domingo, 25 de octubre de 2009

Europa en Guerra 1939-1945: ¿Quién ganó realmente la Segunda Guerra Mundial?



El título que analizamos supone posiblemente el mejor intento de ofrecer una explicación a la Segunda Guerra Mundial en Europa desde una perspectiva global. A lo largo de sus páginas Norman Davies, un historiador británico, narra episodios tan dispares de la contienda como las composiciones de los diferentes ejércitos, el holocausto, las complejas relaciones entre los aliados, el fascismo, el movimiento partisano, los bombardeos angloamericanos, la tragedia de Varsovia, etc.

El libro está estructurado en seis capítulos:

-Interpretación. Cinco Factores
-Guerra. Las acciones militares en Europa 1939-1945
-Política. Antes, durante y después de la guerra
-Soldados. Del reclutamiento a la tumba
-Civiles. Vida y muerte en tiempos de guerra
-Retratos. La Segunda Guerra Mundial en el cine, la literatura y la historiografía

A los que se añade un capítulo final titulado con gran acierto "Inconclusiones".

Davies muestra una estudio completo del conflicto. En las primeras páginas del libro nos ofrece una serie de tablas condensando la información referente a las capacidades militares de los diversos países contendientes: número de soldados, aviones, barcos, carros de combate... a estos une cifras de víctimas, tropas desplegadas en los diferentes teatros, potencial industrial y producción bélica. Todo ello ayuda a hacerse una idea de las capacidades de cada nación en el punto de partida, lo que favorece la comprensión de las actitudes posteriores de cada uno. El autor esboza también la gestación de la Gran Coalición y los problemas que salpicaron a la misma durante su existencia y hasta el inicio de la Guerra Fría.

En el segundo capítulo, Davies narra de manera resumida las acciones militares más importantes que acontecieron en Europa. Es aquí donde se empieza a palpar la diferencia con la mayor parte de los libros que versan sobre la SGM. El autor, aún siendo británico, trata de poner en sus justos términos la participación de la Unión Soviética en la guerra. A lo largo de toda la obra se encuentran frases como: “si se hiciera justicia, todos los libros sobre la Segunda Guerra Mundial dedicarían unas tres cuartas partes de su contenido al frente del este”.

El tercer capítulo, dedicado a la política, nos muestra como se articularon las relaciones entre los diversos estados europeos tras la Primera Guerra Mundial. El capítulo abarca desde la paz incomoda surgida en Versalles hasta los inicios de la guerra fría entre los EEUU y la URSS, pasando por las convulsas relaciones de los países del Eje, el papel de las naciones neutrales, la amistad germano soviética, los esfuerzos de Churchill por atraer a los americanos, etc.

En el capítulo dedicado a los soldados el autor señala las diferencias existentes entre los ejércitos en liza, mostrando las taras y los puntos fuertes de cada uno. Es aquí donde se tratan aspectos como las armas, la instrucción o el nivel de control político que los estados ejercían sobre sus tropas. También se hace referencia a aspectos menos conocidos y más polémicos, como es el caso de la participación de soldados judíos en la Wehrmacht.

El quinto capítulo, dedicado a los civiles, entra en aspectos como los trabajadores forzados, el robo de niños polacos perpetrado por los nazis, los campos de concentración, la limpieza étnica... En este capítulo, como en toda la obra, aún destacando los crímenes cometidos por la Alemania de Hitler, el autor no pasa por alto los aspectos oscuros del comportamiento soviético. Katyn y el Gulag también tienen cabida en estas páginas. A lo largo de la obra el autor no se olvida tampoco de señalar aquellos campos, como el bombardeo de Dresde, en los que la conducta de los aliados occidentales no puede ser calificada de ejemplar.

En el último episodio -retratos- Davies nos ofrece un amplio abanico de obras escritas, filmadas o enmarcadas en la Segunda Guerra Mundial. Tienen cabida aquí desde las novelas bélicas de Sven Hassel hasta “Salvad al Soldado Ryan”, pasando por “la Gran Evasión”, “Doce del Patíbulo”, las fotos de Robert Cappa, etc. El autor diferencia entre las realistas y las que son pura ficción pero ofrece ejemplos de ambas.

Como conclusión, podemos decir que el libro de Davies es una gran obra que intenta -y consigue- ofrecer una visión amplia y no excluyente de los acontecimientos que salpicaron la historia de Europa, no solo entre 1939 y 1945, sino también entre las décadas anteriores y posteriores al conflicto. En sus páginas aparecerán tanto Hitler y Stalin como los civiles anónimos entrampados en el reparto de Polonia. Nos encontraremos con personajes como Rüdel, Churchill o Rokossovski, y con lugares como Auschwitz y Nemmersdorf. En definitiva, “Europa en Guerra” es un magnifico libro, con un extensisimo listado de fuentes y un anexo sobre las obras recomendadas para profundizar en los temas que en el texto de Davies se esbozan. Además, cosa que es muy de agradecer, un extraordinariamente amplio indice onomástico facilita la consulta posterior de algún apartado específico sin recurrir a la tediosa tarea de abrir el libro a ojo y pasar diez minutos pasando páginas hasta encontrar el punto que buscábamos.

Título: Europa en Guerra 1939-1945 ¿quién ganó realmente la segunda guerra mundial?
Autor: Norman Davies
Ed: Planeta. 2008
Precio: 22,5 Euros

domingo, 18 de octubre de 2009

Operación Bagratión I


El 20 de mayo de 1944, Stalin y otros altos cargos de la URSS se reunieron con varios de sus generales para coordinar la que iba a ser la ofensiva de verano rusa: la Operación Bagratión. Entre los militares que allí se encontraban se hallaba Rokossovski, comandante del Primer Frente de Bielorrusia y uno de los mandos soviéticos más competentes, cuyas sobresalientes cualidades habían quedado de manifiesto durante las batallas de Stalingrado y Kursk en los años precedentes. Durante la reunión, el dictador propuso que el frente comandado por Rokossovski realizase una sola ofensiva contra la ciudad de Bobruisk pero este general, conocedor de que una única acometida causaría a sus tropas grandes bajas y daría a los alemanes la oportunidad de defenderse, se enfrentó al Vozhd y solicitó que la campaña se articulase en torno a dos operaciones igualmente prioritarias: un ataque sobre Bobruisk y, en paralelo, otro sobre Slutzk. Ello suponía una dispersión de fuerzas pero, dada la superioridad en medios materiales y humanos que había alcanzado el Ejercito Rojo, dicha dispersión causaría más dificultades a los alemanes a la hora de organizar la defensa que a los rusos en el momento de llevar a cabo el golpe.

-Sal y piensatelo bien- Le dijo Stalin a su general, a quien hizo pasar nuevamente a la estancia al cabo de un rato.

-¿Te lo has pensado mejor, general?- Inquirió el dictador soviético.

-Sí, camarada Stalin-

-¿Entonces qué? ¿una sola ofensiva?-
Insistió el máximo mandatario de la URSS.

Se produjo un tenso silencio hasta que Rokossovski contestó:

-Dos acometidas son más aconsejables, camarada Stalin-

Nuevo silencio y nuevo intento de Stalin:

-Sal y vuelvetelo a pensar. No seas terco, Rokossovski-

El general volvió a abandonar la habitación mas, una vez en la estancia contigua, se dio cuenta de que no estaba solo: Molotov y Malenkov estaban con él y trataron de hacerle comulgar con la idea de Stalin:

-No te olvides de donde estas y con quién estas hablando, general- le dijo Malenkov –es con el camarada Stalin con quien estas en desacuerdo– remachó

-Tienes que estar de acuerdo con él, Rokossovski– añadió Molotov –Estar de acuerdo. ¡Y no hay más que hablar!-

Tras esto, el general fue invitado a volver a la sala donde se encontraba Stalin. Pero Rokossovski, quien había sufrido en sus carnes la brutal represión que el régimen soviético ejercía contra todos aquellos que discrepaban, siquiera ligeramente, con la ortodoxia stalinista, no era un militar que se caracterizase por una servil aceptación de las ordenes de la superioridad e iba a ponerlo una vez más de manifiesto.

-Y bien, ¿qué es mejor?- Preguntó el líder soviético una vez que Rokossovski volvió a estar en su presencia

-Dos acometidas- El general de ascencencia polaca siguió en sus trece

La reunión se volvió a sumir en un silencio sepulcral hasta que el Vozhd se decidió a hablar:

¿puede ser que dos acometidas sean realmente lo mejor?

Soprendentemente, Stalin daba su brazo a torcer. Simon Sebag de Montefiore, el autor al que hemos utilizado como fuente en lo que se refiere a la discusión entre el mandatario y el general no indica la reacción del dictador más allá de la mencionada pregunta. Rokossovski, en sus memorias, afirma que el mandatario soviético comentó:

-La insistencia del jefe del frente demuestra que está minuciosamente pensada la organización de la ofensiva, y esto representa una segura garantía del éxito-

Sin embargo, es posible que, según indica el historiador y periodista alemán Paul Carell, Stalin aceptase la postura de Rokossovski no sin antes advertirle que le hacia plenamente responsable de un eventual fracaso en las operaciones.


La situación global

En sur de Europa, Roma es declarada ciudad abierta y cae sin combatir el 4 de junio. Lo que podía haber resultado un gran triunfo quedó empañado por el hecho de que las tropas germanas -el 10º Ejercito al mando de Vietinghoff- consiguieron escapar hacía el norte. Los alemanes desplegaban en Italia en estas fechas poco más de una veintena de divisiones.

El 6 de junio los aliados lanzaron finalmente la Operación Overlord. La ofensiva, dificultada enormemente por la tenaz resistencia germana, se desarrolló con una lentitud exasperante. A pesar de ello, los angloamericanos establecieron desde el principio una firme cabeza de playa de la que los alemanes no pudieron expulsarlos. En pocos días, a pesar de que el avance aliado no se caracterizase por su rapidez, pareció claro que el segundo frente que los angloamericanos llevaban tiempo prometiendo a los soviéticos quedaba definitivamente establecido. La Wehrmacht desplegaría alrededor de 60 divisiones en el Frente Occidental.

En resumen, estos dos teatros de operaciones, a pesar de tener una importancia relativa mucho menor que el Ostfront en el marco global de la guerra, empeñaban unas fuerzas alemanas considerables en un momento en que hubiesen resultado extremadamente necesarias en el este. Y es que en el verano de 1944 los soviéticos iban a lanzar la mayor ofensiva de la guerra: la Operación Bagratión.


La situación en el Frente del Este

Tras las campañas del invierno de 1943-44, en el frente germano-soviético se presentaba una situación complicada para los alemanes. El Ejército Rojo practicamente había recuperado todo el territorio soviético de preguerra en la zona sur del frente, pero en el norte las tropas germanas seguían conservando gran parte del terreno ganado durante la Operación Barbarroja. A mediados de 1944 todavía se hallaban bajo control de la Wehrmacht las repúblicas bálticas -Estonia, Letonia y Lituania- y el territorio de lo que sería en la posguerra la república soviética de Bielorrusia.

Esta singular situación del frente provocó que Hitler y el alto mando germano cometieran el error de suponer que el ataque ruso se lanzaría desde la región de Galitzia, al oeste de los pantanos del Pripet. El Führer creía que desde allí las tropas soviéticas tratarían de romper en dirección a Königsberg, ciudad situada a apenas 450 km de las líneas rusas en Galitzia, con el objetivo de cercar al grueso de las tropas alemanas de los Grupos de Ejércitos Norte y Centro. Por ello, fue en esa zona donde la Wehrmacht concentró la mayor parte de sus reservas -una fuerza de choque nada despreciable compuesta por ocho divisiones acorazadas y dos de granaderos- con la intención de descabezar el avance del Ejército Rojo en el momento en que este se iniciase. Finalmente, estas tropas se encontrarían a 200 km de donde se iban a desarrollar los principales ataques soviéticos.





Previsiones alemanas para la ofensiva soviética (los mapas muestras las fronteras actuales)


El ataque

Tras la reunión a la que hemos hecho referencia al comienzo de la entrada, Stalin y la Stavka -Cuartel General Supremo de las Fuerzas Soviéticas- se embarcaron en la tarea de concluir los preparativos para la ofensiva que debía terminar de expulsar a los alemanes del territorio de la URSS. Los rusos planean iniciar la campaña que lleve a la Wehrmacht a un punto de no retorno justo el día en que se cumplían tres años desde el inicio de Barbarroja. Para ello, según cifras del historiador alemán Paul Carell, concentran en cuatro Frentes (Grupos de Ejército) la asombrosa cantidad de dos millones y medio de soldados, 6.000 tanques y cañones de asalto, 45.000 piezas de artillería y 7.000 aviones. Otras fuentes reducen las cifras ligeramente: Norman Davies habla de 5200 carros de combate y 5300 aviones, y David Solar reduce el número de piezas de artillería empleadas por los soviéticos a 30.000. En cualquier caso supondrían unas cantidades de material bélico impresionantes. Este último autor estima que las proporciones eran de 3 a 1 en hombres, 7 a 1 en blindados y 50 a 1 en aviones a favor de los soviéticos. Es decir, mientras que a estas alturas de la guerra los alemanes todavía podían situar setecientos u ochocientos mil hombres en el Grupo de Ejércitos Centro, solo pudieron apoyarlos con un millar escaso de tanques y, por asombroso que parezca, apenas pudieron juntar 40 aparatos de caza y un centenar de bombarderos.


La noche del 20 de junio, como antesala de la operación, los partisanos lanzaron una amplia campaña de sabotaje. A lo largo de la misma llevaron a cabo 1000 voladuras en las líneas férreas que atravesaban el teatro de operaciones, complicando enormemente los movimientos de tropas, víveres y municiones. Tras esto, la ofensiva propiamente dicha comenzó el día 22. Coordinados por los mariscales Zhukov y Vasilievski, los cuatro frentes soviéticos se lanzaron, tras un intensisimo bombardeo de artillería, contra el Grupo de Ejércitos Centro comandado por Busch. Rokossovski presionaba con las “dos acometidas” ejecutadas por su Primer Frente Bielorruso en dirección noroeste, al tiempo que el 2º y 3er Frente de Bielorrusia con el 1er Frente del Báltico avanzaban en dirección oeste aplastando a las tropas germanas. El frente queda roto al primer contacto y las líneas alemanas son atravesadas en multitud de puntos ya en la embestida inicial.



1ª Fase de la Ofensiva


En el cuartel del Führer se resisten a creer las noticias que les llegan. De modo similar a lo ocurrido en Normandía hacía escasamente dos semanas, el dictador estaba convencido de que el ataque se llevaría a cabo por un punto distinto -Galitzia- al que se finalmente resulto ser el correcto -Bielorrusia-. Esto impidió a los germanos hacerse una idea adecuada del panorama general en el primer momento, ya que hasta que no transcurrieron 24 horas desde el inicio de la maniobra Hitler y sus colaboradores no se avinieron a considerar que se hallaban ante la verdadera ofensiva soviética y no ante un mero movimiento de distracción destinado a encubrir las operaciones en Ucrania noroccidenal.

Cuando en Alemania finalmente se dan cuenta de la magnitud de la operación a la que se enfrentan, la reacción no pudo ser más desacertada para los intereses de los ejércitos germanos: Hitler se decanta por el establecimiento de “plazas fuertes” a lo largo del frente. Esta doctrina bélica consistía en declarar como tales una serie de ciudades, asignarles una guarnición y ordenarles que resistieran hasta el último hombre.

El establecimiento de “plazas fuertes”, en definitiva una estrategia de posiciones fijas, ya había sido ensayado por la Wehrmacht en el Frente del Este con anterioridad. En el invierno de 1941-42, con el fin de evitar la retirada general se ordenó a las tropas que se agarrasen al terreno mediante las “posiciones erizo”. En aquella ocasión, dado que la capacidad de maniobra del Ejército Rojo era extraordinariamente limitada, las posiciones fijas alemanas consiguieron absorber gran parte de la energía de la contraofensiva general soviética. Durante esa operación, un gran número de unidades rusas se enzarzaron en combates locales contra los “erizos” germanos en lugar de continuar con su marcha hacia el oeste. De este modo, el Ostfront degeneró en una serie de escaramuzas locales en la que los alemanes, dada su superior capacidad táctica, tenían mucho que ganar, incluso contra un enemigo superior en número. La consecuencia fue que la contraofensiva soviética se empantanó al poco de empezar y, a pesar de que consiguió hacer retroceder en algunas zonas a los germanos, no lograría quebrar la espina dorsal de la Wehrmacht.

La situación de 1944 era radicalmente distinta. el Ejército Rojo gozaba en esta fecha de una extraordinaria movilidad y capacidad de combate gracias, por un lado, a los camiones americanos que llegaban en gran número a la Unión Soviética y, por otro, a la asombrosa recuperación de la industria bélica de este país que era capaz de proveer a sus fuerzas armadas con armas modernas de primera clase, mejores en muchos casos a las de los alemanes. Por ello, sucedió lo que debería haber previsto el mando germano: el Ejército Rojo simple y llanamente no se entretuvo en asediar las “plazas fuertes”. Si podían conquistarlas, lo hacían. En caso de que no pudiesen ocuparlas, se limitaban a ponerles cerco con algunas unidades de segunda fila, manteniendo el grueso de sus efectivos en el avance hacía el oeste. Esto no debería haber supuesto una sorpresa para Hitler y su camarilla, ya que las propias tropas alemanas habían probado suficientemente a lo largo de la contienda la inutilidad de las posiciones fijas en una guerra de movimientos bien planeada.

Se establecieron varias plazas fuertes: Slutzk, Bobruisk, Mogilev, Orsha, Polotsk y Vitebsk. Todas tenían asignada una guarnición del tamaño de una división, salvo Vitebsk a la que se destinaron tres divisiones, que al final se aumentaron a cuatro. La inutilidad de las mismas se puede comprender si observamos el avance soviético: Vitebsk y Bobruisk, las piezas clave de la primera parte de la ofensiva, ya habían caído -no solo habían sido rebasadas sino que habían caído- los días 26 y 29 de junio respectivamente. En el caso de Vitebsk, Hitler autorizó a las tropas la tan ansiada libertad de movimientos apenas un día antes de que se completara el cerco. Cuando las tropas germanas se dispusieron a retirarse hacía el oeste, se dieron cuenta de que era demasiado tarde debido a que los rusos ya les habían rebasado. Dependiendo de que historiador citemos los números serán diferentes, pero podemos asumir que alrededor de 50.000 alemanes quedaron engullidos por los ataques soviéticos en Vitebsk y Bobruisk, provocando un boquete enorme en las líneas de la Wehrmacht que el Ejército Rojo se dispuso a aprovechar sin perder ni un minuto para dirigirse a la capital de Bielorrusia: Minsk.

La situación era caótica. Lo que los aliados iban a tardar dos meses en conseguir en el oeste -la ruptura del frente alemán- los soviéticos lo habían logrado en menos de una semana. Toda la estructura defensiva de la Wehrmacht en el este se estaba desmoronando. Hasta entonces, las ofensivas rusas de 1942, 43 y 44, aún coronadas por el éxito, siempre habían conseguido ser detenidas a costa de grandes sacrificios y de pérdidas de territorio por parte de los germanos. No obstante, en Bielorrusia en 1944 la situación era completamente nueva. Era la primera vez que el Ejército Rojo había conseguido hundir completamente el frente alemán. No había excusas. No se trataba de tropas rumanas como en el cerco de Stalingrado, ni de las consecuencias de una ofensiva fracasada como en Kursk. Se trataba de un ataque soviético de proporciones mastodónticas que los germanos no habían sabido parar. Y existía además un problema añadido: al oeste de Stalingrado estaba el Donets, al oeste de Kursk se hallaba Ucrania, pero al oeste de Minsk se encontraba Varsovia y, al oeste de Varsovia, solo quedaba el Reich.

En esta desesperada situación, Hitler recurre a uno de sus generales favoritos. El 28 de Junio, en el mismo momento en que estaba teniendo lugar la catástrofe, el Führer destituye a Busch y nombra a su mayor experto en operaciones defensivas, Walter Model (quien pasará a la posteridad con el sobrenombre de “El León de la Defensa”, o el más prosaico “El Bombero del Führer”), como comandante del Grupo de Ejércitos Centro o, según Guderian, como comandante “de la zona que había quedado vacia”.

domingo, 11 de octubre de 2009

La Batalla de Berlín


Generalmente con este título se suele hacer referencia a la toma de la capital alemana por el Ejército Rojo en 1945, pero lo cierto es que hubo otra “Batalla de Berlín” anterior mediante la cual los aliados occidentales trataron de poner fin a la guerra. Nos estamos refiriendo la campaña de bombardeo que los angloamericanos llevaron a cabo entre noviembre de 1943 y marzo de 1944 sobre la capital germana. Esta “Batalla de Berlín” es poco conocida en comparación con las otras grandes operaciones de bombardeo. De hecho, cuando se habla del bombardeo aliado los primeros nombres en aparecer son los de Dresde o Hamburgo, dos de las ciudades más devastadas por los aparatos americanos y británicos; pero no se suele mencionar a Berlín, cuando lo cierto es que esta ciudad sufrió lo que el historiador Rolf Dieter Müller califica como “La mayor batalla de bombarderos de la historia”

Introducción

“Debe exponerse con toda claridad y franqueza el objetivo de la Ofensiva Combinada de Bombardeos así como el papel reservado dentro de ella al Mando de Bombardeo en virtud de la estrategia acordada por los ejércitos británico y estadounidense. El objetivo es la destrucción de las ciudades alemanas, la muerte de los trabajadores alemanes y la desarticulación de la vida social civilizada en toda Alemania.

Debería subrayarse que la destrucción de edificios, instalaciones públicas, medios de transporte y vidas humanas, la creación de un problema de refugiados de unas proporciones hasta ahora desconocidas y el derrumbe de la moral tanto en el frente patrio como en el frente bélico por medio de unos bombardeos todavía más amplios y violentos constituyeron objetivos asumidos y deliberados de nuestra política de bombardeos. En ningún caso son efectos colaterales de los intentos de destruir fabricas.”
Arthur Harris a Charles Portal (Jefe del Estado Mayor del Aire) el 25 de Octubre de 1943.

Tras la campaña de bombardeos sobre el Ruhr y el raid sobre Hamburgo, el mariscal del aire Arthur Harris, jefe del Bomber Command (mando de bombardeo británico), comenzó a elaborar planes más ambiciosos. El conocido como “Bomber” Harris creía que una serie ininterrumpida de bombardeos sobre la capital germana sería mucho más efectiva que todas las operaciones terrestres que se estaban llevando a cabo contra el Reich, incluyendo la futura operación Overlord. Estimaba, con cierto optimismo, que con 16 grandes ataques sobre Berlín se pondría fin al conflicto. “A nosotros nos supondrá la pérdida de 400 o 500 bombarderos, pero para Alemania significará la pérdida de la guerra” le aseguro a Churchill.

La Batalla de Berlín fue una operación mayoritariamente inglesa a la que los americanos se sumaron tardíamente, solo para llegar a tiempo de ver como eran derrotados los aliados. Debido al carácter británico de la campaña, durante la misma se prestó escasa atención a los objetivos industriales y se planteó como misión principal la destrucción de la capital germana. Diversos historiadores son extremadamente claros en este punto. Rolf Dieter Müller sostiene que “mientras los planificadores de los bombardeos estadounidenses se fijaban en las cifras de producción de las empresas armamentistas alemanas y en las interconexiones económicas, los técnicos de Harris calculaban fríamente como aumentar su capacidad de destrucción. Sus cálculos de proyección no tenían como objetivo el cese de la producción sino la destrucción de ciudades”. El español Fernando Paz añade “la dirección de la ofensiva estuvo en manos británicas desde el principio, de modo que solo fue atacado un objetivo industrial de importancia: la fábrica de FW-190 de Kassel


El Ataque

La noche del 18 de noviembre de 1943 se produjo el primer ataque sobre la capital del Reich. En el trascurso del mismo, 444 aparatos fueron lanzados contra Berlín, perdiéndose solo nueve de ellos. A pesar de que las cifras de pérdidas inglesas fueron notablemente bajas, los daños causados a los germanos fueron igualmente reducidos. El 21 se volvió a producir un ataque, esta vez más limitado, y la noche del 23 los británicos volvieron a preparar un severo golpe lanzando 700 bombarderos sobre la capital germana. En esta ocasión, sí consiguieron causar graves daños a la ciudad, destruyendo gran parte del centro urbano. Sin dejar a los alemanes tiempo para recuperar el aliento, la noche siguiente los anglosajones volvieron a la carga y enviaron 380 bombarderos para que continuasen la labor de sus predecesores. Tras otro pequeño bombardeo, los ingleses dieron por terminada una primera serie de operaciones contra la capital enemiga. Como resultado de esta, 4000 berlineses murieron y 10000 edificios fueron totalmente destruidos. Las perdidas británicas ascendieron a 123 bombarderos. El hecho de que el número de victimas civiles fuese considerablemente reducido si lo comparamos con él de otros bombardeos se debe a los muchos bunkers con los que contaba la capital del Reich. Gracias a ellos, gran parte de la población berlinesa se salvo de las bombas aliadas aunque sus casas no corrieran la misma suerte.

Los ataques continuaron a lo largo de los meses siguientes pero, a pesar de la ingente cantidad de aparatos empleados por los británicos -alrededor de 8000 bombarderos-, las pérdidas germanas no fueron excesivamente elevadas y la moral de la población del Reich no se desmoronó. Aunque los bombardeos causaron problemas a los alemanes estos fueron capaces generalmente de capear el temporal. Por ejemplo, el ministerio de armamento fue alcanzado por las bombas aliadas, pero Speer logró descentralizar las diferentes secciones y continuar con los programas de incremento de la producción bélica. Al finalizar la ofensiva en marzo de 1944, los ingleses habían causado 10.000 muertos a los berlineses, dejando además a un millón y medio de personas sin hogar. Los daños a instalaciones militares o a la capacidad industrial del Reich fueron mínimos. Las pérdidas sufridas por los anglosajones fueron muy elevadas si se atiende a los resultados obtenidos: 495 aviones fueron derribados por la caza y por la defensa antiaérea germana, más de 3000 tripulantes de los bombarderos murieron y alrededor de mil fueron hechos prisioneros.

Tras el fracaso de la RAF, los americanos se suman en marzo a la ofensiva británica lanzando a lo largo del mes una serie de ataques diurnos sobre la capital alemana, pero los resultados globales de la campaña no mejoraron. En su primer raid, el 4 de marzo, los estadounidenses enviaron 504 bombarderos B-17 contra Berlín, pero solo treinta lograron encontrar la ciudad y no causaron daños graves. Dos días después, 627 fortalezas volantes bombardearon la Big B -el nombre dado a Berlín por los tripulantes de los bombarderos americanos- machacando nuevamente la zona. Las pérdidas sufridas por los estadounidenses fueron del 10 por ciento de sus aparatos. El día 8 más de un millar de bombarderos sobrevolaron otra vez la capital del Reich. Los daños causados a las infraestructuras civiles de la ciudad fueron elevados, pero las instalaciones militares permanecieron relativamente intactas. Las bajas de los americanos se incrementaron ligeramente con respecto a los anteriores ataques. Finalmente, el día 22 de los estadounidenses lanzarían su ultimo gran golpe contra Berlín, movilizando más de 600 bombarderos sin conseguir mejor resultado que en las ocasiones precedentes. Las pérdidas americanas alcanzarían de media casi el 12 por ciento de los aparatos enviados contra la ciudad a lo largo del mes de marzo. La cifra es extraordinariamente alta, sobre todo teniendo en cuenta que no se consiguió provocar el esperado derrumbamiento de la capital del Reich y, como consecuencia del mismo, de toda la Alemania nazi.


Conclusiones

La Batalla de Berlín supuso la ejecución de un total de 32 bombardeos sobre la capital del Reich, la mitad de los mismos involucrando más de 400 aviones al mismo tiempo. Como consecuencia de los ataques, la ciudad no fue aniquilada, pero sí resultó dañada en extremo. Sin embargo, estos daños no se tradujeron en una disminución significativa del potencial bélico germano. Las operaciones sobre Berlín, pese a suponer una dura prueba para la defensa antiaérea y la caza de la Luftwaffe, no consiguieron, ni siguiera parcialmente, su objetivo de poner definitivamente de rodillas a la Alemania nazi. La población civil germana, como en gran parte de los bombardeos aliados, fue la gran castigada, mientras que la infraestructura militar del Reich apenas resultó afectada.

Visto con la ventaja que nos da la historia, podemos decir que los aliados cayeron en el mismo error que cometieron los alemanes al centrar sus bombardeos sobre Londres en 1940. La aviación angloamericana trato de buscar la conclusión de la guerra reduciendo Berlín a cenizas, en lugar de centrarse en barrer de los cielos a la Luftwaffe y en destruir las industrias de guerra que alimentaban a la Wehrmacht. El resultado no fue mejor que el conseguido por los germanos tres años antes. La única diferencia fue que los aliados tenían fuerzas de sobra para reponerse de las pérdidas que les causaban los alemanes, mientras que estos nunca pudieron recuperar la posición de preeminencia en lo cielos que ostentaron en el verano y otoño de 1940.

Existen varias semejanzas más con la situación de 1940:

-En 1943 los alemanes habían desarrollado un aparato que, a semejanza del Spitfire británico tres años antes, suponía un formidable enemigo para las flotas de bombarderos: el ME 109G. Este caza desarrollaba velocidades superiores a los 600 Km por hora y ascendía a seis mil metros en seis minutos.

-Las flotas de bombardeo aliadas tenían que atravesar toda Alemania durante su incursión. A lo largo del trayecto eran continuamente atacadas por las instalaciones antiaéreas germanas, que no habían parado de perfeccionarse desde que comenzaron los bombardeos británicos en 1940.

-La caza germana, al operar sobre su territorio -a semejanza de la inglesa en 1940- elegía donde entablar combate con los bombarderos aliados.


El Tercer Reich disponía por aquella época de alrededor de 2500 cazas operativos, una cifra nada extraordinaria si la comparamos con los aparatos que podían desplegar los angloamericanos. De ellos, unos 1650 se encontraban en el teatro occidental, y de estos el 75% se encontraban concentrados en territorio alemán, es decir donde más problemas podían causar al enemigo exponiéndose ellos a los mínimos peligros posibles. No era una fuerza impresionante, cierto; pero su concentración en el lugar oportuno unida a la confluencia de los factores antes mencionados sirvió para provocar considerables destrozos en las formaciones de bombarderos aliadas.

Esto provocó que la Batalla de Berlín concluyese con una derrota para la RAF y la USAAF, derrota ni muy apreciada entonces ni muy recordada posteriormente, pero derrota al fin y al cabo. Los cazas y la defensa antiaérea germana consiguieron abatir un gran número de aparatos enemigos forzando a los aliados a poner fin a sus bombardeos sobre la capital alemana sin llegar siquiera a acercarse en ningún momento a la consecución de su objetivo original: el colapso del Tercer Reich. Como aspecto positivo para los angloamericanos cabe señalar que la moral germana, aún sin desmoronarse, sí resultó dañada. Pese a la propaganda de Göbbels (“nuestros muros se rompen, nuestros corazones no”) los civiles berlineses veían como su ciudad era atacada sin descanso por oleadas de aviones enemigos que, sin llegar por el momento a enseñorearse sobre los cielos alemanes como sí lo harían en menos de un año, parecían inmunes a las pérdidas que les causaban los cazas de la Luftwaffe. Muchos veteranos del frente hacía tiempo que se mostraban escépticos con respecto a la “victoria final”, pero ahora ese escepticismo se empezó a palpar también entre la población civil. Queda a juicio de cada uno, pero posiblemente esta sea una recompensa demasiado baja para los recursos empleados.

En definitiva, la aviación angloamericana se empecinó, con obstinación digna de mejor causa, en reducir a escombros la capital germana, asumiendo los aliados que con ello provocarían el desmoronamiento de la Alemania nazi. Asombra comprobar como cometieron el mismo error en el que habían caído los germanos cuando se empeñaron en bombardear Londres, dando por sentado que así conseguirían la rendición del Imperio Británico. Los alemanes no tuvieron ni oportunidad ni fuerzas para enmendar su error, pero los formidables recursos de los angloamericanos les permitieron replantear la campaña aérea, otorgándole un nuevo enfoque: orientar los bombardeos no solo a la destrucción de las ciudades alemanas sino también como soporte a la gran operación anfibia y subsiguientes operaciones terrestres que emprenderían en Europa occidental en 1944.


Fuentes principales:

“La muerte caía del cielo”
Rolf Dieter Müller
Imago Mundi. 2008

“Europa bajo los escombros”
Fernando Paz
Altera.2008

domingo, 4 de octubre de 2009

Werwolf V

Vamos a terminar hoy la serie de entradas referidas a las guerrillas nazis con el último aspecto de cierta relevancia del movimiento que nos queda por tratar: las actividades del Werwolf en el Este. Para evitar que el blog se haga monótono, dejaremos de momento sin estudiar las operaciones del Werwolf tras la caída del Tercer Reich y volveremos sobre este tema dentro de unas semanas.

Por cierto, bienvenido Taylor.


El Werwolf en el Este

La organización de las guerrillas nazis en los territorios orientales del Reich tiene lugar a partir del otoño de 1944. En ese momento, a pesar de las muchas baladronadas oficiales, se empezó a ver como algo más que posible el hecho de que los rusos acabarían penetrando en Prusia Oriental. La ofensiva rusa en esa zona en octubre vino a reforzar esta creencia. En ese mes, el Ejército Rojo consiguió entrar en territorio alemán por primera vez en la contienda. Las tropas soviéticas arramblaron con todo lo que tenían por delante y entraron en la zona a sangre y fuego, violando a multitud de mujeres alemanas y haciendo prisioneros a un gran número de civiles. La Werhmacht consiguió lanzar una contraofensiva exitosa pocas semanas después, logrando hacer retroceder a los rusos, los cuales solo mantuvieron en su poder una estrecha franja de territorio germano.

Las atrocidades cometidas por los soviéticos trataron de ser explotadas por los alemanes, quienes inmediatamente después de que finalizase la contraofensiva de la Werhmacht llamaron a observadores de la prensa de los países neutrales para que fuesen testigos de las matanzas que habían llevado a cabo los soldados del Ejército Rojo: mujeres crucificadas, civiles colgados, bebes asesinados a golpes... Göbbels también intentó sacar provecho de la situación y se encargó de que la prensa germana redoblase sus ataques contra la conducta brutal de las tropas rusas.

Estos hechos, que a priori deberían haber causado que la población civil germana adoptase una postura favorable al Werwolf, tuvieron como consecuencia un resultado muy distinto. Los civiles, tanto los que habían sido testigos y supervivientes de las atrocidades soviéticas, como los que solo se enteraron de ellas por la prensa, comenzaron a abandonar masivamente la zona y se trasladaron a provincias más occidentales del Reich. Los que se quedaron en el territorio bajo control del Ejército Rojo fueron evacuados inmediatamente por las autoridades rusas, privando de este modo a las guerrillas alemanas del soporte vital que una población civil afecta puede ofrecer.

La Drang nach Westen -marcha hacia el oeste- de la población civil germana se acentuará una vez que los rusos reanuden su ofensiva en enero de 1945, causando nuevamente que el Werwolf no contase con un apoyo civil de importancia en ninguna de las provincias orientales del Reich que iban siendo engullidas por los soviéticos. Estos en cambio, sí que disponían de una herramienta de vital importancia en los combates contra cualquier tipo de tropas irregulares: las divisiones de seguridad. Estas eran unidades especialmente entrenadas para la lucha antipartisana que la URSS había ido perfeccionando desde la guerra civil rusa y que desplegaba en todos los territorios -incluido el soviético- en los que se encontraba con algún indicio de actividad guerrillera.

Las circunstancias antes mencionadas provocaron que la actividad del Werwolf se mantuviese bajo mínimos en el Este. A esto se unía el secretismo con el que los soviéticos se movían en cualquier tipo de operaciones, incluidas las antipartisanas. Este secretismo ha provocado que la documentación existente sobre la reducida actividad guerrillera sea escasa y de difícil acceso.

Teniendo esto en cuenta, vamos a relatar la experiencia de uno de los grupos Werwolf que sí tuvieron un relativo éxito en el hostigamiento a las tropas enemigas en el Este, no en Prusia, sino en Austria, donde los ya descritos factores minimizadores de la actividad guerrillera, aún existiendo, no fueron tan relevantes.


El Jagdkommando de Fred Borth

Borth era un vienes miembro de las Juventudes Hitlerianas que fue reclutado por el Werwolf a la edad de 16 años. En enero de 1945 fue enviado a un campamento en Passau a recibir entrenamiento en la actividad guerrillera. Allí sera entrenado por un comandante de las SS apodado “el Obispo” por haber sido anteriormente un sacerdote ortodoxo. La formación que "el Obispo" daba sus reclutas era extremadamente dura tanto en lo militar (en un ejercicio asfixiaba a sus alumnos hasta que empezaban a perder el conocimiento) como en lo político (mostraba a los reclutas imágenes de las atrocidades cometidas por los soviéticos contra la población civil y de los efectos causados los bombardeos angloamericanos sobre las ciudades alemanas).

Borth termina su entrenamiento a principios de febrero y será devuelto inmediatamente a las Juventudes Hitlerianas, organización con la que combatirá a los rusos en los duros enfrentamientos que tienen lugar en Viena en esos momentos. En abril es de nuevo requerido por el Werwolf donde "el Obispo" le asigna el mando de un Jagdkommando de 65 hombres. El grupo lo formaban un asistente médico, un transmisor de radio y un especialista ucraniano en operaciones antipartisanas, ademas de unos sesenta adolescentes austriacos miembros de las HJ. Como ayuda se le proporcionó un mapa de la zona en el que se detallaba la localización de los depósitos de armas, municiones y provisiones de los que el grupo de Borth se podría servir.

En la noche del 10 al 11 de abril el grupo se desliza por las alcantarillas de la capital austriaca en un intento por infiltrarse tras las líneas soviéticas. Cuando salen a la superficie observan el caos en que se ha convertido Viena y localizan lo que parece un pelotón ruso compuesto por ocho hombres. Cuando se disponen a atacar, se dan cuenta de que los hombres no son soldados del Ejército Rojo, sino miembros del Ejército de Vlasov. Borth comunica el hallazgo por radio y, como respuesta, recibe la orden de unir a los rusos al Jagdkommando. Además, le reclaman que ataque Kritzendorf, donde están concentrados numerosos carros de combate soviéticos. El asalto tendrá lugar en la mañana del 13 de abril y los hombres de Borth conseguirán destruir tres tanques y varios vehículos de distintos tipos. En la acción morirán también varios soldados soviéticos, mientras que los alemanes sufrirán una sola baja.

En los días siguientes la actividad del grupo es reducida, limitándose a realizar algunas patrullas por la zona. A pesar de ello, el Jagdkommando perdió durante dichas patrullas a varios hombres en enfrentamientos con los hombres del Ejército Rojo. La relativa tranquilidad se termina cuando reciben por radio la orden de atacar un puente cercano a la localidad de Tulln. Los alemanes consideran que es una operación suicida, pero los rusos se ponen manos a la obra. Poco después llegó la anulación de la orden, pero para los vlasovistas fue demasiado tarde, pues ya habían abandonado el grupo y se encaminaban al área señalada en las instrucciones recibidas. Se desconoce lo sucedido, pero parece ser que fueron descubiertos por los soviéticos y abatidos antes de alcanzar su objetivo.

El Jagdkommano abandona el lugar y en poco tiempo localiza un convoy soviético de gran tamaño al que tiende una emboscada en los alrededores de Hängendenstein. El golpe de mano salió bien y los alemanes se hacen con una gran cantidad de material bélico.

Tras esto, el grupo se divide en diversas patrullas. Una de ellas, consigue atacar la estación de ferrocarril de Rekawinkel y otra logrará emboscar a un pequeño convoy soviético matando a varios soldados del Ejército Rojo cerca de Alland. En estas acciones el comando sufrirá varias bajas. Pocos Werwolf murieron en los combates, pero bastantes fueron heridos de gravedad y Borth se vio obligado a dejar a varios de estos últimos en manos de algunos lugareños que les ofrecieron ayuda, y a otros en refugios al cuidado del asistente médico del grupo. La mermada agrupación entró nuevamente en combate contra los soviéticos el 23 de abril en el bosque de Kaumberger. En el enfrentamiento murieron otros tres Werwolf más, quedando el comando reducido a apenas una quincena de miembros.

Pocos días después, los hombres de Borth recibieron algunas provisiones y armas lanzadas desde aviones de la Luftwaffe. Tras ello, el 28 de abril inician nuevamente las actividades de reconocimiento y el 1 de mayo lanzan un ataque contra un depósito de combustible del Ejército Rojo localizado cerca de Hainfeld. El golpe tiene éxito, y los Werwolf logran destruir varios barriles de petroleo al tiempo que matan a varios soldados soviéticos y se retiran sin sufrir bajas. Una vez que los guerrilleros alcanzan el punto de reunión Orlov, el ayudante ucraniano, informa a Borth de que el operador de radio ha resultado herido por los disparos de un desertor que se suicidó pocos después. Dado que el equipo de radio ha quedado también inutilizado, Borth decide que ha llegado el momento de que el grupo vuelva a las líneas alemanas.

El camino de vuelta no estuvo exento de dificultades. Algunos lugareños ayudaban a los Werwolf proporcionándoles refugio y comida, pero también se encontraron con una granjera que gritó pidiendo socorro, llamando de este modo la atención de las tropas soviéticas que merodeaban por los alrededores. Los rusos localizaron a los Werwolf y se enzarzaron en un tiroteo con ellos, logrando abatir a dos guerrilleros germanos más. Finalmente, lo poco que quedaba del Jagdkommando original alcanzó las líneas alemanas el 5 de mayo.

Borth se entrevistó con "el Obispo" el día 6, y fue informado por este de que el almirante Dönitz había ordenado el cese de la resistencia. El resultado de las operaciones del Jagdkommando debió ser considerado satisfactorio por los jefes del Werwolf, ya que Prützmann propuso a Borth para la Cruz de los Caballeros, pero el fin de la contienda impidió que este pudiese recibir la condecoración.

Sin hacer demasiado caso a la capitulación germana, Borth continuó vinculado a una célula Werwolf austriaca durante gran parte de 1945, hasta que en septiembre fue desarticulada por la policía de aquel país. Borth fue encarcelado por poco tiempo y, tras salir de prisión, seguiría relacionado con los círculos neonazis de Viena durante las décadas de 1950 y 1960. Como curiosidad cabe destacar el hecho de que Borth mantuvo su interés por las actividades de guerra irregular, colaborando con los servicios secretos austriacos en la organización de la red “Gladio”, una estructura clandestina apoyada por la OTAN creada con el objetivo de combatir a los soviéticos y a las organizaciones comunistas controladas por estos.

Con esto, según lo comentado al principio de la entrada, quedaría por tratar la supervivencia del movimiento Werwolf tras la capitulación germana, pero para que el blog no resulte demasiado aburrido, volveremos con ello en unas semanas. Entretanto, cambiaremos un poco de aires.

Fuente principal:

“Los últimos nazis. El movimiento de Resistencia alemán”
Autor: Perry Biddiscombe
Inédita editores. 2005

Para el Freikorps, véase también:

“Las SS: Instrumento de Terror de Hitler”
Autor: Gordon Williamson
Libsa. 2006