domingo, 28 de febrero de 2010

Rommel VII



Cambian las tornas

El principal motivo de los éxitos británicos en las últimas semanas de 1941 no hay que buscarlo en tierra, sino en el mar. Tanto la Royal Navy como la RAF habían impuesto un creciente peaje a los envíos italogermanos de material bélico a África. Durante los meses de julio y agosto, el porcentaje de pérdidas no superó el 20%, pero en septiembre se llegó al 28%, y en noviembre alcanzó la astronómica cifra del 63%. Si además atendemos específicamente a las pérdidas de combustible, estas se elevaban al 92% del total despachado por el Eje al continente africano. En definitiva, Rommel estaba librando una batalla con unas divisiones cuyos depósitos de gasolina estaban en la reserva.

A finales de 1941, la superioridad británica tanto en el mar como en el aire estaba empezando a ser abrumadora; pero del mismo modo que la ofensiva alemana sobre la URSS había trastocado el panorama bélico apenas seis meses antes, el ataque japones a Pearl Harbour en diciembre iba nuevamente a cambiar por completo la situación militar en el teatro norteafricano.

Tras Pearl Harbour, los nipones se lanzaron a una serie de ambiciosas operaciones en el sudeste asiático entre cuyos objetivos se hallaban varias de las posesiones coloniales inglesas en esa parte del globo. Los primeros golpes del nuevo combatiente fueron devastadores. En el mar, el 10 de diciembre aviones japoneses hundían al Prince of Wales -superviviente del combate con el Bismarck- y al Repulse. En tierra, las tropas del Imperio del Sol Naciente toman el 15 de Febrero la ciudad de Singapur, la perla de los territorios británicos en la zona.

La entrada del Japón en la guerra provocó que los ingleses, quienes hasta ese momento habían podido dedicar la mayor parte de sus esfuerzos al Mediterráneo, tendrían a partir de ahora que prestar atención a un nuevo frente. Ciertamente, la entrada de EEUU en la guerra iba a suponer a la larga que la balanza de fuerzas se inclinase irremisiblemente del lado aliado. Sin embargo, durante varios meses el coloso norteamericano no iba a poder desarrollar todo su potencial; y durante ese tiempo, el Reino Unido iba a encontrar más inconvenientes que ventajas en esta nueva situación.

Para tratar de adaptarse al nuevo contexto, los británicos desplazaron varios buques de guerra al sudeste asiático. Este movimiento obviamente redujo las fuerzas del Reino Unido en otras partes del globo, y consecuentemente sus efectos se dejaron notar en el Mediterráneo en forma de merma de efectividad de las acciones sobre los convoyes del Eje. Tras la partida de varias unidades inglesas hacia Asia, la marina italiana volvió a estar en situación de superioridad numérica en el Mediterráneo central. Esta posición se tradujo inmediatamente en una mejora del aprovisionamiento de las tropas del Panzer Gruppe en Libia.

A todo lo anterior, hay que unir la neutralización de Malta. El II Fliegerkorps se trasladó desde Rusia a Sicilia y se empleó a fondo contra el enclave en los primeros meses de 1942. Los aviones germanos consiguieron disminuir la efectividad de los ataques que partían desde esa posición. Durante unos meses la isla estuvo más ocupada pensando en defenderse que en organizar golpes contra los convoyes italogermanos.


Se acaba la retirada del Eje.

La primera señal de que las cosas empezaban a cambiar la recibieron los ingleses el 27 de diciembre de 1941. Ese mismo día, las tropas de vanguardia británicas se encontraron con que los italogermanos, en lugar de continuar retrocediendo, defendían con fiereza la posición de Agedabia. La retirada había concluido. El Eje había sufrido una derrota, pero no había sido expulsado de África. El Panzer Gruppe todavía podía combatir.

El 5 de enero Rommel recibe varios carros de combate de refuerzo. Con ellos, los italoalemanes logran una ventaja numérica en la zona. El general suabo contaba a principios de 1942 con 117 tanques alemanes y 79 italianos. No era una fuerza abrumadora, pero si sirvió para que el militar germano se plantease nuevamente la posibilidad de pasar a la ofensiva. No obstante, la simple idea de un lanzarse al ataque después de las últimas derrotas era, para todos menos para Rommel, una locura impensable. Pero, incluso en esta tesitura, el suabo supo sacar partido de la situación. Hizo correr el rumor de que, dado el precario estado de sus tropas, no podía hacer otra cosa que continuar a la defensiva. Los informes que desde el estado mayor del Panzer Gruppe Afrika se pasaron a los altos mandos alemán e italiano apuntaban en esa misma dirección. Los servicios de inteligencia británicos interceptaron estos informes y los militares ingleses los tomaron al pie de la letra, provocando que ente sus tropas se diese un estado de animo similar al de 1941. Los anglosajones estaban nuevamente convencidos de que, en términos generales, habían ganado la partida en África y creían que Rommel había sido definitivamente neutralizado. Solo quedaba esperar que llegasen desde el Reino Unido los refuerzos que permitiesen iniciar un ataque definitivo contra el acorralado Zorro del Desierto. Los británicos, aunque lentamente debido a que tenían que atender a los nuevos frentes abiertos, comentaron a preparar la que debía ser su ofensiva final.


Rommel contraataca

El día 21 de enero de 1942, el mismo en que a Rommel le conceden las espadas para la Cruz de Caballero, el comandante del que sería rebautizado como Panzerarmee Afrika lanza su ataque contra los Tommys. Como en 1941, el desconcierto británico fue absoluto. Los ingleses habían vuelto a cometer el error de subestimar a su contrincante y sus tropas no se encontraban listas para hacer frente al inesperado y violento ataque alemán. En apenas cuatro días, el militar suabo había cosechado un éxito completo. No solo había logrado llevar a cabo una contraofensiva exitosa, sino que además acabó con cualquier posibilidad que tuvieran los anglosajones de lanzarse en breve sobre Trípoli. El objetivo de echar a los italoalemanes de África, que hasta hace poco se veía factible, ahora volvía a estar demasiado lejos. El Imperio Británico volvía a encontrarse luchando a la defensiva. Rommel fue ascendido a coronel general el día 25, la misma jornada en la que sus tropas tomaron Msus capturando 96 carros de combate enemigos.

Uno de los aspectos más remarcables de esta operación es que se realizó con un Panzerarmee muy reducido, ya que en el no participaban las divisiones italianas. El día 23 Rommel había recibido la visita del mariscal Cavallero, quien ordenó al germano detener la operación. Los transalpinos se sentían heridos en su amor propio y no pensaban dar apoyo a una empresa de la que ni siquiera habían sido informados. No iban a participar en lo que, pensaban, era a todas luces una aventura sin sentido de Rommel. El suabo no aceptó interrumpir la maniobra y, en respuesta, Cavallero retiró al militar alemán el mando de las unidades italianas. Pero el general germano no se arredró. Continuó la ofensiva contando solo con las divisiones del Reich y, visto el éxito, parece que el resultado general del ataque no se resintió.

El 29 Rommel tomó Bengasi haciéndose con una gran cantidad de suministros británicos. En poco más de una semana el díscolo general suabo había vuelto a poner todo patas arriba. Cirenaica volvía a estar bajo control del Eje. El día 31, Auchinleck, renunciando a la idea de pasar a la ofensiva, comienza a reforzar la linea de Gazala con el objetivo de establecer una posición de contención al avance germano. Para ello emplea las tropas que deberían haberse usado en el planeado avance inglés que los alemanes había logrado desarbolar.


“Tobruk debe caer”

Tras el éxito cosechado, Rommel abandonó África el día 16 de Febrero para disfrutar de un merecido permiso, pero antes del descaso tuvo que reunirse con Hitler y otros jerarcas. Del mandatario recibió personalmente las espadas para su cruz de caballero y su felicitación. El dictador alemán, aunque seguía prestando prácticamente toda su atención al Frente del Este, respaldó el proceder de su general. El Führer seguía sintiendo una especial predilección por este impulsivo militar. Asimismo, se comprometió a reforzar la presión sobre Malta, con el objetivo de garantizar al comandante del Panzer Gruppe Afrika una mejora en su aprovisionamiento.

Rommel volvió al continente africano el 19 de marzo. Diez días después se reunió con sus oficiales y les dejó claro que, en cuanto fuese posible, él pretendía continuar la presión sobre los británicos. Pero eso no iba a ser una tarea sencilla. Auchinleck había fortificado extraordinariamente una línea que empezaba en Gazala y se prolongaba por el sur hasta Bir el Hacheim. Por ello, durante casi dos meses, el germano estuvo planificando la manera de superar ese obstáculo. En estas jornadas el militar alemán estuvo preparando el plan de la que iba a ser su maniobra más exitosa. Para llevar a cabo esta, las tropas italianas se volvieron a poner bajo sus ordenes. Con ellas, las unidades al mando del germano quedaron del siguiente modo:

X Cuerpo (Gioda)
XXI Cuerpo (Navarrini)
Entre ambos sumaban 4 divisiones de infantería:
Brescia
Sabratha
Pavia
Trento

Deutsches Afrika Korps
-15ª División Panzer (Von Vaerst)
-21ª División Panzer (von Bismarck)
90ª División Ligera (Kleemann)
División Acorazada Ariete (De Stefanis )
División Motorizada Trieste (La Ferla)

El comandante del Panzer Gruppe Afrika dividió sus tropas en dos grupos. Dejó las divisiones de infantería italiana emplazadas en el norte a las ordenes de Crüwell, al tiempo que el asumía personalmente el mando de las tropas móviles que se desplegarían en el sur. El plan de Rommel era que sus formacions de infantería lanzasen un conato de ataque frontal para entrampar en él al grueso de las tropas aliadas. Mientras tanto, sus unidades móviles debían desbordar la línea defensiva inglesa por el sur, tomando Bir el Hacheim. Una vez sobrepasado este punto, las divisiones del Eje deberían girar al norte, copando a los anglosajones y destruyéndolos. El objetivo del Plan, no obstante, era doble. En palabras del propio Rommel, “el Ejército de campaña Británico debe ser destruido y Tobruk debe caer”.

En lo que respecta a las fuerzas, los británicos desplegaban en la zona 850 carros de combate bajo las ordenes de Ritchie, mientras que los italoalemanes solo podían poner en liza 560 tanques, de los que algo menos de la mitad eran modelos italianos. No obstante, Rommel contaba con 48 poderosas piezas de 88 mm, además de con varios modelos de cañones rusos que la Wehrmacht había capturado en el Ostfront. En el aire, con el traslado de aviones desde el Este, la Luftwaffe logro una superioridad temporal en la zona.


El Plan Venezia

El 26 de mayo, al tiempo que las divisiones de Crüwell iniciaban sus operaciones de diversión, Rommel comenzó su movimiento de flanqueo por el sur del frente. Los ingleses no reaccionaron hasta la madrugada del 27, cuando al mando británico le empezaron a llegar noticias alarmantes. Los informes de las tropas de vanguardia hablaban de un gran número de carros blindados, a la cabeza de los cuales se hallaba el propio Rommel. Y los Tommys, igual que los germanos, sabían que allí donde estaba el Zorro del Desierto, allí estaba el frente.

Las tropas del Eje se toparon con una resistencia feroz, no solo por parte de los británicos, sino también por parte de las fuerzas francesas libres que defendían Bir el Hacheim. Además, para complicar aún más las cosas, las unidades de Rommel tuvieron muchos problemas con el suministro en combate, ya que su intendencia no fue capaz de encontrar rutas de aprovisionamiento adecuadas para las formaciones de vanguardia. Pero los italoalemanes consiguieron mantener la situación bajo control. El 1 de julio conquistaban la localidad de Sidi Muftah, tomando 3000 prisioneros y capturando 124 cañones.

Tras la toma de Sidi Muftah, se suceden varias jornadas de golpes y contragolpes lanzados por ambos bandos. En aquellos momentos parecía que todo terminaría en tablas. La batalla estaba siendo demoledora y a Rommel, cuyas fuerzas mermaban a demasiada velocidad, se le acababa el tiempo. Pero finalmente las tropas del Eje consiguieron tomar Bir el Hacheim el 10 de junio. A estas alturas, al Panzerarmee le quedaban tan solo 160 carros de combate alemanes y 70 italianos. El peaje que habían pagado las fuerzas alemanas era elevadísimo, pero el tenaz suabo no iba a parar ahora que el esfuerzo estaba a punto de dar sus frutos.


Tobruk

El 11 de junio comenzó el último movimiento de la magna maniobra de Rommel. El suabo, considerando que había logrado vencer la principal resistencia anglosajona, se lanzó con sus tropas sobre los desarbolados británicos. No se vio automáticamente, pero ya el día 15 el general germano escribió a su esposa en estos términos: “La batalla está ganada. El enemigo se está dispersando.” Era cierto. El VIII Ejército se batía en retirada, Tobruk se encontraba ante los italoalemalemanes y, para el exigente comandante de estos, no había tiempo que perder.

El día 18 el Panzerarmee había concluido el cerco del puerto norteafricano. El 20 la Luftwaffe lanza un bombardeo sobre la ciudad para “ablandar” las defensas de esta e inmediatamente después se inician los ataques por tierra. La presteza con que los soldados del Eje ejecutaron el asalto impidió que los ingleses repitiesen la gesta de mantener el enclave en sus manos. En esta ocasión, los británicos no tuvieron ni tiempo ni ganas de presentar batalla. El día 21 Tobruk, con su gran depósito de municiones y víveres, se encontraba en manos de Rommel, quien atrapó a 32.000 soldados aliados en la operación. Como curiosidad, varios sudafricanos capturados solicitaron al general suabo que apartase a los soldados negros de los blancos. Rommel se negó alegando que los negros eran también soldados con uniforme sudafricano que, si habían combatido y caído junto a los blancos, debían ir al cautiverio de igual manera.

Tobruk fue la última gran victoria de Rommel. Un triunfo que le supuso el ascenso inmediato a mariscal de campo y le valió las felicitaciones de todas las altas personalidades de la jerarquía nazi: Hitler, Göbbels, Göring... así como Mussolini y varios generales italianos hicieron llegar sus parabienes al suabo, quién se convirtió en un héroe nacional. Tobruk fue el punto culminante de la carrera de Rommel. Fue su mayor momento de gloria, su más grande gesta militar. Al suabo le quedaban dos años de vida y en ellos ya no iba a poder alcanzar un éxito semejante. Estos años siguientes iban a estar salpicados de derrotas militares y desilusiones políticas. Obviamente, Rommel no podía saber nada de esto. En aquellos momentos, el incansable germano solo pensaba en seguir adelante, hacia Egipto. El 21 de junio a las 9:45 de la mañana, aún antes de saber que había sido ascendido a mariscal de campo, radió el siguiente mensaje a sus tropas: “La fortaleza de Tobruk ha caído. Todas las unidades deben reunirse y prepararse para el siguiente avance”.

domingo, 21 de febrero de 2010

Rommel VI



A finales de abril, la guerra relámpago lanzada por los alemanes en los Balcanes y en Grecia estaba a punto de concluir. Las tropas británicas enviadas a este teatro de operaciones no supusieron ninguna barrera efectiva al avance germano y, finalmente, el 19 de abril se acordó su evacuación. La nación helénica se rindió dos días después. La “distracción griega” había llegado a su fin. Al Reino Unido no le quedaba otra opción que centrarse en el Norte de África.


Acción Tigre

Tan solo un día después de ordenarse la evacuación de Grecia, a Churchill se le acumularon las malas noticias. El día 20 el premier británico recibió un informe desalentador del comandante supremo de sus fuerzas en Egipto, el general Wavell. En el se hacía saber que el grueso de la 15ª División Panzer estaba comenzando a desembarcar en Trípoli. El militar inglés entendía que el enemigo estaría en posición de lanzarse a un nuevo ataque en breve salvo que se hiciese algo serio para evitarlo. Churchill captó el mensaje. Londres, una vez abandonada la idea de defender Grecia, hizo de la necesidad virtud y se decidió a dar prioridad absoluta al frente norteafricano.

Tan solo un día después de recibirse el informe de Wavell, el Reino Unido envió un gran convoy cargado hasta los topes de material bélico con dirección a Egipto. Era una acción arriesgada ya que cualquier mercante era un objetivo apetecible para los submarinos y aviones italogermanos, pero salió muy bien. Los barcos ingleses sufrieron algunos ataques, pero consiguieron minimizar las pérdidas. Gracias a esta osada maniobra conocida como “Acción Tigre”, la Royal Navy logró hacer llegar a Alejandría unos 250 carros de combate y medio centenar de aviones, maquinas que se desembarcaron en esta ciudad a partir del día 12 de mayo. Los tanques fueron utilizados para reorganizar y reequipar a la maltrecha 7ª División Blindada y convertirla en una formación poderosa. Los británicos estaban, o al menos así lo creían ellos, listos para lanzarse a por el Afrika Korps.


Operación Battleaxe

Como ya indicamos en la entrada anterior, los primeros combates en la zona de Halfaya ya se habían iniciado en mayo. Dicho mes concluyó con la posición en manos del Eje, lo cual daba a este bando cierta ventaja táctica, ya que este era uno de los pasos que presumiblemente tendría que utilizar cualquier formación británica que se dirigiese hacia el oeste. Para aprovechar esta situación, los alemanes desplazaron a este enclave gran parte de sus piezas antitanque, incluyendo los famosos cañones de 8,8 mm. En aquellos momentos, el Afrika Korps solo contaba con 13 ejemplares de esta magnifica arma pero supo posicionarlos con gran acierto, localizando media docena de los mismos en pleno paso de Halfaya.

El ataque británico, denominado Operación “Battleaxe” (Hacha de Batalla), comenzó el 15 de junio. La moral inglesa, gracias a los refuerzos recibidos, estaba alta pese a los recientes reveses bélicos. Los anglosajones optaron por un ataque frontal contra Halfaya y algunos otros puntos fortificados alemanes (como la posición 208 al sur del frente) confiados en que su superioridad material les permitiría atravesar las líneas del Eje. Esta táctica británica otorgó a los germanos la posibilidad de emplear con gran efectividad sus armas contracarro. Las posiciones italoalemanas resistieron el envite de los tommies y sus cañones machacaron concienzudamente a los blindados enemigos. La RAF era superior a la Luftwaffe en la zona, pero los aparatos alemanes parecían desenvolverse mejor en la confusa guerra norteafricana, y defendían con habilidad a sus compañeros en tierra de los ataques aéreos británicos. El día 16, un vez que el avance inglés había sido detenido, Rommel se lanzó con la 5ª Ligera y la 15ª Panzer sobre los desconcertados anglosajones. El contraataque lanzado por el suabo termino de desarbolar a los ingleses, quienes no tuvieron más opción que admitir su fracaso y dar por terminada la operación apenas tres días después de iniciarse. Perdieron alrededor de un centenar de carros por apenas 12 del Eje. Fue el combate más intenso desde que Rommel llegó a África y en él el general germano demostró que sabía desenvolverse con destreza, no solo durante los ataques, sino también en operaciones defensivas.


Situación general:

A/ El Eje


Al concluir la operación Battleaxe se produjo un impasse. Los británicos habían sufrido una derrota apabullante, pero el Eje no tenía fuerzas suficientes para explotar la situación a su favor. Por otra parte y en lo que al panorama global se refiere, Alemania se lanzó contra la URSS el 22 de junio de 1941, apenas tres días después del final de Battleaxe. Debido a este acontecimiento, Rommel entendió que no iba a recibir grandes refuerzos, por lo menos hasta que la Wehrmacht pusiese de rodillas a la Rusia Soviética. Al inicio de Barbarroja esto parecía un objetivo alcanzable en el corto plazo, pero a medida que avanzó la campaña se vio que el régimen de Stalin no iba a ser precisamente pan comido. El Reich había optado por jugar la carta del Este y dejar en segundo plano la africana, y esta elección habría de mantenerse en el tiempo. Era algo que ya no se iba a poder cambiar.

En lo que respecta a las tropas al mando de Rommel, estas sufrieron una reorganización en agosto con el fin de de dar una estructura más oficial a la cooperación italoalemana. El día 15 de ese mes nacía el Panzer Gruppe Afrika, compuesto por las siguientes unidades:

El Afrika Korps (Alemán) General Crüwell
-15ª División Panzer – General Neumann-Silkow
-21ª División Panzer (antes 5ª ligera) – General Ravenstein
90ª División Ligera (alemana) – General Summermann (Esta unidad no formaba parte del DAK)
XX Cuerpo Blindado (Italiano) – General Gambara
-División Ariete
-División Trieste
XXI Cuerpo (Italiano) – General Navarrini
-División Brescia
-División Trento
-División Pavia
-División Bologna

Además se le asignó a Rommel un estado mayor, comandado por el general Gause, adecuado para cumplir con las responsabilidades inherentes a un mando sobre diez divisiones. Dicho esto, conviene indicar que el militar alemán no siempre tenía a sus ordenes a las unidades transalpinas. Era el mando italiano el que debía concederle autoridad sobre la mismas llegado el caso de que necesitase emplearlas.

A lo largo del verano de 1941, y a pesar de haber derrotado a los británicos, Rommel no inició operaciones de importancia y se limitó a utilizar sus fuerzas móviles en algunas operaciones de reconocimiento. ¿Por qué? La razón principal hay que buscarla en el desabastecimiento al que estaban sometidas sus tropas. Solo entre junio y septiembre los británicos mandaron al fondo del mar 220.000 toneladas de suministros destinadas a los soldados italogermanos en África. De estas pérdidas, la mitad fueron debidas a los ataques aéreos, gran parte de los cuales fueron lanzados desde Malta. Una prueba más de la importancia que tenía esta isla en las operaciones en el mediterráneo.

No obstante, el hecho de que los envíos llegasen con cuentagotas, a pesar de dificultar las operaciones de Rommel, le dio tiempo para planificar, esta vez meticulosamente, su ataque a Tobruk. La creación del Panzer Gruppe Afrika aumentó el número de tropas a su cargo y, consecuentemente, también incrementó sus posibilidades operativas. De los informes enviados por sus unidades móviles tras las incursiones antes mencionadas, Rommel creyó que los británicos no estaban listos para ninguna ofensiva tras la decepción sufrida en la operación Battleaxe. La luftwaffe tampoco encontró muestras de que los ingleses estuviesen llevando a cabo una concentración de soldados con vistas a un ataque a gran escala. Tanto sus topas móviles como la fuerza aérea se equivocaban, pero Rommel no tenía modo de saberlo. Lo que si sabía era que, antes o después, los anglosajones se lanzarían nuevamente a una ofensiva para tratar de liberar Tobruk. El suabo sabía que sus enemigos recibían no solo suministros (combustible y munición) sino también refuerzos (nuevos cañones y tanques) constantemente. Sus tropas, por el contrario -y debido a que el alto mando germano otorgaba la mayor parte de su atención al Frente del Este- sobrevivían con con una mínima cantidad de suministros y refuerzos.

En definitiva, Rommel se enfrentaba a una carrera no contra uno, sino contra dos rivales. Por un lado, sus pertrechos bélicos llegaban con una lentitud exasperante, lo que le impedía el inicio de operaciones de gran envergadura. Por otro, sabía que si no iniciaba – y concluía con éxito- el ataque sobre Tobruk, no podría concentrar todas sus tropas, es decir las diez divisiones del Panzer Gruppe Afrika, en la la frontera libio-egipcia para hacer frente a la previsible ofensiva inglesa.

Tras pasar el verano y gran parte del otoño en esta incomoda situación, el suabo se vio con suficientes recursos para iniciar el definitivo asalto a Tobruk en noviembre. Las cuatro divisiones italianas del XXI cuerpo estaban situadas en torno a la ciudad y Rommel emplazó además a la 15ª División Panzer y a la 90ª ligera en posición de asaltar el bastión. También tenía al XX cuerpo en posición. Solo se quedó al margen del operativo la 21ª Panzer, que se quedaba como fuerza móvil de reserva dispuesta a intervenir si las guarniciones de las posiciones fortificadas de la frontera (Bardia, Capuzzo, Solum y Halfaya) sufrían algún ataque.

El dispositivo para el asalto estaba listo. La operación debería iniciarse el día 23 y tendría que concluirse rápidamente, a tiempo de llevar a todas las formaciones italogermanas al este, para enfrentarse contra la previsible respuesta británica.


B/Los Británicos

Tras el fracaso de Battleaxe, los ingleses se pusieron a trabajar con el objetivo de recuperarse de su derrota. El hecho de que los alemanes estuviesen ahora empeñados en Rusia suponía que no iban a poder reforzar sus tropas en África convenientemente, al menos durante un tiempo. Es decir, desde el punto de vista británico, la situación parecía estar dando un vuelco a su favor. En aquellos momentos, el Reino Unido, aparte de la batalla del Atlántico desarrollada contra los submarinos germanos, no tenía más frentes abiertos que el teatro norteafricano. Por contra, su principal enemigo se había lanzado contra el coloso soviético empeñando en esta lucha la inmensa mayoría de sus fuerzas. Esto provocaba que, incluso aunque a la larga el Tercer Reich terminase derrotando a la URSS, al menos durante un tiempo su principal esfuerzo bélico debería estar orientado hacía sus operaciones en el Este europeo. En definitiva, para Alemania el teatro africano continuaría siendo un campo de batalla secundario, pero para los británicos en aquel momento era su campaña principal.

En lo referente a sus mandos, los ingleses volvieron a cambiar a sus lideres militares en África. Claude Auchinlek pasó a ser el comandante supremo de las fuerzas del Imperio Británico en la zona. A su vez, las tropas del Reino Unido se reorganizaron en el VIII Ejército, bajo mando del general Alan Cunningham. Londres además hizo un esfuerzo por enviar a Egipto todos los pertrechos y suministros bélicos posibles. Bajo el mando de Cunningham se agruparon unos 700 carros de combate, una cifrá impresionante si la comparamos con las que se manejaban hasta entonces en el teatro norteafricano. La cantidad de tanques con la que contaba Rommel se elevaba tan solo a la mitad de los británicos y, de ellos, el 50% eran modelos italianos, muy inferiores en calidad a los germanos.

Los británicos contaban además con el plan original de Rommel para atacar Tobruk. Su servicio de inteligencia les había pasado, no solo el dato, sino también una copia del propio plano esbozado por el suabo de su puño y letra. Lo único que desconocían los anglosajones era el día en el que el general pretendía lanzar el asalto. Las intenciones inglesas consistían en cargar contra los alemanes en el momento en el que estos se encontrasen entrampados frente a Tobruk, pero el hecho de que el Eje estuviese tardando tanto en iniciar el ataque sobre esta asediada localidad, provocó que finalmente los anglosajones diesen la orden de avance el día 18 de noviembre, antes de que los soldados italogermanos hubiesen iniciado el asalto al puerto libio. Para esta ofensiva, el Imperio Británico utilizó las siguientes divisiones:

XXX Cuerpo:
-7ª División Blindada inglesa
-1ª División Sudafricana
-22ª Brigada Inglesa
XIII Cuerpo
-4ª División India
-2ª División Neozelandesa
-1ª Brigada Inglesa

Además, las tropas situadas dentro de Tobruk (en aquellos momentos la 70ª División Inglesa y una brigada polaca), también colaboraron con sus camaradas, lanzando varios ataques contra las tropas italoalemanas emplazadas alrededor del enclave.

Como curiosidad, cabe señalar que unos comandos británicos trataron de asesinar a Rommel la noche del 17, justo antes de iniciarse la ofensiva inglesa. La operación fue un fracaso debido a que estos no pudieron localizar al general alemán.


Operación Crusader

El ataque británico recibió el nombre de Operación Crusader (Cruzado). La maniobra se inició el 18 de noviembre, y tuvo bastante más éxito que Battleaxe. Los ingleses no consiguieron romper el frente italoaleman, pero sí que consiguieron trabar combate con varias unidades sin quedarse parados frente a las posiciones fijas del Eje tal y como había sucedido durante la primavera.

Al iniciarse el ataque, los alemanes no reaccionaron con fuerza. Durante las primeras 24 horas, Rommel pensó que la maniobra enemiga podría ser contenida por las posiciones fortificadas de Bardia, Sollum y Capuzzo. El suabo ni siquiera se hizo cargo personalmente de las operaciones y dejó el mando al comandante del Africa Korps, el general Crüwell. El líder del Panzer Grupe Afrika no se convenció hasta el día 19 de que se trataba de una operación británica de gran calado que no le iba a dejar más remedio que posponer el previsto ataque sobre Tobruk. En ese momento, retomó el control de todas las tropas y se preparó para hacer frente a los anglosajones.

El ataque inglés, al no conseguir romper las líneas enemigas pese a ser muy violento, se tradujo en una serie de combates desordenados lo largo de todo el frente. Varias unidades británicas e italoalemanas se enzarzaron en luchas sin objetivos definidos, y sin direcciones claras. Los anglosajones, aprovechando el desorden, lograron capturar a parte de los oficiales del estado mayor del Afrika Korps el día 23, lo que dificultó sobremanera la coordinación de las unidades del Eje. Esa mismo jornada se bautizó con el nombre de “Domingo de difuntos”, debido a que durante el mismo tuvieron lugar enfrentamientos de extraordinaria dureza que dejaron maltrechos a ambos bandos. Al concluir el día, ningún contendiente parecía tener fuerzas suficientes para ganar, pero ninguno estaba dispuesto tampoco a tirar la toalla.

En definitiva, el Eje consiguió salvar el primer envite. No obstante, la situación podía haber terminado mucho peor debido al peculiar estilo de lucha de Rommel. Como ya hemos indicado, el suabo gustaba de posicionarse en primera linea del frente pero, al no existir un “frente” como tal, el comandante supremo germano se extravió en medio del fragor de los combates. Una avería en su vehículo de mando provocó que quedase separado del resto de sus hombres y, literalmente, el desierto se lo tragó. La noche del 24 Rommel, acompañado únicamente por su jefe de estado mayor, Gause, se encontró perdido e incomunicado en medio de la mayor batalla desarrollada hasta la fecha en el norte de África. Y esto no fue todo. A Rommel le encontraron los generales Crüwell (comandante del Afrika Korps) y Bayerlein (comandante de la 21ª División Panzer), quienes a su vez habían perdido todo contacto con sus unidades. Es decir, el 24 de noviembre de 1941, los cuatro militares alemanes más importantes del teatro de operaciones africano se encontraron aislados por completo del resto de sus tropas en medio de ninguna parte y en mitad de un caos de formaciones amigas y enemigas repartidas entre todos los puntos del mapa.

Cabe tratar de imaginar cual habría sido el resultado de la captura de estos oficiales en manos británicas durante aquellas extrañas horas. El destino del Afrika Korps, y por ende el de todas las tropas italogermanas en África, hubiese cambiado por completo. Se hubiese descabezado al Panzer Gruppe Afrika en un momento crítico, privando a los alemanes de sus principales mandos. El caos, presumiblemente, se hubiese transformado en desastre. Pero incluso en esta desconcertante situación salió a relucir el genio de Rommel. El vehículo en el que viajaban los generales germanos tuvo que evitar lo mejor que pudo a las unidades enemigas que se encontraban próximas, y lo consiguió hasta que se dio de bruces contra un hospital de campaña neozelandes. Era evidente que los alemanes habían sido localizados. Había que pensar en algo rápido y Rommel lo hizo. Salió del vehículo y se dirigió con calma hacía los oficiales médicos y los heridos. Conversó con ellos dando a entender que él era el captor y sus interlocutores los capturados. La interpretación del germano debió de haber sido algo digno de un premio, ya que los sanitarios se lo tragaron por completo. El suabo dialogó pausadamente con ellos, interesándose por el tipo medicinas y demás materiales que pudiesen necesitar, y prometiendo hacer lo posible por conseguirlos. Poco después, se despidió amablemente de los neozelandeses y abandonó el lugar. Cuando estos pudieron contactar con sus aliados y se dieron cuenta del engaño era demasiado tarde. Rommel y sus acompañantes se habían desvanecido. El zorro del desierto se la había vuelto a jugar a los tommies.

En el momento en que Rommel consiguió recuperar el contacto con sus tropas, automáticamente pretendió explotar a su favor el punto muerto que se produjo tras el Domingo de Difuntos. Contra el consejo de sus oficiales, quienes pensaban que sus soldados estaban extenuados hasta límites muy peligrosos, se lanzó con sus hombres contra los igualmente fatigados británicos. Estos no se encontraban en su mejor momento, cierto; pero los italoalemanes, quienes habían quemado gran parte de sus fuerzas conteniendo la inicial ofensiva británica, tampoco disponían de efectivos suficientes para efectuar un contraataque con efectividad. No obstante, incluso en esta situación, a Rommel pudo haberle salido bien la jugada. Cunningham, el comandante del VIII Ejército, perdió la esperanza en la victoria y pensó que una avalancha germana se les venía encima. Auchinlek se vio obligado a cambiar a este desmoralizado militar por el general Ritchie, quién tuvo éxito en la tarea de insuflar nuevamente valor a sus hombres para resistir lo que en realizad era el último movimiento de Rommel, la última carta que el germano podía poner sobre el tapete. Una vez que los británicos lograron aguantar con firmeza, fue evidente que al suabo no le quedaban más triunfos por jugarse.


Consecuencias

Tras el fracaso en el contraataque de Rommel, la situación se reveló en toda su crudeza para el Eje. Los británicos habían sufrido graves pérdidas, cierto, pero a estas alturas de la campaña habían logrado un ritmo de recuperación muy bueno, consiguiendo reponer sus bajas con mucha mayor eficacia que los italogermanos. Estos, por el contrario, se las veían y se las deseaban para sustituir cada hombre y cada maquina que perdían en el desierto.

En este contexto, a finales de noviembre Rommel comprendió que no podía seguir sosteniendo el frente contra los británicos y, al mismo tiempo, mantener el asedio de Tobruk. En caso de insistir en ello, cabía el riesgo de perder a todo el Panzer Gruppe Afrika en lucha de desgaste contra un enemigo a todas luces mejor abastecido que él, lucha en la que los italoalemanes ya no tenían nada que ganar. El germano, en una decisión quizá prematura pero sin duda prudente, optó por perder el territorio, pero conservar sus tropas. Entre los días 4 y 8 de diciembre se llevó a cabo un primer repliegue, situando las unidades a unos 100 km al oeste de Tobruk. Ni el mariscal Kesselring (en aquellos momentos supervisor general de las tropas alemanas en el área mediterránea), ni los mandos italianos apoyaron el proceder de Rommel, pero este no se dejó convencer por quienes, en definitiva, habían sido los mismos que se habían opuesto a su ataque sobre Cirenaica apenas nueve meses antes.

El Afrika Korps contaba en aquellos momentos con unos cuarenta tanques, cifra a todas luces insuficiente para enfrentarse a los bien pertrechados británicos. Rommel continuó la retirada hasta el Ageila, donde finalmente pudo asentarse en una posición lo suficientemente firme como para detener a los ingleses quienes tuvieron que pararse, no solo por la resistencia italoalemana sino también para reorganizar sus líneas de suministros. Al final del año, las únicas ganancias que quedaban de las campañas africanas del Eje eran las posiciones fortificadas a lo largo de la frontera libio-egipcia, pero todos estos enclaves fueron rindiéndose a lo largo del mes de enero. A inicios de 1942, Rommel volvía a estar en la misma situación que al principio.

sábado, 6 de febrero de 2010

Rommel V



Tras el éxito de la Operación Sonnenblume, Rommel rebosaba optimismo. “Objetivo: el Canal de Suez” señaló el 10 de abril. Pero no todo iba a ser tan fácil. En su camino se encontraba un obstáculo, un baluarte de extraordinaria importancia que iba a provocar la primera gran derrota del militar germano: la ciudad de Tobruk.


El asalto

Tobruk era un punto clave para el conflicto en el Norte de África. Arrebatar la ciudad a los británicos, quienes a su vez la habían tomado de manos transalpinas pocos meses antes, supondría recuperar un puesto avanzado clave para las futuras operaciones en el mediterráneo. Hasta ese momento, la marina italiana, en su papel de cordón umbilical que mantenía vivo al Afrika Korps, desembarcaba los pertrechos bélicos para las tropas del Eje en el puerto de Trípoli. La utilización de este puerto, al estar muy cerca de Italia, suponía que los buques de este país tuviesen que recorrer un trayecto corto, con lo que se reducía el riesgo de sufrir un ataque por parte de la Royal Navy. No obstante, el extraordinario avance de Rommel en el mes de abril había dado lugar a que el puerto de Trípoli quedase demasiado lejos del frente. Esto provocaba que los suministros desembarcados en esta ciudad tuviesen que ser trasladados por tierra hasta donde se encontraban los ejércitos combatientes. Dicho trayecto, además de suponer un consumo adicional de combustible, tampoco estaba exento de peligro, principalmente en forma de ataques aéreos por parte de aparatos británicos. Rommel había sugerido que se empezase a utilizar el puerto de la recientemente conquistada Bengasi, pero este no tenía capacidad suficiente para reemplazar al de la capital libia.

Rommel suponía que con Tobruk en sus manos la delicada situación de su tropas mejoraría. Esta ciudad sí que podía sustituir a Trípoli como puerto principal, con la ventaja añadida de que se encontraba cerca de la frontera Libio-Egipcia, lugar que se iba a convertir en la línea del frente durante los meses siguientes. Tenía además una ventaja añadida: Tobruk estaba mucho más lejos de Malta que Trípoli, con lo que su captura implicaría que disminuyesen considerablemente las posibilidades que tendrían los británicos de hostigar el traslado de combustible, armas y municiones del Eje. En definitiva, Tobruk se presentaba como el punto de apoyo principal para la continuación de las operaciones bélicas germano-italianas en el norte de África.

Los anglosajones, por su parte, conocían tan bien como sus enemigos la importancia estratégica que tenía la localidad de Tobruk en la partida de ajedrez que se estaba jugando en África. Si la pérdida de Cirenaica había supuesto una conmoción, la caída de este puerto podía poner en jaque al rey del Mediterráneo. Por ello, antes de encontrarse en esta desafortunada situación, el Imperio Británico se dispuso a enrocarse y mantener en su poder a toda costa el vital baluarte norteafricano.

¿Cómo planeó Rommel tomar Tobruk? En terminos generales, siguiendo las mismas pautas que durante los días anteriores. Durante la ofensiva de Cirenaica, las mejores bazas del militar germano habían sido: por un lado, su capacidad de improvisación; y por otro, la asombrosa rapidez con la que era capaz de conducir a sus tropas. Con ellas había derrotado a los británicos y con ellas pretendía volver a salir victorioso. Pero esta vez no todo iba a salir como el general alemán pretendía.


La reacción británica

El líder del Afrika Korps era consciente de que Tobruk era una posición bien defendida. Por ello, para facilitar la toma de este enclave, el militar germano desistió de intentar un ataque frontal y ejecutó un movimiento envolvente rodeando la ciudad. El día 11 de abril las tropas del Eje ya tenían completado el cerco de la ciudad y el día 14 lanzaron su primer ataque. En el transcurso de este, los italoalemanes pudieron comprobar que las tropas británicas no habían perdido sus ganas de pelear y, por primera vez desde el inicio de la ofensiva, fracasaron de manera estrepitosa.

Las razones de la derrota hay que buscarlas principalmente en la limitada capacidad bélica de los alemanes en el teatro de operaciones norteafricano. Los éxitos del Eje en la zona en las jornadas anteriores, tan sorprendentes como inesperados para todos menos para Rommel, dieron una imagen del Afrika Korps muy alejada de la realidad. Las unidades italogermanas aparecían como todopoderosas frente a unos británicos repentinamente empequeñecidos y venidos a menos, pero esta no era en absoluto la situación real. Una gran parte del merito de la victoria del Eje, como ya indicamos en la entrada anterior, se debe atribuir directamente a los británicos, quienes debilitaron el frente facilitando de este modo la ruptura que protagonizarían los soldados de Rommel. Sin embargo, lo cierto es que las tropas de este seguían siendo demasiado escasas para realizar operaciones de gran envergadura; por lo que una vez que los británicos se recuperaron de la sorpresa inicial (cosa que ya estaba sucediendo en la segunda semana de abril) pudieron agarrarse al terreno y hacer frente a las reducidas fuerzas enemigas.

En definitiva, a mediados de abril la maestría de Rommel había logrado provocar que el púgil italo-alemán quién parecía a punto de besar la lona en el anterior asalto, le lanzase una serie de certeros y repetidos golpes al inglés aprovechando que este, confiado por lo que parecía ser una victoria ya hecha, había bajado la guardia. Pero el británico no se iba a quedar de brazos cruzados eternamente.

Durante la segunda semana de abril, los anglosajones empezaron a reorganizar sus dispersas tropas para hacer frente a la agresividad de sus oponentes. Para ello, además de con su característica tenacidad, iban a contar con otra herramienta más útil si cabe: las fortificaciones defensivas que había construido los italianos en 1940 en torno a Tobruk antes de ser expulsados de la zona por la ofensiva inglesa. En ellas se atrincheraron la 9ª división australiana y los restos de varias unidades británicas derrotadas en Cirenaica con un único objetivo en mente: hacer de esta ciudad libia un bastión inexpugnable.

En definitiva, por primera vez desde su llegada a África, Rommel se encontró con una sólida posición defensiva guarnecida por tropas resueltas a no dejarse expulsar. En estas circunstancias, por mucha pericia que pueda tener un comandante (y Rommel la tenía), la toma del enclave generalmente ha de ser llevada a cabo a través de un metódico, planeado y, por tanto, lento asedio. El general suabo no se inclinó por esta opción y, como ya hemos indicado, optó por ejecutar una maniobra envolvente e iniciar un ataque casi inmediatamente después, sufriendo su primera derrota de importancia. El militar alemán lanzó sus hombres desde el sur con la intención de abrir varias brechas en las líneas enemigas, pero el resultado fue del todo menos satisfactorio. Las tropas del Imperio Británico estaban fuertemente atrincheradas en sus posiciones y además hacían gala de un fuego antitanque extraordinariamente preciso que diezmó los blindados alemanes, verdadera columna vertebral del Afrika Korps. El fracaso fue absoluto.

Para Rommel sin duda supuso una desagradable sorpresa la renacida capacidad bélica de sus enemigos, pero reorganizó sus fuerzas rápidamente y se preparó para reiniciar el asalto dos semanas después del fallido primer ataque. No obstante, antes de que este tuviese lugar, Rommel recibió la visita de un enviado del OKH, el general Paulus, quién llegó al teatro de operaciones el día 27, a tiempo de ser testigo del segundo intento de tomar Tobruk. Esta embestida se lanzó finalmente el día 30, pero el resultado no fue mejor que en la ocasión anterior. Los sitiados volvieron a rechazar a las tropas del Eje causándoles graves pérdidas.

A causa de este fracaso, Paulus, quien había autorizado a Rommel a que se lanzase por segunda vez a por la ciudad norteafricana, envió a Berlín un informe que hacia hincapié en los aspectos negativos del estilo de mando del suabo. Es evidente que las relaciones entre el comandante del Afrika Korps y el alto mando no se vieron favorecidas gracias a esta información. No obstante, en descargo de Paulus hay que decir que, efectivamente, el Rommel de aquellos días no fue el mejor Rommel.

Con todo, Paulus no fue el único que expresó sus dudas acerca de la manera que tenía Rommel de dirigir las operaciones bélicas. Varios altos oficiales de las fuerzas alemanas en el continente africano se mostraron muy en desacuerdo con las operaciones ordenadas por su jefe para la toma de Tobruk . Los más destacados fueron el general al mando de la 5ª división ligera, Streich, y el comandante de las fuerzas panzer de dicha unidad, Olbricht. Ambos serían destituidos de sus puestos poco después por el general suabo en lo que podemos considerar una decisión poco ética de este, ya que las quejas de ambos podían ser, al menos en buena parte, fundadas. No obstante, desde un punto de vista pragmático, es comprensible también que Rommel no pudiera permitirse -ni tampoco quisiese hacerlo- estar al mando de unos oficiales que desconfiasen de su manera de conducir las operaciones.


Combates en la frontera Libio-Egipcia: vuelve la guerra de posiciones

Tras el fracaso del asalto a Tobruk, las fuerzas del Eje tuvieron que resignarse a plantear un asedio en firme a la plaza. Era evidente que, al menos en el corto plazo, ni los anglosajones se iban a rendir, ni los alemanes iban a derrotarlos con facilidad. Por ello, Rommel tuvo que enfrentarse a la desagradable tarea de continuar las operaciones contra los británicos sabiendo que dejaba a su espalda un enclave enemigo, enclave que supondría una constante amenaza sobre la siempre precaria ruta de suministros del Eje. El suabo dirigió entonces sus vista al oeste ya que temía, con todo fundamento, que los británicos antes o después intentarían algún tipo de operación con el objetivo de liberar a sus camaradas sitiados.

Las fuerzas del Eje se desquitaron de su fracaso ante Tobruk tomando a lo largo del mes de abril Bardia, Sollum y Capuzzo y conquistando asimismo el estratégico paso de Halfaya, lugar por donde necesariamente tendría que pasar la previsible contraofensiva británica. Como las tropas alemanas eran insuficientes para ocupar adecuadamente todos estos enclaves, Rommel echó mano de la infantería italiana. Estas unidades, cuya movilidad era mucho más reducida que la de sus compañeros de armas, no eran muy útiles en las operaciones rápidas a las que tan aficionado era Rommel, pero sí se confiaba en que desempeñasen un buen papel sirviendo de guarnición en las posiciones recientemente tomadas.

Al mismo tiempo que desplegaba sus hombres a lo largo de la nueva línea del frente, Rommel presionaba al alto mando germano para que le hiciesen llegar cuanto antes la 15ª División Panzer, cuyos primeros efectivos ya habían empezado a desembarcar en Trípoli. A juicio del comandante del Afrika Korps, quién siempre parecía tener prisa, la lentitud en estas tareas volvía a ser excesiva; pero su impaciencia, como en la mayor parte de las ocasiones, no era un mero capricho. Su instinto le decía que algo iba pasar.


Los Británicos contraatacan

“Fritz”, la palabra clásica para designar al soldado alemán, fue el término radiado por los británicos a sus unidades de vanguardia -comunicación que el servicio de información de Rommel logró interceptar- el día 14 de mayo. Los operadores de radio germanos no estaban muy seguros de lo que significaba, pero el ataque lanzado al día siguiente por los “tommies” se encargó de sacarles de dudas. La intención de los anglosajones era poner a prueba las defensas del Eje, debilitandolas antes de que los alemanes pudiesen poner en juego sus refuerzos. Los ingleses sabían que la 15ª División Panzer estaba llegando, aun con cuentagotas, al frente; y este era un movimiento que preocupaba sumamente al alto mando del Reino Unido. Y es que, si con una sola división los alemanes les habían expulsado de Cirenaica, ¿que no podrían hacer con dos?

El ataque pareció tener éxito al principio. Las tropas del Imperio Británico consiguieron retomar el paso de Halfaya, causando considerables bajas a los defensores. Sin embargo, Rommel no se dejó intimidar. Contraatacó y retomó el enclave el 27 de mayo. Los ingleses, viendo que los italoalemanes no cedían, detuvieron la ofensiva. Era una situación de punto muerto, pero nadie se hacía ilusiones de que fuese a durar demasiado.

Es en este momento cuando el comandante del Afrika Korps se deshizo de los oficiales mencionados anteriormente y los sustituyó por personas más dignas de su confianza. También fueron aquellas las jornadas en las que el suabo perfeccionó una de las tácticas que mejores réditos le daría durante su estancia en el desierto: las cortinas de fuego anticarro. Rommel llegaría a ser un maestro en la maniobra de atraer a los blindados enemigos bajo el radio de acción de sus cañones al tiempo que mantenía a sus propios tanques libres para hostigar al enemigo. En la guerra del desierto, los antiaéreos germanas, principalmente los famosos 88 pero también otros cañones de menor calibre, se desempeñaron en funciones antitanque con con una efectividad brutal. Una vez que se perfeccionó esta táctica por parte de los germanos, la acción combinada de sus carros junto con sus armas contracarro produjo extraordinarios resultados.

En otro orden de cosas, también empezó a ponerse de manifiesto otra de las características más criticadas de Rommel: su tendencia a venirse arriba o a caer en el pesimismo con excesiva rapidez. Esto provocaba que los mensajes que enviaba al alto mando fuesen o muy optimistas o demasiado lóbregos. Dichos informes no solían ser bien recibidos por el alto mando en Berlín y sus integrantes terminaron por no tomarlos demasiado en serio. Pero los ingleses, quienes interceptaban con regularidad las comunicaciones gracias a sus servicios de inteligencia, no conocían esta peculiaridad del comandante de sus adversarios, razón por la cual daban más crédito a sus mensajes. Y en aquellos momentos, las informaciones enviadas desde África por los alemanes presentaban una situación bastante deprimente del lado germano, poniendo énfasis en el reducido número de tropas realmente fiables que se hallaban en la zona y en la crónica escasez de suministros que estas sufrían. Gracias a estos datos, el mando británico creyó que que se acercaba su oportunidad. A juicio de los anglosajones, era el momento de pasar a una contraofensiva de gran envergadura.