación es extraordinariamente crítica y el oficial más antiguo a bordo del Bismarck, el capitán de corbeta von Müllenheim-Rechberg, tiene que tomar una dolorosa decisión: ordena a la tripulación que hunda el barco, evitando así cualquier posibilidad de que el coloso germano caiga en manos británicas. Siguiendo las ordenes de este oficial, se abrirán los grifos del fondo y los escasos supervivientes serán trasladados a cubierta para que abandonen el sentenciado navío. Finalmente, a las 10:36 del día 27 de mayo, el Bismarck desaparecerá para siempre en aguas del Atlántico.

Tras la desaparición del navío germano, 99 náufragos fueron rescatados por el Dorsetshire y el destructor Maori. Con el resto de los supervivientes del Bismarck todavía en el mar, los buques ingleses creyeron ver un periscopio y abandonaron rápidamente el lugar para evitar ser victimas de un ataque alemán. Fue una falsa alarma. No había submarinos próximos. De hecho, cuando los sumergibles germanos llegaron a la zona solo pudieron salvar a 11 marinos. No se pudo ayudar a nadie más. El crucero español Canarias fue enviado en misión de rescate tan pronto como se conoció el desastre, pero únicamente encontró cadáveres flotando en el mar. En definitiva, de los 2403 tripulantes del Bismarck, solo 110 sobrevivieron para contar la primera y última salida al mar abierto del más famoso acorazado alemán de la Segunda Guerra Mundial.


Conclusiones

Cualquier análisis sobre la salida del Bismarck al Atlántico no puede obviar que, en definitiva, el acorazado se hundió. No obstante, conviene tener en cuenta que, si bien es cierto que el coloso germano terminó sus días en el fondo del mar, también es cierto que estuvo a punto de salir victorioso de su enfrentamiento con la armada británica. Analicemos brevemente la operación paso a paso:

-La decisión de sacar el Bismarck y el Prinz Eugen al Atlántico fue adecuada desde el punto de vista militar. Alemania no había iniciado todavía su campaña contra la URSS, por lo que su enemigo número uno seguía siendo el Imperio Británico. Los buques de guerra enclavados en el Báltico o en el Mar del Norte no suponían ninguna amenaza para la Gran Bretaña. Por el contrario, una expedición de dichas unidades por el Atlántico resultaría sumamente perjudicial para los intereses de los anglosajones, quienes para seguir en pie de guerra necesitaban que sus líneas marítimas de suministro siguiesen funcionando. Y, tal y como y habían demostrado el Scharnhorst y el Gneisenau, una operación de guerra de corso bien concertada podía causar estragos en el tráfico marítimo británico. Por lo tanto, si se había logrado una vez, repetirlo era algo que podía considerarse factible.

-Una vez que se decide sacar a los navíos germanos al Atlántico, el comportamiento de estos fue correcto. Aceptaron el combate cuando se encontraron en una posición táctica ventajosa, y como consecuencia de esto enviaron al abismo a un buque valiosísimo para la Royal Navy. A continuación, abandonaron el enfrentamiento cuando entendieron, con los elementos de juicio de que disponía Lütjens, que empecinarse en pelear podría suponer un riesgo para misión principal: la guerra al tráfico.

-El optar por enviar el Bismarck a un puerto francés al tiempo que se ordenaba al Prinz Eugen que continuase con la misión original es una actitud que puede discutirse, sin duda. No obstante, quién mejor podía evaluar el estado del coloso germano era el almirante Lütjens. Y si este hubiese conseguido enviar el acorazado a Saint-Nazaire, el final de la historia hubiese sido completamente diferente. Los trabajos de reparación podían haberse iniciado sin demora, y el navío germano podría haberse lanzado a probar suerte otra vez. ¿La Royal Navy podría haber estado esperando entonces frente a las costas francesas? Sí, pero la Luftwaffe también podría haber intervenido para ayudar al buque a romper el bloqueo británico.

-Lütjens cometió el error de romper el silencio radiotelegráfico cuando los ingleses habían perdido el rastro del Bismarck, cierto. Pero es un fallo que puede achacarse al hecho de que sus equipos tecnológicos, ciertamente menos avanzados que los que montaban los navíos británicos, le indicaban que su agrupación no había roto el contacto con los
buques de la Royal Navy. Por otra parte, estos desaciertos son comunes en enfrentamientos navales tan prolongados. Ya hemos visto como los anglosajones desperdiciaron este desliz alemán en el momento en que radiaron equivocadamente a sus unidades las coordenadas en las que se encontraba el barco germano. En definitiva, Si no llega a ser por el afortunado torpedo inglés, este error de Lütjens no hubiese tenido mayores consecuencias.

-¿Y el torpedo en el timón?. Este torpedo podría considerarse una prueba de que Dios esta con los buenos cuando son más que los malos. ¿Fue un impacto de suerte?. Sí, de tremenda suerte. No obstante, también conviene tener en cuenta que sí los británicos no hubiesen movilizado todo lo que tenían a mano, la suerte no solo no habría aparecido, sino que ni tan siquiera hubiese tenido oportunidad de hacer su aparición. Y una vez que la fortuna les concedió sus favores, los anglosajones se apresuraron a aprovechar la ocasión.

Por otro lado, existe otro factor de gran relevancia a tomar en consideración: la inexistencia de aviación naval en la marina de guerra germana. Mientras que la Royal Navy disponía de sus propios aviones no supeditados a la RAF sino dependientes directamente de la armada; los buques alemanes dependían de la cobertura aérea que la Luftwaffe les pudiese otorgar. Es decir, la Kriegsmarine no solo sufría por la falta de portaaviones, sino también por la inexistencia de aviación propia basada en tierra. Cualquier operación que requiriese de apoyo aéreo tenía que ser coordinada con la Luftwaffe, y esta coordinación estuvo lejos de ser plenamente satisfactoria a lo largo de la guerra
. En definitiva, en la época de la aviación, la Kriegsmarine tuvo que luchar no solo sin portaaviones, sino sin aviones siquiera. Como consecuencia de esta tara, la armada alemana no dispuso de apoyo aéreo inmediato allí donde más lo necesitaba.
.
Y, por último, tenemos que tener en cuenta la evolución que en ese momento estaba experimentando la propia estrategia naval. El acorazado, rey de los mares durante décadas, estaba cediendo su papel irremisiblemente al portaaviones. El Bismarck era lo suficientemente fuerte como para plantar cara a los grandes buques de la Royal Navy, pero no podía defenderse adecuadamente de los ataques de los portaaviones británicos. ¿Qué hubiese pasado si la agrupación de Lütjens hubiese dispuesto de su propio portaaviones? Es imposible saberlo, pero lo que sí podemos asumir como probable es que, si el Bismarck hubiese disfrutado de cobertura aérea, los ataques de los Swordfish no se podrían haber realizado tan a placer como se realizaron. Y sin la efectividad de dichos ataques, lo más probable es que el Bismarck no estuviese hoy en el fondo del Atlántico.

En definitiva, la jugada alemana termino mal, sí; pero también es cierto que al principio tenía muchas posibilidades de salir bien, y de hecho las continuó teniendo hasta que el torpedo impactó en los timones del coloso germano. Fue un tiro por toda la escuadra, que para desgracia de los germanos termino estrellándose en la madera. Fue una victoria factible que se transformó en una derrota absoluta.

Fuente principal:
La Guerra Naval en el Atlántico
Luis de la Sierra
Editorial Juventud 1974

4 comentarios:

  1. montefusco/ss-freiwilligen18 de diciembre de 2010, 19:47

    Un buen artículo y un análisis correcto, todavía nos podemos preguntar si se debió esperar a que sea el Scharnhorst o el Gniesnau hubieran estado listos para formar la "pinza" sur de Rheinubung (por así llamarla), pero pesaron más las razones "políticas" de Raeder (efectuar una operación importante antes de Barbarroja).

    Lo unico q me incomodó fue esa fracesita de "podría considerarse una prueba de que Dios esta con los buenos cuando son más que los malos" un cliché demasiado maniqueista y anticuado para formar parte de un sitio dedicado a estudiar la Blitzkrieg.

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  2. Yo entiendo que la frase no es inadecuada, pero aceptó que pueda no gustar.

    En cualquier caso, si ha gustado el artículo, y solo encuentra criticable una frase, me doy por satisfecho.

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