lunes, 18 de enero de 2010

Rommel IV


La situación en el Norte de África previa a la llegada de Rommel

El 10 de junio de 1940, poco antes del colapso del Ejército Francés y cuando parecía que la causa aliada estaba definitivamente perdida, Italia declaró la guerra a los franco-británicos. Con este movimiento, Mussolini pretendía dos cosas: en primer lugar, estar sentado al lado de los vencedores en el momento del armisticio; en segundo y como consecuencia de lo anterior, adueñarse de las colonias africanas que los anglo-franceses atesoraban. La maniobra del dictador transalpino estaba bien concebida, pero la jugada no le salió como esperaba. Francia se rindió, cierto, pero Gran Bretaña no estuvo dispuesta a seguir el mismo camino que su antigua compañera de armas, y como consecuencia de esta desafiante actitud los italianos se vieron embarcados en una contienda más larga de lo previsto, contienda para la que no estaban en absoluto preparados.

En septiembre de 1940, las fuerzas italianas en Libia (un numeroso contingente de aproximadamente 200.000 soldados) penetraron en Egipto, llegando a introducirse unos 90 km en el territorio del país del Nilo. Los británicos, comandados por el general O´Connor, contraatacaron el 9 de diciembre y a pesar de ser muy inferiores en número consiguieron infligir a los transalpinos una severísima derrota, que en pocos días se convirtió para estos en una desbandada absoluta. A lo largo del mes de enero de 1941, los ingleses persiguieron a los italianos consiguiendo no solo expulsarlos de Egipto, sino además arrebatarles Cirenaica. Con este movimiento, los dominios del Eje en la zona quedaron reducidos al territorio de Tripolotania. La ofensiva británica concluyó con la toma de El Ageila, posición situada en un punto intermedio entre las mencionadas regiones libias. La derrota italiana fue total. Los ejércitos de Mussolini perdieron 130.000 hombres, medio centenar de carros de combate y unos 800 cañones. Las bajas de los anglosajones fueron mínimas.


La actitud alemana

En lo que se refería al Mediterraneo, los germanos no habían terminado de tener las cosas claras desde el inicio de la guerra. Berlín seguía la contienda en África con expectación, cierto, mas no entendía el continente africano como un teatro principal de guerra, sino como una manera de lograr que los británicos estuvieran ocupados. Los alemanes habían ofrecido ayuda a los italianos en varias ocasiones, pero estos siempre la habían rechazado; y el Reich, deseando no ofender a su aliado, nunca insistió mucho al respecto. Sin embargo, tras la serie de ininterrumpidos fracasos transalpinos, el Reino Unido parecía estar a punto de convertirse en el dueño y señor del campo de batalla norteafricano, con lo que sus tropas quedarían libres para ser trasladadas a otras zonas de operaciones. En esa situación, y con el fin de evitar la victoria británica, es cuando Alemania se decide finalmente a intervenir. Los germanos optarán por enviar al norte de África una cantidad limitada de soldados, no solo como ayuda militar, sino también como un apoyo psicológico a los italianos, cuya moral de combate se estaba viniendo abajo. Los transalpinos, aunque inicialmente remisos a aceptar que los alemanes se inmiscuyesen en un asunto que consideraban exclusivo, terminaron dando su brazo a torcer.

Con los mencionadas intenciones en mente, Hitler llama a Rommel a Berlín el día 6 de febrero de 1941. Allí, el Führer le expone que se le va a designar como comandante de una pequeña fuerza expedicionaria de dos divisiones, una panzer y una ligera, que será enviada a África a apoyar a los italianos. La operación recibe el nombre de Sonnenblume (Girasol).

Sin embargo, lo que iba a ser determinante de los acontecimientos que estaban a punto de sucederse en el norte del continente africano no era solo la actitud de los germanos sino también la de sus oponentes, quienes estaban a punto de cometer un error fatal.


La actitud británica

En el lado inglés, el alto mando consideraba que el asunto africano estaba prácticamente solucionado, razón por la cual ordenó un alto en las operaciones. Esta detención no estaba motivada por la defensa italiana, sino por la decisión que habían tomado los estrategas del Reino Unido de trasladar unidades desde África hasta Grecia, país que había sido atacado por los transalpinos en octubre de 1940. Los helenos, tras protagonizar una tenaz y exitosa defensa contra los italianos, estaban a punto de ser agredidos por los alemanes, enemigos que, sin duda, iban a causarles muchos más problemas. En este contexto, los británicos consideraron que sus fuerzas se emplearían mejor combatiendo contra el Eje en Grecia que en África.

O´Connor protestó abiertamente contra esta dispersión de fuerzas y solicitó que se le permitiese seguir avanzando hasta derrotar definitivamente a los italianos y expulsarlos del norte de África, pero el mando británico desestimo su petición y optó por jugar la carta griega. Los ingleses se detuvieron y comenzaron a retirar a sus unidades fogueadas de la primera línea del frente. El Reino Unido emplazó en la zona a tropas recientemente llegadas al desierto, entendiendo que no habría peligro para ellas, ya que se suponía que enfrente iban a tener a un enemigo prácticamente derrotado


Rommel al otro lado del Mediterraneo: nace el Afrika Korps

Poco después de su entrevista con el Führer, Rommel viaja a la capital italiana y de ahí a Sicilia donde, el día 12 y acompañado por el coronel Schmundt (uno de los ayudantes más próximos a Hitler), se entrevista con Geissler, el comandante de la Luftwaffe en el mediterráneo central. El suabo solicita de su interlocutor que esa misma noche bombardee Bengasi -localidad que había caído en manos británicas durante la anterior ofensiva- y que, desde el día siguiente, inicie una serie de continuas incursiones contra las columnas de aprovisionamiento inglesas en Cirenaica. La respuesta que recibe le deja de piedra. Geissler indica que los transalpinos le han pedido encarecidamente que no bombardee Bengasi. ¿La razón? Varios altos oficiales italianos tienen propiedades en la zona. El futuro mariscal no acepta la postura del comandante de las fuerzas aéreas y solicita a Schmundt que se ponga en contacto telefónico con Hitler y le explique la situación. Este lo hace, y el Führer autoriza a Geissler a proceder de acuerdo a las instrucciones de Rommel. Es decir, antes incluso de poner el pie en África, el héroe de Caporetto ya había logrado que las cosas empezasen a cambiar.

Rommel llegó a Tripoli el día 12 e inmediatamente se entrevistó con Gariboldi, el general italiano a cuyas ordenes se iba a encontrar. Conviene hacer especial hincapié en este punto. El suabo no fue la más alta autoridad militar del Eje en el teatro de operaciones africano. Cierto es que fue la personalidad que más influyo en la campaña, pero Rommel siempre tuvo por encima a algún oficial superior al que estaba subordinado y, en la mayor parte de las ocasiones, ese oficial no fue alemán sino italiano. Sin embargo, al haber tropas germanas implicadas, el suabo se guardaba un as en la manga, as que ya le hemos visto utilizar en su encuentro con Geissler: Rommel tenía la ventaja de poder apelar directamente a Hitler.

Erwin Rommel llegó a Libia con una idea bullendo en su mente: atacar cuanto antes. Los británicos, pensaba, estaban tomando aliento para reiniciar en breve su ofensiva. Los germanos desconocían que los anglosajones habían decidido dejar en segundo plano a África para centrarse en Grecia, y esto provocaba que el suabo considerase que el tiempo corría en su contra. Rommel suponía que cuantas más semanas se les diesen a los ingleses, mejor se asentarían estos en las posiciones de Cirenaica recientemente arrebatadas a los transalpinos. Por ello, el general alemán decidió que no había un minuto que perder y comenzó a preparar a sus soldados. En aquel momento, solo tenía a la 5ª división ligera bajo su mando, unidad que empezó a desembarcar en Tripoli el 14, aunque también se le asignarían en breve varias divisiones italianas. No obstante, incluso contando con estas últimas, sus efectivos parecían sumamente insuficientes para embarcarse en una operación de asalto contra las posiciones enemigas. Cierto es que el alto mando le había prometido asimismo la 15ª División Panzer, pero todavía no estaba claro cuando esta unidad iba a llegar a Libia.

A pesar del precario estado de la situación, Rommel se puso a trabajar en su proyectada ofensiva nada más llegar a su nuevo destino. El suabo no consiguió convencer a los italianos acerca de la necesidad de un avance, pero sí logró que Gariboldi emplazase a lo largo de la linea del frente a las tropas italianas que iba a poner bajo sus órdenes, con lo que hizo posible que dichas unidades estuviesen más a mano en el momento crítico. Además, el general germano supervisó el desembarco de soldados y pertrechos alemanes en Tripoli y procuró que estuviesen en condiciones de combatir con la mayor premura posible. En esos frenéticos días, concretamente el 19 de febrero, las tropas expedicionarias del Reich fueron bautizadas con el nombre con el que pasarían a la historia: el Deutsches Afrika Korps.

Justo un mes después del nacimiento del DAK, Rommel volvió a Berlín para concretar sus órdenes con el alto mando. Para desilusión del suabo, este se encontró con que el OKW no contemplaba la posibilidad de realizar ningún ataque. Rommel, le indicaron, debía limitarse a ayudar a los italianos a defender Tripolitania. Pero no fue la única decepción que se llevó el general germano. También le comunicaron que la 15ª División Panzer no llegaría a África hasta mayo y le solicitaron que esperase el desplieque de esta unidad antes de iniciar cualquier tipo de maniobra contra los británicos. Incluso entonces, dichas operaciones deberían estar limitadas a la toma de Agedabia y, en caso de que la suerte estuviese a su favor, a la captura del puerto de Bengasi. Pero Rommel tenía sus propios planes...


Blitzkrieg en Cirenaica

La última semana de marzo, tropas alemanas, siguiendo las ordenes que Rommel había dejado antes de partir hacia Berlín (lo que nos da una idea de lo convencido que estaba de llevar a cabo su plan), habían tomado la posición de El Agheila en una maniobra preliminar. Este lugar iba a servir a los germanos como punto de partida de las operaciones que estaban por llegar. Sorprendentemente, los británicos no respondieron al movimiento enemigo. La decisión de estos de centrarse en Grecia había debilitado sus posiciones en Cirenaica, mermando considerablemente sus capacidades combativas pero, o al menos así lo creían, dicho debilitamiento no suponía ningún riesgo. Los italianos habían sufrido una severa derrota apenas un par de meses antes y los ingleses asumían que dicho revés provocaría que los transalpinos se privarían de lanzarse a aventuras bélicas durante cierto tiempo. Pero, ¿y los alemanes?

El 31 de Marzo los generales Gambier Parry (comandante de la 2ª División blindada británica) y Neame (comandante de las fuerzas inglesas en Cirenaica) discutían acerca del informe sobre Rommel que el departamento de inteligencia les acababa de entregar. Era un texto breve que resumía la trayectoria bélica del germano y que no sirvió a ambos oficiales para prever lo que se les venía encima. Los británicos sabían que la llegada de los alemanes suponía un mero apoyo para los italianos y que no existían intenciones del OKW de lanzarse al ataque. Conocían además que, por el momento, el Tercer Reich solo disponía de una división en la zona, fuerza que era notoriamente insuficiente para efectuar cualquier tipo de operación de gran magnitud. La 5ª ligera tendría unos 120 tanques; la mitad ligeros y la otra mitad carros medios del tipo III y IV, una cantidad de blindados que no debería alterar en grado sumo el equilibrio en la zona. El razonamiento inglés era, en esencia, correcto: las órdenes alemanas no hablaban de una ofensiva y las tropas germanas en la zona eran demasiado reducidas para una acción de esas características. Luego, concluyeron, no habría ataque. Sin embargo, un razonamiento correcto les había llevado a una conclusión errónea ya que no tuvieron en cuenta una premisa fundamental: no contaron con que el Zorro del Desierto estaba a punto de comenzar a labrar su leyenda.

El 31 de marzo, adoptando una actitud que contravenía las órdenes recibidas, Erwin Rommel inicia el ataque contra las posiciones británicas. Al final de ese día ya había conseguido tomar Mersa el Brega al tiempo que sus sorprendidos oponentes son incapaces de reaccionar de manera efectiva y empiezan a replegarse. El general alemán no pierde ni un segundo. Conoce que la rapidez es la clave de su movimiento y no esta dispuesto a perder su oportunidad. El día 2 alcanza Agedabia y lo único que pueden hacer los incrédulos ingleses es continuar retirándose. Ese día la intendencia germana puso a Rommel por vez primera cara a cara ante el mayor problema de la guerra en el desierto; el aprovisionamiento de combustible. De todos los grupos empiezan a llegar noticias alarmantes. El espectacular avance del DAK está dejando a sus vehículos sin gasolina, e intendencia declará que serán necesarios cuatro días para reabastecer a las tropas. Demasiado tiempo para Rommel, quien comprende que en ese intervalo los británicos se habrán recuperado de la sorpresa y harán imposible la continuación del ataque italoalemán. Entonces, el suabo recurre a una de sus mejores armas: su capacidad de improvisación. Ordena a todos los vehículos que se deshagan de la carga y que solo transporten combustible. Con esta solución logran tener a las unidades listas para reiniciar la ofensiva en apenas 24 horas. Tras esta pausa, el día 4 los soldados del Eje espoleados por su comandante toman Bengasi, el punto de máximo avance estimado por el OKW. Dicho enclave, según el alto mando, iba a ser eventualmente conquistable en mayo. Rommel lo tomó con un mes de anterioridad y en tan solo cuatro días. Y no tenía ninguna intención de parar allí.

Los ingleses, a quienes el movimiento alemán había pillado completamente desprevenidos, se retiran en un tortuoso desorden en medio de un torbellino de unidades del Eje que avanzan sin parar. Pero incluso a la vista del éxito, la ejecución de la maniobra no era todo lo rápida que quería Rommel. En cierta ocasión, el suabo se encontraba sobrevolando el campo de batalla con su avioneta Fieseler Storch, y al ver a una columna germana que no se movía con la presteza que él consideraba adecuada, dejó caer una nota en la que se leía simplemente:

“¡Si no empiezan a moverse rápido, bajo!

Firmado: Rommel”

Con todo, tras la caída de Bengasi, el destrozó que las tropas del Eje estaban causando a los ingleses no había terminado. Para hacernos una idea de la magnitud del desastre británico, hay que tener en cuenta que los tres principales generales del Reino Unido en la zona cayeron prisioneros a la semana de iniciarse la operación de Rommel. El día seis se apresó a O´Connor y Neame; y el día 7 se capturó a Gambier-Parry.


¿Por qué correr tanto?

El mismo día en que se tomó prisionero a Gambier-Parry, las unidades de vanguardia de Rommel alcanzan Mechili, enclave situado en medio de la protuberancia de Cirenaica, y apenas un par de días después tienen el territorio plenamente asegurado. En esas jornadas, los destacamentos del Afrika Korps creían que se les iba a otorgar un merecido descanso, pero su comandante no pensaba de la misma manera. Hasta ese día, los británicos habían estado lejos de presentar una resistencia seria. Simplemente trataron de escabullirse de unos enemigos que parecían estar en todas partes y que siempre se encontraban varios pasos por delante de ellos. La idea que en aquel momento empieza a abrirse camino en el alto mando después de la inicial conmoción que supuso el ataque italoalemán era la de salvar el mayor número de unidades replegándolas dentro de la fortaleza de Tobruk. Rommel adivinaba las intenciones inglesas, y también comprendía que la única manera de frustrar los planes británicos era actuar con rapidez y tomar Tobruk con un golpe de mano antes de que las tropas enemigas se atrincheraran en dicha ciudad. Por ello, el suabo sabe que su hombres no pueden permitirse perder el tiempo. Ordena a sus soldados que, sin dilación, continúen avanzando hasta la localidad de Tmimi, último enclave de importancia antes de Tobruk.


Razones del éxito germano

Hasta aquí, todo había salido bien para las tropas del Afrika Korps. Primero: la colaboración de la Luftwaffe, esencial para las tácticas Blitzkrieg germanas, había mejorado considerablemente tras el primer encontronazo de Rommel con Geissler. Segundo: las unidades del general alemán, principalmente la 5ª División Ligera, pero también las formaciones italianas que combatían bajo su mando, se comportaron extraordinariamente bien, dando lo mejor de si mismas para contentar a su exigente comandante. Y tercero: los británicos también colaboraron estrechamente con la victoria de Rommel. El traslado de soldados del Reino Unido a Grecia disminuyó el número de efectivos ingleses en la zona hasta límites peligrosos. Además, mientras que las formaciones fogueadas se trasladaron a la península helénica, las tropas que se quedaron en África solían ser unidades con reducida experiencia bélica recientemente llegadas a lo que se suponía iba a ser un frente tranquilo. Obviamente, Rommel no jugó ningún papel en este tercer factor, pero si fue el principal detonante del segundo y un gran revulsivo del primero.

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