A finales de abril, la guerra relámpago lanzada por los alemanes en los Balcanes y en Grecia estaba a punto de concluir. Las tropas británicas enviadas a este teatro de operaciones no supusieron ninguna barrera efectiva al avance germano y, finalmente, el 19 de abril se acordó su evacuación. La nación helénica se rindió dos días después. La “distracción griega” había llegado a su fin. Al Reino Unido no le quedaba otra opción que centrarse en el Norte de África.
Acción Tigre
Tan solo un día después de ordenarse la evacuación de Grecia, a Churchill se le acumularon las malas noticias. El día 20 el premier británico recibió un informe desalentador del comandante supremo de sus fuerzas en Egipto, el general Wavell. En el se hacía saber que el grueso de la 15ª División Panzer estaba comenzando a desembarcar en Trípoli. El militar inglés entendía que el enemigo estaría en posición de lanzarse a un nuevo ataque en breve salvo que se hiciese algo serio para evitarlo. Churchill captó el mensaje. Londres, una vez abandonada la idea de defender Grecia, hizo de la necesidad virtud y se decidió a dar prioridad absoluta al frente norteafricano.
Tan solo un día después de recibirse el informe de Wavell, el Reino Unido envió un gran convoy cargado hasta los topes de material bélico con dirección a Egipto. Era una acción arriesgada ya que cualquier mercante era un objetivo apetecible para los submarinos y aviones italogermanos, pero salió muy bien. Los barcos ingleses sufrieron algunos ataques, pero consiguieron minimizar las pérdidas. Gracias a esta osada maniobra conocida como “Acción Tigre”, la Royal Navy logró hacer llegar a Alejandría unos 250 carros de combate y medio centenar de aviones, maquinas que se desembarcaron en esta ciudad a partir del día 12 de mayo. Los tanques fueron utilizados para reorganizar y reequipar a la maltrecha 7ª División Blindada y convertirla en una formación poderosa. Los británicos estaban, o al menos así lo creían ellos, listos para lanzarse a por el Afrika Korps.
Operación Battleaxe
Como ya indicamos en la entrada anterior, los primeros combates en la zona de Halfaya ya se habían iniciado en mayo. Dicho mes concluyó con la posición en manos del Eje, lo cual daba a este bando cierta ventaja táctica, ya que este era uno de los pasos que presumiblemente tendría que utilizar cualquier formación británica que se dirigiese hacia el oeste. Para aprovechar esta situación, los alemanes desplazaron a este enclave gran parte de sus piezas antitanque, incluyendo los famosos cañones de 8,8 mm. En aquellos momentos, el Afrika Korps solo contaba con 13 ejemplares de esta magnifica arma pero supo posicionarlos con gran acierto, localizando media docena de los mismos en pleno paso de Halfaya.
El ataque británico, denominado Operación “Battleaxe” (Hacha de Batalla), comenzó el 15 de junio. La moral inglesa, gracias a los refuerzos recibidos, estaba alta pese a los recientes reveses bélicos. Los anglosajones optaron por un ataque frontal contra Halfaya y algunos otros puntos fortificados alemanes (como la posición 208 al sur del frente) confiados en que su superioridad material les permitiría atravesar las líneas del Eje. Esta táctica británica otorgó a los germanos la posibilidad de emplear con gran efectividad sus armas contracarro. Las posiciones italoalemanas resistieron el envite de los tommies y sus cañones machacaron concienzudamente a los blindados enemigos. La RAF era superior a la Luftwaffe en la zona, pero los aparatos alemanes parecían desenvolverse mejor en la confusa guerra norteafricana, y defendían con habilidad a sus compañeros en tierra de los ataques aéreos británicos. El día 16, un vez que el avance inglés había sido detenido, Rommel se lanzó con la 5ª Ligera y la 15ª Panzer sobre los desconcertados anglosajones. El contraataque lanzado por el suabo termino de desarbolar a los ingleses, quienes no tuvieron más opción que admitir su fracaso y dar por terminada la operación apenas tres días después de iniciarse. Perdieron alrededor de un centenar de carros por apenas 12 del Eje. Fue el combate más intenso desde que Rommel llegó a África y en él el general germano demostró que sabía desenvolverse con destreza, no solo durante los ataques, sino también en operaciones defensivas.
Situación general:
A/ El Eje
Al concluir la operación Battleaxe se produjo un impasse. Los británicos habían sufrido una derrota apabullante, pero el Eje no tenía fuerzas suficientes para explotar la situación a su favor. Por otra parte y en lo que al panorama global se refiere, Alemania se lanzó contra la URSS el 22 de junio de 1941, apenas tres días después del final de Battleaxe. Debido a este acontecimiento, Rommel entendió que no iba a recibir grandes refuerzos, por lo menos hasta que la Wehrmacht pusiese de rodillas a la Rusia Soviética. Al inicio de Barbarroja esto parecía un objetivo alcanzable en el corto plazo, pero a medida que avanzó la campaña se vio que el régimen de Stalin no iba a ser precisamente pan comido. El Reich había optado por jugar la carta del Este y dejar en segundo plano la africana, y esta elección habría de mantenerse en el tiempo. Era algo que ya no se iba a poder cambiar.
En lo que respecta a las tropas al mando de Rommel, estas sufrieron una reorganización en agosto con el fin de de dar una estructura más oficial a la cooperación italoalemana. El día 15 de ese mes nacía el Panzer Gruppe Afrika, compuesto por las siguientes unidades:
El Afrika Korps (Alemán) General Crüwell
-15ª División Panzer – General Neumann-Silkow
-21ª División Panzer (antes 5ª ligera) – General Ravenstein
90ª División Ligera (alemana) – General Summermann (Esta unidad no formaba parte del DAK)
XX Cuerpo Blindado (Italiano) – General Gambara
-División Ariete
-División Trieste
XXI Cuerpo (Italiano) – General Navarrini
-División Brescia
-División Trento
-División Pavia
-División Bologna
Además se le asignó a Rommel un estado mayor, comandado por el general Gause, adecuado para cumplir con las responsabilidades inherentes a un mando sobre diez divisiones. Dicho esto, conviene indicar que el militar alemán no siempre tenía a sus ordenes a las unidades transalpinas. Era el mando italiano el que debía concederle autoridad sobre la mismas llegado el caso de que necesitase emplearlas.
A lo largo del verano de 1941, y a pesar de haber derrotado a los británicos, Rommel no inició operaciones de importancia y se limitó a utilizar sus fuerzas móviles en algunas operaciones de reconocimiento. ¿Por qué? La razón principal hay que buscarla en el desabastecimiento al que estaban sometidas sus tropas. Solo entre junio y septiembre los británicos mandaron al fondo del mar 220.000 toneladas de suministros destinadas a los soldados italogermanos en África. De estas pérdidas, la mitad fueron debidas a los ataques aéreos, gran parte de los cuales fueron lanzados desde Malta. Una prueba más de la importancia que tenía esta isla en las operaciones en el mediterráneo.
No obstante, el hecho de que los envíos llegasen con cuentagotas, a pesar de dificultar las operaciones de Rommel, le dio tiempo para planificar, esta vez meticulosamente, su ataque a Tobruk. La creación del Panzer Gruppe Afrika aumentó el número de tropas a su cargo y, consecuentemente, también incrementó sus posibilidades operativas. De los informes enviados por sus unidades móviles tras las incursiones antes mencionadas, Rommel creyó que los británicos no estaban listos para ninguna ofensiva tras la decepción sufrida en la operación Battleaxe. La luftwaffe tampoco encontró muestras de que los ingleses estuviesen llevando a cabo una concentración de soldados con vistas a un ataque a gran escala. Tanto sus topas móviles como la fuerza aérea se equivocaban, pero Rommel no tenía modo de saberlo. Lo que si sabía era que, antes o después, los anglosajones se lanzarían nuevamente a una ofensiva para tratar de liberar Tobruk. El suabo sabía que sus enemigos recibían no solo suministros (combustible y munición) sino también refuerzos (nuevos cañones y tanques) constantemente. Sus tropas, por el contrario -y debido a que el alto mando germano otorgaba la mayor parte de su atención al Frente del Este- sobrevivían con con una mínima cantidad de suministros y refuerzos.
En definitiva, Rommel se enfrentaba a una carrera no contra uno, sino contra dos rivales. Por un lado, sus pertrechos bélicos llegaban con una lentitud exasperante, lo que le impedía el inicio de operaciones de gran envergadura. Por otro, sabía que si no iniciaba – y concluía con éxito- el ataque sobre Tobruk, no podría concentrar todas sus tropas, es decir las diez divisiones del Panzer Gruppe Afrika, en la la frontera libio-egipcia para hacer frente a la previsible ofensiva inglesa.
Tras pasar el verano y gran parte del otoño en esta incomoda situación, el suabo se vio con suficientes recursos para iniciar el definitivo asalto a Tobruk en noviembre. Las cuatro divisiones italianas del XXI cuerpo estaban situadas en torno a la ciudad y Rommel emplazó además a la 15ª División Panzer y a la 90ª ligera en posición de asaltar el bastión. También tenía al XX cuerpo en posición. Solo se quedó al margen del operativo la 21ª Panzer, que se quedaba como fuerza móvil de reserva dispuesta a intervenir si las guarniciones de las posiciones fortificadas de la frontera (Bardia, Capuzzo, Solum y Halfaya) sufrían algún ataque.
El dispositivo para el asalto estaba listo. La operación debería iniciarse el día 23 y tendría que concluirse rápidamente, a tiempo de llevar a todas las formaciones italogermanas al este, para enfrentarse contra la previsible respuesta británica.
B/Los Británicos
Tras el fracaso de Battleaxe, los ingleses se pusieron a trabajar con el objetivo de recuperarse de su derrota. El hecho de que los alemanes estuviesen ahora empeñados en Rusia suponía que no iban a poder reforzar sus tropas en África convenientemente, al menos durante un tiempo. Es decir, desde el punto de vista británico, la situación parecía estar dando un vuelco a su favor. En aquellos momentos, el Reino Unido, aparte de la batalla del Atlántico desarrollada contra los submarinos germanos, no tenía más frentes abiertos que el teatro norteafricano. Por contra, su principal enemigo se había lanzado contra el coloso soviético empeñando en esta lucha la inmensa mayoría de sus fuerzas. Esto provocaba que, incluso aunque a la larga el Tercer Reich terminase derrotando a la URSS, al menos durante un tiempo su principal esfuerzo bélico debería estar orientado hacía sus operaciones en el Este europeo. En definitiva, para Alemania el teatro africano continuaría siendo un campo de batalla secundario, pero para los británicos en aquel momento era su campaña principal.
En lo referente a sus mandos, los ingleses volvieron a cambiar a sus lideres militares en África. Claude Auchinlek pasó a ser el comandante supremo de las fuerzas del Imperio Británico en la zona. A su vez, las tropas del Reino Unido se reorganizaron en el VIII Ejército, bajo mando del general Alan Cunningham. Londres además hizo un esfuerzo por enviar a Egipto todos los pertrechos y suministros bélicos posibles. Bajo el mando de Cunningham se agruparon unos 700 carros de combate, una cifrá impresionante si la comparamos con las que se manejaban hasta entonces en el teatro norteafricano. La cantidad de tanques con la que contaba Rommel se elevaba tan solo a la mitad de los británicos y, de ellos, el 50% eran modelos italianos, muy inferiores en calidad a los germanos.
Los británicos contaban además con el plan original de Rommel para atacar Tobruk. Su servicio de inteligencia les había pasado, no solo el dato, sino también una copia del propio plano esbozado por el suabo de su puño y letra. Lo único que desconocían los anglosajones era el día en el que el general pretendía lanzar el asalto. Las intenciones inglesas consistían en cargar contra los alemanes en el momento en el que estos se encontrasen entrampados frente a Tobruk, pero el hecho de que el Eje estuviese tardando tanto en iniciar el ataque sobre esta asediada localidad, provocó que finalmente los anglosajones diesen la orden de avance el día 18 de noviembre, antes de que los soldados italogermanos hubiesen iniciado el asalto al puerto libio. Para esta ofensiva, el Imperio Británico utilizó las siguientes divisiones:
XXX Cuerpo:
-7ª División Blindada inglesa
-1ª División Sudafricana
-22ª Brigada Inglesa
XIII Cuerpo
-4ª División India
-2ª División Neozelandesa
-1ª Brigada Inglesa
Además, las tropas situadas dentro de Tobruk (en aquellos momentos la 70ª División Inglesa y una brigada polaca), también colaboraron con sus camaradas, lanzando varios ataques contra las tropas italoalemanas emplazadas alrededor del enclave.
Como curiosidad, cabe señalar que unos comandos británicos trataron de asesinar a Rommel la noche del 17, justo antes de iniciarse la ofensiva inglesa. La operación fue un fracaso debido a que estos no pudieron localizar al general alemán.
Operación Crusader
El ataque británico recibió el nombre de Operación Crusader (Cruzado). La maniobra se inició el 18 de noviembre, y tuvo bastante más éxito que Battleaxe. Los ingleses no consiguieron romper el frente italoaleman, pero sí que consiguieron trabar combate con varias unidades sin quedarse parados frente a las posiciones fijas del Eje tal y como había sucedido durante la primavera.
Al iniciarse el ataque, los alemanes no reaccionaron con fuerza. Durante las primeras 24 horas, Rommel pensó que la maniobra enemiga podría ser contenida por las posiciones fortificadas de Bardia, Sollum y Capuzzo. El suabo ni siquiera se hizo cargo personalmente de las operaciones y dejó el mando al comandante del Africa Korps, el general Crüwell. El líder del Panzer Grupe Afrika no se convenció hasta el día 19 de que se trataba de una operación británica de gran calado que no le iba a dejar más remedio que posponer el previsto ataque sobre Tobruk. En ese momento, retomó el control de todas las tropas y se preparó para hacer frente a los anglosajones.
El ataque inglés, al no conseguir romper las líneas enemigas pese a ser muy violento, se tradujo en una serie de combates desordenados lo largo de todo el frente. Varias unidades británicas e italoalemanas se enzarzaron en luchas sin objetivos definidos, y sin direcciones claras. Los anglosajones, aprovechando el desorden, lograron capturar a parte de los oficiales del estado mayor del Afrika Korps el día 23, lo que dificultó sobremanera la coordinación de las unidades del Eje. Esa mismo jornada se bautizó con el nombre de “Domingo de difuntos”, debido a que durante el mismo tuvieron lugar enfrentamientos de extraordinaria dureza que dejaron maltrechos a ambos bandos. Al concluir el día, ningún contendiente parecía tener fuerzas suficientes para ganar, pero ninguno estaba dispuesto tampoco a tirar la toalla.
En definitiva, el Eje consiguió salvar el primer envite. No obstante, la situación podía haber terminado mucho peor debido al peculiar estilo de lucha de Rommel. Como ya hemos indicado, el suabo gustaba de posicionarse en primera linea del frente pero, al no existir un “frente” como tal, el comandante supremo germano se extravió en medio del fragor de los combates. Una avería en su vehículo de mando provocó que quedase separado del resto de sus hombres y, literalmente, el desierto se lo tragó. La noche del 24 Rommel, acompañado únicamente por su jefe de estado mayor, Gause, se encontró perdido e incomunicado en medio de la mayor batalla desarrollada hasta la fecha en el norte de África. Y esto no fue todo. A Rommel le encontraron los generales Crüwell (comandante del Afrika Korps) y Bayerlein (comandante de la 21ª División Panzer), quienes a su vez habían perdido todo contacto con sus unidades. Es decir, el 24 de noviembre de 1941, los cuatro militares alemanes más importantes del teatro de operaciones africano se encontraron aislados por completo del resto de sus tropas en medio de ninguna parte y en mitad de un caos de formaciones amigas y enemigas repartidas entre todos los puntos del mapa.
Cabe tratar de imaginar cual habría sido el resultado de la captura de estos oficiales en manos británicas durante aquellas extrañas horas. El destino del Afrika Korps, y por ende el de todas las tropas italogermanas en África, hubiese cambiado por completo. Se hubiese descabezado al Panzer Gruppe Afrika en un momento crítico, privando a los alemanes de sus principales mandos. El caos, presumiblemente, se hubiese transformado en desastre. Pero incluso en esta desconcertante situación salió a relucir el genio de Rommel. El vehículo en el que viajaban los generales germanos tuvo que evitar lo mejor que pudo a las unidades enemigas que se encontraban próximas, y lo consiguió hasta que se dio de bruces contra un hospital de campaña neozelandes. Era evidente que los alemanes habían sido localizados. Había que pensar en algo rápido y Rommel lo hizo. Salió del vehículo y se dirigió con calma hacía los oficiales médicos y los heridos. Conversó con ellos dando a entender que él era el captor y sus interlocutores los capturados. La interpretación del germano debió de haber sido algo digno de un premio, ya que los sanitarios se lo tragaron por completo. El suabo dialogó pausadamente con ellos, interesándose por el tipo medicinas y demás materiales que pudiesen necesitar, y prometiendo hacer lo posible por conseguirlos. Poco después, se despidió amablemente de los neozelandeses y abandonó el lugar. Cuando estos pudieron contactar con sus aliados y se dieron cuenta del engaño era demasiado tarde. Rommel y sus acompañantes se habían desvanecido. El zorro del desierto se la había vuelto a jugar a los tommies.
En el momento en que Rommel consiguió recuperar el contacto con sus tropas, automáticamente pretendió explotar a su favor el punto muerto que se produjo tras el Domingo de Difuntos. Contra el consejo de sus oficiales, quienes pensaban que sus soldados estaban extenuados hasta límites muy peligrosos, se lanzó con sus hombres contra los igualmente fatigados británicos. Estos no se encontraban en su mejor momento, cierto; pero los italoalemanes, quienes habían quemado gran parte de sus fuerzas conteniendo la inicial ofensiva británica, tampoco disponían de efectivos suficientes para efectuar un contraataque con efectividad. No obstante, incluso en esta situación, a Rommel pudo haberle salido bien la jugada. Cunningham, el comandante del VIII Ejército, perdió la esperanza en la victoria y pensó que una avalancha germana se les venía encima. Auchinlek se vio obligado a cambiar a este desmoralizado militar por el general Ritchie, quién tuvo éxito en la tarea de insuflar nuevamente valor a sus hombres para resistir lo que en realizad era el último movimiento de Rommel, la última carta que el germano podía poner sobre el tapete. Una vez que los británicos lograron aguantar con firmeza, fue evidente que al suabo no le quedaban más triunfos por jugarse.
Consecuencias
Tras el fracaso en el contraataque de Rommel, la situación se reveló en toda su crudeza para el Eje. Los británicos habían sufrido graves pérdidas, cierto, pero a estas alturas de la campaña habían logrado un ritmo de recuperación muy bueno, consiguiendo reponer sus bajas con mucha mayor eficacia que los italogermanos. Estos, por el contrario, se las veían y se las deseaban para sustituir cada hombre y cada maquina que perdían en el desierto.
En este contexto, a finales de noviembre Rommel comprendió que no podía seguir sosteniendo el frente contra los británicos y, al mismo tiempo, mantener el asedio de Tobruk. En caso de insistir en ello, cabía el riesgo de perder a todo el Panzer Gruppe Afrika en lucha de desgaste contra un enemigo a todas luces mejor abastecido que él, lucha en la que los italoalemanes ya no tenían nada que ganar. El germano, en una decisión quizá prematura pero sin duda prudente, optó por perder el territorio, pero conservar sus tropas. Entre los días 4 y 8 de diciembre se llevó a cabo un primer repliegue, situando las unidades a unos 100 km al oeste de Tobruk. Ni el mariscal Kesselring (en aquellos momentos supervisor general de las tropas alemanas en el área mediterránea), ni los mandos italianos apoyaron el proceder de Rommel, pero este no se dejó convencer por quienes, en definitiva, habían sido los mismos que se habían opuesto a su ataque sobre Cirenaica apenas nueve meses antes.
El Afrika Korps contaba en aquellos momentos con unos cuarenta tanques, cifra a todas luces insuficiente para enfrentarse a los bien pertrechados británicos. Rommel continuó la retirada hasta el Ageila, donde finalmente pudo asentarse en una posición lo suficientemente firme como para detener a los ingleses quienes tuvieron que pararse, no solo por la resistencia italoalemana sino también para reorganizar sus líneas de suministros. Al final del año, las únicas ganancias que quedaban de las campañas africanas del Eje eran las posiciones fortificadas a lo largo de la frontera libio-egipcia, pero todos estos enclaves fueron rindiéndose a lo largo del mes de enero. A inicios de 1942, Rommel volvía a estar en la misma situación que al principio.
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