domingo, 28 de febrero de 2010

Rommel VII



Cambian las tornas

El principal motivo de los éxitos británicos en las últimas semanas de 1941 no hay que buscarlo en tierra, sino en el mar. Tanto la Royal Navy como la RAF habían impuesto un creciente peaje a los envíos italogermanos de material bélico a África. Durante los meses de julio y agosto, el porcentaje de pérdidas no superó el 20%, pero en septiembre se llegó al 28%, y en noviembre alcanzó la astronómica cifra del 63%. Si además atendemos específicamente a las pérdidas de combustible, estas se elevaban al 92% del total despachado por el Eje al continente africano. En definitiva, Rommel estaba librando una batalla con unas divisiones cuyos depósitos de gasolina estaban en la reserva.

A finales de 1941, la superioridad británica tanto en el mar como en el aire estaba empezando a ser abrumadora; pero del mismo modo que la ofensiva alemana sobre la URSS había trastocado el panorama bélico apenas seis meses antes, el ataque japones a Pearl Harbour en diciembre iba nuevamente a cambiar por completo la situación militar en el teatro norteafricano.

Tras Pearl Harbour, los nipones se lanzaron a una serie de ambiciosas operaciones en el sudeste asiático entre cuyos objetivos se hallaban varias de las posesiones coloniales inglesas en esa parte del globo. Los primeros golpes del nuevo combatiente fueron devastadores. En el mar, el 10 de diciembre aviones japoneses hundían al Prince of Wales -superviviente del combate con el Bismarck- y al Repulse. En tierra, las tropas del Imperio del Sol Naciente toman el 15 de Febrero la ciudad de Singapur, la perla de los territorios británicos en la zona.

La entrada del Japón en la guerra provocó que los ingleses, quienes hasta ese momento habían podido dedicar la mayor parte de sus esfuerzos al Mediterráneo, tendrían a partir de ahora que prestar atención a un nuevo frente. Ciertamente, la entrada de EEUU en la guerra iba a suponer a la larga que la balanza de fuerzas se inclinase irremisiblemente del lado aliado. Sin embargo, durante varios meses el coloso norteamericano no iba a poder desarrollar todo su potencial; y durante ese tiempo, el Reino Unido iba a encontrar más inconvenientes que ventajas en esta nueva situación.

Para tratar de adaptarse al nuevo contexto, los británicos desplazaron varios buques de guerra al sudeste asiático. Este movimiento obviamente redujo las fuerzas del Reino Unido en otras partes del globo, y consecuentemente sus efectos se dejaron notar en el Mediterráneo en forma de merma de efectividad de las acciones sobre los convoyes del Eje. Tras la partida de varias unidades inglesas hacia Asia, la marina italiana volvió a estar en situación de superioridad numérica en el Mediterráneo central. Esta posición se tradujo inmediatamente en una mejora del aprovisionamiento de las tropas del Panzer Gruppe en Libia.

A todo lo anterior, hay que unir la neutralización de Malta. El II Fliegerkorps se trasladó desde Rusia a Sicilia y se empleó a fondo contra el enclave en los primeros meses de 1942. Los aviones germanos consiguieron disminuir la efectividad de los ataques que partían desde esa posición. Durante unos meses la isla estuvo más ocupada pensando en defenderse que en organizar golpes contra los convoyes italogermanos.


Se acaba la retirada del Eje.

La primera señal de que las cosas empezaban a cambiar la recibieron los ingleses el 27 de diciembre de 1941. Ese mismo día, las tropas de vanguardia británicas se encontraron con que los italogermanos, en lugar de continuar retrocediendo, defendían con fiereza la posición de Agedabia. La retirada había concluido. El Eje había sufrido una derrota, pero no había sido expulsado de África. El Panzer Gruppe todavía podía combatir.

El 5 de enero Rommel recibe varios carros de combate de refuerzo. Con ellos, los italoalemanes logran una ventaja numérica en la zona. El general suabo contaba a principios de 1942 con 117 tanques alemanes y 79 italianos. No era una fuerza abrumadora, pero si sirvió para que el militar germano se plantease nuevamente la posibilidad de pasar a la ofensiva. No obstante, la simple idea de un lanzarse al ataque después de las últimas derrotas era, para todos menos para Rommel, una locura impensable. Pero, incluso en esta tesitura, el suabo supo sacar partido de la situación. Hizo correr el rumor de que, dado el precario estado de sus tropas, no podía hacer otra cosa que continuar a la defensiva. Los informes que desde el estado mayor del Panzer Gruppe Afrika se pasaron a los altos mandos alemán e italiano apuntaban en esa misma dirección. Los servicios de inteligencia británicos interceptaron estos informes y los militares ingleses los tomaron al pie de la letra, provocando que ente sus tropas se diese un estado de animo similar al de 1941. Los anglosajones estaban nuevamente convencidos de que, en términos generales, habían ganado la partida en África y creían que Rommel había sido definitivamente neutralizado. Solo quedaba esperar que llegasen desde el Reino Unido los refuerzos que permitiesen iniciar un ataque definitivo contra el acorralado Zorro del Desierto. Los británicos, aunque lentamente debido a que tenían que atender a los nuevos frentes abiertos, comentaron a preparar la que debía ser su ofensiva final.


Rommel contraataca

El día 21 de enero de 1942, el mismo en que a Rommel le conceden las espadas para la Cruz de Caballero, el comandante del que sería rebautizado como Panzerarmee Afrika lanza su ataque contra los Tommys. Como en 1941, el desconcierto británico fue absoluto. Los ingleses habían vuelto a cometer el error de subestimar a su contrincante y sus tropas no se encontraban listas para hacer frente al inesperado y violento ataque alemán. En apenas cuatro días, el militar suabo había cosechado un éxito completo. No solo había logrado llevar a cabo una contraofensiva exitosa, sino que además acabó con cualquier posibilidad que tuvieran los anglosajones de lanzarse en breve sobre Trípoli. El objetivo de echar a los italoalemanes de África, que hasta hace poco se veía factible, ahora volvía a estar demasiado lejos. El Imperio Británico volvía a encontrarse luchando a la defensiva. Rommel fue ascendido a coronel general el día 25, la misma jornada en la que sus tropas tomaron Msus capturando 96 carros de combate enemigos.

Uno de los aspectos más remarcables de esta operación es que se realizó con un Panzerarmee muy reducido, ya que en el no participaban las divisiones italianas. El día 23 Rommel había recibido la visita del mariscal Cavallero, quien ordenó al germano detener la operación. Los transalpinos se sentían heridos en su amor propio y no pensaban dar apoyo a una empresa de la que ni siquiera habían sido informados. No iban a participar en lo que, pensaban, era a todas luces una aventura sin sentido de Rommel. El suabo no aceptó interrumpir la maniobra y, en respuesta, Cavallero retiró al militar alemán el mando de las unidades italianas. Pero el general germano no se arredró. Continuó la ofensiva contando solo con las divisiones del Reich y, visto el éxito, parece que el resultado general del ataque no se resintió.

El 29 Rommel tomó Bengasi haciéndose con una gran cantidad de suministros británicos. En poco más de una semana el díscolo general suabo había vuelto a poner todo patas arriba. Cirenaica volvía a estar bajo control del Eje. El día 31, Auchinleck, renunciando a la idea de pasar a la ofensiva, comienza a reforzar la linea de Gazala con el objetivo de establecer una posición de contención al avance germano. Para ello emplea las tropas que deberían haberse usado en el planeado avance inglés que los alemanes había logrado desarbolar.


“Tobruk debe caer”

Tras el éxito cosechado, Rommel abandonó África el día 16 de Febrero para disfrutar de un merecido permiso, pero antes del descaso tuvo que reunirse con Hitler y otros jerarcas. Del mandatario recibió personalmente las espadas para su cruz de caballero y su felicitación. El dictador alemán, aunque seguía prestando prácticamente toda su atención al Frente del Este, respaldó el proceder de su general. El Führer seguía sintiendo una especial predilección por este impulsivo militar. Asimismo, se comprometió a reforzar la presión sobre Malta, con el objetivo de garantizar al comandante del Panzer Gruppe Afrika una mejora en su aprovisionamiento.

Rommel volvió al continente africano el 19 de marzo. Diez días después se reunió con sus oficiales y les dejó claro que, en cuanto fuese posible, él pretendía continuar la presión sobre los británicos. Pero eso no iba a ser una tarea sencilla. Auchinleck había fortificado extraordinariamente una línea que empezaba en Gazala y se prolongaba por el sur hasta Bir el Hacheim. Por ello, durante casi dos meses, el germano estuvo planificando la manera de superar ese obstáculo. En estas jornadas el militar alemán estuvo preparando el plan de la que iba a ser su maniobra más exitosa. Para llevar a cabo esta, las tropas italianas se volvieron a poner bajo sus ordenes. Con ellas, las unidades al mando del germano quedaron del siguiente modo:

X Cuerpo (Gioda)
XXI Cuerpo (Navarrini)
Entre ambos sumaban 4 divisiones de infantería:
Brescia
Sabratha
Pavia
Trento

Deutsches Afrika Korps
-15ª División Panzer (Von Vaerst)
-21ª División Panzer (von Bismarck)
90ª División Ligera (Kleemann)
División Acorazada Ariete (De Stefanis )
División Motorizada Trieste (La Ferla)

El comandante del Panzer Gruppe Afrika dividió sus tropas en dos grupos. Dejó las divisiones de infantería italiana emplazadas en el norte a las ordenes de Crüwell, al tiempo que el asumía personalmente el mando de las tropas móviles que se desplegarían en el sur. El plan de Rommel era que sus formacions de infantería lanzasen un conato de ataque frontal para entrampar en él al grueso de las tropas aliadas. Mientras tanto, sus unidades móviles debían desbordar la línea defensiva inglesa por el sur, tomando Bir el Hacheim. Una vez sobrepasado este punto, las divisiones del Eje deberían girar al norte, copando a los anglosajones y destruyéndolos. El objetivo del Plan, no obstante, era doble. En palabras del propio Rommel, “el Ejército de campaña Británico debe ser destruido y Tobruk debe caer”.

En lo que respecta a las fuerzas, los británicos desplegaban en la zona 850 carros de combate bajo las ordenes de Ritchie, mientras que los italoalemanes solo podían poner en liza 560 tanques, de los que algo menos de la mitad eran modelos italianos. No obstante, Rommel contaba con 48 poderosas piezas de 88 mm, además de con varios modelos de cañones rusos que la Wehrmacht había capturado en el Ostfront. En el aire, con el traslado de aviones desde el Este, la Luftwaffe logro una superioridad temporal en la zona.


El Plan Venezia

El 26 de mayo, al tiempo que las divisiones de Crüwell iniciaban sus operaciones de diversión, Rommel comenzó su movimiento de flanqueo por el sur del frente. Los ingleses no reaccionaron hasta la madrugada del 27, cuando al mando británico le empezaron a llegar noticias alarmantes. Los informes de las tropas de vanguardia hablaban de un gran número de carros blindados, a la cabeza de los cuales se hallaba el propio Rommel. Y los Tommys, igual que los germanos, sabían que allí donde estaba el Zorro del Desierto, allí estaba el frente.

Las tropas del Eje se toparon con una resistencia feroz, no solo por parte de los británicos, sino también por parte de las fuerzas francesas libres que defendían Bir el Hacheim. Además, para complicar aún más las cosas, las unidades de Rommel tuvieron muchos problemas con el suministro en combate, ya que su intendencia no fue capaz de encontrar rutas de aprovisionamiento adecuadas para las formaciones de vanguardia. Pero los italoalemanes consiguieron mantener la situación bajo control. El 1 de julio conquistaban la localidad de Sidi Muftah, tomando 3000 prisioneros y capturando 124 cañones.

Tras la toma de Sidi Muftah, se suceden varias jornadas de golpes y contragolpes lanzados por ambos bandos. En aquellos momentos parecía que todo terminaría en tablas. La batalla estaba siendo demoledora y a Rommel, cuyas fuerzas mermaban a demasiada velocidad, se le acababa el tiempo. Pero finalmente las tropas del Eje consiguieron tomar Bir el Hacheim el 10 de junio. A estas alturas, al Panzerarmee le quedaban tan solo 160 carros de combate alemanes y 70 italianos. El peaje que habían pagado las fuerzas alemanas era elevadísimo, pero el tenaz suabo no iba a parar ahora que el esfuerzo estaba a punto de dar sus frutos.


Tobruk

El 11 de junio comenzó el último movimiento de la magna maniobra de Rommel. El suabo, considerando que había logrado vencer la principal resistencia anglosajona, se lanzó con sus tropas sobre los desarbolados británicos. No se vio automáticamente, pero ya el día 15 el general germano escribió a su esposa en estos términos: “La batalla está ganada. El enemigo se está dispersando.” Era cierto. El VIII Ejército se batía en retirada, Tobruk se encontraba ante los italoalemalemanes y, para el exigente comandante de estos, no había tiempo que perder.

El día 18 el Panzerarmee había concluido el cerco del puerto norteafricano. El 20 la Luftwaffe lanza un bombardeo sobre la ciudad para “ablandar” las defensas de esta e inmediatamente después se inician los ataques por tierra. La presteza con que los soldados del Eje ejecutaron el asalto impidió que los ingleses repitiesen la gesta de mantener el enclave en sus manos. En esta ocasión, los británicos no tuvieron ni tiempo ni ganas de presentar batalla. El día 21 Tobruk, con su gran depósito de municiones y víveres, se encontraba en manos de Rommel, quien atrapó a 32.000 soldados aliados en la operación. Como curiosidad, varios sudafricanos capturados solicitaron al general suabo que apartase a los soldados negros de los blancos. Rommel se negó alegando que los negros eran también soldados con uniforme sudafricano que, si habían combatido y caído junto a los blancos, debían ir al cautiverio de igual manera.

Tobruk fue la última gran victoria de Rommel. Un triunfo que le supuso el ascenso inmediato a mariscal de campo y le valió las felicitaciones de todas las altas personalidades de la jerarquía nazi: Hitler, Göbbels, Göring... así como Mussolini y varios generales italianos hicieron llegar sus parabienes al suabo, quién se convirtió en un héroe nacional. Tobruk fue el punto culminante de la carrera de Rommel. Fue su mayor momento de gloria, su más grande gesta militar. Al suabo le quedaban dos años de vida y en ellos ya no iba a poder alcanzar un éxito semejante. Estos años siguientes iban a estar salpicados de derrotas militares y desilusiones políticas. Obviamente, Rommel no podía saber nada de esto. En aquellos momentos, el incansable germano solo pensaba en seguir adelante, hacia Egipto. El 21 de junio a las 9:45 de la mañana, aún antes de saber que había sido ascendido a mariscal de campo, radió el siguiente mensaje a sus tropas: “La fortaleza de Tobruk ha caído. Todas las unidades deben reunirse y prepararse para el siguiente avance”.

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